SOCIEDAD: POR EL DR. NORBERTO ZINGONI, PARA EL OJO DIGITAL

"Y es así: quien no entiende al peronismo, no entiende al país" - Primera parte

De esta manera se expresa el prestigioso científico argentino Mario Bunge. Concuerdo plenamente: no entender al peronismo torna imposible un análisis integral de los últimos sesenta años de la historia nacional. Quiero aportar al debate mi punto de vista, ampliamente desarrollado en mi libro sobre el peronismo de reciente aparición.

05 de Febrero de 2011

Puede afirmarse sin demasiada exageración que para conocer lo que le ocurrió al país en los últimos años hay que saber qué le ocurrió al peronismo.  El peronismo recorre desde su origen el espinel de la vida nacional de la segunda mitad del siglo XX. Eso lo reconocen muchos autores, en especial extranjeros, que  estudian al peronismo. Dice uno de ellos acerca de su investigación sobre nuestro país: “La intención de este libro es estudiar uno de los capítulos de la Argentina. En ese capitulo, explicar el peronismo fue sinónimo de explicar la Argentina”. [1]
 

 

Dos proyectos en pugna: el Proyecto del 80 y el Proyecto Justicialista plasmado en la Constitución de 1949

 

 Hubo, según mi opinión, dos proyectos abarcadores y nacionales aunque ninguno llegó a plasmarse del todo: el Proyecto del 80, basado en la derrota de los caudillos federales, en la Constitución de 1853 y en los principios liberales predominantes en Europa y estructurado como un capitalismo dependiente,  colonial, que tenía a Inglaterra como potencia dominante y receptora de nuestras materias primas, por una parte,  y por la otra, el Proyecto nacional-justicialista plasmado en la Constitución de 1949 que venía, luego de la 2da. Guerra mundial, a reemplazar aquél proyecto del 80, proyecto por entonces ya terminado o en vías de terminar como consecuencia de nuevas situaciones nacionales  como la integración de los inmigrantes o el advenimiento de los trabajadores a la cosa pública. Y también acabado por circunstancias internacionales tales como  el nuevo orden mundial que emergió de las dos guerras mundiales (14/18 y 39/45) y que dejaba anacrónica la alianza de los factores de poder de nuestro país con Inglaterra ante el advenimiento de un nuevo imperio: los EE. UU.

           

El Proyecto del 80 había sido un proyecto “para pocos”, que fue definido (pese a los reiterados intentos de comunicadores de revalorarlo) como de vacas gordas, obreros flacos y pueblo ausente.

 

“Durante sesenta y tres años, de 1883 a 1916 la oligarquía gobernó el país sin más inconvenientes que el choque de ambiciones y de codicias de sus propios constituyentes. El gobierno cesante elegía al gobierno entrante. El pueblo no era nada más que un productor de riquezas para otros. El país progresó exactamente en la medida que le convenía al extranjero y a su mediador nacional. El extranjero se reservó el mando directo de las vías de comunicación y de transporte y dejó a la oligarquía la tenencia efectiva de la tierra”, dice dice Scabrini Ortiz. *

Sin perjuicio de que el Proyecto del 80’ hiciera avanzar al país en sus números macroeconómicos, lo cierto es que  estaba ya agotado cuando surge el peronismo. Hipólito Irigoyen había dado el primer gran golpe contra el proyecto oligárquico incorporando a la  vida política al hijo del inmigrante y de las dos guerras mundiales emergió un nuevo orden mundial  que  dejaba anacrónica la alianza de los factores de poder de nuestro país con Inglaterra.

 


El Justicialismo era el Estado de Bienestar que Europa instauraría años después

 

El “Estado del bienestar” trajo a Europa casi cincuenta años  de desarrollo luego de su destrucción casi total  producto de la 2da. guerra mundial. Lo que Europa montaba a partir de la segunda guerra mundial ¡ya era en nuestro país una realidad desde 1943 hasta 1955!  Veamos cómo describe al “estado de bienestar” europeo uno de sus mayores tratadistas y comparemos honestamente si no parece una descripción del justicialismo fundacional: “Las demandas sociales a favor de una intervención del estado procedían de distintos sectores: de las organizaciones de los trabajadores –partidos y sindicatos-(…), de la clase empresarial, que quería contratos con el estado y su protección frente a la competencia extranjera; de los segmentos profesionales y administrativos de las clases medias, interesados en ocupar puestos de trabajo en el sector público  (incluyendo escuelas, hospitales y otros servicios); y de los campesinos, ansiosos por recibir subsidios estatales y tarifas proteccionistas”.[2]

 

 Los logros justicialistas como la protección social, el IAPI, los barrios obreros, los sindicatos, las escuelas, los hospitales, la industrialización con el diferencial de renta agraria, el ascenso social de los trabajadores y las clases medias, la integración social, pueden pasar perfectamente por logros del “estado de bienestar” europeo.

 

Todos los autores que estudiaron el Estado de Bienestar describen una situación similar a la que intentó el peronismo de los 50’ sosteniendo que aquellos trabajadores tenían ahora la oportunidad de comprar sus viviendas y adquirir bienes de consumo duraderos como coches, o electrodomésticos y sostiene que las políticas sociales se diseñaban para que los trabajadores recibieran la protección del estado en dos áreas clave,  la de las transferencias sociales (en forma de subsidio al desempleo, ayudas a la adquisición de viviendas, enseñanza, sanidad y seguro social) y la de la regulación del mercado de trabajo (con el propósito de proteger la estabilidad en el puesto de trabajo).

 

El Estado intervencionista era el factor fundamental del “estado de bienestar europeo” y es también uno de los ejes sobre el cual pivoteaba el gobierno justicialista con los Planes Quinquenales pergeñados por Perón y su ministro Figuerola.

 

La instalación del Estado del Bienestar justicialista a continuación del Proyecto del 80 hubiera sido muy beneficioso para el país. Ése era el camino correcto. Lo que transitamos, en cambio, fueron golpes de Estado, gobiernos débiles, máscaras y/o caricaturas de lo que pudo y debió ser.  El 17 de Octubre de 1945 se iniciaba una etapa que hubiera, no tengo dudas, conformado otro país. Pero no fue así. La contumacia de los sectores de la burguesía oligárquica y en especial los factores de poder que habían mandando en el país durante tantos años no pudieron soportar el advenimiento de un nuevo orden basado en el intervencionismo del Estado: el ascenso de la clase trabajadora, la fuerza de los sindicatos y un política exterior independiente. Como dice una autora, el odio desatado al advenimiento del peronismo lo era en algunos sectores –pequeños comerciantes, profesionales, clase media- más por motivos estético-sociales que por motivos económicos o políticos.“En realidad el peronismo lesionó a las clases medias menos en sus intereses económicos, y más, mucho más a través de sus pautas éticas y sus modelos culturales. En efecto, fue la supuesta ‘incultura’ del peronismo, esa ‘barbarie’ que asomaba en sus rasgos contraculturales y plebeyos, lo que más fastidiaba y afectaba la tranquilidad amenazada de las clases medias, más que nunca identificadas con los patrones culturales y estéticos de la cultura oficial, con el ‘buen gusto’, con la ‘cultura decente’.”*

 


El primer fracaso: el golpe de 1955

 

Luego del cruel bombardeo a civiles indefensos en junio de 1955 viene el golpe de Estado de setiembre de 1955 que Perón (una incógnita para la historia) no quiere detener. Pudiéndolo hacer, militarmente. Ese es un nudo de la historia poco estudiado por los historiadores profesionales.

 

La lucidez de Abelardo Ramos vio lo que se venía: una situación de empate absurdo y retardatario entre los dos Proyectos: “Si la Revolución Libertadora implica un retroceso, aunque en modo alguno el retorno al punto de partida, o sea el 3 de junio de 1943, tampoco llega la oligarquía a realizar su programa hasta el fin. El crecimiento del país y los grandes intereses industriales creados impiden esos propósitos de Rojas. De ahí que los libertadores (se refiere al golpe de Estado de 1955) se sientan tan frustrados como los peronistas. Ni la vieja Argentina ni la nueva logran vencerse de modo completo”.

 

La decadencia irremediable del país empieza allí, en setiembre de 1955. No busquen los politólogos en otro lado. Ya vimos cómo comienza una política errática en lo político y lo económico. Cómo se pierde el rumbo como país. Proscripción de las mayorías populares, golpes de Estado, asonadas, componendas entre gallos y medianoche. Baste pensar que mientras teníamos al mejor estadista de la mitad del siglo XX exiliado en Madrid (paseando los perritos) en Argentina fueron presidentes: Aramburu, Onganía, Levingston, Guido, Lanusse…

 


El segundo fracaso: el golpe de Estado de 1976

 

El segundo fracaso del peronismo fue no poder continuar en los años setenta la revolución social interrumpida en 1955. Perón volvía como el garante de una Argentina unida y solidaria. Descarnado. Cultísimo por sus años de estudio y contacto con los grandes líderes mundiales. Pero viejo y enfermo. Y allí éramos nosotros, la generación de los sesenta, los que debíamos tomar la antorcha. Que era, por otra parte, lo que el mismo Perón y la vieja generación peronista pedían.

 

Lamentablemente unos pocos jefecitos mesiánicos originados en la Juventud Estudiantil Católica y la Acción Católica (Firmenich, Ramus, Abal Medina, Mazza) constituyeron la organización militarizada Montoneros, (del ERP y Cia. no me ocupo ya que su ideología era marxista-leninista cuando no trozkista y nunca tuvieron nada  que ver con el ideario nacional y popular del peronismo, tema del cual me ocupo en esta nota). Montoneros fue una organización que militarizó la política, promovía la toma del poder por las armas y la imposición de un difuso “socialismo nacional”. Se incorporaron al Movimiento Nacional Justicialista por propia decisión (carta de Montoneros a Perón del 9/2/1971 dándole cuenta de la muerte de Aramburu). Nadie los llamó. Y conspiraron grandemente contra ese proceso que se iniciaba en los setenta. Frustraron, con su infantilismo pseudo revolucionario, no sólo a Perón, quemando sus últimas fuerzas, sino al gobierno justicialista y, de paso, a toda una generación (según el Indec, antes de su actual destrucción, los jóvenes entre 20 y 40 años éramos en los 70’, 6.900.000; demasiados para ser frustrados por unos pocos cientos de delirantes, muchos de ellos en el actual gobierno), una generación entera que aspiraba a una justicia social como nunca masivamente se había dado en la juventud de clase media que acompañaba al peronismo.

 

Así lo describe otro integrante de la generación de los ’70:

Y con todo respeto por los luchadores de aquellos años, hermanos con los que compartí sueños e ideales, quiero ahora arriesgar una hipótesis que sé que traerá escozores, pero que me parece debemos afrontar, al menos como una posibilidad más en el debate. Montoneros no fue la izquierda del Peronismo.

En los años 70, fue el intento neoperonista más lúcido para subordinar la clase trabajadora a una conducción pequeño burguesa radicalizada y terminar con el mito y con la conducción de Perón. Tanto Montoneros como otras organizaciones armadas y en especial, a partir del momento en que pretenden erigirse como conducción del proceso, se manifiestan como un fascismo de izquierda…(Jorge Rulli, www.bitácora-global.com.ar 15/4/2006).

 

 

El  Peronismo actual
 

Lo que viene luego del cruento golpe de Estado de Videla y cía. es un peronismo difuso, contradictorio, que pierde el rumbo de lo que fue su impronta original. Pasa –con el mismo rótulo de peronista- de un gobierno  neoliberal cavallista que es capaz de vender YPF a otro gobierno peronista promotor de Hebe de Bonafini (que reivindica a las guerrillas terroristas de las FARC, y ETA), y con ex montoneros en su seno. Nadie puede, si no se entiende el origen, entender al peronismo actual que emergió en 1983.
 

Mi opinión es que poco y nada tiene que ver con el verdadero peronismo, el peronismo original. Y trataré de probarlo en mi próxima nota. Y podrá comprobar el lector qué lejos estamos…Hubo en la última elección tres candidatos a presidente peronistas. En la que viene puede ser peor aún la dispersión, la división y, lo más grave, el hastío de los fieles votantes peronistas con sus dirigentes.
 

Llenamos de pobres el país ¡justamente nosotros, que nacimos con la advertencia de Scalabrini Ortiz!: No olvidemos que aquello que no se legisla explícita y taxativamente a favor del débil, queda legislado implícitamente a favor del poderoso. No es el poderoso quien necesita amparo legal. El tiene su ley en su propia fuerza.

 

Aumentamos la deuda externa, fuimos erráticos y confusos en el gobierno. Pasábamos sin rubor, siempre en nombre del difunto y –por supuesto cantando la marchita a voz en cuello- del neoliberalismo de Cavallo a la promoción de apoyo a las Farc y Eta y la lucha armada de Hebe de Bonafini. Pasábamos sin rubor de la enajenación de los recursos naturales (pecado venial contra el art. 40 de la Constitución de 1949) a la derogación de la cosa juzgada para sancionar a los militares (30 años después). Alegremente. Y así nos fuimos gastando la herencia, el legado y hasta los muebles del difunto. Y enriqueciendo a los vivos que se acercaban a los gobiernos peronistas sólo para medrar. También estos cantando “emocionados” la Marchita. (A propósito del enriquecimiento ilícito, me decía un viejo compañero de San Isidro, “che, doctor, vos que sabés tanto del peronismo decíme: cómo vamos a hacer la reforma agraria ahora si la mayoría de los dirigentes peronistas se compraron campos”. “Vamos a hacer la autoreforma agraria”, fue la única y estúpida respuesta que se me ocurrió).

Por eso creo que si no se hacía este pequeño recorrido por la historia del peronismo será difícil, si no imposible, ver qué ideas del peronismo siguen vigentes y cuales deberán ser dejadas de lado. En la próxima nota trataré de dar mi opinión acerca de qué valores del peronismo fundacional (e inconcluso) debieran ser rescatados por las nuevas generaciones políticas.
 


Por Norberto Zingoni, para El Ojo Digital Sociedad

Autor del libro “El peronismo, y la incógnita del país inacabado”, Ed. El Halep.com
e-Mail: nzingoni @ gmail.com

 


Referencias
 


[1] Federico Neiburg, Los intelectuales y la invención del peronismo, Alianza editorial, 1998.

*Raúl Scalabrini Ortiz, Irigoyen y Perón, Editorial Plus Ultra, 1972, pag. 14

[2] (Victor Pérez Díaz, La primacía de la sociedad civil, Alianza Editorial, Madrid, 2003, pag. 104).

*Maristella Svampa, Los que ganaron, Ed. Biblos,.

Por el Dr. Norberto Zingoni, para El Ojo Digital Sociedad