Ucrania, Moldova, Rumanía... versus Transnistria: un escenario de Tercera Guerra
El pequeño y pacífico país de Moldova, próximamente será arrastrado a la guerra entre Ucrania y Rusia.
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Continuado de las primeras dos entregas, en los siguientes links:
- Destino: Ucrania; primera parte. La ignorancia sobre la guerra.
- Destino: Ucrania; segunda parte. ¿Se rebelará Polonia?
- Destino: Ucrania; tercera parte. Las mentiras... y los Ojos... de Ucrania
Palanca; frontera entre Moldova y Ucrania.- El pequeño y pacífico país de Moldova, próximamente será arrastrado a la guerra entre Ucrania y Rusia.
Hay en juego razones históricas y geopolíticas, las cuales están siendo implementadas contra Rusia, ampliándose el frente oriental -movilizándolo hacia el oeste. Sin embargo, la escalada hacia una guerra mundial podría verse motorizada por la región del sur ucraniano, que va desde Odesa hasta la Transnistria moldova.
Las fuerzas armadas ucranianas (AFU), que actualmente combaten contra los ejércitos combinados de las fuerzas armadas rusas (RAF), a las milicias de Donetsk y Luhansk (DPR y LPR), por el momento se encuentran sumamente ocupadas en el cuadrante nor-oriental. No obstante, con Mariupol ahora bajo férreo control de los rusos, y con el frente sur en Mykolayiv y Kherson ciertamente en disputa, los ojos de la guerra se desplazarán hacia el sur, a un centenar de millas hacia Moldova.
Antes que la paz, tanto Rusia como Ucrania y OTAN no tienen otro camino frente a esta tragedia estratégica.
Pero hay más que los tres obvios jugadores mencionados en el presente conflicto. Igual de importante es el triunvirato adicional de Moldova; el cuadrante en disputa de Transnistria y, adicionalmente, Rumanía, tomarán parte del hervidero.
Cuando Usted conduce al azar hacia el norte, desde Chisinau -capital de Moldova- a lo largo de angostos caminos de campiña, finalmente ha llegado la primavera. Los campos ya han sido sembrados, desplegados gradual y ceremoniosamente hacia Transnistria. Esta es una angosta pero extensa franja que sigue al Río Dniestria junto a la frontera con Ucrania, previo a desembocar en un amplio valle ribereño que remata en la entrada del puente ferroviario Zatoka, en la costa del Mar Negro. La región de Transnistria es ciertamente peculiar, dado que Moldova reclama su tutela, pero las 400 mil personas que allí residen se muestran más alineadas a Rusia, en lo étnico y lo cultural. Estos residentes supieron combatir una guerra contra Moldova en 1992, a efectos de probar su punto.
Rusia ha llevado a cabo ejercicios militares en esta región, por última vez el 2 de febrero pasado. El pretexto es que una presencia rusa de avanzada podría ser crucial para proteger a los ciudadanos en el área, y para mantener la paz entre los moldavos y los transnistrianos.
Desde esta semana, todo ha cambiado.
Transnistria: la Conexión Rumana
Transnistria permaneció bajo control soviético entre ambas grandes guerras. Apenas antes de arribar Gorbachov a la ex URSS, Transnistria intentó separarse de Moldova como región autónoma, en razón de que nacionalistas rumanos habían llegado, de súbito, al poder en la capital, Chisinau. Con justa razón, el concierto preocupó a los numerosos habitantes de ascendencia eslava, quienes temieron por el respeto de sus derechos, su identidad y su seguridad. La animosidad entre el sur moldavo contra los residentes de etnia rusa en el norte es notablemente similar a la actual fragmentación cultural ucraniana. El breve conflicto de 1992 que resultó de esas diferencias jamás concluyó oficialmente. A contramano de ello, una tregua inspirada por Moscú derivó en la introducción de cinco centenares de soldados rusos, desplegados para operaciones de mantenimiento de la paz.
El término 'Transnistria' fue acuñado en 1989 por Leonida Lari, como parte de un eslogan electoral seleccionado para el partido político conocido como 'Frente Popular de Moldova'. El origen de Transnistria, sin embargo, puede rastrearse más atrás en el tiempo, con la República Socialista Autónoma Moldava, constituída en 1924 como parte de la Unión Soviética. En cualquier caso, y ya durante la Segunda Guerra, la URSS se hizo del control de sectores de la República Socialista Moldava, y también de segmentos de Besarabia, que pertenecían al Reino de Rumanía. En los albores de 1949, esta combinatoria terminó siendo conocida como República Soviético-Socialista Moldava.
Pero el desenlace no fue del agrado de Rumanía.
En 1941, luego de que las fuerzas del Eje que incluían a activos rumanos invadieron la URSS y después de que el ejército alemán derrotó a las tropas soviéticas destacadas allí, su elemento ocupó el sitio. De pronto, Rumanía se vio a sí misma controlando toda un área situada entre el Dniester y el Río Bug al sur, incluyendo la ciudad costera de Odesa -que fue declarada capital. Esta versión magnificada de Transnistria se convirtió, entonces, en el hogar para un aproximado de 200 mil residentes de habla rumana, conforme la administración rumana de Transnistria intentaba estabilizar la situación en la zona, bajo un proceso de rumanización.
Mientras se extendió esta ocupación rumana, entre 1941 y 1944, un estimado de entre 150 mil y 250 mil residentes de origen judío ucranianos y rumanos fueron deportados hacia Transnistria. Según se supo en su momento, la mayoría fueron, o bien ejecutados, o bien perecieron de otras causas -en los guetos y campos de concentración tutelados por el Estado-nación rumano.
Mientras la Segunda Guerra menguaba, el Ejército Rojo avanzó hacia la zona, en 1944. Las autoridades soviéticas ejecutaron, exiliaron o enviaron a prisión a centenares de residentes rumanos de la República Socialista Moldava, por haber incurrido en delitos contra los rusos étnicos, o por haber colaborado con los ocupantes rumanos.
A modo de precursor de la posteriormente establecida Transnistria, se constituyó el Movimiento Yedinstvo (de Unidad), por parte de la población eslava de Moldova, en un intento por consolidar un status igualitario tanto para rusos como moldavos. La composición étnica y lingüística de Transnistria difiere significativamente del resto de Moldova. La porción de rusos étnicos y de ucranianos es notoriamente alta, y consigna una mayoría de la población. Numerosos moldavos que residente más allá de Transnistria, aún hablan ruso como lengua natal.
De súbito, escaló la violencia en octubre de 1990, cuando el Frente Popular Moldavo convocó a voluntarios, con el objeto de constituír milicias y, así, impedir la realización de un referendo por la autonomía en Gagauzia. Esta otra sub-región de Moldova se caracterizó siempre -y aún hoy- por una mayor composición de rusos étnicos y minorías ucranianas.
En réplica a Moldova, milicianos voluntarios fueron instruídos en Transnistria. Ya en abril de 1990, turbas nacionalistas moldavas atacaban a rusos étnicos que se desempeñaban en el parlamento, mientras que la policía moldava se rehusaba a intervenir para restaurar el orden.
Las escaramuzas aisladas rápidamente ganaron empuje, hasta producirse la guerra, el 2 de marzo de 1992, instancia en la que una acción militar dio inicio -consensuada entre Moldova y Transnistria. Los combates se intensificaron durante aquella primavera, hasta que la Guardia 14ava. del ex Ejército Rojo ingresó al conflicto como beligerante. Estas tropas abrieron fuego contra fuerzas moldavas, poniendo fin a la vida de más de 700 de su elemento.
Desde entonces, la tregua resultante con Moldova prevaleció. Chisinau ejerce un escaso control sobre las autoridades en Transnistria. El acuerdo para el cese al fuego, firmado el 21 de julio de 1992, se ha mantenido hasta el día de la fecha.
Ese convenio de cese de hostilidades convocó a una cumbre de tres representantes (Rusia, Moldova, Transnistria), dando lugar a una Comisión de Control Conjunto a efectos de supervisar los arreglos de seguridad en la zona desmilitarizada de Transnistria.
Como epílogo, Transnistria es hoy una república presidencial independiente, con gobierno, parlamento, policía, fuerzas armadas, sistema postal, moneda, y registro de vehículos propios. Ha creado su propia constitución, su bandera, himno nacional, y escudo de armas. La mayoría de los residentes en Transnistria cuentan con ciudadanía moldava, pero muchos otros exhiben ciudadanía rusa, rumana, o bien ucraniana.
Este status quo, aún cuando resulta beneficioso para la paz, dejó fuera a los rumanos -quienes tienen otra opinión sobre la Comisión, luego de ver que la historia dio marcha atrás para ellos, una vez más.
Emerge una nueva prioridad bélica
Moldova, con un ejército de apenas cinco mil activos, debió hacerse a esta realidad durante los pasados treinta años; realidad que se ha visto reforzada por la presencia de los quinientos soldados rusos destinados a mantener la paz, más precisamente desplegados en la localidad de Cobasna.
Asimismo, asistiendo en tareas de mantenimiento de paz se encuentran otras mil tropas rusas, resguardando los depósitos de rezago militar en la Europa oriental -reposando allí 22 mil toneladas de munición.
Los militares rusos cuentan con el recurso humano y material para disuadir frente a cualquier evento inicial de un potencial conflicto en la zona. Sin embargo, cuando la guerra se extienda en la periferia de Odesa, la base militar situada en Cobansa (en Transnistria) ciertamente precisará de rápido respaldo adicional. Aquí subyace el principal foco de conflicto para un potencial nuevo desarrollo.
Moldova no tiene salida al mar. A efectos de que Rusia proporcione apoyo a Cobansa, Moscú habrá de, o bien volar a través de espacio aéreo restringido -eventualmente protegido-, o bien proceder con un ataque terrestre previo con capacidad para abrir un corredor militar desde una cabecera de playa en el Mar Negro, hacia Transnistria. El objetivo se halla aproximadamente a unas treinta millas tierra adentro.
Ergo, Rusia no tendrá otro camino -dado que la base es demasiado importante y que, en esencia, esa munición consignaría un cambio de escenario si cayera en manos occidentales.
Hasta el momento, en el norte, Rusia se ha mantenido fiel -dado que abandonó sus planes sobre Kiev- en sus planes de liberar a Donbas, a Luhansk y a Donetsk frente al terror indiscriminado perpetrado por las AFU y su influencia nazi durante los pasados siete años. Al consolidar una zona buffer o de contención gracias a la cual Moscú pueda continuar ampliando su accionar hacia el oeste, más libertad podrán gozar los ucranianos que residente en el cuadrante oriental. Numerosas localidades pequeñas que no han sido afectadas por el conflicto están comenzando a abrir sus comercios y tiendas, preparándose para retornar a la normalidad en el seno de esa zona buffer. Parece probable que, una vez que esa zona de contención se muestre en capacidad de impedir bombardeos de artillería del oponente contra ciudades de importancia, Rusia no siga avanzando para garantizarse control sobre territorio adicional. Esta eventual zona demarcatoria norte-sur a lo largo de Ucrania continúa abierta a especulaciones, pero habrá de considerar al Río Dniester, al Dniéper y al Bug como zonas ribereñas fronterizas.
A la postre, resulta crítico comprender que la expansión rusa hacia la zona buffer oriental es solo una parte de la obligación militar de Moscú, en su objetivo de consolidar un bloqueo costero total sobre Ucrania. Este objetivo no podrá completarse sin antes consolidar otros dos. Primero: que Rusia consolide su control sobre el remanente costero de la región de Odesa, al menos hasta el puente Zatoka. Segundo: deberá lograr también consolidar un control militar de las líneas del frente sur, oriental y occidental, a lo largo de la frontera de Transnistria, hasta alcanzar el límite con Rumanía.
Chisinau, situada 120 kilómetros al sur, habrá de mantenerse neutral, en función de que no podría presentar oposición -y de que no es crítica. Aunque no lo ha sido hasta ahora -realidad que se muestra alternativamente maravillosa y horrenda para el muy poco conocido país.
De tener éxito, los últimos ladrillos rusos en este muro en construcción lograrán, efectiva y estratégicamente, bloquear el acceso de Ucrania a cualquier porción del Mar Negro, y hacia cualquier segmento oriental. Con Odesa bajo control y con Transnistria como nueva región fronteriza al sur para Rusia, Ucrania no tendrá puerto alguno, quedando rehén de Moscú para llevar a cabo cualquier exportación de productos hacia el este o hacia el oeste por vía terrestre, aérea o marina. Particularmente, quedará aislada frente a cualquier maniobra de necesidad militar.
Recíprocamente, y por las mismas razones, Ucrania no tendrá otro camino que combatir hasta el final, para lograr el control del mismo territorio. Esto, por cierto, presupone que las AFU aún cuenten con fuerzas suficientes como para combatir, o bien como para dotar de uniformes a las fuerzas OTAN que se pretenda enviar.
Todos los informes refieren la presencia de mercenarios de OTAN presentes ya en el seno de Ucrania y en Transnistria, preparándose para el evento explicado líneas arriba. Canada ha despachado mercenarios a través de Moldova, activos que ingresan a Ucrania a través de dos cruces fronterizos. El cruce de Palanca se ubica en la misma ruta hacia Odesa, alejado apenas 30 millas, pero cruzar primero Transnistria es esencial. Es probable que quien esto escribe se haya cruzado con cuatro de estos mercenarios. He conversado con ellos. Y mienten muy mal.
En el lobby de mi hotel en Chisinau, conocí a un 'trabajador de asistencia humanitaria', de nombre David. El individuo atrajo mi atención, en virtud de su encierro casi permanente, sus botas de uso militar, pantalones cargo, corte de cabello al estilo castrense, y por el auto de alquiler a su disposición.
Esta imagen dista demasiado de la que ofrece cualquier trabajador humanitario con los que es posible tomar contacto aquí. Y, según uno ha podido averiguar, los vehículos de alquiler normalmente no pueden cruzar la frontera hacia Ucrania.
David, ciudadano canadiense, me compartió un relato sobre su trabajo para 'Relief Canada' -de UNHRC, Naciones Unidas-, respaldado por la embajada canadiense aquí en Chisinau. Hice un llamado a esa sede diplomática. Soy canadiense. Al comentar por vía telefónica que también me desempeño con este grupo, y que necesito asistencia para llegar a la embajada, un operador me pone en espera; sólo para volver unos minutos después, confundido, y preguntándome a qué agencia me refiero. Otros muchos minutos más tarde, la operadora me informa que, a pesar de consultar a sus colegas sobre 'Relief Canada', esa organización no se encuentra representada por la diplomacia canadiense.
Periódicamente, me tomo el trabajo de hacer 'los deberes', invirtiendo tiempo en el lobby de los hoteles a los que concurro. Esto ha rendido frutos en muchas oportunidades. Al día siguiente, pude conversar con otros dos individuos mientras hacían en check-in juntos, antes de partir yo hacia Transnistria. Lo que resulta interesante, estas personas visten el mismo atuendo que el de David. Les consulté, y replicaron que se quedarían un día en el hotel y que luego marcharían a Odesa para ayudar.
De tal suerte que era hora de echar una mirada a la frontera en Palanca, camino a Transnistria.
Moldova: desde Occidente hacia la destrucción
En las zonas rurales de Transnistria, las casas son modestas, pero extraordinariamente limpias, y la vida circula al clásico ritmo campesino. Las personas se visten de manera tradicional y son amigables frente a mi ignorancia del idioma ruso.
No hay un límite geográfico definido para Transnistria. Mientras sigo los caminos indicados más o menos hacia el norte, a través de la capital no oficial, Tiraspol, observo una extraña bandera de color rojo sangre, con una barra verde trazada horizontalmente, Interesante: incorpora un martillo y una hoz en el ángulo superior; símbolos utilizados por la Unión Soviética tiempo atrás, aunque hoy Transnistria es el único país del mundo que los exhibe en su insignia. He arribado.
A lo largo del camino, en prácticamente cualquier dirección, es fácil mirar hacia el norte, por sobre la verde campiña del valle junto a la vera del Río Dniestria, hacia la bruma en la ribera más alejada que lentamente se eleva hacia Ucrania y Odesa.
Los moldavos con los que he conversado no quieren guerra. A diferencia de Viktor Orban en Hungría, quien derrotó a su opositor presidencial -colectivamente respaldado por Occidente-tres semanas atrás. Al analizar los primeros quince meses de la recientemente elegida presidente moldava Maia Sandu, pareciera ser que el terror encarnado por OTAN terminará por cruzar el Río Dniestra, desde Moldova.
La elección moldava de 2020 hizo que el país virara políticamente hacia Occidente. Sandu, candidata de moda, incorporó en su discurso los clásicos puntos europeos vinculados al aumento de exportaciones, al crecimiento económico, y a una promesa de rápida prosperidad.
Igor Dodon lanzó su campaña el 2 de octubre de 2020, pero la misma fue pobre como presidente en ejercicio. Aún cuando visitó más de doscientas localidades y habló personalmente con casi 45 mil moldavos, extrañamente anunció que no haría uso de afiches, y que no tomaría parte de debate alguno. Dodon era considerado como el más pro-ruso de los aspirantes, en tanto defendió la manutención del idioma ruso en el país, obligar al estudio del mismo en las escuelas públicas, prometió fortalecer la asociacón estratégica con Moscú, preservar la soberanía territorial de Moldova, fortalecer el sistema de seguridad social, y promocionar los valores cristianos y familiares.
Exactamente el mismo día, Sandu lanzó oficialmente su campala pero, durante esa instancia, ofreció solo dos discursos. Uno de ellos, en idioma rumano; el otro, en ruso, Prometió combatir la corrupción y la pobrexa, reformar el código de justicia criminal, reducir el desempleo, elevar la jubilación mínima, e incrementar vínculos con la Unión Europea. La campaña de Sandu acusó a Dodon, de postergar deliberadamente la reforma del sistema de justicia criminal, y de haber llevado a cabo una pobre gestión frente a la pandemia de COVID-19.
Tal como sucediera con los comicios en Francia, con Dodon y Sandu finalistas el 1ero. de noviembre, el 15 de ese mismo mes, Sandu triunfó en la segunda vuelta de las elecciones, con más del 57% de los sufragios. La participación promedio, del 55%, fue la más alta desde 2010. No obstante, los patrones de la votación confirmaron una fractura política interna. Sandu disfrutó del apoyo de los jóvenes y de los habitantes de las grandes ciudades, así como también de los votos de la diáspora (el 93% de los exiliados votó por ella). Dodon, conforme se esperaba, obtuvo votos mayormente provenientes de las zonas rurales y de las regiones pro-rusas como Transnistria y Gagauzia.
Con independencia de ello, Sandu se inscribió en la reciente andanada política occidental. El 7 de abril, Moldova adoptó el Código sobre Servicios Audiovisuales europeo, que prohíbe las transmisiones de películas y programas producidos en naciones que no han ratificado la Convención Europea sobre Televisión Transfronteriza; esto es, Rusia.
Acto seguido, el 14 de abril, se aprobaron addendas en el Código de Ofensas, que introdujo multas y penas de trabajos forzados por utilizar atributos o simbología vinculada a 'agresión militar'. Esto incluía el empleo de 'banderas e insignias específicas, símbolos, y similares'. Lo cual incluía también a insignias 'de color anaranjado y negro', conocidas como Georgievskaya, o insignia de San Jorge; esto es, Transnistria.
Conforme se esperaba, esas prohibiciones provocaron una notoria división entre Moldova, Transnistria y Rusia. La misma llega al empleo de revisionismo en torno de películas de la era soviética vinculadas a la Gran Guerra Patriótica, y a la medalla de San Jorge como preciada recompensa. Se trata de un símbolo histórico importante para todos aquellos que honran la memoria durante cada Día de la Victoria, el 9 de mayo, y la Gran Victoria sobre los otros nazis -pertenecientes a una era supuestamente enterrada en el pasado.
Moldova y Rusia tienen buenas razones para recordar bien la campaña electoral de Sandu, quien promocionó el derecho de celebrar el 9 de Mayo. Durante la Gran Guerra Patriótica, 650 residentes de Moldova perdieron la vida. 400 mil combatieron en el Ejército Rojo. 250 mil soldados moldavos, oficiales y partisanos, fueron recompensados por su coraje, con preseas soviéticas como el premio de color negro y anaranjando, de San Jorge.
Bajo Dodon, la promoción del idioma ruso en las escuelas moldavas ganó terreno en el parlamento local pero, al día de la fecha, Sandu ha clausurado numerosas escuelas de habla rusa, citando como justificativo la falta de estudiantes. Ese razonamiento funcionó como argumento electoral, conforme en los amplios sectores agropecuarios de Transnistria, las pequeñas localidades tienen escasa población, y pocos niños.
Naturalmente, todo esto afecta hoy a la atmósfera parlamentaria de las relaciones ruso-moldavas.
En lo que a relaciones económicas respecta, Sandu obró rápidamente, tal como lo exige el libreto europeísta. El PBI de Moldova es de apenas US$ 11.91 mil millones, con un presupuesto anual apenas superior a los US$ 3 mil millones. La pasada semana, se anunció que la UE aprobaría un modelo de asistencia financiera de 150 millones de euros, en la forma de créditos y subsidios. Se declaró entonces: 'La asistencia habrá de contribuír a ayudar a que Moldova se sostenga en el presente contexto geopolítico, y a efectos de ayudar a que el país cubra su balanza de pagos, conforme lo identificado en el programa del Fondo Monetario Internacional'.
Desde luego que esa afirmación cobra forma de declaración de guerra contra Moldova, pero por otros medios. Asimismo, es un reconocimiento al respecto de que la UE se muestra satisfecha con el progreso demostrado por Sandu hasta el día de hoy.
Muchos tememos por Moldova. Este es un país que fácilmente podría divorciarse de la locura de la continuidad de la guerra propiciada por la OTAN, ayudando a poner fin al empeño bélico. Pero la rutina es parte del liderato nacionalista de los países occidentales; Moldova se encuentra hoy en manos de Sandu, como Polonia, República Checa o Rumanía -disponibles para la OTAN y la UE para ser saqueadas. La presidente moldava cargará con las culpas si esta pasiva y tranquila región vuelve a tomar parte de una guerra. Un conflicto que la presidente no puede defender ni acusar, y frente al cual la neutralidad es la única alternativa pacífica.
Con la política moldava fracturada en idénticas proporciones en el seno de su parlamento, esto es, Rusia versus Occidente, podría abrirse el juego para una nueva guerra civil doméstica -evento con el que Sandu primero habrá de confrontar, a medida que una guerra de mayor alcance se cierna cada vez más sobre la pequeña nación.
Tras transitar por tres cruces -mediando revisión de identidad, pasaporte y luego de responder preguntas-, vuelvo a ingresar a Ucrania. En el ínterin, considero cuidadosamente mis días en Chisinau. Los vinos -magníficos-, los económicos restaurantes, las límpidas calles, la maravillosa arquitectura cristiana, las bellísimas mujeres. Los hermosos colores de la primavera, y la vista desde las sierras de Chisinau hacia el Mar Negro y al norte, más allá.
A medida que comienzo a redactar este informe desde Chisinau, mi esperanza me convocaba a no volver a oír los tambores de la guerra, que resuenan al norte. Sin embargo, mis temores ganan vigor.
Rusia reconoce las realidades militares examinadas aquí, en el sur. Ello se evidencia a partir de la acción directa tomada por el Kremlin al derribar un avión cargado de municiones de la OTAN, el 16 de abril, en cercanías de Odesa; luego, al poner la mira en los depósitos de material de las fuerzas armadas ucranianas el 23 de abril; y, luego, tras destruir un segmento del muy importante puente Zatoka al sur de Odesa, que conduce directamente a Rumanía. Estas medidas preventivas indican que Rusia comprende las dificultades con anticipación. El mayor problemas de las AFU es el abastecimiento de munición, gasoíl y equipos y, el hecho de que, si Rusia continúa al paso actual, que sus militares se queden sin combustible antes de tiempo.
Más allá del sistema ferroviario ucraniano, que apenas días atrás seguía disponible para la OTAN: Rusia se ha apropiado virtualmente de todos los sistemas de cambio de vías ucraniano, volviendo inútiles a los trenes. Mientras tanto, y dado que el grueso de las locomotoras son de propulsión eléctrica, Moscú también se ha apropiado de las líneas de alta tensión. Conforme fuera informado desde el frente sur, sólo quedan 300 locomotoras diésel, pero los depósitos de combustible se hayan bajo ataque constante, y lo propio sucede con el tendido ferroviario. Se ha informado también que, de intentar los países de la OTAN ofrecer nuevas locomotoras diésel, las mismas no tendrían el mismo ancho que el exigido por el tendido férreo ucraniano.
Si tan sólo Moldova pudiera quedar a salvo. Pero no es tan sencillo.
Al igual que los motivos de fondo de Polonia -apuntados en nuestra Segunda Parte-, cobra importancia el deseo histórico de Rumanía de recuperar Transnistria -con lo cual se ha dicho que Bucarest se prepara para ingresar al concierto bélico en representación de la OTAN, luego de haber albergado y luego entrenado a un aproximado de 8 mil soldados polacos.
Intentándose empujar a Transnistria al conflicto, dos explosiones sacudieron un centro de transmisión en la localidad de Mayak, el 26 de abril pasado; así lo informó el Ministerio del Interior de la región. No se reportaron heridos, pero dos antenas que transmitían para señales de radio rusas quedaron inutilizables.
El 25 de abril, el edificio del Ministerio de Seguridad Interior del Estado en Tiraspol, capital regional, fue atacada con cohetes-granada. No se informaron bajas.
El tercer ataque golpeó a una unidad militar cerca de la localidad de Parkany. No se conocieron detalles sobre el incidente. Amén de ello, los ataques tuvieron lugar en sospechosa e inconveniente cercanía del depósito de municiones -bajo control ruso- que almacena 22 mil toneladas de material.
Como resultado, el 26 de abril, Sandu convocó a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad. La decisión se tomó para declarar el nivel 'rojo' de emergencia, sobre alerta terrorista, por quince días. Ello fuerza a la adopción de medidas de seguridad adicionales. Aún cuando los eventos probableemnte fueron ingeniados desde algún frente interno, pensado acaso para que Sandu modifique sus posturas, la adopción de la emergencia dio lugar a especulaciones.
Un análisis del Frente Sur evaluó: 'Por un lado, la operación de ataque ruso en Odesa no ha comenzado aún. Las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, asimismo, aún deben anotarse éxitos significativos en la región de Nikolaev. Por otra parte, el gobierno de Sandu en Moldova, influído activamente por Rumanía y Polonia, prueba que está listo para considerar un escenario de índole militar para resolver el asunto de Transnistria'.
Ya numerosas fuentes han informado sobre el despliegue de importantes unidades del ejército polaco a Rumanía, para eventuales operaciones conjuntas, y para el desarrollo de probables ejercicios militares en territorio moldavo.
Moscú afirma que las Fuerzas Armadas Polacas comenzaron a diseñar un grupo de ataque en territorio rumano, para luego cruzar la frontera ucraniana. Se estima que los activos involucrados ascienden a ocho mil soldados. En tal sentido, se ha dicho que una fuerza combinada rumano-polaca está planeando ingresar a territorio moldavo bajo el pretexto de una operación humanitaria, o de un pedido especial del gobierno moldavo.
Los ataques ejecutados la pasada semana son demasiado convenientes, dadas las razones esgrimidas por la presidente-títere Sandu, en sintonía con sus jefes en la OTAN.
Si tropas rumanas o polacas cruzan hacia Ucrania vía Rumanía o, peor, hacia Moldova, la maniobra consignaría el primer ingreso oficial de un miembro de la OTAN en la guerra, cruzando a través del territorio de un país que no pertenece a la Alianza Atlántica -o, como ya se apuntó aquí, hacia un enclave ruso que almacena 22 mil toneladas de material militar.
Más importante, al considerarse la destrucción de las líneas de suministro durante las últimas 72 horas, la OTAN deberá propiciar un despliegue de tropas adicionales, recurriendo a las fronteras de Rumanía. La ventaja de tal escenario es que habilitaría a acercar soldados más hacia el frente oriental, manteniéndolos en suelo de la OTAN hasta tanto crucen hacia territorio ucraniano. O hacia Transnistria.
Si acaso tropas polacas y rumanas cruzaran hacia Transnistria, entonces esas facciones de la OTAN ciertamente sufrirían un importante número de bajas, y la identificación de las naciones de origen de esos soldados sería innegable. En semejante ínterin, dos miembros de OTAN habrán sido atacados... por Rusia; y así, sucesivamente...
... con los medios de comunicación occidentales haciendo el resto.
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Por otras buenas razones que califican como meras excusas, doy vuelta y retorno a Chisinau. Y termino lamentándolo: no obtuve ayuda. Debo regresar, pero todas las puertas se cierran en la frontera. Para mí, para Rusia, para Ucrania -y, trágicamente, también para Moldova. Y para la paz.
Si esta guerra cruza hacia Transnistria, la hermosa ciudad de Chisinau terminará arrasada, igual que Mariupol. Si existe un infierno en esta tierra, pues es la imagen del horror que se acerca una y otra vez a mi mente... una eventual pesadilla con chances de volverse realidad.
Recemos por Moldova. Recemos por Transnistria. Y más por Chisinau.
Porque rezar contra los condiscípulos de la guerra es un ejercicio fútil.
La eventual imagen de Chisinau envuelta por las llamas de la guerra gana fuerza en mi imaginación, y me compele a retornar hacia Transnistria.
La elección no fue difícil de formular.
Dedicatoria: a Patricia A. Mahaffey; ('Detrás de cada hombre bueno...')