SOCIEDAD: NORBERTO LOPEZ CAMELO

(In)seguridad: ¿un plan premeditadamente orquestado?

En el clima cultural vigente a lo largo de los últimos quince años...

18 de Abril de 2015
En el clima cultural vigente a lo largo de los últimos quince años, se ha afianzado en la Argentina el costumbrismo de explicarlo y justificarlo todo más allá del mandato legal de retribuir un ilícito con la pena condigna. La meta parece coincidir con la búsqueda de atajos y tecnicismos desde los cuales justificar toda conducta que transgrede normas y leyes. En este sentido, de lo que se trata es de acotar -e incluso relativizar- las sanciones existentes en el Código Penal, con miras a conseguir su reforma. A la postre, los abolicionistas persiguen poner por escrito lo que ya es cotidiano en la praxis de muchos magistrados de la Nación.

La pseudodoctrina conocida cifrada como 'abolicionismo penal' ha influído notoriamente en la formación de abogados, estudiantes de derecho y funcionarios judiciales en todo el país. Esta suerte de escuela ha hecho de norte para el grueso de decisiones controvertidas y ha logrado colocar a su máximo referente -Eugenio Zaffaroni- en uno de los sillones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Complementariamente, y en simultáneo, se fueron ingeniando políticas de (in)seguridad, y se fogoneó hasta el hartazgo el desprestigio de las fuerzas de policía. En este apartado, las purgas de formulación e implementación indiscriminada nada han León Arslaniansolucionado, salvo quizás para demonizar a la institución policial; bajo este precepto, el policía es el enemigo a combatir. Poco a poco, el delincuente convirtióse en la víctima del sistema. Al cierre, Gendarmería Nacional migró de las fronteras (cuya protección coincide con su mandato y razón de ser) a las rutas y villas. Elementos de Prefectura Naval Argentina abandonaron ríos y mares para ser destinados al cumplimiento de una tarea para la que jamás fueron preparados. Y nada es casualidad.

Emergieron conceptos mágicos tales como 'camaritas', 'policías locales', 'policías comunales' -todos ellos, promocionados cual panacea. La propia dirigencia política 'compró' este libreto, para fabricar una ilusión que luego sería comerciada a la ciudadanía.

Al momento de apelar a la propia memoria, destaca un sinnúmero de pretendidas políticas de seguridad que fracasaron miserablemente; los costos -naturalmente- aterrizaron sobre el regazo de la sociedad, en forma de verdadero baño de sangre. Pero ese quebranto también fue depositado sobre los hombros de la policía, invocando ese porcentaje de inescrupulosos y corruptos que, en rigor, toda profesión registra.

Las fuerzas de policía terminaron siendo coartadas en su margen de acción, con su faena limitada a 'hacer presencia' y, en el mejor de los casos, a 'hacer flagrancia'. Infortunadamente, en algunos casos, la flagrancia caratula al delito como 'tentativa': por citar un ejemplo, delitos tales como el robo automotor ven reducidas sus penas de un tercio a la mitad.

Los 'pibes para la liberación' están afuera; el Vatayón Militante, adentro. Las cárceles terminan convirtiéndose en el último eslabón del aparato penal, sitio donde sus 'clientes' terminan de graduarse en el delito, con sueldo y vacaciones pagas.

En este ancho y espeso océano de tartamudeos ideológicos, la Argentina fue corriendo del centro a la variable del delito, para reemplazarlo por 'razones sociales'. Realidad fácilmente comprobable en el fuero penal, que mayoritariamente abrazó el pernicioso credo del abolicionismo zaffaronista.

En cualquier caso, la realidad no detiene su marcha. La criminalidad y el narcotráfico son vedettes en los medios independientes; las papas queman y algo debe hacerse. Es en este lapso donde el movimiento cosmético aceita sus mecanismos: se crean policías comunales, policías locales, policías deportivas... En seis meses, se participa de un cursito y todo listo. El agente ya porta gorra, pistola y chapa.

La prevención policial no remite exclusivamente a la presencia; es conocimiento, información, táctica y estrategia, para anticiparse al delito y a sus perpetradores. Pero no es lo que está sucediendo y, adicionalmente, una extensa lista de fallos judiciales han eliminado facultades policiales de prevención como los álbumes de 'modus operandi' o la actitud sospechosa, el merodeo, la vagancia, etcétera. La policía, reducida a una mínima expresión, no funciona. Como ya se dijo: nada es casualidad.

El universo del delito y su arquitectura progresista de reproche penal se ha convertido en una perversa inmensidad, construída sobre la ausencia. Las víctimas nunca están en ninguna parte. Incluso la cadena perpetua se ha planteado como inconstitucional, en su carácter 'cruel, inhumano y degradante' para los pobres muchachos homicidas. Mientras tanto, miles de enlutados lloran a miles de silenciados, condenados a una 'ausencia perpetua' provocada por manos asesinas y sentencias impunes -todo a contramano de la dignidad humana.

¿Será todo parte de un plan maestro? ¿Son los padres de la inseguridad adalides de los derechos de unos pocos? ¿O serán, acaso, grandilocuentes pensadores que dedican su vida a redoblar la apuesta?

Quien esto escribe, sólo puede estar seguro de una cosa: si fallan, no serán ellos los responsables. Las alforjas de la policía y del poder judicial ortodoxo serán siempre extra grandes, para que continúen depositándose allí los fracasos pensados por otros.


* Foto de portada: León Arslanian, aspirante a la Corte Suprema de Justicia por el kirchnerismo | Crédito: ElLiberal.com.ar

 
Sobre Norberto López Camelo

Comisario General (Ret.). Ex Superintendente de Investigaciones de Tráfico de Drogas Ilícitas (Provincia de Buenos Aires, Argentina), entre 2007 y 2009. Publica regularmente en su blog 'Narco en 3D'.