La Argentina de 2019: una competencia entre valoraciones negativas con el desquicio como común denominador
Hacia un 2019 sin expectativas; una competencia entre males 'menores'.
23 de Diciembre de 2018
El campo de batalla es un escenario de caos recurrente. El ganador será aquel que controle ese caos -tanto el propio como el de sus enemigos.
Napoleón Bonaparte
* * *
A poco de ingresar la Administración del Presidente Mauricio Macri en su cuarto año de gobierno, su idilio con la ciudadanía parece extraviarse en una indetenible curva descendente. Así se desprende de los guarismos compartidos por variopintos estudios de opinión -allí donde, si bien el jefe de Estado mantiene una ponderación positiva digna de rescate, cabe consignarse que la percepción negativa de su figura se ha acentuado marcadamente. Naturalmente, este fenómeno parece traer consigo un aspecto de transitividad, por cuanto la valoración negativa de la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, también se ha incrementado de una manera nada desdeñable. Otro tanto sucede con referentes locales del conglomerado 'Cambiemos', alcanzando al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta aunque, en éste caso, el mencionado ha invertido un cuantioso esfuerzo en promocionar un aparente blindaje mediático desde cuyo centro se desparramaba abundante optimismo. En la caída del telón, sin embargo, aquél endeble servomecanismo de autopromoción ha terminado estrellándose -en razón de un infortunado combo compuesto por un tratamiento light hacia la delincuencia, ineficiencia policial (exempli gratia: incidentes previo al suspendido River-Boca), la inconveniente suscripción del PRO de la Ciudad a la avanzada criptoterrorista personificada en el feminismo, la asfixiante voracidad impositiva, y los devastadores prolegómenos compartidos por el más reciente temporal.
Con todo, el referido aspecto transitivo del problema no hallaría, necesariamente, margen para nutrir las perspectivas optimistas del espectro de oposición. En este particular concierto, la ex presidente Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner continúa tutelando una imagen negativa récord en la historia nacional -variable que el experto bona fide de la ingeniería electoralista del oficialismo, el ciudadano ecuatoriano Jaime Durán Barba, decidiera explotar desde los inicios, para propio provecho. En el terreno operativo, este nebuloso cálculo bien pudo haberle servido al Presidente de la Nación para alimentar y sostener su base de electores durante los años transcurridos; empero, la lectura inevitable que conmueve a analistas y votantes es que la consecuencia más visible de la mañosa estratagema ha contribuído a la reducción de las expectativas de Mauricio Macri de cara a las Presidenciales del año próximo: esta percepción explicita que el país ha sido depositado en una mesa de apuestas a doble o nada, con el solo objetivo de mantener vigente a la amenaza kirchnerista. Un funesto efecto marginal de la propuesta ha remitido a la insoslayable parálisis macroeconómica, en la cual los principales actores prefieren interrumpir inversiones y proyectos -habida cuenta de que el horizonte vuelve a fogonear la incertidumbe (principal enemigo en cualquier manual de negocios).
En idéntico tren de pensamiento, los célebres prohombres del soliloquio peronista 'anti-K' ya han concluído que las circunstancias que merodean a las Presidenciales por venir están lejos de ser las más saludables. Juan Manuel Urtubey -Gobernador de la Provincia de Salta y arquetipo del Niño Dilecto para el pejotismo de mesa chica de filiación centroderechista- ha empleado sentencias elegantes para eludir el compromiso que lo hubiese tenido por actor central en los próximos comicios. En algún taciturno promontorio, el Senador Miguel Angel Pichetto se ha dedicado someramente a verbalizar un ideario que versaba sobre el cumplimiento de la ley ante los medios de comunicación, acaso explorando la reacción de la opinión pública frente a discursos que aquélla buscaba oír -pero tampoco será, Pichetto, candidato a grandes cosas. Mientras tanto, Eduardo Alberto Duhalde -ex presidente de la Nación interino y arquitecto fundacional del Frente Para la Victoria- ha comenzado a ensayar la preconstrucción de una suerte de 'Club Alzheimer', buscando resucitar al economista Roberto Lavagna, quien se ha convertido -en el mejor de los casos- en un venerable anciano que disemina relatos de fogón en torno de pretendidos 'buenos viejos tiempos'. Invariablemente, la prerrogativa en mucho recuerda al Experimento Felipe Solá: el ex gobernador bonaerense obvió, en algún segmento de 2015, que un grueso de electores sub-40 (entiéndase: núcleo societario que constituye hoy no menos del 70% de los votantes) no tenía peregrina idea sobre su identidad. El tándem Duhalde-Lavagna está llamado a tropezar con la misma piedra que Solá. Apartado que, en el epílogo de cualquier prognosis, conducirá al tratamiento de los efectos perniciosos del consumo interno o, al decir suburbano, del vivir en la burbuja.
Puesto en limpio: mientras el Presidente Mauricio Macri -en persona y entre amigos- da fe del color negro azabache que exteriorizan sus expectativas encuestológicas y olfatea una derrota contra no se sabe quién, el peronismo antikirchnerista confiesa que no perturbará el sueño de 'Cambiemos' en octubre de 2019. Antes bien, pondrá de suyo para remover definitivamente a Cristina Kirchner de la ecuación con el objetivo de, tiempo después, reagruparse y salir a escena con propuestas republicanas -moméntum en que 'Cambiemos' ya haya arrojado al basurero sus últimos atisbos de credibilidad ante el electorado. De lograr reelegirse el jefe de Estado en 2019 -susurrarán los pejotistas-, sus dificultades no darán inicio un año después, sino dos: en 2021. Oportunidad en la que -así dicen ellos, al menos- se reordenarán las piezas con la mira puesta en remover al Presidente del poder e imponer los peronistas en marcha su maquinaria. Si eventualmente estas proyecciones de mediano plazo obtuviesen su correlato en la realidad, la República Argentina volvería (conforme lo dicta su enfermizo costumbrismo) a foja cero. Aunque será menester proceder con la debida cautela: los padecimientos no castigarán con exclusividad a Macri y a 'Cambiemos'; llegarán para la clase dirigente en su conjunto.
Deliberaciones plebiscitarias y politiquería aparte, será lícito consignar que el análisis emparentado con la licuación de las expectativas del cambiemismo no remite a mayores complejidades. El trust identitario del oficialismo se ha devaluado en razón de una confesa defraudación de expectativas ciudadanas. Allí donde el elector exigía soluciones y las trocaba por esperanza, el Presidente Macri y sus camaradas han replicado con un mix edificado sobre un intervencionismo estatal acentuado (AFIP, impuesto a las Ganancias, y relacionados), multiplicación descontrolada de planes y asignaciones sociales (cediendo a la extorsión de punteros políticos en el proceso), sobretensionamiento de la retórica progresista (allí donde el primer mandatario ha cedido incluso a la convicción fascista del feminismo), naturalización de la delincuencia común y organizada, fogoneo del desmadre institucional (la desordenada intervención de 'Cambiemos' en la Corte Suprema ha terminado por convertir al superior tribunal en un reducto de funcionarios acomodaticios que dirimen sus diferencias cuales vulgares barrabravas), y descarnado ninguneo para una ciudadanía que pugna a diario por el cumplimiento de la ley -la cual jamás ha solicitado, como se ha interpretado con mala fe, por el retorno de autoritarismos vetustos. Este raconto también podría ponderarse como un subproducto del desatino duranbarbarista, cuyo librillo exige que 'Cambiemos' sume votos a cualquier precio, provengan de donde provengan, y sin identificar verdaderamente qué problemáticas se imponen en el inconsciente colectivo para luego atender a su resolución. Ergo, y ante los intereses declaradamente contrapuestos de targets o audiencias diferentes, cualquier esbozo de solución resulta inconveniente para el gobernante de turno.
De tan laberíntico, el ejercicio intelectual personificado en Durán Barba ha optado por alejarse de la presentación de soluciones, para fenecer en el abrazo a un buenismo político que ha fracasado ruidosamente en los Estados Unidos de América, Colombia y Brasil -y que ya comienza a firmar su certificado de defunción en París, Berlín, Madrid y otras grandes urbes del Viejo Continente. Por todo lo alto -al decir de los españoles-, la proposición de la Casa Rosada de Mauricio Macri pontifica sobre interpretaciones que el concierto global ha estimado fallidas y que, curiosamente, hacen al aqua vitae de la sensibilidad socialdemócrata: amplificación de un Estado 'Para Todos' (subsidización con Estado de bienestar anárquico), corrección política, progresismo, confiscación impositiva, igualitarismo militante y reaccionario, 'gradualismo' económico, keynesianismo, utopismo y realismo mágico, amiguismo, nomenklatura.
En definitiva, la cosmovisión de Jaime Durán Barba, por caso, ha sido erigida a base de una táctica de retaguardia, que decididamente acumula carga negativa a futuro. Sin sonrojarse, 'Cambiemos' invita a renovar la peor costumbre de la dirigencia argentina en los últimos cuarenta años, la cual se sintetiza en el eslogan 'Votar al mal menor'. Una vez más.
Con todo, el referido aspecto transitivo del problema no hallaría, necesariamente, margen para nutrir las perspectivas optimistas del espectro de oposición. En este particular concierto, la ex presidente Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner continúa tutelando una imagen negativa récord en la historia nacional -variable que el experto bona fide de la ingeniería electoralista del oficialismo, el ciudadano ecuatoriano Jaime Durán Barba, decidiera explotar desde los inicios, para propio provecho. En el terreno operativo, este nebuloso cálculo bien pudo haberle servido al Presidente de la Nación para alimentar y sostener su base de electores durante los años transcurridos; empero, la lectura inevitable que conmueve a analistas y votantes es que la consecuencia más visible de la mañosa estratagema ha contribuído a la reducción de las expectativas de Mauricio Macri de cara a las Presidenciales del año próximo: esta percepción explicita que el país ha sido depositado en una mesa de apuestas a doble o nada, con el solo objetivo de mantener vigente a la amenaza kirchnerista. Un funesto efecto marginal de la propuesta ha remitido a la insoslayable parálisis macroeconómica, en la cual los principales actores prefieren interrumpir inversiones y proyectos -habida cuenta de que el horizonte vuelve a fogonear la incertidumbe (principal enemigo en cualquier manual de negocios).
En idéntico tren de pensamiento, los célebres prohombres del soliloquio peronista 'anti-K' ya han concluído que las circunstancias que merodean a las Presidenciales por venir están lejos de ser las más saludables. Juan Manuel Urtubey -Gobernador de la Provincia de Salta y arquetipo del Niño Dilecto para el pejotismo de mesa chica de filiación centroderechista- ha empleado sentencias elegantes para eludir el compromiso que lo hubiese tenido por actor central en los próximos comicios. En algún taciturno promontorio, el Senador Miguel Angel Pichetto se ha dedicado someramente a verbalizar un ideario que versaba sobre el cumplimiento de la ley ante los medios de comunicación, acaso explorando la reacción de la opinión pública frente a discursos que aquélla buscaba oír -pero tampoco será, Pichetto, candidato a grandes cosas. Mientras tanto, Eduardo Alberto Duhalde -ex presidente de la Nación interino y arquitecto fundacional del Frente Para la Victoria- ha comenzado a ensayar la preconstrucción de una suerte de 'Club Alzheimer', buscando resucitar al economista Roberto Lavagna, quien se ha convertido -en el mejor de los casos- en un venerable anciano que disemina relatos de fogón en torno de pretendidos 'buenos viejos tiempos'. Invariablemente, la prerrogativa en mucho recuerda al Experimento Felipe Solá: el ex gobernador bonaerense obvió, en algún segmento de 2015, que un grueso de electores sub-40 (entiéndase: núcleo societario que constituye hoy no menos del 70% de los votantes) no tenía peregrina idea sobre su identidad. El tándem Duhalde-Lavagna está llamado a tropezar con la misma piedra que Solá. Apartado que, en el epílogo de cualquier prognosis, conducirá al tratamiento de los efectos perniciosos del consumo interno o, al decir suburbano, del vivir en la burbuja.
Puesto en limpio: mientras el Presidente Mauricio Macri -en persona y entre amigos- da fe del color negro azabache que exteriorizan sus expectativas encuestológicas y olfatea una derrota contra no se sabe quién, el peronismo antikirchnerista confiesa que no perturbará el sueño de 'Cambiemos' en octubre de 2019. Antes bien, pondrá de suyo para remover definitivamente a Cristina Kirchner de la ecuación con el objetivo de, tiempo después, reagruparse y salir a escena con propuestas republicanas -moméntum en que 'Cambiemos' ya haya arrojado al basurero sus últimos atisbos de credibilidad ante el electorado. De lograr reelegirse el jefe de Estado en 2019 -susurrarán los pejotistas-, sus dificultades no darán inicio un año después, sino dos: en 2021. Oportunidad en la que -así dicen ellos, al menos- se reordenarán las piezas con la mira puesta en remover al Presidente del poder e imponer los peronistas en marcha su maquinaria. Si eventualmente estas proyecciones de mediano plazo obtuviesen su correlato en la realidad, la República Argentina volvería (conforme lo dicta su enfermizo costumbrismo) a foja cero. Aunque será menester proceder con la debida cautela: los padecimientos no castigarán con exclusividad a Macri y a 'Cambiemos'; llegarán para la clase dirigente en su conjunto.
Deliberaciones plebiscitarias y politiquería aparte, será lícito consignar que el análisis emparentado con la licuación de las expectativas del cambiemismo no remite a mayores complejidades. El trust identitario del oficialismo se ha devaluado en razón de una confesa defraudación de expectativas ciudadanas. Allí donde el elector exigía soluciones y las trocaba por esperanza, el Presidente Macri y sus camaradas han replicado con un mix edificado sobre un intervencionismo estatal acentuado (AFIP, impuesto a las Ganancias, y relacionados), multiplicación descontrolada de planes y asignaciones sociales (cediendo a la extorsión de punteros políticos en el proceso), sobretensionamiento de la retórica progresista (allí donde el primer mandatario ha cedido incluso a la convicción fascista del feminismo), naturalización de la delincuencia común y organizada, fogoneo del desmadre institucional (la desordenada intervención de 'Cambiemos' en la Corte Suprema ha terminado por convertir al superior tribunal en un reducto de funcionarios acomodaticios que dirimen sus diferencias cuales vulgares barrabravas), y descarnado ninguneo para una ciudadanía que pugna a diario por el cumplimiento de la ley -la cual jamás ha solicitado, como se ha interpretado con mala fe, por el retorno de autoritarismos vetustos. Este raconto también podría ponderarse como un subproducto del desatino duranbarbarista, cuyo librillo exige que 'Cambiemos' sume votos a cualquier precio, provengan de donde provengan, y sin identificar verdaderamente qué problemáticas se imponen en el inconsciente colectivo para luego atender a su resolución. Ergo, y ante los intereses declaradamente contrapuestos de targets o audiencias diferentes, cualquier esbozo de solución resulta inconveniente para el gobernante de turno.
De tan laberíntico, el ejercicio intelectual personificado en Durán Barba ha optado por alejarse de la presentación de soluciones, para fenecer en el abrazo a un buenismo político que ha fracasado ruidosamente en los Estados Unidos de América, Colombia y Brasil -y que ya comienza a firmar su certificado de defunción en París, Berlín, Madrid y otras grandes urbes del Viejo Continente. Por todo lo alto -al decir de los españoles-, la proposición de la Casa Rosada de Mauricio Macri pontifica sobre interpretaciones que el concierto global ha estimado fallidas y que, curiosamente, hacen al aqua vitae de la sensibilidad socialdemócrata: amplificación de un Estado 'Para Todos' (subsidización con Estado de bienestar anárquico), corrección política, progresismo, confiscación impositiva, igualitarismo militante y reaccionario, 'gradualismo' económico, keynesianismo, utopismo y realismo mágico, amiguismo, nomenklatura.
En definitiva, la cosmovisión de Jaime Durán Barba, por caso, ha sido erigida a base de una táctica de retaguardia, que decididamente acumula carga negativa a futuro. Sin sonrojarse, 'Cambiemos' invita a renovar la peor costumbre de la dirigencia argentina en los últimos cuarenta años, la cual se sintetiza en el eslogan 'Votar al mal menor'. Una vez más.
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@MatiasERuiz
Sobre Matias E. Ruiz
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.