SOCIEDAD: POR RICARDO WHITE, PARA EL OJO DIGITAL

Para Gustavo Pulti, "que lo mira por tevé". Mar del Plata, en el podio de la inseguridad en el verano. Mafias de cuidacoches, limpiavidrios violentos y policías que se hacen los desentendidos

Se vuelve difícil entender cómo tantos turistas de la Capital Federal y el interior del país optan por Mar del Plata para pasar sus vacaciones y relajarse. En la llamada "Ciudad Feliz" solo sonríen los delincuentes, el intendente Gustavo Pulti y los polícias corruptos.

21 de Julio de 2010
La mayoría no se informa debidamente, pero vacacionar en la hermana república del Brasil siempre resulta más barato. Lo es, si se consideran costos directos e indirectos. En la eufemística categoría de "indirectos" hace su aparición la problemática de la falta de seguridad o "inseguridad", en el decir del lenguaje urbano al que nos han habituado los Kirchner y sus asociados en la administración de la res pública. Siendo uno de ellos el taciturno intendente de Mar del Plata, Gustavo Pulti. El que hace las veces de regente de "La Feliz" pues lo único que administra parecen ser desgracias. Invariable y obligadamente envuelto -junto con el Gobernador Daniel Scioli y el Gallego Aldrey Iglesias- en los suculentos negociados hoteleros y el famoso proyecto de mudanza de los boliches y pubs de la calle Alem hacia un sector lindante con la Base Naval, Pulti no tiene -o no se hace- tiempo para encauzar el problema de la violencia, que recibe con sus brazos bien abiertos y manchados de sangre a los turistas en cada temporada estival. Baste dar el puntapié inicial de esta nota con la memoria del Gobernador Scioli que, a los efectos de cuidar sus incontables negociados turísticos en Mar del Plata, optó por firmar la indefendible resolución de otorgarle la independencia al Partido de Lezama. En lo que a este episodio respecta, terminaron ganando la patota, la sinrazón y el autoritarismo. Los lezamenses, que tanto insultaron a La Plata y a su funcionario número uno, ahora le dedicaron pasacalles con la leyenda "Gracias, Scioli". Otra canallada más, en una nación conducida por canallas. Por su parte, y retomando la "cuestión marplatense", el intendente local Gustavo Pulti podría argüír que no puede ocuparse de la inseguridad pues él mismo es rehén del gobierno provincial y de la propia Policía Bonaerense, pero ello significaría un poco sincero ocultamiento de la verdad pues, de otro modo, no compartiría jugosos negocios con el sciolismo que tantas veces lo ha "extorsionado" para que no abandone el proyecto kirchnerista. Baste decir que Mar del Plata está lejos de ser la California argentina. Por sus calles y renovadas veredas -algo hay que reconocerle al alcalde local-, se pasean jóvenes mujeres de impactante belleza, ya sea a pie o en roller, junto a esbeltos y bronceados muchachos, tabla de surf en mano. Las alternativas para la evasión se presentan en la forma de nuevos restaurantes y cafés restaurados moderna pero espartanamente, los cuales le sientan más que bien al turista -especialmente porteño-. Las facturas y mediaslunas se cotizan como lo que son: las mejores del país, en función de la calidad del agua que beben los marplatenses. Detrás de cada mate playero, se observa una fulgurante sonrisa. Una interminable sucesión de monadas que servirían bien para la elucubración de más de un spot televisivo con ligero toque hollywoodense. Para no "embarrar" la composición, por cierto, solo basta con no recurrir a música de Kapanga, la Bersuit, Intoxicados, cumbia villera, los Fabulosos Cadillacs, reggaetón o cacofonías similares de impresentable procedencia. Sin embargo, no todo aquello que reluce es oro. Detrás de la dentadura perfecta, siempre se puede detectar el destello opaco de la enfermedad que, poco a poco y pacientemente, todo lo carcome. Cada verano, Mar del Plata renueva su título de capital nacional de la inseguridad. Las noches se vuelven, literalmente, tierra de nadie, y las mafias arriban con todo su arsenal para aprovechar la llegada de los turistas. Es cierto: los "trapitos" -"franelitas" les llaman aquí- no trabajan solo en el verano. Siempre "están". Pero en la temporada estival, también llega lo peor desde el conurbano bonaerense. Porque "con el barco, también vienen las ratas", dice la frase. Ya desde finales de diciembre, los cuidacoches comienzan a tomar posición, provenientes de las peores zonas de la provincia de Buenos Aires. Muchos de ellos arriban desde las villas miseria o asentamientos que se constituyen en el dolor de cabeza de millones de ciudadanos de bien a lo largo del año. En Mar del Plata, las mafias residentes de "trapitos" trabajan mayormente en la abandonada zona céntrica. A ellos hay que pagarles, además de abonar la correspondiente tarifa municipal de estacionamiento. El sinsentido cobra forma. Pero, a no engañarse: los agentes de tránsito que aporta el municipio tienen la estricta orden de no intervenir, apenas detectada la molestia de los que cobran en metálico por no dañar vehículos. Tampoco hay que molestarse: la policía bonaerense jamás acudirá al llamado de turistas perturbados por la violencia verbal o física que interpongan los "franelitas". Porque los agentes del orden en Mar del Plata también sacan provecho del "negocio". El que quiera leer, que lea. Así las cosas, el problema es que la Bonaerense también saca rédito del negociado "colateral" de los "trapitos", esto es, el robo de autoestéreos o de objetos de valor que los visitantes depositan en los asientos de sus vehículos, bien a la vista. Quienes perpetúan este negocio son los cuidacoches que solicitan abonos de forma compulsiva a lo largo del Bulevar Marítimo. Y, si se estaciona el auto en las playas cercanas al centro, pues mucho peor. Por supuesto, los limpiavidrios no podían estar ausentes de la "movida del verano". Y nadie entiende cómo es que los creativos de Cervecería y Maltería Quilmes jamás los hayan incluído en sus insufribles publicidades. Con la llegada del calor, cientos de limpiavidrios se movilizan hacia las esquinas principales para acapararlas, y se tomarán a golpes de puño y se trenzarán en batallas con elementos cortantes para tomar la esquina más cotizada, si es necesario. Ello tiene como resultado el incremento de actos de violencia en perjuicio de automovilistas desprevenidos, dado que, los limpiavidrios que perdieron la batalla son, por lógica, los menos "poderosos". En Mar del Plata, cualquiera sea la calle o avenida, es imposible no toparse incontables veces con estos individuos de mirada torba en el verano. Por cierto, aquí no es la Capital Federal: todos ellos portan cuchillos, navajas o similares. Y, como se cita en varios episodios ocurridos en las playas del sur, no dudarán en utilizarlos contra aquellos turistas que se atrevan a no pagar la cuota. Por aquella zona -Ricardo Fort Beach, la Caseta, etc.- la tarifa es de $30 por el día, si acaso se encuentra lugar. Ya se cuentan por decenas los casos de veraneantes que han terminado en el Hospital Zonal para hacerse atender sus heridas y recibir la vacuna antitetánica correspondiente. Ni siquiera los más voluminosos rugbiers se atreven con esta gentuza. Playa Grande tampoco es lo que era. Tal como se dice del futuro. El otrora glamour que exhibía la playa Biología -en el decir de los locales- ha dejado paso a un turismo que en mucho se parece al de la Bristol peronista. Durante enero, el problema se acentúa por la presencia de la conductora de almuerzos, Mirtha Legrand. Su programa, según dicen los residentes de Playa Grande, no convoca a lo "mejor" del turismo. Pero Biología también ha quedado en la picota a partir de la consabida -aunque poco promocionada- contaminación de las playas. La cuestión de los residuos cloacales continúa sin ver solución desde la Administración de Gustavo Pulti, ex candidato testimonial de Néstor K. A pesar de que el epicentro de la contaminación sigue siendo Santa Clara del Mar, las playas de La Feliz ya comienzan a exhibir la peor sintomatología. Si Ud. decide aventurarse en las aguas de cualquier playa local, no se extrañe si termina sus vacaciones con dolorosas infecciones en los oídos. Este problema es recurrente entre la población local, que cada verano sonríe socarronamente al ver cómo los turistas se entregan a las peligrosas olas, sin tener idea de cómo están las cosas. Y, ciertamente, aquí no es California, donde los guardavidas tienen órdenes estrictas del municipio para advertir mediante carteles cuando la contaminación es elevada. Como el intendente de Amity Beach -la localidad de fantasía en la película Tiburón, de Steven Spielberg-, "lo que sea para no espantar al turista". Ciertamente, el primero de los problemas que orgullosamente exhibe Mar del Plata en la temporada veraniega es el de la inseguridad. No tiene sentido abundar en los incontables casos de asaltos contra propiedades alquiladas mientras sus moradores se encuentran haciendo lentas caminatas por la Costa. El hecho es que, en esta ciudad, el recién llegado debe cuidarse solo. Olvídese de la Policía Bonaerense. No están allí para ayudarlo. Con suerte, si experimenta algún incidente desagradable, tendrá a la mano a algún agente de Prefectura Naval, que es vista con furibundo recelo por los agentes del orden locales, ante la posibilidad de que les estropeen el "negocio". Uno de los casos que más sacudieron a los bien informados de la Feliz tuvo lugar hace pocos meses cuando, el dueño de la cadena de tiendas deportivas Rossi-Rossi, llevó sus quejas a encumbrados funcionarios policiales porque, a pesar de abonar suculentas sumas en forma de sobornos y servicios adicionales, sus locales eran asaltados con sospechosa regularidad. El colmo de los colmos, en la Argentina de hoy, sobreviene cuando los pagos "adicionales" a los agentes de la ley ni siquiera alcanzan para hacerse de la menor tranquilidad. Es cierto: los códigos se han quebrado, incluso entre corruptos. En aras de explicar lo sucedido con Rossi-Rossi, una fuente policial se acercó recientemente a El Ojo Digital, para comentar: Siempre hay un comisario que no comparte con los de abajo lo que va juntando.... ¿Es el tránsito un problema indirectamente relacionado con la inseguridad? Algunos dirán que es así. Es que en Mar del Plata, el estacionamiento de vehículos en doble y hasta triple fila es moneda común. Hechos que tienen lugar frente a la atenta mirada de los agentes destinados a tal fin, y que no hacen demasiado para reprenderlos. La tradicional calle Güemes, con sus teatros y elegantes cafés, es el espacio donde el visitante de Mar del Plata también trae lo peor de sí. Las nuevas rampas para personas con movilidad reducida son ahora el objetivo predilecto para estacionar el rodado. La movilidad de las personas en silla de ruedas se vuelve, finalmente, todavía más reducida. A propósito. El porteño que viaja a la Feliz aprovecha la ausencia de "zorros grises" para dejar de respetar las leyes más elementales. Muchos se toman vacaciones, incluso de las buenas costumbres y del respeto al prójimo. Tal vez, a Pulti se le ocurra culpar a Mauricio Macri por la política de multas en la Capital, que ya comienza a ser estricta. Después de todo, ¿cómo se le ocurre al intendente porteño apretar tanto "las tuercas" como para que el turista vaya a hacer de las suyas en la Costa? Desde ya que no se puede esperar gran cosa de la Bonaerense en Mar del Plata, siendo que los comisarios se ocupan de utilizar los dineros de combustible para llenar los tanques de sus vehículos particulares. Para luego llamar falsa pero desesperadamente a la Jefatura Departamental para que les renueven el presupuesto... a apenas dos días de haberlo recibido. Bienvenido, señor turista, a la Mar del Plata de Gustavo Pulti, el Gobernador Daniel Scioli y el Gallego Aldrey Iglesias. Por cierto, ¿leyó alguna vez el periódico La Capital? Allí, jamás encontrará titulares negativos sobre el Gobernador, el intendente ni el establishment de la ciudad. Dicho sea de paso, el célebre arquitecto tucumano César Pelli ya presentó un interesante proyecto para repotenciar la vieja terminal de ómnibus y reconvertirla en un museo de arte. Por supuesto, todo se ve muy bonito en los planos. Pero espere a verlo terminado, con sus ejércitos de cuidacoches, limpiavidrios y mafias de taxis a un tiro de piedra. Por Ricardo White, para El Ojo Digital Sociedad. E-mail: elojodigital.com (arroba) gmail.com.
Por Ricardo White, para El Ojo Digital Sociedad. Artículo publicado por Seprin.com