ECONOMIA INTERNACIONAL: GUSTAVO LAZZARI

Argentina y el COVID-19: la economía del miedo

Para el análisis económico, la única variable relevante hoy es el miedo.

23 de Marzo de 2020

 

Para el análisis económico, la única variable relevante hoy es el miedo. Nos encontramos frente a un escenario de temor por parte de todos los agentes económicos. Clientes, proveedores, financistas, inversores de todas las actividades sienten temor por su seguridad personal, por la salud de sus familias y seres queridos. 
 
Coronavirus, impacto en la economía argentinaLa primera reacción se registró en los mercados más líquidos. Los mercados financieros percibieron rápidamente las pérdidas previstas a raíz del menor nivel de actividad en logística, entretenimientos, turismo y movimiento de personas. La esperable recesión en el sector de servicios amenaza seriamente las proyecciones de crecimiento de la economía mundial. Toda vez que, en los países desarrollados, el sector servicios es el más preponderante de la economía. 
 
El coronavirus, de acuerdo a especialistas, fue la flecha de pinchó una burbuja previa, construída por la emisión de dinero de los bancos centrales de casi todo el mundo. 
 
Ante el temor, las medidas de política económica resulta poco o nada significativas -incluso perjudiciales

Los derechos fundamentales del hombre son la vida, la libertad y la propiedad. Cuando el ser humano experimenta temor, tiende naturalmente a resguardarse en pos de resguardar esos derechos. A medida que el temor se disipa, somos más propensos a asumir riesgos más elevados
 
Un ejemplo práctico puede ser salir a la calle. Normalmente, salimos de nuestras casas, y lo hacemos porque tenemos el  riesgo acotado y conocido. Lo peor que nos puede pasar es sufrir un asalto, un accidente o quedar en medio de una lluvia. De alguna manera, esos riesgos son conocidos, y cada cual toma recaudos. Si llueve, las personas salen de sus hogares con paraguas, toman nota de baldosas flojas, y salen a las calles acompañadas, para evitar la acción de los malhechores. 
 
Ahora si tuviéramos la 'certeza' de que salir a la calle implicara un riesgo de vida inexorable, sea por un ladrón apuntando con la mira laser o un virus a punto de agredirnos, entonces nuestro instinto de supervivencia hará que nada en el mundo nos saque de nuestros domicilios. 
 
Así actúa también el 'hombre económico'. 
 
Ahora mismo, los agentes económicos de numerosos países están asustados. En tal virtud, se stockean y toman recaudos. Poco interesa si ese accionar es justificado o no -cuestión que quedará en manos de expertos de otras áreas. Para el economista, el dato relevante es que la economía está asustada. Nos encontramos frente a la economía del miedo. 
 
Cuando el público teme, restringe consumos, posterga decisiones de inversión y financiamiento. Concierto que se aplica transversalmente a todas las actividades, tanto de servicios como de producción de bienes. La economía se ralentiza con un nivel de actividad que puede bajar a niveles insospechados. Los tiempos se lentificarán de manera asombrosa. La cadena de pagos se romperá desde el comercio, cuyo nivel se reducirá a cenizas. 
 
De allí, la importancia de que la economía no muestre rigideces burocráticas y financieras. El Estado habrá de reaccionar rápidamente con un sistema de waivers o condonaciones que permita diferenciar a quien no paga porque no puede fácticamente, de quien no paga porque su actividad se redujo a niveles paupérrimos, y de quien no paga porque, sencillamente, evade. 
 
El sistema financiero deberá proceder de igual manera. Alguien deberá asumir la responsabilidad de notificar a los bancos que la existencia de tarjetas de débito o pagos electrónicos no es condición necesaria ni suficiente para mantener intacta la cadena de pagos. En primer término, porque es extremadamente bajo el nivel de bancarización en la Argentina y, en segundo orden, porque el sistema bancario es hijo de la actividad real. Sin producción de bienes y servicios, el sistema bancario queda vacío. En términos ochentosos, podrá parafrasearse: Un tocadisco no hace la música
 
Países como Francia, Italia y España, dispusieron mecanismos de prórrogas automáticas de vencimientos impositivos y financieros. Los bancos pospusieron el cobro de los créditos.
 
Siendo el temor el principal protagonista de la actualidad económica, es menester subrayar que volver a poner en marcha la economía no depende de la política fiscal, ni de la política monetaria.  
 
En el extremo, y volviendo al ejemplo original, si un ciudadano tuviese por seguro que, al abandonar su hogar, sería fusilado inexorablemente, no existirán incentivos con capacidad para hacerlo cruzar el umbral de la puerta. En igual sentido, si el Banco Central de la República Argentina colocare un millón de pesos a diez metros de la puerta de alguien, esta persona jamás la abriría, ni aún frente a semejante tentación. 
 
En consecuencia, lo único que volverá a activar la economía es la disipación del miedo.  
 
El descubrimiento de una eventual vacuna, el paso natural de la enfermedad, un incremento en la oferta de servicios de salud, un acostumbramiento, o una combinación de todos estos factores, será la causa de que la gente pierda ese temor. La duración de la 'economía del miedo' dependerá del tiempo que se tarde en la solución de estos factores, y en la percepción de aquéllos como seguros y fiables por parte de la población. 
 
El dinamismo informativo podría ser un factor que asista en la pronta difusión de las eventuales soluciones. 
 
Mientras eso sucede, la economía habrá de ser flexible. Fundamentalmente, los sectores más rígidos y burocráticos -como el Estado y los bancos locales, auténticas cajas de recaudación fiscal. 
 
La prioridad de las empresas privadas pasará a ser el pago de haberes, el giro del comercio, la provisión de materia prima, y los costos logísticos. 
 
En 1776, Adam Smith -en su trabajo La Riqueza de las Naciones- apuntaba: 'Para que una nación pase de un estado de pobreza a uno de opulencia, hace falta bien poco: paz, impuestos bajos, y una razonable administración de justicia'.
 
La República Argentina carece de impuestos bajos y de una razonable administración de justicia. El coronavirus nos ha quitado la poca paz que teníamos.
 
Es de esperar una pronta solución técnica a la pandemia, y la rápida difusión y distribución de la eventual vacuna o remedio -si lo hubiera. La flexibilización de mecanismos de mercados para que las soluciones sean veloces resulta, en tal contexto, imprescindible. 


 
Sobre Gustavo Lázzari

El autor es economista en la Fundación Libertad y Progreso (Argentina). Publica regularmente sus trabajos en la web de la fundación y en el sitio web en español del Instituto Cato.