Destino: Ucrania. Primera parte: la ignorancia sobre la guerra
En lo que representa una búsqueda personal a efectos de descubir la realidad in situ de una Ucrania...
24 de Marzo de 2022
Read this article in English, clicking here: Destination Ukraine (part one) … The Ignorance of War.
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'Ahora, bien; escuchad, opinadores, apostadores y tontos.
¿Acaso no sentís que el agua hierve a vuestro alrededor?
Al mirar a vuestros ojos, veo ausencia.
¿Sentís vosotros la locura que corre por dentro?'
En lo que representa una búsqueda personal a efectos de descubir la realidad in situ de una Ucrania devastada por la guerra, primero es esencial plantearse la más fundamental de las preguntas.
¿Acaso la presentación del concepto de la verdad sigue siendo un argumento válido?
¿Ya no son los hechos, esto es, aquellos establecidos por la investigación y por el escrutinio en el terreno, parte esencial de las facultades de comprensión, pensamiento crítico y autopreservación otorgadas por Dios?
Y, ¿debería la búsqueda de la verdad ser ignorada, frente al capricho de la simple opinión personal?
El mundo está hoy más cerca que nunca de la aniquilación nuclear. Este es apenas uno de los hechos que merecen considerarse. Y el actual no es momento para la ignorancia.
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En esta instancia peligrosa de la historia, con demasiadas guerras ya como precedente, es la ignorancia que ha empujado a las geografías civilizadas del mundo a aportar los 'rátings de aprobación' de la guerra. En la larga lista de guerras y revoluciones de colores inspiradas globalmente por los Estados Unidos, cada vez que los 'Señores de la Guerra' rápidamente se calzan la máscara de la propaganda frente a los ojos, mentes y corazones de hombres y mujeres de buena fe. Es natural y correcto para cualquier consciencia sana el aborrecerse frente a los horrores del conflicto bélico. Sin embargo, la bondad suele ser fácilmente abusada por el mal que empuja a ciertos hombres a la guerra.
La ignorancia no es estupidez. Lejos está de serlo. Ciertamente, la reacción natural ante esta difamación percibida es, en el mejor de los casos, tersa. No obstante, la acusación de ignorancia es, antes bien, una cuantificación de conocimiento. Por cuanto desafía incluso al principal daño contra la razón de una persona, el insistir en la opinión individual sobre hechos en curso, para los cuales se cuenta con poca acumulación de conocimiento más allá de la que promocionan los medios masivos de comunicación, y ha de ser superior a la de aquellos que aspiran a abrazarse a una investigación basada en hechos y argumentos históricos.
Durante años, muchos periodistas que han compartido excelentes trabajos a la hora de establecer la verdad sobre ciertos hechos a partir de su propio esfuerzo investigativo, han hecho a un lado el rol de la ignorancia del público frente a los eventos bélicos. Cada vez con mayor frecuencia, el periodismo de calidad predica con exclusividad para el coro. El horror genuino certifica que quedan pocos en este colectivo que se molestarán en escuchar al sermón. Es esta ignorancia, así definida, que lleva al mundo a una guerra en Ucrania. Y a la posibilidad de la destrucción nuclear.
En este momento, la apuesta en pos de la supervivencia de la humanidad es demasiado importante como para no atreverse a desafiar a la ignorancia. Debe plantearse un retorno a los pedidos en favor del raciocionio, del debate y del examen crítico de todos los hechos. De no transitarse este camino, de seguro correremos peligro; mientras -inútilmente- nos señalamos unos a otros con dedo acusador.
En este momento, la apuesta en pos de la supervivencia de la humanidad es demasiado importante como para no atreverse a desafiar a la ignorancia. Debe plantearse un retorno a los pedidos en favor del raciocionio, del debate y del examen crítico de todos los hechos. De no transitarse este camino, de seguro correremos peligro; mientras -inútilmente- nos señalamos unos a otros con dedo acusador.
¿No será entonces hora de exigir que el público se plantee la consideración sobre la más importante y fundamental pregunta, sin importar la edad de cada quién?:
Pero... ¿qué diablos?!
'Veo a aquellos que arrojan bombas en casi cualquier sitio.
Sin embargo, y a lo largo del mundo, a nadie parece importarle.
En un mundo en el que verdades y hechos son mentiras…
Lo que se revela es la locura más profunda'.
Recientemente, el ex congresista estadounidense Ron Paul acuñó un titular, que rezaba: '¿Es Putin el Nuevo Coronavirus?'. Al considerarse los dos años previos, sumados éstos a la colección de propaganda que, de modo similar, propició pánico frente al 'letal' virus, la comparación de Paul es del todo apropiada.
La transición del relato -ejecutada de la noche a la mañana- del temor por el COVID/Omicron al temor a Rusia se ha acelerado aquí, en la Gran Bretaña. Tristemente, también en el País de Gales: una nación repleta de gente apasionada con amor por la libertad, y donde los buenos celebran y estallan en carcajadas en cada pub, todas las noches. Se trata de un país maravilloso, en donde el buen trato y la cortesía son la regla antes que la excepción. Un sitio en donde los niños saben comportarse y la educación, al menos hasta hace poco, era muy superior a la de sus contrapartes occidentales.
Los galeses recuerdan bien los perjuicios provocados por el imperio. Los vínculos familiares de aquellos que se desempeñaban en los valles mineros se retrotraen, casi universalmente, a los tiempos en los que la vida humana valía menos que la de un caballo. La historia minera local forjó un lazo entre familia y amigos que, implícitamente, puede corroborarse en el espíritu festivo de los pubs.
Sin embargo, el canturreo celebratorio, en los últimos tiempos, se ha mudado, del corona a Putin, y luego hacia la guerra.
*
Dos años atrás, abandoné Gales -ante la maquinaria de propaganda de miedo frente al COVID, similar al de una blitzkrieg de la Wehrmacht. Intenté enterar a mis amigos sobre Kerry Mullis -Premio Nobel y creador de las pruebas PCR- quien, previo a su deceso, le había informado al público que su propia prueba era imprecisa a la hora de rastrear el virus de referencia. Le conté a mis amigos sobre el Doctor Robert Malone, uno de los creadores de la tecnología mRNA para vacunas, y sobre sus propias advertencias contra el empleo de la misma. Y también comenté lo propio acerca de Michael Yeadon, quien durante dieciocho años se desempeñó como Oficial en Jefe de Cientes (CSO) en Pfizer, firma que apuró el arribo de vacunas al mercado.
Mis amigos del pub jamás habían oído hablar de ninguno de aquellos hombres; mucho menos habían leído sus artículos. Sin embargo, era la opinión generalizada en el pub que mi oferta informativa era, apenas, la opinión de una persona; la mía -y que no era ciencia. Por lo tanto, y en su perspectiva, el comentario era válido como cualquier laureado del Nobel. Era una cuestión de opinión versus opinión. Y allí se terminaba todo.
Pero, en la presente instancia, la opinión ignorante está empujando al mundo a una guerra nuclear. A diferencia del COVID-19, la guerra nuclear es, sin lugar a dudas, universalmente mortal para todos. Cualquier elección de ignorancia en torno de la guerra ucraniana afectará a todos y a cada uno de los seres humanos, sin excepción. Esto ya no es una opinión; es la realidad inherente a un conflicto termonuclear.
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Mientras la invasión rusa en Ucrania daba inicio, me mordí la lengua apenas observé que la maquinaria de propaganda diseminaba su limitado mensaje en los pubs, una vez más, retroalimentándose linealmente; aunque portadora de una definitivamente torpe narrativa, simplemente repitiendo como loro el verso pro-bélico de las cadenas de noticias BBC, ITV y Sky News.
A lo largo de Gales, el grueso de los medios controlados replicaba una narrativa que podría sintetizarse del siguiente modo: 1) Putin asesina a mujeres, niños y bebitos; 2) Putin es un dictador odiados por sus conciudadanos, que desean matarlo; 3) el Ejército Ucraniano se compone de luchadores por la libertad; 4) Rusia está perdiendo la guerra frente a esos luchadores libertarios; 5) Los luchadores libertarios terminarían ganando la guerra, si OTAN decidiera intervenir.
Y eso ya es bastante con lo que trabajar.
De tal suerte que elegí no decir mucho, a pesar de acopiar una vasta colección de titulares de noticias a través de mis propias fuentes -multinacionales y cotejadas, como para cotejar los puntos de vista. Mientras que volvía a oír ese conjunto de razonamientos en la BBC, una noche sucumbí ante una exigencia perentoria en pos de racionalidad. Tentativamente, garabateé unas cuántas preguntas -irrefutables- que cualquier persona con un mínimo de conocimientos post-Maidán ucraniana debería saber:
- ¿Sabe Usted quién fue Stepon Bandera?
- ¿Sabe Usted qué es el 'Right Sector' (Sector de la Derecha), y qué es lo que representa?
- ¿Sabe Ud. qué es el Batallón Azov, y cuál es su influencia en las fuerzas armadas ucranianas y la propia presidencia del país?
-¿Conoce Ud. el detalle sobre los acuerdos de Minsk, y quién está incurriendo en una violación de los mismos?
- ¿Sabe Usted qué es el 'Right Sector' (Sector de la Derecha), y qué es lo que representa?
- ¿Sabe Ud. qué es el Batallón Azov, y cuál es su influencia en las fuerzas armadas ucranianas y la propia presidencia del país?
-¿Conoce Ud. el detalle sobre los acuerdos de Minsk, y quién está incurriendo en una violación de los mismos?
-¿Sabe Usted quién perpetró la masacre de Odesa?
Antes que dar lugar a investigaciones y el correspondiente debate, mantuve la esperanza de alentar a algunos de mis amigos más cercanos, conforme sus ataques ad hominem consignaban -con crudeza- que toda la información que yo presentaba era, a lo mucho, mi opinión, y que nada tenía que ver con hechos, siendo que todo era parte de mi propia invención. Una y otra vez, me dijeron ellos que mis preguntas eran resultado de mi autoengaño. Y que lo propio sucedía con mis conclusiones. Así que, en la mente de aquellos que se rehusaron a aceptar información sobre las fuerzas armadas ucranianas, Right Sector y el Batallón Azov, nada de esto tenía que ver con influencias o simpatías nazis. La BBC, ITV y Sky News así los habían instruído.
Opinión versus Opinión; y ahí terminaba todo.
No obstante, ¿cómo pueden esos limitados medios de comunicación insistir, cuando se los confronta con hechos que refieren a un político ucraniano, Andriy Parubiy. El referido sirvió como Vocero del parlamento ucraniano desde 2014 hasta 2019, habiéndose desempeñado también como Secretario de Seguridad Nacional y en el Consejo de Defensa de Ucrania. Sucede que Andriy Parubiy es un nazi. Con orgullo, ha proclamado -en numerosas oportunidades, frente al parlamento- su condición. También ante los militares del país y ante la televisión local.
Esto es un hecho.
En un artículo correctamente presentado, fechado durante la semana pasada, Olga Sukharevskaya tituló: 'Bajo el Wolfsangel: La poco confortable verdad en torno de las ideologías extremistas en Ucrania'. La autora -de nacionalidad ucraniana- intenta, al detalle, educar al lector frente a las realidades de Right Sector, del Batallón Azov, de las violaciones de los convenios de Minsk, y de los índices reales de popularidad de su presidente-'héroe'. La complicidad de Zelensky a la hora de tolerar el rezago ideológico de la Alemania nazi y la contaminación que estos elementos han perpetrado entre los militares ucranianos no es opinión. Es una historia contrastada por hechos. Excepto, obviamente, para aquéllos que se rehúsan a leerla.
El dilema Opinión versus Opinión no es extraño entre las maravillosas personas que residente en Gales; es una discusión que ha llegado a todo el mundo, y que aquí se presenta meramente como un ejemplo. Al igual que en el caso galés, puede entenderse por qué al mundo no se le ha ofrecido la versión completa de la historia desde cada medio de comunicación, previo a que el público pueda desarrollar apropiadamente su perspectiva sobre la guerra.
Lo más sorprendente es que prácticamente nadie haya mostrado interés ni inclinación a preguntarse por estos hechos, vinculados al particular. Es perturbador que nadie haya querido cotejar los datos que se les han brindado al por menor, y que la información recibida ni siquiera haya sido caracterizada como opinión -con igual peso a la propia.
Opinión versus Opinión... y allí termina todo.
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¿No percibe Usted la locura, que hierve en vuestro interior?
Certificando que ningún hombre nace fiel a sí mismo.
Ahí está el espejo en el que Usted se mira a diario, previo a morir.
¿Percibe Usted la locura en vuestros propios ojos?
El poder de la memoria también parece haber sido desafiado, de igual modo. Sólo los entendidos que nos rodean podrían recordarnos fácilmente las distorsiones de la verdad implementadas en la previa de las guerras y de las bravatas de los Estados Unidos en Panamá, Grenada, Haití, Kosovo, Bosnia, Afganistán, Malí, Libia, Yemén, Somalia, y las revoluciones en colores de Brasil, Venezuela, Egipto, Bielorrusia y, naturalmente, Ucrania -en 2014.
Sin embargo, el ejemplo más notorio de la propaganda mediática estadouhnidense aplicable al conjunto de estos conflictos es uno que nadie habrá de olvidar: los hechos que condujeron a la guerra en Irak. Ese conflicto bélico, inspirado por Washington, destruyó a Irak y provocó la muerte diaria de centenares de personas; el saldo remató con decenas de miles de muertos, en razón de la violencia sectaria subsiguiente.
En este preciso momento, sería bueno recordar el testimonio público de un general estadounidense de cuatro estrellas, Jefe de Estado Mayor Conjunto y luego Secretario de Estado, Colin Powell, justo antes de la invasión de Irak. Desde su asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 2003, mientras agitaba un recipiente lleno de una letal sustancia amarilla. Powell, mirando directamente a la asamblea, expresó -inequívocamente- ante el mundo:
'Mis colegas; cada expresión que comparta yo aquí hoy, está respaldada por fuentes, muy sólidas (...) Estas no son afirmaciones propias. Estamos compartiéndoles hechos y conclusiones, respaldados en información sólida de inteligencia'.
El conjunto de las expresiones compartidas por Powell eran meras tonterías.
Un general de cuatro estrellas había sido engañado -le mintieron- por la propia CIA en su país, y por la totalidad de la inteligencia militar. Powell no era un estúpido, ni era un tonto; pero su guionada actuación contribuyó directamente al inicio de aquella guerra, y a las muertes de más de 200 mil ciudadanos iraquíes. Jamás se hallaron armas de destrucción masiva. Powell había sido completamente ignorante de cara al asunto.
Y se suponía que se mantuviera ignorante.
A la postre, Powell terminó admitiendo -luego de su renuncia, dos años más tarde- que su rol en aquella etapa del conflicto era una 'mancha' en su carrera. Así lo expresó, con total claridad, en una entrevista concedida a ABC News,
'Fui yo quien presentó esa información ante el mundo, en representación de los Estados Unidos, y ese episodio siempre será parte de mi expediente. Fue doloroso ayer; y es doloroso ahora'.
A juzgar por el actual respaldo popular por el incremento de las acciones bélicas en Ucrania, el público haría bien en aplicar el ejemplo de Powell, a efectos de corroborar su propia perspectiva hoy mismo. Sin importar de qué guerra de los últimos veinte años se trate, las mentiras siempre giraron en torno del mismo guión.
Opinión versus Opinión; y allí termina todo...
Opinión versus Opinión; y allí termina todo...
Ahora mismo, cada vez mayores cuotas de silencio se apropian del aire.
No hay allí pájaro, niño, ni hojas de pasto.
Se han ido para siempre, despidiéndose de la humanidad.
Habéis revelado esa locura... muy desde adentro.
De la canción: 'The Madness Inside' (La Locura Interior), de Ruben Eldridge; 2018
* * *
Conforme se informara una semana atrás, un 34% de ciudadanos estadounidenses entiende que OTAN debería arriesgar a la destrucción nuclear y enviar soldados americanos a morir en Ucrania, momentos previos a ser vaporizados. Extrañamente, el presidente de los EE.UU., Joe Biden, calificó a su par ruso Vladimir Putin de 'criminal de guerra', recurriendo a la historia corregida para juzgarlo. No obstante, ese calificativo es ciertamente más apropiado para designar a Clinton, Bush y Obama en los Estados Unidos; o a Thatcher, Blair, Brown, Cameron y Johnson en la Gran Bretaña. Todos ellos, de manera recurrente y con contundente impunidad -garantizada por los medios de comunicación- orquestaron guerras y muerte, abrazándose al término 'interés nacional'.
Con todo, informes originados en la contraparte -esto es, medios no occidentales- han planteado que el Ejército de Ucrania (AFU) ha quedado en ruinas; con su comando y centros de comunicaciones inexistentes; con sus depósitos de municiones sustancialmente destruídos; con sus líneas de reaprovisionamiento bombardeados hasta lo imposible; y con casi la totalidad de las ciudades al oriente del país hoy cercadas -o en cercanías de ser rodeadas-, desde Kiev hasta la región del Donbas. A diario, se contabilizan informes en los que elementos de Right Sector y Batallón Azov la emprenden selectivamente contra ciudadanos rusos y ucranianos, atacando los salvoconductos; todo ello, reportado con material en vídeo y entrevistas.
Acaso confirmando que esta narrativa observa coincidencias, la pasada semana, el primer ministro israelí, Naftali Bennett -según se informó-, aconsejó a Zelensky que se rindiera y acepte las condiciones planteadas por Putin para el cese al fuego, presentadas ya en cuatro oportunidades previas. Presuntamente, el Mossad, el Shin Bet y las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), que tienen buenas razones para despreciar a todo aquello que huela a nazi, se reservan una 'opinión' concreta frente a los hechos vinculados a Right Sector, al Batallón Azov, y al propio Zelensky.
Yendo más allá en la acusación, un reciente artículo de Mike Whitney tituló: 'El Hombre que Vendió Ucrania', relato que versa sobre un hombre de contextura pequeña, detrás de cuya figura se oculta un monigote a quien muy poco le importa el pueblo ucraniano. Ciertamente, al considerarse el relato presentado por Whitney, su contenido remite a informes originados en el terreno: Zelensky sigue adelante con la guerra, sólo debido a que las instrucciones de OTAN y del exterior lo alientan a continuarla; y parece ser cierto.
Ya los medios de comunicación están presentando los horrores de la guerra como si sólo fueran responsabilidad del malvado Putin, mientras que las fuerzas armadas ucranianas son angelados salvadores sans esvástica. Basta con analizar al detalle el reciente bombardeo contra el Teatro de Mariupol, teniéndose presente el relato cautelar de Colin Powell.
Docenas de entrevistas conducidas en la escena certifican que fueron los militares ucranianos quienes, tras arengar al homicidio y la castración de los separatistas rusos del Donbas, los rodearon, posicionándolos en el edificio, para luego destruírlo+.
Naturalmente, la narrativa occidental afirma lo contrario, declamando que Putin utilizó aeronaves de combate para bombardear el teatro. Desde luego, alguien miente. Pero, cuando es menester citar las atrocidades de los conflictos bélicos, la opinión puede terminar siendo correcta. Su opuesto, se presenta como mentiras.
Pronto, podría suceder que Zelensky sea forzado a aceptar un cese al fuego en función de realidades militares; sin embargo, la interrupción de las hostilidades podría ser sólo perentoria. Más allá de la ignorancia encarnada por Powell de cara a los hechos y a sus operaciones de 'falsa bandera' o 'false flag' ejecutadas por su país en Irak, el ejemplo gráfico más reciente también debería venir a la mente -como es el caso de la 'false flag' que ilustra sobre el ataque contra la planta de armas químicas de Douma, en Siria, el 7 de abril de 2018. La misma tuvo lugar ni bien se dio inicio al cese al fuego. Tiempo después, se comprobó que los Cascos Blancos -financiados por el Reino Unido- llevaron a cabe el ataque utilizando gas de cloro y no sarín -como originalmente fue precisado por los medios de prensa occidentales. A la postre, los Cascos Blancos recibieron un premio Oscar de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, en recompensa por sus delitos -y la opinión pública volvió a ocuparse de la guerra.
Opinión versus Opinión... y ahí termina todo.
Pero no es una 'opinión' el hecho de que Ucrania estuviera operando laboratorios de armas biológicas. Rusia presentó evidencia ante el Consejo de Seguridad la pasada semana, detallando el descubrimiento de los numerosos laboratorios, tutelados por Ucrania y los Estados Unidos. Tulsi Gabbard, legisladora estadounidense, compartió ante los medios una opinión alternativa, confirmando ese desarrollo. Como era de esperarse, todos negaron esa realidad, acusando a Gabbard de 'alta traición'.
De tal suerte que una reproducción del episodio de Douma se vuelve hoy ciertamente plausible.
Sin embargo, y tal como sucediera en Irak, en Siria o en cualquier otra revolución respaldada por Washington, las acusaciones vertidas sobre el horrendo saldo de Douma no sirvieron a la verdad; sólo apuntalaron la ignorancia sobre la guerra. Siria fue destruída; miles de personas fueron asesinadas... Y la ignorancia se salió con la suya.
Tal como lo planteara Mike Whitney en su desafío individual, Zelensky está haciendo el trabajo que le fue encomendado: ignorar cualquier oferta de armisticio. OTAN espera que una 'false flag' al estilo Douma -o un evento similar- haga lo suyo, para obligar a mentes desinformadas a exigir que OTAN apruebe un ingreso con tropas en suelo ucraniano.
Si el bombardeo del teatro de Mariupol sirve como ejemplo de 'medios de comunicación de false flag', tal como lo documentara Eric Zuesse -corresponsal veterano-, entonces eso significa que recién habremos comenzado a ser testigos de los probables errores emergentes, mientras unas fuerzas ucranianas desesperadas se abrazan a una campaña de terror contra el pueblo de Ucrania oriental -mismo pueblo al que han venido masacrando durante ocho años, de todos modos; con un saldo de 14 mil muertes. Por supuesto, los medios regurgitarán falsas acusaciones para, una vez más, condicionar a los corazones de ignorantes.
Sin embargo, y como en toda guerra moderna, será hora de compartir la presente acusación de ignorancia cómplice, de cara a los hechos concretos y a la verdad. Ahora, el mundo iluminado podrá acusar al público, dada la previa complicidad del segundo.
Ante tales cargos, la ignorancia ya no podrá ser presentada para argumentar la propia defensa.
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Naturalmente, sería enormemente hipócrita de parte de este autor, insistir en su opinión -ofrecida aquí-, sin importar los hechos y las citas ofrecidas, y renegando de cualquier investigación futura. Si cualquier periodista hiciera esto último, rehusándose a averiguar con detalle, eso sería una mera opinión; lista para ser consumida del mismo modo que ocurre con los contenidos de los medios y por la opinión pública masificada.
No obstante, si acaso existe una verdad que jamás debe lidiar con resistencia en las zonas de conflicto que he visitado, es la siguiente: las personas desplazadas por la guerra siempre dicen la verdad.
Cuando un hombre pierde a su familia, una mujer pierde a un hijo o a un marido, y no pueden retornar a sus hogares, a esa persona dejan de interesarle las ponderaciones individuales sobre la guerra. Su bronca corta hasta llegar al hueso, y ese hueso ya no es opinión. Es la verdad, con sus hechos. Rara vez podrá desmentirse. Tras lo cual me dirigiré a esos campos de refugiados, y procederé a investigar.
La ignorancia debe ser expuesta tal cual es. Todos los hombres habrán de tener por encargo ejercitar una defensa de la verdad, cargando con esa cruz frente al resto. Y, con esa realidad punzante, penetrar en las mentes de aquellos dispuestos a pagar una jarra de cerveza mientras celebran las disquisiciones mentales diseminadas por la BBC, ITV, Sky News o cualquier otro medio. Todo lo cual es mejor conocido como ignorancia.
El mundo está siendo destruído con velocidad, de mano de la antítesis Opinión versus Opinión.
Y, allí termina todo.
Así es que haré frente a mi propio desafío. Este jueves, he partido hacia Ucrania.
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Dedicatoria: para los chicos del pub.
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Apunte del autor: la presente es la primera entrega de una colección de apuntes desarrollados desde las zonas de conflicto y los campos de refugiados en Polonia, Rusia, Crimea y Ucrania. Por favor, ayúdenos a difundir estas palabras en redes sociales. Haya Paz.
* El autor, Brett Redmayne-Titley (en Twitter, @WatchRomeBurn) es periodista independiente y fotógrafo. Colaborador, entre otros, en The Unz Review, ZeroHedge, Asia Times, Global Research -todos ellos, de Estados Unidos. Su sitio web personal, WatchingRomeBurn.uk. Su correo de contacto: live-on-scene (@) gmx.com.