POLITICA: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

Interferencias: la Presidente de la Nación apuntó contra los "Dinosaurios" pero es su gobierno el que se extingue

Un puñado de inevitables reflexiones acerca del episodio del helicóptero presidencial y las pretendidas interferencias, que ya está siendo utilizado políticamente y de manera activa por el kirchnerismo para generar una renovada cortina de humo.

21 de Julio de 2010
La Historia es abundante en ejemplos de emperadores, presidentes y líderes que -hallándose su Administración en la previa del ocaso- recurren a maniobras ingeniosas y grandilocuentes para desviar la atención de súbditos y ciudadanos de cara a los temas importantes. En épocas contemporáneas, no pocos analistas citan los casos de Margaret Thatcher y el peruano Alberto Fujimori, que exhiben como factor común el aprovechamiento de escenarios bélicos para salvar la propia imagen pública. Al gobierno conservador de la ex primera ministro británica, la aventura demencial ejecutada a lo tonto por el ex presidente de facto Galtieri en las Islas Malvinas, le vino al dedillo para reacomodar su índice de popularidad, que venía cayendo en picado. Fujimori, por su parte, no tuvo mejor idea en su momento que montar un impresionante despliegue militar para erizar los cabellos de sus vecinos ecuatorianos, que aparentemente querían hacerse de una porción de territorio soberano del Perú. El ex mandatario incaico, de raíces japonesas, también venía de acusar recibo de encuestas que no le extendían mayor crédito a su gobierno. En su caso particular, se valió también del crecimiento de su imagen que dejara la operación quirúrgica montada por efectivos de élite de las Fuerzas Armadas peruanas contra guerrilleros de Sendero Luminoso en la toma de rehenes en el asalto a la embajada japonesa en Lima. El resultado había salido perfecto: todos los subversivos exterminados; solo un rehén anotado como baja -por un ataque cardíaco-. En el operativo participaron elementos de la Fuerza Delta estadounidense, pero este es un detalle sin importancia. Y el presidente peruano supo aprovechar el escenario. Pero la prerrogativa del pan y circo se va tornando más trillada a medida que transcurren las décadas. Los manuales políticos son una suerte de libros de historia, que deben actualizarse permanentemente, bajo pena de caer rápidamente en desuso. En el planeta latinoamericano de esta nueva década perdida que será la de los años 2000 (salvo tal vez, para brasileños, colombianos y chilenos), el venezolano Hugo Chávez Frías ya se ha ocupado de explotar todos los casilleros posibles, dejándole escaso margen de acción a sus aburridos y predecibles pares de la América del Sur. Chávez ha echado mano de la amenaza de los "tambores de la guerra" contra los colombianos en incontables oportunidades, muy a pesar de que -tanto él como sus generales- sabe perfectamente que sus vecinos cafeteros podrían barrer con Venezuela en pocos días, como si de un paseo por el jardín se tratase. Pero, por cierto, el 70% de la población pauperizada de su país no atiende a detalles: en función de su escaso nivel educativo, no le queda otra que creerle a su presidente en su desenfreno de palabrerío arcaico y populista. El episodio que, en la Argentina, vino a poner sobre el tapete un audio reproducido por el canal C5N de Daniel Hadad -hoy, bien emparentado con el kirchnerismo-, en el que se aprecia una supuesta interferencia con amenazas hacia la vida de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner, se circunscribe en forma ineludible a los prolegómenos kirchneristas del pan y circo. Las referidas interferencias se oyeron -otra vez, supuestamente- entre medio de las comunicaciones que tuvieron lugar en un horario no especificado del pasado viernes 11 de diciembre entre pilotos de uno de los helicópteros de Presidencia de la Nación y la torre de control del Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery. De acuerdo a las transcripciones, se reportaron expresiones del estilo "Maten a la yegua" o "b...udos, maten al pescado" y, simplemente, "Mátenla". En ninguna instancia del informe se hace alusión directa a la Presidente de la Nación. En cualquier caso, la novedad fue sugestivamente dejada de lado hasta bien entrado el lunes 14, inicio de la semana laboral. Por cierto, el dato nunca iba a ser revelado durante el fin de semana, porque en tal caso no hubiera habido mayor aprovechamiento político. Elemental análisis de cabecera al que está obligado todo conocedor de los básicos del manual de propaganda del matrimonio presidencial. El efecto buscado hubiese pasado desapercibido para millones de ciudadanos, que invierten los fines de semana en sacudirse el estrés que dejan la oficina y los titulares de Todo Noticias o Diario Clarín (mal que le pese al Pingüinato, los medios que más concentran la atención). Entonces, hizo su aparición el lunes tan esperado. Los patagónicos meditaron entre propios y ajenos sobre el modo de explotar los alcances del affaire de las interferencias con mayor efectividad. Algunos sugirieron que debía convocarse a una conferencia de prensa para revelar la noticia. Aquella se llevó a cabo, pero la primera mandataria no trató la cuestión durante su desarrollo. De esta forma, dejó en offside a muchos medios de prensa que anticipaban eso mismo. Y la conferencia de prensa versó finalmente sobre la consolidación de un fondo con dineros del Banco Central, para abonar a los acreedores particulares de la deuda externa. Antes bien, Cristina esperó hasta llegada la tarde para despotricar contra el enemigo invisible de siempre, que vuelve a cobrar forma en la figura del rival por antonomasia de los kirchneristas de línea dura: los militares. La emprendió la Presidente de la Nación -otra vez- contra los uniformados, a los que denominó, cariñosamente "Dinosaurios". Los que siempre están. Los que siempre acechan al "paladín" desde las sombras. "Muchos episodios han pasado en estos días y nos dan muestras todavía de que los dinosaurios están", fue la oración de la que echó mano la esposa de Néstor Carlos Kirchner. De nada sirvió que alguno de los periodistas acreditados a la tardía presentación inquiriera -casi con tono socarrón- sobre la identidad de los extinguidos; Cristina Fernández replicó con la vaguedad que la ha caracterizado desde su llegada al sillón de Rivadavia: "Ustedes los conocen mejor que yo". Curiosa iniciativa la del núcleo duro oficialista. Los cercanos al matrimonio sugirieron abalanzarse nuevamente para echar pestes contra los militares, y de paso reclutar en la cruzada a los ciudadanos de ideología izquierdoide (pero con tarjeta de crédito), representados por aquellos partidos pequeños que Kirchner acaba de eliminar del mapa político gracias a su Reforma Política. Lo que en la práctica es algo así como convocar a los campesinos para luchar por la "reforma agraria", cuando se los acaba de despojar de las yermas tres hectáreas que explotaban. En el interín, la discusión eludirá las preguntas acerca de si el episodio fue armado por algún grupúsculo de kirchneristas sin ideas -tal como lo pretende el gobierno-. La temática de la confrontación otra vez echará luz sobre quiénes son los que se posicionan del lado de las Fuerzas Armadas y todo lo malo que el sector representa (en la visión oficialista, claro está), y quiénes se pondrán definitivamente en la vereda de la "defensa de la democracia", esto es, del lado de Cristina y su recalcitrante marido. Y, cuando de recalcitrancia se trata, allí estará otra vez el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández, para magnificar las sospechas de sus jefes políticos sobre los de uniforme, aunque con una pequeña salvedad: en esta ocasión, Aníbal se preocupó de decir que aquí no han tenido que ver las "Fuerzas Armadas de la Patria", sino otros. Los de siempre. Lo que sea con tal de aportarle un grano de arena más al manejo politizado de la noticia. Una manera elegante de condimentar la mentira, para sumar algún que otro crédulo más. De cara al hecho per se, sobresalen dos datos de disimulado interés. Primero: si la interferencia realmente tuvo lugar, ¿no es acaso válido preguntarse sobre los inexistentes mecanismos de seguridad de las comunicaciones de los aparatos que trasladan a la Presidente y sus figuras? ¿No sería la Ministro de Defensa Nilda Garré la responsable política por el caso, habida cuenta de que en la historia de la aeronáutica son incontables los casos en que aeronaves caen a tierra por interferencias en sus equipos de comunicación? Y, en segunda instancia, ¿por qué Cristina Fernández Wilhelm da por hecho que las personas que hicieron de elemento disruptor en la comunicación entre torre de control y pilotos del helicóptero se referían a ella, si jamás fue nombrada directamente? Este segundo approach al tema permite presuponer cómodamente que en el matrimonio patagónico existe una necesidad enfermiza de buscar la autovictimización permanente. Realidad sobre la que ya se acumulan innumerables pruebas, pero que cada día se contribuye a alimentar con pavorosa dedicación. En función de este estudio, se observa que la atención que el discurso presidencial -o el de Cristina- pone sobre los complots y las conspiraciones es ya exagerada. No se reporta esfuerzo igualmente dedicado a la solución de las problemáticas más agudas del país. Pongamos por caso, absolutamente nada ha hecho el gobierno federal para mejorar la situación de la seguridad ciudadana, ni desde las leyes ni desde la mejora en el trabajo policial. Ya ni siquiera se recurre a la fórmula política infalible -e igualmente inútil- de "poner más policías en la calle". Hasta se llega al ridículo del opuesto: el atribulado e igualmente oficialista gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, junto con su insostenible ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, quitaron miles de efectivos derivados a la seguridad urbana para buscar el vehículo que llevaba a la familia Pomar. Aunque parezca increíble, un núcleo de habitantes de la localidad de Pergamino se manifestaron para protestar por el tardío hallazgo del automóvil y los cadáveres. Fernando Pomar pudo haber sido el primer responsable de su destino y el de su núcleo familiar (ya sea por conducción imprudente o por oscuras actividades comerciales aún por develarse), pero sus conocidos se las ingeniaron para intentar disfrazar estas posibilidades. La Argentina que dejan los Kirchner como legado es ahora el mundo del revés, tanto a nivel de moralidad como de sentido común. Sobre la provincia de Buenos Aires de Scioli, mejor no hacer comentarios... En lo que respecta al hecho de las supuestas interferencias, sobresale un dato no menor: la Presidente de la Nación no ha cosechado la menor credibilidad en sus acusaciones. El abuso de la Cadena Nacional de Radio y Televisión para promocionar insípidos actos de gobierno y medidas que a nadie contribuyen a mejorar su estilo de vida han sido, seguramente, el gatillo para tan escasa llegada a la opinión pública. Nadie creyó jamás en la existencia de una conspiración para derribar al gobierno de Cristina Fernández, en tiempos pasados. ¿Por qué alguien debería creerle ahora su fábula de las amenazas por vía aérea? Puertas adentro, los Kirchner se aprestan ahora a desarrollar la próxima veta propagandística, esto es, la acusación inmediata en perjuicio de la figura de Eduardo Duhalde, al minuto después de producidos los primeros saqueos en el conurbano bonaerense del verano. No pocos recuerdan los focos de incendio alimentados por militantes kirchneristas en Entre Ríos y otras localidades, en medio de los cruces verbales contra el sector agropecuario. Otros van aún más lejos, y rememoran los extraños eventos que merodearon los sospechosos secuestros de Luis Gerez y Jorge Julio López. Néstor Kirchner y su esposa dejan cada día más claro que son torpes aprendices de Maquiavelo. Tales directivas no pueden fallar en su aplicación. En caso de no ejecutarse bien determinadas estrategias, se abren nuevos frentes. Y eso es lo que está sucediendo, de la mano de una impericia sin límites y una inclaudicable ingenuidad. Desde el atril, Cristina Fernández no duda en culpar a los "Dinosaurios", pero es su gobierno el que se halla en franca extinción. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política. E-mail: elojodigital.com (arroba) gmail.com.
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política