INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

Washington ama a los criminales de guerra

Madeleine Albright será honrada con una oficina de correos en su nombre.

27 de Junio de 2023


En el circuito gubernamental estadounidense, al igual que en los medios de comunicación que cubren la política en Washington, suele aceptarse que los dos partidos políticos mayoritarios se abrazan hoy a políticas de relaciones exteriores y de seguridad nacional que observan un carácter agresivo y brutal en su ejecución -en esencia, productos que emergen del clan de los denominados neoconservadores o, más breve, neocons.

Madeleine Albright, Neoconservadurismo americano, Estados Unidos, Giraldi
El analista estadounidense Ron Unz ha escrito recientemente un extenso artículo -de 6.500 palabras- para describir el modo en que los neocons lograron aferrarse al poder en los Estados Unidos, comenzando con sus relativamente humildes orígenes como protagonistas de encuentros con frecuencia de estudiantes radicalizados de origen judío en el City College de Nueva York, en los años treinta. El desencanto por ellos exhibido frente a Stalin los alejó el modelo comunista soviético y, periódicamente, se autodescriben como trotskistas o como activos fringe de la izquierda política. Algunos de los fundadores del movimiento, elaboraron más tarde cómo, en numerosos ejemplos, los 'progresistas han sido asaltados por la realidad' -de tal suerte que se reorientaron hacia el conservadurismo, para hacerse de poder político real. Irónicamente, o quizás como estrategia calculada, el autor Unz observa cuántos de los jóvenes judíos neoconservadores retuvieron sus imposturas sociales 'izquierdistas', aún cuando se abrazaron a la derecha en lo que a seguridad nacional respecta -postura que les permitió poner el pie en las puertas de las dos principales organizaciones partidistas.

Unz describe el carácter impiadoso de los neoconservadores en su ascenso hacia el poder, comenzando por la Administración Reagan, instancia en la que obtuvieron posiciones clave en el Pentágono y en la estructura de la seguridad nacional. En lo personal, pude ser testigo de su presencia y ambiciones en la década del ochenta, cuando me hallaba yo destacado en Estambul. Figuras del neoconservadurismo llegaban en pequeños grupos al Consulado General, provenientes del Pentágono y del Comité Judío Estadounidense, como también desde otras organizaciones, para involucrarse en conversciones con el personal diplomático -y con funcionarios turcos. Con frecuencia, azuzaban con acciones militares contra Irán, Irak y Siria, y siempre se comportaron como apologistas de Tel Aviv. Cuando Jonathan Pollard -espía israelí- fue arrestado en 1985 y sentenciado en 1987, los órganos vinculados al Estado de Israel argumentaron que el personaje no estaba en dominio de sus facultades mentales y que jamás podría haber sido un espía, ni buen amigo o aliado de Israel. Uno de nuestros cuatro Cónsules se abrazó a ese argumento, al punto en que intentó vendérselo a los turcos -quienes jamás lo creyeron. Tuve un fuerte intercambio con el Cónsul, consultándole yo si él era ignorante en forma adrede -pero la charla no devolvió resultados.

Pero la desprolija definición neoconservadora de 'seguridad nacional' nunca está libre de consecuencias, conforme podemos observar hoy en la guerra que se desarrolla por sus imperativos en suelo ucraniano. Ron Unz había anticipado su disección del 'ascenso al poder' de los neoconservadores, con un artículo intitulado 'Desacomodando a los Neconservadores; Tarea Difícil, pero Necesaria'. Describe el autor cómo el elemento neoconservador casi siempre se ha mostrado exitoso. 'Tras haber logrado controlar la política exterior americana durante más de tres décadas, promocionando a sus aliados y protégés, y purgando a sus oponentes', los simpatizantes de la visión que reza que los Estados Unidos de América deben dominar totalmente al mundo bajo espada militar y determinar las reglas de comportamiento para todos, hoy se han extendido a lo largo y a lo ancho de todo el establishment político, incluyendo a ambos partidos políticos -así como también a los think tanks, a grupos de lobbistas, y a los medios de comunicación. Al día de la fecha, difícilmente quede alguna figura prominente en ambos espectros partidarios que suscriban a una narrativa diferente -realidad que ha convertido a los candidatos 'antibelicistas' Robert F. Kennedy Tulsi Gabbard en más atractivos para algunos de nosotros. Yendo más al punto, durante más de dos décadas ya, los 'neoconservadores enfocados en la seguridad nacional han unido fuerzas con el neoliberalismo económico, construyendo un bloque ideológico unificado que representa la visión panorámica de las élites que tutelan a los dos partidos políticos en los Estados Unidos'.

Unz ha identificado la manera en que los neoconservadores han infiltrado a ambas organizaciones políticas, en tanto su visión de política exterior ha sido adoptada por todos, con algunos como Victoria Nuland disfrazándose de Demócrata, mientras que otros simulan ser Republicanos. Para ponerlo de otro modo, los progresistas del Partido Demócrata no se sienten particularmente amenazados por los neoconservadores, en razón de que los segundos son judíos progresistas convencionales en lo que respecta a temáticas sociales -que suelen ser tópicos importantes para los Demócratas. Todo esto consigna que los legisladores y los funcionarios del gobierno pueden, entre todos, acordar sobre la necesidad de mantener una brutal política exterior respaldada en la fuerza militar -puesto que esto nada tiene que ver con temáticas tales como el aborto, la raza o la libertad de género.

Recientemente, fui testigo de una manifestación de este distorsionado y peligroso mundo, en mi propio distrito legislativo, en el estado de Virginia. Jennifer Wexton, nuestra representante del Partido Demócrata, es tan 'progre' (woke) como el tiempo se lo permite. Al ser elegida por primera vez en 2018, y luego de mudarse a su despacho en enero siguiente, uno de sus primeros gestos coincidió con izar una bandera del orgullo transgénero en las puertas de su oficina. Desde ese momento, se convirtió ella en activa simpatizante del problemático catálogo progresista de los Demócratas. Desde luego que ella sintoniza con un condado en el que un joven nacido biológicamente hombre elige identificarse como niña, para después aprovecharse de las políticas de género neutrales de su escuela con el fin de violar a una niña biológica en los baños unisex del establecimiento. En lugar de ser expulsado e imputado, el niño fue enviado a otro colegio -donde violó a una segunda niña. Uno de los padres de la víctima fue silenciado cuando intentó organizar una protesta contra las políticas de género, en un encuentro del Comité Escolar.


Ahora, Wexton ha presentado un proyecto de ley en el Congreso que modificará el nombre de nuestra oficina de correos local -que por ahora lleva el nombre de la localidad en la que se encuentra ubicada- para honrar la figura de Madeleine Albright, recientemente fallecida ex Embajadora ante Naciones Unidas y ex Secretario de Estado bajo Bill Clinton. Mi reacción inmediata ante la noticia, que muy probablemente sea aprobada rápidamente -pues no interesa al grueso de los legisladores- es que jamás pondré un pie en un edificio que honra a una criminal de guerra impune. En efecto, no lo haré. Redacté una breve esquela de disenso ante la maniobra, respaldándome en un comentario de la homenajeada al respecto de que la muerte de quinientos mil niños iraquíes debido a la implementación de sanciones por ella y por Bill Clinton 'valió la pena' -e ingresé esa nota en la red social Facebook; aunque la misma duró pocos minutos, pues fue eliminada por los administradores de contenido.

Naturalmente, Wexton idolatra a Albright, como si ésta hubiese sido la más importante Secretario de Estado desde el General George Marshall. Wexton adelantó su respaldo a la iniciativa, con las siguientes palabras: 'La Secretario de Estado Madeleine Albright fue una temeraria pionera para las mujeres y una devota servidora pública que tocó las vidas de muchos a quienes enseñó, tuteló con su mentoría, y con quienes trabajó (...) Su firme defensa de la democracia y su defensa de los derechos humanos, inspirada por su propia experiencia tras escapar a la persecución nazi, la convirtió en una figura icónica, aquí y en todo el mundo'. ¿Qué mejor respaldo que citar su 'huída de los nazis'? Esa afirmación es una mentira. Albright y su familia sobrevivieron cómodamente a la Segurda Guerra Mundial, y abandonaron Checoslovaquia por propia voluntad en 1948, cuando ella contaba once años de edad -mucho después de finalizado el conflicto.

Y esa falsificada glorificación es, precisamente, el sitio donde yace la hipocresía del grueso de los santurrones parásitos del recinto legislativo. Tenemos aquí a una congresista ultraprogresista que promociona, estrictamente en razón de política partidista, a alguien cuya maliciosa carrerar es claramente discernible. Puede incluírse en ese expediente su rol a la hora de habilitar la intervención militar estadounidense en los Balcanesevento que en ocasiones es citado como 'La Guerra de Madeleine'. Y luego están los distractivos ataques de Bill Clinton con misiles sobre Sudán y Afganistán, o la ampliación de la OTAN, a contramano de los acuerdos firmados con Rusia. Asimismo, Albright ignró los emotivos y directos pedidos realizados por el Embajador de los EE.UU. ante Kenia, al respecto de que la sede diplomática era vulnerable a eventuales ataques terroristas, exigiendo una inmediata optimización de sus protocolos de seguridad. Poco después, las embajadas en Nairobi y Tanzania fueron atacadas con explosivos en 1998, perdiendo la vida doce diplomáticos estadounidenses y doscientos ciudadanos africanos en el evento.

Me parece apropiado consignar que, más allá de los niños iraquíes muertos, Albright se hallaba fuera de sí al abrazarse a la impostura del empleo de la fuerza militar americana como solución para todos los problemas. Al plantear su caso para propiciar una intervención estadounidense en Bosnia, repetidamente se volvió hacia Colin Powell -ex jefe del Estado Mayor- quien nada quería saber con involucrarse en el asunto. Dijo entonces Albright a Powell: '¿Cuál es el sentido de ahorrarse este fabuloso poderío militar, Colin, si no podemos utilizarlo?'. Y luego está su famosa cita, con la que buscó justificar el rol de liderato americano en el mundo, instancia en que Albright declaró: 'Si hemos de utilizar la fuerza, será porque somos los Estados Unidos. Somos una nación indispensable. Y hemos de mantenernos firmes. Vemos más allá del futuro'. Perdone Usted, pero... ¿qué clase de maliciosa tontería es esa?

En cualesquiera de los casos, antes que seguir despachando dinero de los contribuyentes para rebautizar un edificio público perfectamente funcional, con el objeto de honrar a una criminal de guerra, la congresista Wexton debería hurgar en sus propios bolsillos y comprar una pequeña placa conmemorativa, que luego podría ser dispuesta en alguna locación disimulada. Quizás en la puerta de su domicilio, ya que ella tiene particular interés en homenajear a una 'gran' funcionaria pública del país. Allí, de seguro luciría bien; de tal suerte que no tenga yo que verla cuando me dirija a recoger mi correo.



Artículo original, en inglés

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.