POLITICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Mileísmo: ethos combativo y ortodoxia administrativa

Una amplia Caja de Herramientas para oponer a la vacuidad ajena.

16 de Noviembre de 2025

 

A casi dos años de haber asumido, Javier Gerardo Milei ha comenzado a pulir -podría afirmarse, con éxito- las fases arquitectónica y agonal de su proyecto de poder. El desarrollo más reciente que le imprimiera empuje a ese croquis se vincula, naturalmente, a la notable performance registrada por el ecosistema oficialista La Libertad Avanza en las elecciones legislativas de octubre pasado, que ha dejado de ser un prototipo.
 
Javier Milei y las Fuerzas del Cielo
Como era de esperarse, la secuela de aquella nada desdeñable cosecha condujo hacia un acelerado desplazamiento de legisladores antaño afiliados en la promocionada (aunque fallida) Avenida del Medio, y a la preventiva licuación del poderío del consorcio kirchnerista Fuerza Patria en ambas Cámaras del Congreso -por cuanto se prevé que los gobernadores de provincia en control de bloques propios optarán por no confrontar con la Casa Rosada, en vista de la delicada realidad financiera que flagela a sus distritos. Lo cual, a su vez, implicará el apoyo (perentorio o limitado; pero apoyo al fin) de las directrices gubernamentales. Regla dorada de la política: Manda la Chequera -y más peso adquiere aquélla cuando una desmesurada masa de sufragantes reivindica a un oficialismo en las urnas.
 
Así, pues, los espectros opositores y/o dialoguistas (trátese de PRO, FP o clústers provinciales constituídos ad hoc) comienzan hoy a resignarse a su propia, bien granjeada temporada de tribulación. Fundamentalmente, en razón de que los electores vienen de dirimir que el flirteo con la vilipendiada Polarización no tenía por qué traducirse en un reprochable acto de contrición. Antes, bien; entendieron aquellos que el ejercicio de descifrar las propuestas del Centrismo no era más que una imperdonable pérdida de tiempo y que, en consecuencia, simplificar la mecánica de la decisión era un asunto a resolver con prontitud. Por supuesto, consorcios como PRO o Provincias Unidas vieron desvanecerse sus ofrendas en el sacrosanto altar de la ola polarizante -seguramente, porque esos núcleos fueron sobradamente incapaces de elaborar una narrativa verosímil, prescindiendo de apelativos emocionales y, a la postre, de un Mensaje atractivo y seductor. A título defensivo, referentes de tales espacios ensayaron un menesteroso subtexto: ‘La defensa de las instituciones y el republicanismo no deberían ser un eslogan’. Y aquí reside, precisamente, uno de sus errores; tras no comprender que la comunicación en pleno siglo XXI debe, atendiendo al desafío de la abulia transversal, ceder algún espacio a lo racional, para respaldarse proporcionalmente en lo emocional.
 
Desde luego que ese apelativo emocional ha de contar con el amparo del resultadismo -práctica en la que Milei, Toto Caputo y sus comanditarios comienzan a volverse duchos. En tal virtud, la destrucción de tóxicas normativas y su correlato en la pulverización de reductos de ineficiencia estatal, la desfinanciación y aniquilación del Espectro Piquetero, las incipientes notas de aperturismo comercial, el dominio aparente del endriago inflacionario, y la edificación de una nutritiva y novedosa Special Relationship (geopolítica y comercial) con los Estados Unidos de América, ponen de suyo para moldear sinergia con el estándar comunicacional del nuevo Poder. Esta configuración, mientras tanto, le presenta al mileísmo un beneficio marginal no siempre computado por el análisis político tradicional: a medida que el Gobierno Milei se anota logros materiales o comprobables, más se amplifica el abaratamiento de la oferta opositora -que poco o nada tiene para exhibir ante un ‘mercado’ cada vez más exigente. Bajo la dinámica en curso, y al igual que en 2025, en el término de dos años, la compleja psiquis del votante podría volver a interpretar que, mientras el kirchnerismo encarna una ‘amenaza existencial para la democracia’ o un ‘obstáculo insalvable para el progreso económico del país’, el Centrismo simboliza una proposición obsoleta e invertebrada que no amerita meditación.
 
Análogamente, LLA apura su consolidación como oficialismo, aunque también fortalece su ladrillo y argamasa como Movimiento: en primer término, monopolizando su reach o aproximación al audiencias jóvenes o, si se quiere, sub-50 -terciando la inserción de eslóganes efectivos y efectistas (‘TMAP’: Todo Marcha de Acuerdo al Plan), y el reclutamiento del microuniverso Gamer y de la constelación crypto; edulcorando el empuje propagandístico y su autopercibido mandato con soterradas formulaciones pseudomísticas (el proclamado apalancamiento en las estridentes aunque inmateriales ‘Fuerzas del Cielo’); customizando el Mensaje de su plataforma para apelar a la necesidad primaria de quienes aspiran al tan esquivo progreso individual (enaltecimiento del entrepreneurship, que se materializa en la denuncia sistemática del estatismo y de sus siniestros albaceas). En definitiva, una invitación a un formato de etnocentrismo político-social o, tentativamente, una emulación doméstica de la arenga cifrada en la Declaración de la Independencia americana: la Búsqueda de la Felicidad (Pursuit of Happiness).
 
Asimismo, un peculiar Bonus Track hace su ingreso en escena: la cúpula del Movimiento Mileísta ejecuta la partitura de la enajenación informativa con precisión de relojería, filtrando a medios de comunicación los subcapítulos del Relato de oportunidad que se propone diseminar. Comercializa fábulas en torno a pujas intestinas ampliadas (exageradas según lo dicte la coyuntura) que una Gran Prensa hoy privada de fuentes potables ‘comprasin previa curación; hace circular rumores originados en confidentes supuestamente ‘renegados’ y, más aún, tutela una explotación calibrada de ‘crisis’ intestinas, a efectos de inculcar en el nucleamiento opositor una falsa sensación de seguridad. Bajo este prisma, deben analizarse episodios como la supuesta rebeldía de la vice Victoria Villarruel o los pleitos palaciegos que protagonizarían Santiago Caputo y Karina Milei. Este ejercicio de aggiornado maquiavelismo viene a aceitar los engranajes de un servomecanismo de intoxicación que contabiliza ya múltiples antecedentes -porque funciona-, y su resultante ha llevado al régimen del mainstream media a fungir, inconscientemente, como eficiente brazo (des)informativo del consorcio gubernamental. El acaparamiento de la Conversación por parte del oficialismo -que observa una progresión modular- desnuda las carencias operativas y narrativas de los antagonistas de LLA. Por caso, el Affaire Villarruel consigna que, ante la irrelevancia de la Vereda de Enfrente, los activos del Nuevo Poder albergan el propósito de determinar ellos mismos la identidad de sus eventuales adversarios -provengan del propio club (la vice) o de un clan ajeno (Axel Kicillof, quien hoy sería el sparring de preferencia).
 
Una hipótesis de trabajo tentativa y, en alguna medida, provocativa, consignaría que el Presidente avanza a paso redoblado porque, como nadie, ha sabido interpretar con dosificada sapiencia los perjuicios emergentes de la inenarrable colección de desbarajustes legados por ‘La Casta’ a lo largo de treinta o acaso cuarenta años, y traducirlos en un Mensaje coherente al que una sociedad hastiada dio una reticente -aunque de momento perdurable- bienvenida.
 
Si la perceptible parálisis de la actividad económica no ha sido suficiente para detener la acometida del jefe de Estado y de sus comanditarios, ello puede explicarse -tal vez en gran parte- en la indigencia conceptual y las penurias de sus antagonistas. Al final del día, podría ser lícito colegir que el libre juego de las fuerzas democráticas no se diluye tanto en los ‘ataques contra la prensa independiente y contra las instituciones’ (acciones que, con frecuencia, se atribuyen al oficialismo); sino que la democracia apura su propia devaluación a partir del palmario adelgazamiento de la Oferta.
 
Dicho con otras palabras: no puede adjudicarse responsabilidad a Milei por el proscenio de desconcierto y desorientación que reverbera en las huestes de una oposición inerme, despiezada y desprovista de objetivos claros. En el reiterado patrocinio de este craso yerro interpretativo, tan característico de los columnistas dominicales en la prensa tradicional, la Plataforma libertoavancista no solo se robustece, sino que prorroga su embestida y la captura de nuevos casilleros.


 
Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.