ECONOMIA INTERNACIONAL: JUAN RALLO

Tu dinero no es tuyo

¿Hasta qué punto puede decirse que nuestro dinero nos pertenece?

25 de Febrero de 2022

 

¿Hasta qué punto puede decirse que nuestro dinero nos pertenece? En las sociedades actuales, el dinero que mayoritariamente utilizamos es deuda: deuda del gobierno o, normalmente, deuda de los bancos.
 
Justin Trudeau, Autoritarismo, GoFundMe, Convoy de la Libertad, CanadaUn depósito bancario, por ejemplo, no es más que un pasivo de la entidad financiera que ésta se compromete a reembolsar a su acreedor en el momento en que éste le reclame el cobro. El hecho de que el dinero sea deuda conlleva, indudablemente, importantes ventajas: por un lado, abarata los costes de efectuar pagos y, por otro, introduce flexibilidad a la hora de ajustar la oferta monetaria a su demanda. Sin embargo, y evidentemente, esas ventajas también conllevan un importante riesgo: el de contraparte. Si nuestro deudor, cuyos pasivos estamos empleando como “dinero”, no puede o no quiere honrar sus compromisos, entonces ese dinero pierde su valor.
 
En circunstancias normales, podemos sentirnos razonablemente seguros de que las deudas que utilizamos para pagar van a honrarse y que por tanto mantendrán su valor. Sin embargo, existen escenarios excepcionales en las que esto deja de ser cierto: una de ellas tiene lugar al producirse una crisis bancaria generalizada que perjudica no sólo a la solvencia de los bancos, sino también la del Estado, de tal suerte que los depositantes terminan sufriendo quitas extraordinarias; otra de esas situaciones de excepción ocurren cuando las instituciones presuntamente encargadas de velar por que el deudor no deje de pagar caprichosamente sus deudas, se convierten en las principales impulsoras de que el deudor no pague sus deudas.
 
Esto último es justo lo que ha sucedido en Canada: como método para reprimir a los manifestantes del llamado “Convoy de la libertad” (un heterogéneo grupo de canadienses liderados por camioneros que han paralizado y obstaculizado diversas zonas críticas del país en protesta por las medidas anti-COVID del gobierno), el Ejecutivo de Justin Trudeau no sólo ha declarado el estado de emergencia, sino que ha habilitado a los bancos a congelar las cuentas de cualquiera que participe en esas movilizaciones, sin mediar orden judicial. Dicho de otro modo, Trudeau ha habilitado a la banca a que no abone las deudas que mantiene con algunos de sus acreedores. El dinero de esos acreedores vale, en estos momentos, nada.
 
Y, si el marco institucional que supuestamente debería velar por que los deudores paguen sus deudas se desentiende de ello, ¿entonces qué podemos hacer? Pues, buscar otros activos financieros por parte de emisores más confiables no parece una buena alternativa: el gobierno canadiense podría hacer exactamente lo mismo con cualquier otra empresa que proporcionara su deuda a modo de dinero. Hasta cierto punto, de hecho, ya lo hizo con la compañía de crowdfunding GoFundMe, a la que ya obligó a suspender la campaña de financiación descentralizada hacia el Convoy de la Libertad.
 
Por eso, quienes desconfían radicalmente de los gobiernos harían bien en informarse acerca de otros activos monetarios de carácter real: es decir, aquellos activos que no son la deuda de nadie y que, por tanto, no son susceptibles de ser impagados. El activo monetario real más importante de la historia ha sido el oro: un dinero que no derivaba de la buena o mala voluntad de los gobernantes, puesto que su valor era independiente de la solvencia del Estado. Pero, al día de hoy, le han surgido importantes alternativas al oro, como podrían ser el bitcoin u otras criptomonedas: el btc es una moneda digital cuya existencia y tenencia no descansa sobre la confianza centralizada en ningún agente, sino en el consenso descentralizado entre todos sus usuarios. Sólo recurriendo a activos monetarios reales podemos declarar, genuinamente, que nuestro dinero es nuestro.


 
Publicado originalmente en La Razón (España)
Sobre Juan Ramón Rallo Julián

Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista en ElCato.org. Es Licenciado en Derecho y Licenciado en Economía (Universidad de Valencia).