ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

Estados Unidos: haciendo dinero en la lucha contra el terrorismo

La industria del contraterrorismo en los Estados Unidos es mayormente invisible, pero no lo es su costo...

11 de Agosto de 2015

La industria del contraterrorismo en los Estados Unidos es mayormente invisible, pero no lo es su costo, que computa decenas e incluso cientos de miles de millones de dólares anualmente, dependiendo de qué incluye uno en el ajuste de cuentas. Y el nivel actual de la amenaza es, ciertamente, debatible. Cualquiera que atienda, en Estados Unidos, a los arrestos hechos bajo cargos de terrorismo y a sentencias obtenidas, probablemente llegue a la conclusión de que muchos de los casos que eventualmente llegarán a la corte, bordean la trampa. Un sospechoso es frecuentemente identificado la primera vez a través del Internet, o a través del espionaje telefónico, ya sea basándose en sus visitas a sitios web de propaganda o contenido radicales, o revisándose sus relaciones con amistades que, a su vez, caen bajo sospecha. Un caso contra el individuo se completa luego desde el monitoreo de lo que él o ella dicen o escriben, seguido por la aparición de algún informante del FBI (Buró Federal de Investigaciones) que hace las veces de amigo del sospechado.

En ese punto, la totalidad del proceso se vuelve sórdido, por cuanto no se supone que el informante aliente al sospechoso a tomar partida por una actuación ilegal, lo cual constituiría una trampa. No obstante, en muchos casos, el sospechoso procede a comprometerse cada vez más y más, después de que el informante fuera introducido y, en muchos casos también, el último proporciona un artefacto explosivo que no estallará, o un arma de fuego que no disparará. El arresto, juicio y sentencia arriban después, demostrando nuevamente que el gobierno está haciendo su trabajo contra el terror.

Parte del proceso judicial está representada por el testigo experto, empleado tanto por la defensa como por la fiscalía. Se supone que un testigo experto sea objetivo pero, en realidad, resulta ser un representante del punto de vista de quien fuere que Departamento de Justicia, Estados Unidosesté pagando sus servicios, aunque si aquél va demasiado lejos, se vuelve vulnerable a un examen realizado por la contraparte.

He trabajado como testigo experto en un número de casos de la corte, incluyendo el caso del 'talibán estadounidense' John Walker Lindh, ocasión en que asistí a la defensa. En algunos casos, el testigo es realmente un experto a la hora de explicar evidencia científica o forense dura; pero, muchas veces, la credibilidad termina siendo el problema. En el Caso Lindh -donde se llegó a un acuerdo y no se llegó a juicio-, yo hubiese explicado que Lindh en modo alguno encajaba con el perfil de alguien que haya sido un miembro participante de algún grupo de militantes extremistas, desafiando las afirmaciones de qeu el citado era un miembro activo de al-Qaeda. El jurado hubiera tenido que contemplar tanto mi presunto nivel de conocimiento y credibilidad como ex oficial de la CIA que trabajó en terrorismo, contra la evidencia producida por los fiscales. La fiscalía, por su parte, probablemente hubiese recurrido a su propio testigo experto de la comunidad de inteligencia, y éste hubiese disputado mi testimonio.

Conforme muchos casos sobre terrorismo se reducen al procesamiento de alguien bajo cargos de intencionalidad, antes que por haber llegado a cometer realmente un acto, quizás no sorprenda hallar un número de testigos expertos que afirman comprender cómo piensan los terroristas, lo cual luego explotan para fortalecer el caso del gobierno, resultando ello en sentencias de prisión más extensas. Steve Emerson fue, quizás, el primer y prominente producto del extendido fenómeno de los testigos expertos, todos los cuales testifican para la fiscalía de oportunidad, en lo que en ocasiones, ha sido calificada como 'la industria del veredicto de culpable'. Emerson, un periodista notablemente islamofóbico, no habla idioma del Medio Oriente alguno, pero es el candidato perfecto para la agenda -neoconservadora, abundante en opinadores sobre terrorismo-, asociada a la derecha o a organizaciones pro-Israel como condición sine qua non. Emerson insistió en que el atentado con explosivos de 1993 en Oklahoma City debió haber sido un ataque ejecutado por musulmanes, argumentando que el 'inflingir la mayor cantidad de bajas posibles es una marca registrada del Medio Oriente'. Más tarde, declamó: 'Estados Unidos se ha convertido en territorio ocupado de los fundamentalistas'. Más recientemente, describió a la ciudad de Birmingham (en Inglaterra) como una ciudad 'en donde los no-musulmanes simplemente no ingresan', y eventualmente debió pedir disculpas. Alexander Cockburn observó que el 'rol fundamental de Emerson es dejar bien paradas las acciones de los gobiernos israelíes y refutar las críticas que les sean hechas'.

Mientras tanto, el protégé de Emerson, Evan Kohlmann, es quizás el más exitoso a la hora de explotar el terrorismo como 'vaca lechera' para el mundillo de los testigos expertos, llegando a ser el hombre de consulta por excelencia en un número de departamentos federales de EE.UU. Le presté atención por primera vez en 2011, cuando se presentó como el 'analista de redes terroristas' de la cadena NBC, tras el tiroteo masivo perpetrado por Anders Behring Breivik en Noruega. Kohlmann describió puntillosamente a los grupos extremistas en el norte de Europa, pero luego opinó que el ejemplo de un solitario asesinando a un gran número de personas con un rifle, y luego paralizando a una nación entera, probablemente pudiera servir como primer nodo de aprendizaje para extremistas islámicos que podrían hacer lo mismo, volviendo innecesaria la metodología de construcción de bombas.

A continuación, Kohlmann aconsejó con presteza cómo ejecutar un acto terrorista, incluso manteniendo el foco del terrorismo en los islamistas, aún cuando no estuvieran éstos involucrados, e ignorando que el hecho probado de odio contra los musulmanes motorizó -innegablemente- al tirador noruego. Dentro de la comunidad de inteligencia y en el Pentágono, Kohlmann -al igual que muchos de sus colegas expertos- es considerado como un impostor que contribuyó a congraciarse a sí mismo con aquellos que prefieren una joven y afable fuente diciendo todo lo que se desea oír sobre terrorismo, alarmando al público mientras exuda una 'charada de conocimiento'. Los críticos lo han llamado el 'Doogie Houser del terrorismo' y 'mercachifle', mientras que un profesor de Leyes lo describiera como una 'forma de vida alimentada por hidrofonía en el sótano del Departamento de Justicia de Bush'. Cierto observador se mostró de acuerdo, notando que 'él [Kohlmann] parece haber surgido de la nada, sin antecedente comprobable alguno'.

Las credenciales y conexiones de Kohlmann son, cuando menos, poco corrientes. Se graduó en la Universidad de Georgetown y en la Facultad de Derecho de la Universidad de Pennsylvania, y jamás se desempeñó en fuerzas policiales, organismos de inteligencia, ni sirvió en las fuerzas armadas. Todo lo que sabe sobre terrorismo es derivativo, proviene de investigaciones realizadas por el en bibliotecas y, más recientemente, del Internet. Kohlmann incluso carece de las herramientas que el mundo académico exigiría. No habla ni lee en los idiomas primarios que remiten a los grupos terroristas islámicos, siendo que éstos incluyen el árabe, el farsí, el urdú y el pashtún. Ni siquiera ha viajado jamás a Irak o Afganistán. En su artículo intitulado 'Pandering Terrorists' (Haciéndole el Juego a los Terroristas) -escrito para The Journal of Counterterrorism & Security, en conjunto con otra igualmente cuestionable experta en terrorismo, Rita Katz- describió hiperbólicamente a al-Qaeda como una organización terrorista dedicada a la destrucción de la totalidad del mundo occidental. Mientras que Kohlmann afirma haber compilado una de las bases de datos más grandes sobre terrorismo, parece ser que solo aparece en idioma inglés y, aún cuando frecuentemente cita ciudades en los juicios a los que asiste como parte de su bona fides, nadie lo ha visto en realidad en tales sitios, como tampoco pueden desafiarlo en una corte. La mayoría de los profesionales de la inteligencia estarían de acuerdo en que, sin experiencia práctica, Kohlmann no tiene idea de operaciones contrainsurgentes, que no posee pensamiento propio sobre el tema y, finalmente, que no vale la pena escucharlo.

Kohlmann incluso ha escrito un libro, intitulado Al-Qaeda’s Jihad in Europe: the Afghan-Bosnian Network (La Yijad de al-Qaeda en Europa: la Red Afgano-bosnia). Postula que los musulmanes bosnios están vinculados a una conspiración de alcance mundial con afiliados de al-Qaeda en Afganistán. Un comentarista preguntó secamente'¿Cómo puede alguien siquiera intentar vincular a los [extremadamente seculares] musulmanes de Bosnia con los musulmanes de Afganistán?', mientras que otro crítico describió la paupérrima edición del libro. 'Desde el inicio, el Señor Kohlmann comete errores cardinales, comenzando por los nombres de los sitios, y al referirse a personas (incluso al ex presidente croata), llegando a cometer los mismos errores en las posiciones geográficas de muchos lugares que menciona el libro. La escritura del Señor Kohlmann (...) es por lejos incorrecta y tan alejada de la verdad como se puede estar'.

Con todo, Kohlmann -en su rol de 'testigo experto' es un habitué del sistema judicial estadounidense. Con frecuencia ha aparecido en la corte, donde se le paga tanto como US$400 por hora, por oficiar de consejero de la fiscalía en casos sobre terrorismo, llevando los ingresos netos de la compañía por él fundada a un total de US$ 1.2 millones en comisiones por testificar y 'consultar' con numerosas agencias del gobierno. Recientemente, se reveló que Kohlmann exhibe una relación clasificada con el Buró Federal de Investigaciones (FBI), presumiblemente como investigador, lo cual algunos podrían objetar por conflicto de intereses. El gobierno federal ha asistido, imprimatur, a Kohlmann a ingresar considerables ingresos adicionales, incluyendo la oportunidad de proporcionar servicios de consultoría para clientes privados, anotándose también un estimado de US$ 700 mil solo de la cadena televisiva NBC.

Evan Kohlmann afirma comprender los 'indicadores' que revelan que alguien podría ser, en rigor, un 'terrorista doméstico'. Para ello, cita cinco o seis 'factores' que remiten a un sospechoso, incluyendo -en un caso- la provisión de apoyo material al terrorismo a través de la traducción de material radical del árabe al inglés para un sitio web. Kohlmann ha proporcionado testimonio en treinta procesos judiciales en los Estados Unidos, más otros tantos en Europa. Los casos suelen 'basarse en cargos de conspiración o de apoyar a una organización terrorista, en donde la responsabilidad individual es establecida por asociación (...) El hecho de que el conocimiento de Kohlmann sea solicitado por fiscales no sorprende (...) El tiende a demonizar a los grupos islamistas, y a vincular a grupos e individuos dispares en la extendida narrativa del terrorismo internacional'.

Se han conocido no pocos desafíos ante el expertise de Kohlmann, tanto en lo que hace a su comando de los hechos y su análisis. Marc Sageman, ex oficial naval, Case Officer de la CIA y psiquiatra en actividad, entiende que Kohlmann 'cuenta historias'describe su trabajo como 'tan sesgado, unipolar y contextualmente impreciso, que no proporciona un contexto justo o equilibrado para que cualquier evidencia específica sea presentada en una audiencia en la justicia'. Un 'testigo experto' genuino debería, idealmente, haber hecho revisar sus trabajos y publicaciones por parte de sus colegas, o permitir que se evalúen otros conocimientos más íntimos sobre el asunto; pero Kohlmann nunca ha enfrentado ese nivel de escrutinio. En un caso, se presentó como experto sobre el partido islamista de Bangladesh, Jamaat-e-Islami pero, al ser inquirido, 'quedó expuesto que jamás había escrito paper alguno sobre la organización, y que tampoco había entrevistado al grupo. Nunca había viajado a Bangladesh, no sabía quién era el primer ministro, y ni siquiera conocía la identidad del líder de Jamaat-e-Islami'. A pesar de ello, la corte le permitió oficiar de testigo experto ante la corte, y los dos acusados fueron sentenciados.

Por fortuna, y en ocasiones, un magistrado más avispado que el promedio suele resistirse al relato. Eso le sucedió a Kohlmann en Londres, oportunidad en la que un juez decidió degradarlo de testigo experto a 'testigo sobre hechos', dado que un informe de diecinueve páginas que él había producido sobre un grupo libio había sido claramente elaborado con información obtenida del Internet. En pocas palabras, el magistrado resolvió que Kohlmann no tenía conocimiento directo sobre actividades terroristas, que fuera relevante para el caso.

Evan Kohlmann es, quizás, la manifestación más escandalosa del 'negocio de grandes billetes de los testigos expertos', pero está lejos de ser el único. Al igual que muchos de sus colegas, él vende un producto, y le gustaría volverse rico antes que el público estadounidense se despierte y la máquina de hacer dinero se apague. Yendo más al punto, son nuestros propios funcionarios del gobierno -quienes desde luego saben que se trata de un fraude- que lo alientan y protegen. Lo hacen porque está en su propio interés obtener nuevas sentencias sobre terrorismo. Kohlmann es como un parásito que se alimenta del sistema pero, aquí, es el sistema el que comporta corrupción y necesita ser reemplazado.

Está claro que catorce años de una nunca desafiada guerra contra el terrorismo, y que tampoco rinde cuentas, han sido más que suficientes.


Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/cashing-in-on-counter-terrorism/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos)

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.