INTERNACIONALES: MUNDO

Colombia: odisea policial

Con un 80% de los habitantes de América Latina residiendo en ciudades...

17 de Junio de 2021

 

Con un 80% de los habitantes de América Latina residiendo en ciudades, es entendible que la perturbación se esté desarrollando en las calles y que un objetivo prioritario de las organizaciones revoltosas de la izquierda regional consista en sacar a la policía de allí. Cuando los gobiernos ceden a esta pretensión, apoyada por burocracias internacionales de marcado tinte mamerto, la transformación o la destrucción del aparato policial del Estado conlleva graves consecuencias para la seguridad del ciudadano. Que lo digan la severa violencia y la alta inseguridad de Caracas, particularmente en aquellas zonas que engañosamente se llamaron zonas de paz, de las cuales se retiró a las fuerzas policiales con el argumento de que, sin el respaldo de la fuerza, la bondad natural humana permitiría la convivencia y el cumplimiento de la ley. Otra de las falacias del comunismo: la eterna felicidad.
 

Capeando el temporal
 
En Colombia, la reforma policial anunciada por el presidente Iván Duque Márquez no obedece a un proyecto programático del gobierno, sino a la coyuntura de perturbación social que, después de cinco semanas, deja una veintena de muertos, cerca de dos mil heridos, ciudades vandalizadas, pérdidas por mas de 15 billones de pesos, medio millón de desempleados y el mayor descrédito político de los jefes gremiales de tres sindicatos que no suman ni el 2% de la población colombiana.
 
Daniel Ortega, Nicaragua, Raúl Castro, Nicolás MaduroLa presentación al congreso del proyecto de ley con la reforma propuesta a una institución crítica para la supervivencia del país, justo en momentos de zozobra, garantiza una discusión polarizada y poco racional, con resultados que pasarán cuenta de cobro más adelante. Resulta precario intentar la reforma de una institución al calor de incendios, denuestos y una virtualidad de redes sociales que han logrado estigmatizarla con opiniones engañosas que tienen como objetivo, finalmente, la desestabilización del país.
 
En medio de esta desastrosa pandemia picando en 600 decesos diarios, y nuevos carros-bomba por cuenta del ELN en la frontera, la reforma policial luce inadecuada y, a su inoportunidad, se abonarán la lentitud proverbial del Estado, las severas limitaciones presupuestales y las urgencias del orden público que no cederán a corto plazo. Todos estos factores pueden hacer que la reforma se transforme en un maquillaje que no podrá, en ningún caso, cambiar la esencia institucional que ha permitido que la Policía Nacional se adecúe a las cambiantes pero repetitivos contextos de seguridad ciudadana del país.
 

Horizonte poco agradable
 
Las jerarquías, la disciplina y la subordinación son pilares sobre los cuales nada hay para discutir. Ellos garantizan la supervivencia de una institución armada de seguridad como la Policía y son las condiciones mínimas, sin las cuales, se puede terminar en un desastre de consecuencias irreparables. La creación de un Viceministerio parece señalar la mitad del camino hacia un Ministerio de la Seguridad Pública, una aspiración de vieja data de la izquierda política, que contempla un mayor control político de la Policía para convertirla, como a los militares, en una guardia pretoriana contra los inefables 'ataques del imperialismo y la burguesía criolla', manido coro de los fanáticos de esta tendencia ideológica. Tal dependencia luce inconveniente.
 
Un Viceministro a cargo de estructurar la política de seguridad ciudadana y guiar la Policía por ese camino, ofrece el grave riesgo de una politización institucional, de lo cual ya Colombia tiene amargas experiencias en su pasado histórico, como en la llamada 'Violencia' de los años cincuenta. En 1993, durante el gobierno de César Gaviria, cuando se dio otra reforma circunstancial, la Ley 62 de agosto de ese año creó el cargo de Comisionado Nacional para la Policía, oficina que concentró un zaperoco de influencias políticas clientelistas que terminaron por opacar y desaparecer tal figura. 
 
Reformas policiales, mas políticas que técnicas, a cargo de gobiernos socialistas como Cuba, Venezuela y Nicaragua, son ejemplos dramáticos. En este último país, durante las protestas estudiantiles del 2018, fueron asesinados mas de 300 estudiantes por la policía orteguista. Y no mencionamos aquí al FAES. Si, definitivamente Colombia decide crear ese Viceministerio, se deberá ubicar allí a un conocedor en la materia y no a un político en ascenso o a un burócrata 'de toda la vida' o a un miembro de la corte de lambones que siempre acompaña al poder. Como fuere, el camino hacia una institución policial inscrita en el Ministerio del Interior, parece haberse iniciado. 
 
Por otra parte, cambiarles el uniforme a los policías, no es significativo y si es costoso; la asignación de un código QR a cada uniformado, plantea serios riesgos a la seguridad de los agentes, más aun en esta época de ingeniería cibernética disruptiva y la profesionalización es un empeño de vieja data que ha permitido a la policía colombiana sobrevivir con un prestigio reconocido internacionalmente.
 
Hace poco, algunos legisladores de la bancada de izquierda, echaron de manera humillante a policías encargados de la vigilancia de los recintos parlamentarios y dentro de unos días con seguridad que el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no será nada benigno con la Policía de Colombia, varios de cuyos miembros fueron asesinados durante los pasados disturbios.

Ojalá y en el estudio del proyecto de ley, se entienda el papel vital que juega la institución policial en la estabilidad del país y que el gobierno, a pesar de los apuros por los que está pasando, tome decisiones bien pensadas con perspectiva de nación y no le haga el juego a la estrategia de desestabilización en desarrollo.

 
Sobre John Marulanda

Licenciado en Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, y Abogado de la Universidad de la Gran Colombia, Marulanda se desempeña como consultor internacional en seguridad y defensa. Es Coronel (R) del Ejército de Colombia.