POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ, EDITOR

De cuervos y tempestades. Daniel Scioli, símbolo del eterno reciclaje

Apuntes sobre la implosión de un kirchnerismo inmerso en una batalla fratricida, y que arrojará consecuencias incalculables. El Gobernador de Buenos Aires y los pesados lastres que condicionan su candidatura presidencial en estudio.

01 de Octubre de 2010
El flamígero discurso de doña Hebe Pastor de Bonafini ha representado la nota política de color en una semana que se extingue. Sin embargo, el llamamiento que efectuara la cuestionable defensora de los derechos humanos para tomar por la fuerza los tribunales no cobra valor en virtud de sus palabras, pues Bonafini per se no observa mayor representación ni entidad. El análisis que cabe al caso es aquel que se condice con una realidad incontestable por estas horas y que refiere cabalmente a la implosión del kirchnerismo. Porque la titular de Madres de Plaza de Mayo no hace más que blanquear las agudas diferencias que pululan dentro del propio espacio oficialista. Y las imágenes no mienten: el Dr. Eugenio Zaffaroni ha posado hasta el cansancio en fotografías con Hebe, cuando los tiempos eran mejores. Su colega, la magistrada Carmen Argibay, también ha tomado parte en esos retratos hoy amarillentos, en donde se conjuntaban los más férreos aliados de la Administración Kirchner. Porque el matrimonio patagónico -imposible negarlo- oportunamente invirtió tiempo y esfuerzo en confeccionar esta Corte Suprema, manufacturada a su medida. Y hoy, los albaceas más encumbrados del gobierno federal cuestionan al superior tribunal porque no fue armado "para esto". Resulta trágico, pues, que Hebe de Bonafini termine concretando un llamamiento para tomar los tribunales por asalto y echar a empellones a sus miembros, en virtud de los incontables favores -políticos y económicos- que ha recibido desde Balcarce 50 desde 2003. La virulencia de los conceptos de la señora remiten a otra realidad ya no tan oculta: evidentemente, Néstor Carlos Kirchner ha resultado ser un notable titiritero en el rubro de la administración de la justicia, por cuanto no ha existido un solo fiscal que se atreviera a perseguir a la portadora del pañuelo por sus declaraciones. La efervescente Hebe, cuando menos, debió haber sido procesada y condenada por sedición, si acaso no contara con carta blanca para hacer y decir lo que le place. Los exabruptos de la madre putativa del esposo de la Presidente de la Nación sobrevienen en el momento de mayor tensión entre la Casa Rosada y las instituciones. Valga la ironía, pues -en simultáneo- los legisladores del oficialismo venían acusando a sus pares de la oposición en el Congreso de violentar la democracia. Lo cual hace pensar que ese juego peligroso y sus derivaciones son exclusividad de quienes se encuentran en comando del Ejecutivo y sus deleznables personeros. En diabólico maquiavelismo, los hombres y mujeres del poder se reservan para ellos el comentario sobre cada temática, acusando a opositores de "politizar" la agenda. Como sugeríamos desde este espacio -en columnas anteriores-, no muere el kirchnerismo a manos de la oposición política. El gobierno se desangra a partir de virulentas escaramuzas intestinas. Hebe apunta contra la Corte Suprema. La jujeña Milagro Sala -eterna abogada de la impunidad- se pasa de vereda en ATE para apoyar al candidato opositor, Pablo Micelli. Hugo Yasky, quien ha invertido años en defender los intereses de Hugo Moyano -empeñado en evitar a cualquier precio la sindicalización del espacio- pierde groseramente las elecciones. Se vuelve patente, pues, la alternativa que más atemorizaba a Néstor Carlos, esto es, perder el control en ATE para terminar dependiendo todavía más del poco elegante líder de Camioneros. No debería extrañar que, si el día de mañana Moyano le ordenara al patagónico que le acerque el periódico y las pantuflas, éste termine por obedecerle sin chistar. Para colmo, el affaire de la "mafia de los medicamentos" -con el que Kirchner creía tener controlado al camionero- va lentamente encaminándose hacia la nada. Norberto Oyharbide no se ha anotado mayores progresos en aquella investigación. Y si, de súbito, se conocieran novedades que empujaran a Moyano a ir tras las rejas, no quedarían dudas de que el magistrado resultó ser un empleado a sueldo de Balcarce 50. La jugada dejaría a Oyharbide demasiado expuesto, en un incuestionable rol de servilismo hacia la agenda del furibundo ex presidente. Un sinnúmero de voces refieren que solo dos cosas podrían frenar la alocada carrera de don Hugo. La primera de ellas sería un gobierno políticamente fuerte, dotado de importantes porciones de apoyo ciudadano. La segunda condición -según dicen, la que arrojaría mejor resultado- sería convocar para la faena al gastronómico Luis Barrionuevo y a su señora esposa, Graciela Camaño. Porque ambos conocen al dedillo todos los talones de Aquiles del irascible camionero y su obediente prole. No sin cierta socarronería, cierto importante referente del Peronismo Federal le dio a entender recientemente a Ricardo Alfonsín que la Unión Cívica Radical no estaba a la altura de tamaño desafío. El "hijo del estadista" se limitó a enmudecer. El kirchnerismo estalla ruidosamente, desde adentro. Ha sido la negatividad de su propia energía la que termina gatillando la reacción en cadena. Por cierto, no se esperaría otra cosa de atornillar a magistrados, gobernadores, intendentes y Diputados y Senadores de la Nación a figuras como Luis D Elía, Emilio Pérsico, la jujeña Sala, Edgardo Depetri y tantos otros innombrables del piqueterismo y la vetusta izquierda revolucionaria. A la postre, cada polo se acerca al final del proceso siguiendo simplemente los lineamientos ideológicos de la propia agenda. Para ponerlo más claro: entre los objetivos del funcionario corrupto, se encuentra el propio enriquecimiento. La meta del líder piquetero es provocar acontecimientos violentos, embebidos del marco ideológico de "guerra revolucionaria". El alcalde de cualquier localidad del conurbano aspira simplemente a vivir de los recursos y subsidios que puedan corresponderle del Tesoro Nacional, mientras fortalece sus negocios allí donde manda cual patrón de estancia. Más tarde o más temprano, los intereses de uno y otro se contraponen: el piquetero convoca a su tropa para abroquelarse en el municipio que ya no le comparte el botín, acorralando al intendente y situándolo en un evidente estado de indefensión. Un gobernador sufre, a la larga, idéntica problemática. El escenario conformado por otrora aliados troca finalmente en una gigantesca batalla campal que termina por extenderse a toda la geografía, fuera de control. Alternativa que no interesa demasiado al "Jefe", pues él también acaricia sus propias ambiciones. Y en ellas ciertamente no cabe el preocuparse por lo que le suceda a sus peones. Los últimos meses de la supervivencia del matrimonio Kirchner en el poder solo pueden conducir a enfrentamientos en las calles del conurbano bonaerense. Posibilidad que hace estremecer a Daniel Scioli. Néstor Kirchner y su socia política -hoy, sinónimo de "esposa" o "cónyuge", Cristina Fernández Wilhelm- han criado cuervos y sembrado vientos por doquier. Pretender que su estrategia no finalice en una sanguinolenta ingesta de globos oculares y una cosecha de huracanadas tempestades equivale, sencillamente, a tapar el sol con el meñique. De aquí que ellos, a sabiendas de los resultados, solo aspiren a triplicar apuestas para permanecer en el poder. En el peor de los casos, sobrecargando negativamente el estado de situación que heredarán sus opositores -si acaso se alzaren estos con la victoria en 2011-. Daniel Scioli es el hombre que está solo, hace "la plancha" y espera. En su tenebrosa soledad, hace "de tripas corazón" y se sube a caballo de su propia propaganda, intentando convencer a los incautos de que mantiene aspiraciones presidencialistas. Se aferra a su carácter lenguaraz, falseando que los ostensiblemente caros créditos contraídos en Inglaterra y otros mercados europeos le permitirán consolidar cierta independencia de los dineros de la Rosada. Pero, sugestivamente, evita mencionar que él personalmente se ha encargado de disparar el déficit de la Provincia de Buenos Aires de cinco mil millones de pesos a diez mil millones. Por vez primera, ha abandonado su cansina perorata del "trabajar, trabajar, trabajar" y de "fe y esperanza" para referir vehementemente que "se hace cargo" de la problemática de la inseguridad. Pero sucede que, en medio de su desesperada caza de "perejiles", cuando aparenta solucionar un caso de secuestro seguido de muerte, a cada episodio le sobrevienen otros cuatro. Y la prensa -para su desgracia- se ocupa de exponer cada evento en primera plana. Al caso de Carolina Píparo -de tremenda exposición- le han seguido otros, igualmente impactantes. Explota ahora en los titulares el caso Berardi, en donde una familia de violentos delincuentes termina con la vida de su víctima con un balazo en la espalda. Scioli sale de la sartén para ir a parar al fuego, pasando por el horno y deslizándose por el asador. Sabe perfectamente el ingenuo ex motonauta que siempre perderá esta carrera, saliendo eyectado detrás de las circunstancias. Pero ya comenta entre sus íntimos que la fantasía de una candidatura presidencial es solo eso: una ambición que hay que alimentar, aunque luego termine en simple expresión de deseos. ¿Cómo podría desembarazarse de la eterna obsecuencia que le dispensa a un matrimonio encaramado en el poder central y que exhibe más de un 70% de rechazo en la consideración ciudadana? ¿Cómo puede convencer a la opinión pública de que puede solucionar el problema de la violencia, cuando es responsable político de decenas de miles de muertes? ¿Desde qué empecinada óptica le sería posible posicionarse como un hombre que aporta soluciones, cuando ni siquiera responde con pragmatismo a las consultas más elementales? Finalmente, ¿serían los bonaerenses tan irresponsables como para confiarle su voto el día de mañana? Daniel Scioli -como Kirchner- aspira no ya a la falta de memoria. Entre sus sueños sobrevuela la posibilidad de que todos sus coprovincianos sufran, de la noche a la mañana, de un súbito Mal de Alzheimer, para que puedan perdonarle no solo su ineptitud, sino la incapacidad récord que lo sigue en cada paso que da. Pero, a fin de cuentas, ¿de qué está hecha la política si no es de esa permanente retroalimentación con el olvido? Todo parece circunscribirse, ni más ni menos, a un eterno reciclaje que se alimenta de una recurrente y masiva pérdida de recuerdos. El problema es que el Gobernador Daniel Scioli no es el único que aspira a subirse al tren que corre por las vías de esa estrategia. Existen otros muchos como él, que se empecinan en lavar con agua aquello que han escrito con sangre ajena. Por Matías E. Ruiz, Editor. Twitter: http://twitter.com/matiaseruiz - http://twitter.com/elojodigital
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