SOCIEDAD: MARCELO D. FERRER

Cómo me siento

He decidido escribir estas líneas para reflejar el modo en que me afecta la situación actual...

27 de Noviembre de 2014
He decidido escribir estas líneas, con el objeto de reflejar el modo en que me afecta, a nivel personal, la situación actual del país; y, desde luego, con la esperanza de encontrar alivio al saber que no soy el único.

No cabrán dudas, entre aquellos que visiten regularmente este sitio web, frente a mi actitud claramente opositora de cara a las autoridades del actual gobierno. Muchas veces, plasmada en sorna; la mayoría, con criterio analítico. Denosto este Estado 'cambalache' en que se ha convertido todo y que tanto influye en las relaciones cotidianas de ciudadanos y sus respectivas familias.

Y me siento desmoralizado. Se me hace demasiado largo y denso este proceso de transición hasta tanto nuevas autoridades se hagan cargo de la Administración. Me provoca enorme incertidumbre el 'quiénes lo harán'; temiendo, profundamente, que este circo de corrupción e hipocresía continúe por otros largos cuatro años.

Me entristece enterarme del sacrificio llevado a cabo por muchos para 'salvar el mes', mientras algún desvergonzado individuo de 'La Cámpora' o perteneciente a otra facción que se ha hecho titular de un sello de goma, percibe salarios dignos de primer mundo en pago por su obsecuencia o por su capacidad para coaccionar o mostrarse amenazante. Y la lista es larga y, cada día, cual designio de tanta inmoralidad, se alarga más, dado que pareciera ser ésta la única manera de salir adelante en nuestra Argentina del 'sálvese quién pueda'.

Me encuentro agobiado ante tanta desvergüenza impune, sin condena. Porque la sanción social está: es latente, y la leo en los medios y en redes sociales... Pero pareciera ser que nada les afecta. Como un ladrón que, en pleno robo, hace caso omiso a la presencia de la 'autoridad' y continúa alegremente con su ilícito. Experimenté ésto en aquella movilización del 8 de noviembre (8N), en la que millones de ciudadanos salimos a las calles para manifestar nuestro descontento. Y, sin embargo, el día 9 amaneció como si nada hubiese ocurrido.

¡País tomado! Como aquel cuento de Cortázar en el que los personajes deben salir huyendo de su casa y arrojan las llaves en una alcantarilla. El hecho de pensar, por sólo un segundo, que no tenemos remedio, me induce a la siguiente alternativa: ¿para qué seguir? ¿Para qué seguir ilusionado en un proyecto y ponerle esfuerzo si, más temprano que tarde, ellos se quedarán con todo?

He pensado que, tal vez, las redes de corrupción que han tejido son tan profundas e inexpugnables que les garantiza esa impunidad sobre la cual se pavonean descaradamente. De otro modo, resulta incomprensible. Salvo que todos ellos -sin excepción- estén clínicamente enfermos. Se trataría de una dolencia en extremo contagiosa que, de a poco, va enfermándonos a todos.

Estos personajes intocables, ungidos por el voto popular hace ya largos once años, han acumulado fortunas que ni ellos ni sus dos generaciones siguientes, podrán gastar. Hacen alarde de su exitosa inmoralidad, y pretenden que ésta se convierta en un buen ejemplo para la posteridad, a ser imitado por las generaciones venideras.

Y todo afecta a una sociedad que, en su desorientación, toma lo que puede del prójimo a pura prepotencia; porque ese es el ejemplo que reciben acerca de cómo alcanzar el éxito.

La soberbia presidencial, que refleja un tono de voz quebrado y sobrador -sumado a tanta hipocresía- lastima mis oídos y mi entendimiento. En ocasiones, me transforma en una persona que no quiero ser. Me desmoraliza tanto, que mi anhelo más profundo es despertar de esta interminable pesadilla.

 
Sobre Marcelo D. Ferrer

Es Contador Público y Licenciado en Economía. Reside en Buenos Aires, Argentina, y publica regularmente en su sitio web www.marcelodferrer.com.ar.