Argentina: sinceramiento tarifario (tarifazo); paga el boludo
Claramente, la situación actual es tan ridícula como insostenible. El sistema está colapsado...
05 de Septiembre de 2016
'Sinceramiento Tarifario' es el nombre de marketing político barato que el PRO utiliza para promocionar el tarifazo. En pocas palabras, de lo que se trata es de subir las tarifas, retirar los subsidios, y de que sigamos recibiendo el mismo servicio deficitario, sin ningún plan concreto de inversiones a corto y mediano plazo por parte del sector energético o del gobierno. Solo promesas; brillante...
Claramente, la situación actual es tan ridícula como insostenible. El sistema está colapsado, dada la falta de inversión; las importaciones y subsidios equivalen al 80% del déficit fiscal. El ministro Alfonso Prat Gay, desde la lógica implacable de los aumentos previstos, propone una factura de electricidad promedio para un hogar que equivale al valor de una pizza grande. Por supuesto, tiene razón y el precio es ridículo. Pequeño inconveniente: es que su lógica y su análisis son sesgados; TODOS los precios en la Argentina están distorsionados. Entonces, para una gran mayoría de argentinos, los pesos que no van al pago de una tarifa real de los servicios públicos no se dirigen al ahorro, sino que se gastan en otros bienes y servicios -en muchos casos esenciales o primarios. Esto se le pasa por alto. Okey; paguemos los que vale internacionalmente la luz, pero quiero también lo que vale internacionalmente la nafta; quiero pagar un auto lo que vale en Estados Unidos; un litro de aceite de cocina lo que vale en otros países de Latinoamérica y, así, sucesivamente. De esta manera, los pesos que me ahorro en un blue-jean, en una comida, o en un televisor, los uso para pagar el gas, la luz, etcétera.
Un pequeño apartado merece el tema de cómo se establece el precio de los servicios. ¿Es el precio internacional o el costo de producción local con todas sus ineficiencias y distorsiones? Existe aquí una gran gimnasia, que consiste en transferir los costos por ineficiencias a los clientes por parte del sector privado -para certificarlo, solo basta con mirar al sector bancario. El Estado lo hace permanentemente con los ciudadanos que ya padecemos una carga impositiva brutal; siempre elige lo que mas les conviene. Nadie ajusta; solo lo hace el usuario, esto es, el ciudadano de a pie.
También se olvida el Estado de que parte de la distorsión de precios relativos que hoy exhibe la economía argentina, se debe la enorme carga de impuestos. Cuando un gobierno decide aumentar las tarifas de los servicios, nos ajustan a los consumidores, pero no al Estado; éste aumenta su recaudación por los impuestos que van de la mano de la tarifa. Si el problema es la tarifa, podrían no inflar aún más las facturas de servicios con impuestos proporcionales. Pero no; con eso, se hacen bien los tontos.
Otro cosa con la que se hacen los tontos es con las inversiones del sector energético: nos piden que paguemos anticipadamente, bajo la promesa de contar con un servicio mejor en el futuro. Es decir que les financiemos las inversiones con la que ellos ganan dinero. Negocio redondo.
Pero, ¡qué mal pensado soy! Si ellos vienen de sufrir durante una década debido al retraso de las tarifas y, por eso, no pudieron invertir. Esto sería una justa compensación.
En primer lugar, no conozco a ninguna empresa privada que se dedique a perder dinero durante años. Segundo: el retraso fue fuerte en los últimos años, y no antes. Han recibido subsidios millonarios. Que los usuarios no pagaran, no significa que ellos no cobraran por el servicio. Que haya tarifas altas tampoco garantiza las inversiones necesarias; de otro modo, miremos a las empresas de telefonía celular: éstas brindan un pésimo servicio a precios altísimos y sin regulación alguna.
Tampoco se ha dado a conocer ningún plan de inversiones del sector; ni por parte del gobierno, ni desde el lado de las empresas. No existe una política energética integral, ni a corto, ni mediano, ni largo plazo. Solo la urgencia y -como siempre-, que lo paguen los usuarios. Total; después, vemos.
Tomar deuda contra un plan de inversiones que asegure un mejor servicio y que vaya de la mano de un reajuste de las tarifas acorde con las mejoras, y qué el Estado arbitre y sostenga este proceso. Como sucede con cualquier proyecto de inversión grande -o con cualquier proceso en donde el esfuerzo sea repartido. Pero a nadie se le ocurrió esta alternativa. A fin de cuentas, ¿para qué? Si, total, que paguen; y listo. Si tienen que pagar lo mismo que una pizza, que no molesten. Cuando se suman todos los incrementos, ello da como resultado muchas pizzas. Otra consecuencia: el ciudadano no tiene como opción el dejar de comer... Sin mencionar que existe mucha gente que no puede pagar siquiera una sola pizza.
Otra falacia es anunciar que los subsidios y compras de energía representan el 80% del déficit fiscal. En el mejor de los casos, equivalen al 80% del déficit fiscal, que no es lo mismo. En el Estado, existen miles de gastos innecesarios e improductivos, que representan una proporción significativamente mayor que la de los subsidios a la energía. Pero no se habla de eso; tampoco nadie propone ajustes allí, donde sí sería necesario.
Siempre se propone la salida fácil: que pague el usuario; que se ajusten los ciudadanos -pero jamás lo hacen las empresas y, menos aún, el Estado Nacional.
Dale, que va. Total, paga el boludo.
Claramente, la situación actual es tan ridícula como insostenible. El sistema está colapsado, dada la falta de inversión; las importaciones y subsidios equivalen al 80% del déficit fiscal. El ministro Alfonso Prat Gay, desde la lógica implacable de los aumentos previstos, propone una factura de electricidad promedio para un hogar que equivale al valor de una pizza grande. Por supuesto, tiene razón y el precio es ridículo. Pequeño inconveniente: es que su lógica y su análisis son sesgados; TODOS los precios en la Argentina están distorsionados. Entonces, para una gran mayoría de argentinos, los pesos que no van al pago de una tarifa real de los servicios públicos no se dirigen al ahorro, sino que se gastan en otros bienes y servicios -en muchos casos esenciales o primarios. Esto se le pasa por alto. Okey; paguemos los que vale internacionalmente la luz, pero quiero también lo que vale internacionalmente la nafta; quiero pagar un auto lo que vale en Estados Unidos; un litro de aceite de cocina lo que vale en otros países de Latinoamérica y, así, sucesivamente. De esta manera, los pesos que me ahorro en un blue-jean, en una comida, o en un televisor, los uso para pagar el gas, la luz, etcétera.
Un pequeño apartado merece el tema de cómo se establece el precio de los servicios. ¿Es el precio internacional o el costo de producción local con todas sus ineficiencias y distorsiones? Existe aquí una gran gimnasia, que consiste en transferir los costos por ineficiencias a los clientes por parte del sector privado -para certificarlo, solo basta con mirar al sector bancario. El Estado lo hace permanentemente con los ciudadanos que ya padecemos una carga impositiva brutal; siempre elige lo que mas les conviene. Nadie ajusta; solo lo hace el usuario, esto es, el ciudadano de a pie.
También se olvida el Estado de que parte de la distorsión de precios relativos que hoy exhibe la economía argentina, se debe la enorme carga de impuestos. Cuando un gobierno decide aumentar las tarifas de los servicios, nos ajustan a los consumidores, pero no al Estado; éste aumenta su recaudación por los impuestos que van de la mano de la tarifa. Si el problema es la tarifa, podrían no inflar aún más las facturas de servicios con impuestos proporcionales. Pero no; con eso, se hacen bien los tontos.
Otro cosa con la que se hacen los tontos es con las inversiones del sector energético: nos piden que paguemos anticipadamente, bajo la promesa de contar con un servicio mejor en el futuro. Es decir que les financiemos las inversiones con la que ellos ganan dinero. Negocio redondo.
Pero, ¡qué mal pensado soy! Si ellos vienen de sufrir durante una década debido al retraso de las tarifas y, por eso, no pudieron invertir. Esto sería una justa compensación.
En primer lugar, no conozco a ninguna empresa privada que se dedique a perder dinero durante años. Segundo: el retraso fue fuerte en los últimos años, y no antes. Han recibido subsidios millonarios. Que los usuarios no pagaran, no significa que ellos no cobraran por el servicio. Que haya tarifas altas tampoco garantiza las inversiones necesarias; de otro modo, miremos a las empresas de telefonía celular: éstas brindan un pésimo servicio a precios altísimos y sin regulación alguna.
Tampoco se ha dado a conocer ningún plan de inversiones del sector; ni por parte del gobierno, ni desde el lado de las empresas. No existe una política energética integral, ni a corto, ni mediano, ni largo plazo. Solo la urgencia y -como siempre-, que lo paguen los usuarios. Total; después, vemos.
Tomar deuda contra un plan de inversiones que asegure un mejor servicio y que vaya de la mano de un reajuste de las tarifas acorde con las mejoras, y qué el Estado arbitre y sostenga este proceso. Como sucede con cualquier proyecto de inversión grande -o con cualquier proceso en donde el esfuerzo sea repartido. Pero a nadie se le ocurrió esta alternativa. A fin de cuentas, ¿para qué? Si, total, que paguen; y listo. Si tienen que pagar lo mismo que una pizza, que no molesten. Cuando se suman todos los incrementos, ello da como resultado muchas pizzas. Otra consecuencia: el ciudadano no tiene como opción el dejar de comer... Sin mencionar que existe mucha gente que no puede pagar siquiera una sola pizza.
Otra falacia es anunciar que los subsidios y compras de energía representan el 80% del déficit fiscal. En el mejor de los casos, equivalen al 80% del déficit fiscal, que no es lo mismo. En el Estado, existen miles de gastos innecesarios e improductivos, que representan una proporción significativamente mayor que la de los subsidios a la energía. Pero no se habla de eso; tampoco nadie propone ajustes allí, donde sí sería necesario.
Siempre se propone la salida fácil: que pague el usuario; que se ajusten los ciudadanos -pero jamás lo hacen las empresas y, menos aún, el Estado Nacional.
Dale, que va. Total, paga el boludo.
Seguir en
@
Sobre