El FMI como problema crítico: el kirchnerismo gira a la derecha como una deriva fatal

Cuando en Santa Cruz, hace una semana, la Vicepresidente afirmó: 'Hoy en día, el principal problema de la Argentina es su relación con el FMI', lejos estaba -nos permitimos suponer- de percibir que había ingresado a las procelosas aguas de la paradoja y la trampa de los significantes.
 

En un primer plano, atribuir a la organización multilateral de crédito la responsabilidad de la tragedia argentina ha sido históricamente un leit motiv de la izquierda, tanto de la 'teórica' propia del progresismo marxista como de las variantes en torno al 'socialismo nacional' con simpatías justicialistas. Desde ya que ninguna de estas corrientes dejaba de señalar que la responsabilidad del Fondo Monetario Internacional se explicaba por su rol como insitución de fomento y sostén del capitalismo de las semi-colonias.

De tal suerte que la declaración de Cristina Kirchner parece pretender tres objetivos: 1) Despegar a la dirección del Frente que conduce de facto de la adminsitración de áquel a quien ungiera candidato a la Primera Magistratura. En términos de derecho constitucional, está claro que la vicepresidencia no integra el Poder Ejecutivo, reservándosele una tarea legislativa. Sin embargo, la proposición de Alberto Fernández fue una decisión individual de tal intensidad (o tan intensamente individual) que resultó imposible no imaginar un Ejecutivo ejercido por apoderado; 2) Retener al ala izquierda del kirchnerismo, al reclamar un giro que renueve en el sector las expectativas de replantear la relación con los Estados Unidos de América, a través de la crítica frontal al acuerdo laboriosamente tejido por Sergio Tomás Massa. Aunque lo sabe, Cristina debe simular que ignora que su Ministro de Economía es hoy el único candidato que puede asegurarle la renovación de mandato. Es probable que haya decidido, por ahora al menos, emitir un discurso destinado a una porción de su mercado electoral, y suponer que la contradicción  intrínseca será absorbida por el estusiasmo hipotético y la contemporánea necesidad de creer viable el golpe de timón por parte de dicha parcela de simpatizantes; y, 3) ocupar la vanguardia de un previsible movimiento social políticamente transversal de cuestionamiento al 'estado de las cosas'. La táctica de reposicionamiento al alto precio de descalificar al Presidente (alto en cuanto a su condición de poderdante) tiene por límite no avanzar en la condena al régimen de producción y distribución de riqueza. En este gesto de autocontención, la vice revela sin sorpresas el carácter reformista de su discurso, impuesto naturalmente por la naturaleza del Movimiento como experiencia históricamente policlasista.

En 2019, el FMI concedió a la Argentina un crédito de U$S 50 mil millones, de los cuales fueron tomados unos US$ 44 mil millones. Se trató de la operación más importante por su volumen en toda la historia de la institución, toda vez que jamás quedó claro si fue solicitado o si le fue impuesto a la Gestión Macri como parte de un torpe plan estadounidense con miras a consolidar el eje Brasilia-Buenos Aires, al que el ex mandatario Donald Trump consideró siempre una prioridad geopolítica para el subcontinente. Sin embargo, el dólar barato, finaciado con la toma de un crédito técnicamente impagable en el mediano plazo (aunque el compromiso era devolverlo antes de 2023), no operó como la herramienta electoral imaginada. Turbulencias políticas de toda laya, errores de valoración del rol de los actores reales y una sequía severa licuaron la frágil estratagema. Ahora, la centralidad asignada al FMI como factor desequilibrante de la economía local parece tener por objetivo no descontruir la compleja trama de causas y concausas que constituyen el trasfondo de la tragedia argentina. La decisión de prorrogar esta tarea contabiliza razones prácticas: desmontar la jungla de intereses espúreos, privilegios ilegítimos y el régimen sobreviviente de favores y retribuciones que la burguesía prebendaria pacta -desde siempre- con la casta de políticos profesionales es, por ahora, una preocupación postergada. Si se avanzare con decisión en este camino, previa acumulación de la inconcebible carga social requerida para acometer la empresa, la explosión liberaría una energía de tal magnitud que las bases mismas del sistema no tardarían en desmoronarse.

Se trata de una pesadilla que atormenta el sueño de los dueños del poder. Una dosis de satanización del Fondo se exhibe, de momento, como la medicación prescripta para aliviar los síntomas.

Izquierdas, derechas y versiones ambiguas coinciden en el recurso. Quizás sea oportuna la cita del verso borgeano parafraseado: 'No los une el amor, sino el espanto; será por eso, que se quieren tanto'.