EE.UU.: ¿Cómo será el acuerdo para evitar el abismo fiscal?
Esta semana, el presidente Obama y el vocero de la Cámara de Representantes John Boehner (R-OH) han estado negociando sus ofertas secretas sobre el abismo fiscal.
Estados Unidos
Esta semana, el presidente Obama y el vocero de la Cámara de Representantes John Boehner (R-OH) han estado negociando sus ofertas secretas sobre el abismo fiscal.
La 18ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático concluyó hace dos días. Y, tal como sucedió en las diecisiete conferencias anteriores, las naciones en desarrollo exigieron que Estados Unidos y los demás países desarrollados les paguen por los efectos del cambio climático.
El Senador Jim DeMint (Republicano, por Carolina del Sur) dejará el Senado en 2013 para convertirse en el presidente de la Fundación Heritage. Sucederá a Edwin J. Feulner, el hombre que dio forma al think tank en 1973 y que presidiera el mismo durante los últimos 36 años.
El tiempo se está acabando. Gigantescas subas de impuestos amenazan con empujar a una libertad económica estadounidense -ya en declive- hacia el “abismo fiscal”, una catástrofe económica creada por la política.
El presidente Barack Obama se propone deshacerse del Congreso, en lo que respecta a elevar el límite legal de la deuda del país. En lugar de obtener el permiso de parte de los representantes electos del pueblo para pedir y gastar más dinero, pretende hacerlo todo por su cuenta.
Cuando sólo restan unas cuantas semanas para que acabe 2012, en Washington todos los ojos están puestos en el Congreso y en las negociaciones sobre el “abismo fiscal”. Como de costumbre, el Congreso y el presidente están alargando demasiado algunas cuestiones realmente importantes antes de llegar a un acuerdo, situación que nunca termina bien para los contribuyentes.
Más de cuatro millones de personas que votaron a Barack Obama en 2008 no votaron por él este año. Pero, al aplicar un nuevo enfoque científico sobre los votantes, Obama consiguió arañar suficientes sustitutos para esos votantes en los estados clave (muchos de los cuales eran sufragantes ocasionales, o que votaban por primera vez) como para darle su margen de victoria -acrecentado aún más por el Colegio Electoral-.
En Estados Unidos, los legisladores se reunieron en el Capitolio la semana pasada para tratar de sacar adelante un acuerdo con el que evitar el abismo fiscal. Los demócratas insisten en que el incremento de la recaudación forme parte de ese acuerdo, diciendo que esa recaudación adicional es el único modo de reducir la deuda nacional.
Recientemente, se ha informado de que el índice de pobreza entre la población de origen hispano ha alcanzado el 28%.
Aunque pudiera ser que los conservadores se encuentren un poco deprimidos tras las elecciones, el presente no es el momento de comprometer nuestros principios, especialmente en política exterior y seguridad nacional. Asuntos en los que el historial del Equipo Obama ha estado poco brillante – por no decir que nada brillante.
Hay una cuestión en la mente de todos en Washington: el “abismo fiscal”.
Una conclusión obvia del atentado contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi es que cualquiera que haya sido el intento de la administración Obama por privar de oxígeno a al-Qaeda y sus socios, no está funcionando.
Hoy empiezan las audiencias ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y ante los Comités de Inteligencia de la Cámara y del Senado sobre el atentado terrorista contra el consulado de Estados Unidos que acabó con la vida del embajador Christopher Stevens y de otros tres americanos en Bengasi, Libia, el pasado 11 de septiembre.
Ya se estrenó -en Washington, D.C.- la película Lincoln, de Steven Spielberg.
El pasado día 9 dimitió el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), David Petraeus. Existen pocos puestos en el gobierno más vitales que el del jefe de la agencia cuya principal responsabilidad es proporcionar la información de inteligencia estratégica que los presidentes utilizan para tomar sus decisiones más urgentes sobre seguridad nacional y política exterior.
Durante casi cien años, Estados Unidos ha venido celebrando el día 11 de noviembre. En un principio era para rememorar el final de la Primera Guerra Mundial, que se suponía que era la guerra que les pondría fin a todas.
¿Qué podemos esperar ahora de Obamacare?
Una vez finalizadas las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el viceprimer ministro ruso Dmitri Rogozin ha exigido que el presidente Obama haga realidad su comentario del pasado mes de marzo de una mayor “flexibilidad”.
Ahora que el presidente Obama ya no se enfrentará nunca más a una reelección, es momento de que acabe la campaña electoral. La perpetua retórica política y las promesas ya no tienen importancia.
Sí; los conservadores estamos decepcionados porque un presidente que gasta miles de millones de dólares tan temerariamente, expande el alcance del gobierno y pone en riesgo muchos de nuestros valores e instituciones, ha obtenido un segundo mandato. Pero muchos de nosotros ya hemos vivido esto antes. En Washington no hay victorias permanentes ni derrotas permanentes; sólo batallas permanentes.
El presidente de la Fundación Heritage, Edwin Feulner, a menudo nos dice que: “En Washington, no existen victorias ni derrotas permanentes”. Es un buen recordatorio, particularmente cuando el horizonte de la libertad se ve nublado.
Con millones de americanos acudiendo hoy a depositar sus votos y las últimas encuestas mostrando todavía que estamos ante una contienda igualada, todos deberíamos esperar que cualquiera que sea el candidato vencedor de las elecciones presidenciales, lo haga con un margen decisivo e indiscutible.
Después de tres años de hiperregulación, la Administración Obama ha ralentizado de manera notable su actividad reguladora durante los últimos meses.
Esta fue la inusual pregunta que se le planteó al secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney: “¿Tendría el presidente poder para ajustar la fecha de las elecciones?”.
El Presidente Obama tiene un nuevo folleto. Un nuevo y brilloso desplegable de 20 páginas llamado “El Nuevo Patriotismo Económico: Un plan para el empleo y la seguridad de la clase media”. El título es totalmente orwelliano, puesto que el plan (que no supone nada nuevo) en realidad acabaría con el empleo, perjudicando a la clase media.
A veces, la ley simplemente se interpone en el camino. Por eso, la Administración Obama no ha necesitado del Congreso para promulgar nuevas regulaciones sobre Internet, las empresas, la producción de energía y las instituciones religiosas. Ha utilizado su poder para darles a los sindicatos en apuros una nueva posición ventajosa. Y ha concedido una amnistía a los inmigrantes ilegales.
Tres años después de que un individuo relacionado con grupos islámicos radicales matara a doce personas mientras gritaba en árabe Allahu Akbar ("Dios es el más grande") en la base del Ejército de Fort Hood, Texas, el Departamento de Defensa de Estados Unidos aún rehúsa a denominarlo como acto de terrorismo.
Barack Obama se autodenomina “progresista” y deberíamos confiar en su palabra. Obtuvo la distinción de ser calificado como el miembro más progresista del Senado de Estados Unidos cuando se presentó para presidente en 2008.
Se suponía que el debate de esta semana entre el presidente Obama y el ex gobernador Romney iba a centrarse en la política exterior. En cambio, se transformó en una conversación sobre temas muy diversos, desde Medio Oriente hasta el tratamiento de los profesores universitarios estadounidenses.
El tercer debate presidencial entre el presidente Barack Obama y el ex gobernador Mitt Romney ha sido, probablemente, el que menos ha interesado al público, porque la mayoría de los ciudadanos estadounidenses siente que los asuntos de política exterior quedan lejos para ellos –y los candidatos lo sabían. Por esta razón, ambos se dedicaron a salpicar el encuentro con detalles relativos a políticas domésticas.