POLITICA: MATIAS E. RUIZ

La guerra privada de Cristina contra el mundo, vía interpósita persona

El domingo 5 de agosto de 2007, el columnista dominical del matutino La Nación, Joaquín Morales Solá, publicó el trabajo...

01 de Julio de 2014

'Qui gladio occidit, gladio occisus erit'

* * *

El domingo 5 de agosto de 2007, el columnista dominical del matutino La Nación, Joaquín Morales Solá, publicó el trabajo intitulado 'El país debe volver al mundo', dice Cristina Kirchner -confeccionado sobre la base de comentarios compartidos de primera mano por la entonces candidata a la Presidencia.

Entre otros conceptos, Fernández Wilhelm apuntaba:

-'Cuando había que resolver el hambre de muchos argentinos, la política exterior pasó a segundo plano y debimos vivir un poco encerrados. Eso ya pasó'.
-'La Argentina se incorporó al mundo en estos años con el vigor de sus exportaciones'.
-'Tenemos que aprender de los grandes países. Sus embajadores son también los embajadores de sus economías, de sus empresas y de sus intereses comerciales'.
-'Dije en Europa que ellos [los europeos] conviven con [Vladimir] Putin, pero a éste se lo acusa de haber matado a una periodista y a un disidente. Chávez no ha hecho eso (...)' '[Chávez] Ha sido elegido democráticamente, pero no le hace bien su gestualidad para la mirada internacional de la democracia venezolana'.
-'Y no es bueno [como hizo Hugo Chávez] meter a los militares en un sistema de partidos o en corrientes ideológicas. Ellos están para otra cosa'.
-'Hay que abandonar el terreno de la discordia entre el campo y la industria, o entre el mercado interno y el externo. Todo es importante. ¿Por qué vamos a despreciar nuestro campo, el más competitivo del mundo con progresos que asombran? ¿Por qué vamos a descuidar la industria donde hemos hecho progresos importantes y que sirve para dar mano de obra intensiva a muchos argentinos? La diversificación de la economía nos permite, además, estar a salvo de los vaivenes económicos internacionales'.
-' [Queremos] un país capitalista con acento en las exportaciones y en la "marca Argentina" instalada en el mundo. Un país con el necesario equilibrio social también'.

Mucho antes de ultimar el texto, el redactor estrella trazaba una poética pero incomprobable proyección respecto de su interlocutora:

'Sus viajes por el mundo en los últimos cuatro años le han dejado una pátina perceptible. Ha visto los grandes países, sus procesos de crecimiento, sus límites y sus conflictos. Parece haber aprendido sobre lo que se puede hacer y sobre lo que no se puede hacer'.

Con el correr del tiempo, el promocionado rendez-vous transmigraría en una remota novatada. Sus protagonistas, un articulista pomposamente crédulo y una aspirante a cargo público demasiado bien predispuesta para el embuste. En tan solo siete años, la viuda de Kirchner torció el eje de sus promesas hasta pisotearlas sin misericordia: las agendas de la República Argentina y la República Bolivariana de Venezuela se fusionaron hasta lo intolerable; la persecución macartista montada por la Casa Rosada contra sus oponentes obró a pies juntillas del libreto chavistoide; el comercio exterior y los mercados (externo e interno) implotaron a manos de la impericia de los funcionarios oficialistas; el sector agropecuario continúa siendo catalogado como letal y primigenio 'enemigo' del modelo; y las Fuerzas Armadas han sido sometidas -desde el primer soldado raso hasta el último general, brigadier o almirante- al insaciable y codicioso imperio del Frente para la Victoria.

Para rematar el oprobioso cuadro, el comando de las Relaciones Exteriores ha quedado en manos del incompetente Héctor Timerman y el aquelarre sablista de La Cámpora. Aún cuando el vástago imperfecto de Jacobo circule hoy megáfono en mano por todo Washington, D.C. (embajada argentina incluída) para proclamar que le urge, desesperadamente, abandonar su cargo, su legado de perjuicios contra la imagen del país se extenderá por generaciones. Al maltrato del difunto Néstor Kirchner contra el ex mandatario estadounidense George Bush en Mar del Plata le sucedió el corte de precintos de material sensible portado por militares americanos perpetrada por el propio Timerman en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini; vale decir, que la Presidente no solo incumplió su proposición de devolver a la Argentina al concierto internacional: por vocación o por capricho, se esforzó en potenciar nuestro ya gravoso status aislacionista. Siempre a través de devaluados alter egos, y desde la obscuridad, como cuando Guillermo Moreno fuera designado por Ella para dinamitar preventivamente la relación con Brasilia.

El escabroso contexto pre-default parece haber empujado a Cristina a triplicar la apuesta, conminando a Axel Kicillof promover a una cuasi-declaración de guerra contra la Casa Blanca de Barack Obama porque, en el entremés del desconocimiento más abyecto, la dueña de la pelota presupone que el tinglado político norteamericano reproduce fielmente los vicios de la dirigencia política autóctona, acostumbrada al apriete y el secuestro extorsivo de la administración de justicia. Para qué recordarle las tribulaciones de Richard Nixon, quien debió abandonar el edificio del 1600 de la Avenida Pennsylvania luego de que, por votación unánime, la Corte Suprema de su país le ordenara entregar grabaciones del Salón Oval que a la postre lo sepultarían en la maloliente ciénaga del Watergate. A tal efecto, un detalle de color: cinco de los jueces del superior tribunal habían sido propuestos para sus respectivos cargos por el jefe del Ejecutivo; pero ninguno de ellos iba a permitirle evadirse por la vía del contempt [desacato] -aunque mediase privilegio presidencial.

El resto del mundo civilizado tampoco parece mirarse en el espejo de las extravagancias de Cristina: para qué refrescarle, sino, los prolegómenos del Mani Pulite, evento en el cual la clase política italiana procedió a una sana autodepuración, tras caer en cuenta de que la Prima Repubblica estaba viéndose carcomida por el carcinoma de una corruptela sin límites. Silvio Berlusconi, por su parte, también podría ofrecer elocuente testimonio frente a cómo los jueces la emprendieron contra su persona, sin que el caudal de riqueza, poder e influencias acumulados por el sórdido Cavaliere les hiciere temblar el pulso. Mientras tanto, el ex jefe de Estado francés, Nicolas Sarkozy, acaba de ser detenido por la policía judicial de su país, para que se explaye ante los tribunales a raíz de una sospechosa cadena de favores orquestada durante su mandato.

Ya fuere por antojo, manía o lisa y llana arbitrariedad, la 'Presidenta de los Argentinos' prefirió aferrarse a la amistad tardía de Vladimir Putin y a las tropelías ordenadas por éste en el teatro de operaciones ucraniano, solo porque el orbe occidental le recordó que llegaría el momento de cumplir con los compromisos asumidos. Echando mano de idéntico desvarío, continuó fogoneando -hasta la derrota- el convenio de impunidad con la Irán del eyectado Mahmoud Ahmadinejad -en el preciso momento en que Teherán coadyuvaba material, financiera y logísticamente a Basher al-Assad en la masacre sistemática de decenas de miles de ciudadanos sirios. No faltan quienes han atribuído las pendulantes reacciones de la viuda al despecho, una vez notificada ella de que Barack Hussein Obama jamás la recibiría en la Casa Blanca -como lo hizo con el resto de los mandatarios sudamericanos.

Hoy se asiste al ocaso de la baladronada bautizada como 'democratización de la justicia': el Vicepresidente pende de un hilo y el sumario contra Campagnoli se agota (con lo cual el pleito jurídico versus el sollozante y atormentado Lázaro Báez goza de buena salud).

El círculo termina de cerrarse, casi con el mismo trazo que le diera forma desde los comienzos, esto es, por interpósita persona. De otro modo, no podría explicarse que personeros del FPV -vaya uno a saber, comisionados por quién- se muestren hoy tan inclinados a negociar en el parlamento la eventualidad de una salida anticipada para la Señora. Esa que, no hace mucho tiempo atrás, había aterrizado para llevarse al mundo por delante y para 'ir por todo'. Y que también resulta ser la misma que se aferra hasta el cansancio al imperativo de cobijar a Amado Boudou porque, más tarde o más temprano, 'irán por ella'.

Cuánta razón tiene.

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.