POLITICA: MATIAS E. RUIZ

"Serás lo que debas ser, o no serás nada"

Sobre las endebles y dubitativas proyecciones del espectro opositor al cristinismo, después de los eventos históricos del 8N.

15 de Noviembre de 2012

El sonoro cacerolazo nacional del 8N ya tuvo lugar. Sus efectos, sin embargo, aún permanecen. Muy a pesar de las declaraciones peyorativas que compartiera la Presidente de la Nación -claramente orientadas a desacreditar la protesta-, lo cierto es que el impacto se sintió en el seno del Gobierno Twitter, Matías E. RuizNacional. Se sugiere, a fin de cuentas, no reparar demasiado en la política negacionista oficial: personeros y funcionarios del poder ya no le hablan a la ciudadanía, ni a su propia militancia. Solo trazan expresiones espasmódicas tendientes a congraciarse con el favor de la primera mandataria.

Conforme supo apuntarse desde estas líneas, fue la importante movilización llevada a cabo en las inmediaciones de la Quinta de Olivos lo que más golpeó en la ya comprometida estabilidad emocional de Cristina Elisabet Fernández Wilhelm. En este colorido y tan particular capítulo oteado el 8 de noviembre, deben rastrearse los comentarios lanzados por la jefe de estado hacia su núcleo íntimo, en el sentido de que será hora de desactivar la ensoñación re-reeleccionista. Quedarán para el tratamiento del radiopasillo las sugerencias propuestas para que la viuda de Kirchner haga las valijas y se dedique a disfrutar de una merecida licencia que, por cierto, no la devolvería a la Casa Rosada.

Es que el cristinismo, como tal, está liquidado. Se abre ahora una etapa de desprolija transición, en donde los devaluados albaceas del modelo comenzarán a digerir las eventualidades del fin de ciclo. Por cierto, solo queda por delante la planificación de cara al 7D. Lastimosa batalla épica o laberinto sin salida aparente, que el gobierno federal ya piensa en resolver por la vía del reparto discrecional de las licencias explotadas por el Grupo Clarín. Con el agravante de que la judicialización del affaire solo conducirá a que el multimedio se obsequie mayores dosis de tiempo, y el agregado de que la Gendarmería Nacional -se sabe- ya no tomará parte de la charada. La variable desatanudos del intríngulis, finalmente, solo puede encararse arrojando por la borda toda herramienta legal de valor apreciable, y dejando la resolución del problema a movilizaciones espontáneas acaso configuradas por parte de las juventudes neohitlerianas cercanas a Balcarce 50 y al apelativo de 'hacer cumplir la ley'. Pero la postulación retórica del combate acusa, desde el vamos, dos errores de juicio de ominosa relevancia. En primer término, el próximo-pasado cacerolazo del 8N ha herido de muerte a la capacidad convocante del cristinismo: las comparativas entre la demostración pública de hace una semana y la ingeniería de traslados de militantes pro 7D dejarán un indeleble sabor a poco. En segundo orden, la invitación al cumplimiento de las leyes adolece de una nociva falta de credibilidad, en vista de episodios tales como la tragedia de Once, el Caso Ciccone y otros muchos. El circuito oficialista arriesga, pues, a un último recurso que cabalga sobre magras probabilidades de éxito. La certeza de la sumatoria de nuevas derrotas comienza a arrojar sombras sobre la maquinaria gubernamental de propaganda, deshilvanando la moral partidaria y aislando -todavía más- a la figura presidencial. Luego de lo cual podrá concluírse -sin temor a error- que los notables cerebros del gobierno (Zannini, Kunkel, Verbitsky, Laclau y Braga Menéndez) le han fallado a la Presidente. Los nombrados han terminado estrellando la brújula contra la pared, y los errores comunicacionales acumulados solo logran compartirle más daños a la percepción pública que se tiene de la Jefa. En este contexto, se multiplica el garabateo insomne de las medidas más irracionales, como la que ya se analiza [y se comenta] seriamente en los pasillos del Ministerio de Economía y la AFIP: promover a un brutal congelamiento de precios y salarios, de cara a los albores de 2013.

En el mismísimo epicentro del barullo, no es el kirchnerismo en su versión cristinista el ámbito que debería concentrar la totalidad de las miradas sino, antes bien, el espectro opositor. Llama severamente la atención que, vista la ruidosa convocatoria ciudadana a las puertas de la Quinta Presidencial, aspirantes de la vereda de enfrente como Daniel Osvaldo Scioli o Mauricio Macri busquen -cada uno a su modo- congraciarse con el favor de CFK para sucederla en el polvoriento sillón de Rivadavia. El Gobernador de la Provincia ha echado mano de esa prerrogativa tratando la cuestión en modo face to face con la Señora Viuda. El alcalde porteño ha elegido otro camino, algo más clandestino: consolidar el colaboracionismo con el FPV en la Legislatura para la consolidación de negocios en común, y disfrazando esos convenios mediante la puesta en escena de peleas de novios pour la gallerie. En buen romance, dígase que los aspirantes a la Presidencia juegan a no pelearse con Cristina Kirchner, en tanto se preocupan -tibiamente- por no confrontar con los caceroleros. Quedar bien con Dios y con el diablo, podrían apuntar los portadores de la socarronería politiquera. Y es sabido que la formulilla jamás suele conducir a final feliz alguno.

En tanto Macri se sonríe con ingenuidad porque cree haber sorteado el 8N -evitando que los manifestantes se apersonen también a las puertas de su domicilio en Barrio Parque-, tropezó en la varilla con que mide ese éxito: los ciudadanos movilizados no tienen en su programa ser tolerantes ni condescendientes con los embajadores de las medias tintas. Ello no implica el empleo de la violencia y la agitación (conforme ha quedado demostrado), pero comprenden que cualquier postura negociadora de la dirigencia con un gobierno sin credibilidad alguna sería francamente inaceptable. La negociación de listas por debajo de la mesa y las treguas pobremente disfrazadas podrían, fácilmente, quedar en evidencia en el futuro. Después de todo, la sociedad ha salido a las calles para demostrar fehacientemente su repudio a los modos corruptos encarnados por jueces, funcionarios públicos y operadores cercanos al poder, sin identificar mayormente el origen político de aquellos. En definitiva, la gente no tomó las calles, avenidas y plazas del país para propinarle un golpe devastador al sistema: su intención es promover a un cambio que pueda tornarlo potable. De tal suerte que cualquier novedosa expresión política que arribe a la Casa de Gobierno con la pobre meta de que nada cambie, perfectamente podría convertirse -en algún futuro- en el objeto de la furia del ciudadano de a pie.

Se ha dicho que la administración a consciencia del propio silencio se parece en mucho a la promoción de ventas: esta no fue diseñada para extenderse eternamente en el tiempo. Posturas ambivalentes como las de Daniel Scioli o del intendente de Tigre Sergio Massa (un eterno indeciso) no solo llevan consigo el germen de la duda, sino también el del fracaso prematuro. Es poco recomendable hacer de la indecisión un estilo; no cuando la ciudadanía exige, cada vez echando mano de mayores decibeles, soluciones a las problemáticas que la aquejan y, desde lo táctico, el procesamiento y la condena efectiva de agentes gubernamentales envueltos en indelegables operaciones de corruptela.

La fraseología que encabeza el presente trabajo, adjudicada al General Don José de San Martín, viene a confluir -como las líneas oblicuas que aparentan ser paralelas- con otra vieja sentencia: 'No ayudes a quien no desea ser ayudado'. El pueblo no exige demoler los preceptos democráticos; reclama referentes que puedan oficiar de dignos representantes de aquellos, pero que arriben de la mano de posturas claras y sin agendas dobles o secretas. En el dicho y en el hecho. La ciudadanía demanda que quienes aspiren a representarle, principalmente, tengan bien en claro que quieren ser. Y no solo parecer.

 

Matías E. Ruiz, Editor