ESTADOS UNIDOS: JOHN YORK

Por qué las élites que buscan eliminar el Colegio Electoral se equivocan

En las recientes elecciones estadounidenses, Hillary Clinton ganó el voto popular...

01 de Diciembre de 2016
En las recientes elecciones estadounidenses, Hillary Clinton ganó el voto popular, pero perdió en el Colegio Electoral -y este detalle está volviendo locos a los progresistas del país.
 
Las renovadas arengas para abandonar el 'anticuado' y 'poco democrático' Colegio Electoral eran esperables. Pero, en una columna del, en teoría, 'blog' del Washington Post, el autor Lawrence R. Samuel va aún más allá, sugiriendo que Estados Unidos ha de deshacerse incluso de los estados que dan forma a la Unión.
 
En el siglo XVIII -admite Samuel-, 'la unión conjunta de trece colonias desordenadas fue, en sí misma, un logro histórico' pero, desde entonces, 'las diferencias regionales se han disipado drásticamente (...) convirtiendo a la alguna vez radical propuesta de los "Estados Unidos" en un anacronismo que hoy exhibe poco valor'. En su opinión, el deshacerse de los estados 'ofrece un sistema más limpio, más sensible y más sustentable'.
 
Estados UnidosEn tanto los ciudadanos estadounidenses -sin importar su sitio de residencia- pueden hoy comprar en las mismas tiendas, comer en las mismas cadenas de restaurantes y mirar por tevé las mismas comedias, la nación es -de manera demostrable- más homogénea de lo que era al momento de su fundación.
 
Pero el argumento de Samuel reposa en la afirmación más profunda de que 'compartimos los mismos principios fundamentales y valores raíz, representados en el derecho a vivir, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad'.
 
Un consenso nacional relativo a principios y valores bien puede darse en el nivel más abstracto, pero no cuando se trata del día a día de las personas.
 
¿Necesitan los residentes de Arkansas o de Nueva York acordar sobre lo que el 'derecho a la vida' significa? ¿Deben californianos y tejanos ponerse de acuerdo sobre hasta qué punto debe extenderse la libertad individual en lo que hace a la adquisición y portación de armas de fuego? ¿Deben los residentes de Utah y de Colorado ponerse de acuerdo en relación a qué sustancias podría fumar una persona al momento de decidir cómo buscar su propia libertad? Desde luego que no.
 
El principio constitucional del federalismo permite a los ciudadanos que no están de acuerdo en estas cuestiones, el coexistir, garantizando a los estados una latitud proporcional al momento de poner en marcha una serie de políticas públicas. En pocas palabras, el federalismo permite a Vermont ser Vermont; a Texas ser Texas; y a todos los ciudadanos estadounidense votar con sus propios pies -mudándose para residir en aquellos que mejor expresan sus preferencias sobre política pública.
 
La capacidad de radicarse en otro estado con relativa facilidad funciona como válvula de escape para reducir la temperatura cuando un conflicto político alcanza su punto de ebullición. Una mala política estatal o un gobernador pueden, de esta manera, ser eludidos. Pero un mal presidente o una ley federal errónea deben padecerse, sin más.
 
Al deshacerse de los estados, estaríamos redoblando la apuesta por el actual modelo divisionista en el cual el gobierno federal impone una política única y uniforme para todos los estados por igual.
 
Infortunadamente, Washington, D.C. ha estado, en la práctica, tomando nota de la sugerencia de Samuel -coincidente con deshacernos de los estados- durante gran parte del último siglo. En tanto la constitución entiende que debe ser soberana en su esfera de autoridad, los estados han sido transformados gradualmente en unidades subadministrativas del gobierno federal, con aquéllos forzados a implementar políticas de orden federal.
 
Naturalmente, los estados han sido cómplices en la erosión del federalismo. Al respaldarse en el dinero proporcionado por el gobierno federal, se han vuelto fáciles de comprar. De tal suerte que, mientras el gobierno federal no exhibe autoridad constitucional para determinar una edad nacional para beber alcohol, se ha arrogado el derecho de hacerlo, amenazando con recortar los aportes para autopistas federales a todo aquel estado que mantenga una edad para beber inferior a los 21 años.
 
Lejos de ser ello anticuado o fuera de moda, nuestro sistema federal podría ser más útil que nunca antes. Mientras que para las personas hubiese sido extremadamente difícil relocalizarse a lo largo del país en los tiempos de la fundación, ahora eso es relativamente sencillo. Las autopistas y los servicios del tipo U-Haul permiten que las personas se muden allí donde lo prefieran, y las conexiones de Internet de alta velocidad les permiten hacerlo sin abandonar del todo a sus parientes y amigos de la ciudad de que provienen.
 
Somos, hoy día, una nación con mayor diversidad que nunca antes en la historia. Una mayor diversidad cultural y étnica ha mutado en amplios puntos de vista en relación a preguntas sobre religión, la definición del matrimonio y al modo en que deben comprenderse las distinciones entre hombre y mujer.
 
Dado que prácticamente cualquier asunto consecuencial de política pública se determina a nivel nacional, se está volviendo difícil contrastar creencias y distintas subculturas a los efectos de que puedan coexistir. Dado que solo una visión ha venido gobernando a la nación, cada facción representa una clara amenaza para otras.
 
Un modo de poner paños fríos a la alta temperatura que ha adquirido la política nacional podría ser elevar la temperatura de la política estatal. Al permitirse que los estados desempeñen su rol constitucional -ponderando sus propias políticas sobre cuestiones que pudieren ser controvertidos o bien mundanos-, los ciudadanos estadounidenses podrán contar con la opción de elegir entre cincuenta sistemas distintos, en lugar de tener que quedarse con sólo uno.


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2016/11/30/some-elites-think-we-should-get-rid-of-states-heres-why-theyre-wrong/

 
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