ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

Los Titiriteros: ¿existe realmente un 'Estado Profundo' o Deep State en los Estados Unidos?

El peligro consignado por el Deep State es que concentra inmenso poder; pero jamás no ha sido elegido, como tampoco rinde cuentas.

25 de Marzo de 2021


Como ex oficial de inteligencia, encuentro entretenido el leer sobre artículos, en los medios tradicionales de comunicación, que rara vez informan sobre el modo en que los últimos eventos internacionales relativos a desórdenes son, sin lugar a dudas, trabajos hechos por la CIA y por el resto de la 'sopa alfabética' del ecosistema de la seguridad nacional en los Estados Unidos.

Deep State, Estados Unidos, Corrupción política, Washington, GiraldiLa recurrente afirmación al respecto de que, de alguna manera, la CIA tutela un juego tras las sombras en todo el mundo, en la forma de una vasta conspiración que involucra a las agencias de inteligencia secretas de una serie de países, empleando la extorsión y otras modalidades obscuras para corromper a políticos vulnerables y a formadores de opinión, ha ingresado en el ADN de los periodistas en todo el globo, con frecuencia sin consignarse evidencias al respecto de que la actual camarilla de espías no es capaz de hacer cosas más complicadas que levantarse de la cama cada mañana.

Un problema con la teoría que plantea la hipótesis de una suerte de dominio global tutelado por espías es la impresionante logística que ello necesitaría. El imprimirle dirección a desarrollos políticos y económicos en no menos de doscientas naciones en simultáneo demandaría muchísimo espacio y un extensísimo staff. ¿Existe una enorme oficina escondida en Langley, Virginia, o en el Pentágono? ¿O acaso en el Ala Occidental de la Casa Blanca? ¿O quizás se oculta en alguna de las instalaciones secretas que han proliferado como hongos, en las afueras de Dulles Toll Road en la localidad de Herndon, Virginia?

A efectos de brindar evidencias frente a la hipótesis de los extensos tentáculos de las agencias inteligencias y de que éstos se enlazan hacia todas partes, otra afirmación que suele plantearse es que todos los ex espías son parte de una conspiración, como alguna vez se habló del saludo secreto que debe uno conocer para unirse a la CIA, a la NSA o al FBI y que implica que Usted es 'uno de ellos'. Pues, bien; eso podría ser cierto en algunos casos, pero la mayoría de los ex activos del espionaje se exhiben muy felices de ser 'ex', y uno incluso podría observar que numerosas voces en el movimiento antibelicista como se le conoce, provienen de personas con antecedentes en el espionaje, la policía o las fuerzas armadas. Por cierto, los teóricos de la conspiración despejarán las dudas, afirmando que se trata de una conspiración detrás de otra conspiración, calificando a los disidentes como agentes dobles o de custodios de información selecta, que son posicionados adecuadamente para garantizar que la oposición jamás sea demasiado eficiente.

En virtud del hecho de que la forma en que los integrantes del denominado 'Deep State' o 'Estado Profundo' americano se reúnen es desconocida, uno debería admitir que se trata de una organización sin mayor estructura, a diferencia del Deep State original, el turco -conocido como Derin Devlet y que dio lugar a la expresión original, y que ciertamente contaba con una planificación centralizada. La CIA, por ejemplo, emplea alrededor de veinte mil personas, casi todas las cuales trabajan en distintas divisiones que recolectan información (espionaje per se), realizan análisis, operan con tecnología y se dividen en equipos que trabajan de forma transnacional en asuntos tales como terrorismo, combate contra los narcóticos, y contra la proliferación nuclear. La abrumadora mayoría de esos empleados tienen sus propias visiones políticas y también votan, aunque existe consenso al respecto de que su trabajo es ponderado como apolítico. La política real detrás de la confección de la política pública es confinada a un selecto grupo en la cúpula, algunos de cuyos protagonistas son, por propia cuenta, funcionarios designados por alguna Administración.

Sin lugar a dudas, uno puede y razonablemente debe oponerse a las políticas de cambio de régimen con las que la Agencia se ha visto involucrada en todo el mundo, aunque una consideración en particular debe tomarse en cuenta. Aquéllas políticas son delineadas por el liderazgo civil del país (esto es, el presidente, el Secretario de Estado y el consejo de seguridad nacional), y luego son puestas en práctica en la CIA por su propio liderazgo político. La Agencia no tiene referentes entre sus empleados, a efectos de determinar qué opción de política exterior -por ejemplo- es preferible, como tampoco cuenta con esa discrecionalidad ningún elemento de la fuerza 101a. Aerotransportada; ni se les consulta cuando reciben órdenes para despliegue.

Prácticamente casi la totalidad de los oficiales de inteligencia que conozco se oponen, de hecho, a la política de supremacía global estadounidense que ha sido puesta en práctica en gran medida desde el 11 de septiembre de 2001, conforme se evidencia particularmente en la recurrencia del conflicto con Rusia, la escalada de las agresiones contra China, y las políticas oficiales de cambio de régimen para Siria, Irán y Venezuela. Esos oficiales de inteligencia, con frecuencia, consideran a esas invasiones y ejercicios de 'máxima presión' como fracasos. Las citadas políticas fueron respaldadas por un lenguaje truculento, por sanciones y demostraciones de despliegue militar durante la Administración Trump. Sin embargo, hoy parece más claro que habrá continuidad en todo aquéllo bajo el Presidente Joe Biden, incluyendo probablemente un mayor nivel de agresión contra Rusia, recurriéndose a subsidiarios o proxies en Ucrania y Georgia.

Los oficiales de inteligencia destinados a tales operaciones también observan que el cambio de régimen salió del clóset, aproximadamente desde 2001. George W. Bush anunció entonces que había 'un nuevo sheriff en el pueblo'. Instrumentos que las agencias de inteligencia tuvieron por costumbre utilizar en el pasado de manera secreta, hoy se aprovechan abiertamente, con el despliegue de recursos militares contra Afganistán, Irak, Libia y Siria -mientras que el mayor cambio propiciado entre todos ellos, esto es, el de Ucrania en 2014, fue ingeniado principalmente por Victoria Nuland desde el Departamento de Estado. El instituto National Endowment for Democracy (NED) también se mostró activo en Rusia, respaldando a partidos de oposición, hasta que el Kremlin obligó a sus empleados a abandonar el país.

De tal suerte que sería justo decir que el Deep State no es una función ni de la CIA ni del FBI aunque, al mismo tiempo, el involucramiento de John Brennan, James Clapper y James Comey en el complot para destruir a Donald Trump es perturbador, conforme los tres lideraron la Agencia, la Oficina de Inteligencia Nacional y el FBI. Ellos se muestran desempeñando roles protagónicos a la hora de ejecutar esa conspiración, aunque bien pudieron no operar por propia cuenta. Casi ciertamente, lo que pudieron haber hecho debió ser autorizado, implícita o explícitamente, por el ex presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, y por otros en su equipo de seguridad nacional.

Hoy se sabe que John Brennan, Director de la CIA bajo el presidente Barack Obama, creó una Furza de Tareas Anti-Trump con alcance interagencias, a comienzos de 2016. Antes que trabajar contra amenazas externas genuinas, esa fuerza especial desempeñó un rol central al momento de crear y alimentar el meme que rezaba que Donald Trump era una marioneta de los rusos y un títere de Vladimir Putin -afirmación que aún surge periódicamente hoy día. En trabajo mancomunado con Clapper, Brennan fabricó la narrativa que versaba que Rusia había 'interferido con las elecciones de 2016'. Brennan y Clapper promocionaron ese relato, aún cuando sabían muy bien que Rusia y los Estados Unidos habían ejecutado una amplia serie de acciones encubiertas uno contra otro, incluyendo operaciones informativas -durante los últimos setenta años-, pero hicieron de cuenta que lo que sucedió en 2016 era cualitativa y sustancialmente diferente, aún cuando la 'evidencia' producida para defender esa hipótesis continúa siendo frágil o inexistente.

No obstante, quien esto escribe argumentaría que el comportamiento de los citados funcionarios, aún cuando se respaldaran en la explotación de recursos de inteligencia, no era instrínseco a las organizaciones que lideraron, que los tres eran integrantes del verdadero Deep State, el cual consiste de una mirada en forma de consenso frente a los modos de dirigir el país y que es compartido por casi todos los elementos que constituyen hoy al establishment estadounidense, con su poder político concentrado en Washington y su nodo financieron en la ciudad de Nueva York. No sería sorpresa que aquellos funcionarios del gobierno que se comportan como cómplices del proceso suelen ser recompensados con empleos extremadamente bien remunerados en el mundillo de las finanzas, sobre el cual nada conocen, aún cuando les llega el momento de 'jubilarse'.

El peligro consignado por el Deep State o, si se quiere, el Establishment, es que, si bien cuenta con un inmenso poder, sus miembros jamás han sido elegidos, como tampoco rinden cuentas. Aún cuando se reúnan realmente en secreto, operan a través de relaciones que nada tienen de transparentes; aunque los medios de comunicación son parte de ese sistema, no hay chances de que sus actividades sean expuestas. Uno observa que, mientras el Deep State es mencionado con frecuencia en los medios nacionales, se verifica poco esfuerzo para identificar a sus componentes y para examinar el modus operandi que les es propio.

En tal sentido, el argumento que insiste en la existencia de un grupo cohesionado de brokers del poder que en rigor controlan el país y son capaces de cooptar a aquellos que ostensiblemente se dedican a mantener seguros a los Estados Unidos, se vuelve más plausible sin necesidad de denigrar a las muchísimas -y muy honestas- personas que son empleadas por las distintas agencias de la seguridad nacional. Los conspiradores del Deep State no necesitan reunirse personalmente para confeccionar conspiraciones, conforme todos ellos comprenden a la perfección qué es lo que debe hacerse para mantener y resguardar su supremacía. Este es el verdadero peligro. La Administración Biden sin dudas demostrará, en los próximos meses, que el Deep State está entre nosotros, y que se ha vuelto más poderoso que nunca, en razón de que opera en el seno del gobierno, y en sus extramuros. El peligro real sobreviene con los Demócratas hoy a cargo, más adeptos a juguetear con esa política de consenso -la cual involucra falsas amenzas- que sus pares Republicanos.


Artículo original, en inglés


 

Publicado originalmente en Strategic Culture Foundation (Estados Unidos)
Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.