POLITICA: POR LUCIO CATANO, PARA EL OJO DIGITAL INTERNACIONALES

Los Cien Jueces

Amigos, no importa cuánto escribamos. Ni lo que volquemos en cada una de nuestras alocuciones panfletarias. Porque sin importar el número de ellas que lleguen a los lectores, la ecuación será siempre inmodificable.

21 de Julio de 2010
Esto es, el más profundo e incomprensible abstracto. Ni marchas ni homenajes, harán nada para desviar y torcer el comportamiento de un Pueblo, al que no le interesa su futuro. La Argentina es en un plano comparativo y no siempre simétrico, como un inmenso buque en el medio de la alta mar, cuyo capitán y tripulantes se han propuesto no arribar a puerto alguno. En esa suerte de nave del destino, no existe el fermento de un motín ni de un cambio de Comandante. Es algo así como el Barco de los Condenados, que simplemente se desplaza en la infinidad del océano. En la cubierta no se oyen melodías, risas, ni tampoco penas o letanías. Es nuestra mácula como Nación. La que hemos sabido conseguir, luego de tantos sistemáticos desaciertos. He arribado a esta especie de anécdota conclusiva, en la que también doy por fenecida mi vocación de lucha. Después de tantos desvelos, he advertido que se puede lidiar contra muchos enemigos, aunque su armamento sea más mortífero y poderoso. Pero existe un contrincante invencible: la imbatible indiferencia del grueso de una Nación. Mientras algunos de nosotros somos de la pueril opinión que merced a este medio, sacudiremos del letargo a los demás, esos, por los que de alguna manera combatimos, lo único que hicieron, hacen y harán, es otorgarnos sus espaldas. Porque al argentino promedio sólo puede motivarlo -y por un breve lapso- algún partido de fútbol y este festival televisivo de la industria de las siliconas y el mal gusto. Ha transmutado en un animalillo domesticado. Los factores múltiples, son, entre otros, la falta de referencia de quienes se autotitulan dirigentes. Gente sumamente mediocre, pero dotada naturalmente de lo que nuestros antiguos pensadores de la Generación del Ochenta denominaban La Fuerza Ciega de la Ignorancia. El Yrigoyenismo, que no fue otra cosa que una corriente populista virtual -pues su mecenas jamás pronunció un discurso en público- se gestó de la mística convergente en la persona de un Hipólito Yrigoyen que, curiosamente al igual que Kretina, no era Abogado, pese a lo cual se lo homenajeaba como "el Doctor". Lo único que poseía por mérito propio era un bachillerato de Maestro de Escuela Primaria y un cargo policial, obtenido de la política. Cuando falleció, el titular de La Prensa fue bastante atinado y elocuente: "Murió el ex Comisario de Balvanera". Esta tragedia del Populismo que no sólo fue altamente nociva para el interregno radical, por las vulgaridades que esas corrientes de pensamiento van gestando a lo largo de sus ciclos, fue en nuestro caso, la cimiente, la amarga semilla y el gérmen de algo que años después sería el principio del fin: El Justicialismo. Toda la alta gama de excesos e impudicias que el peronismo le inoculó a nuestra Sociedad, se han mantenido inalterables a los largo de más de seis décadas, hasta nuestros días. Los Militares, con la suma del poder público que en sus varios interinatos tuvieron a disposición, no se interesaron en practicarle a una ciudadanía, atónita y desconcertada, los elementos requirentes para que el Pueblo olvidara esa forma carroñera de hacer política y sindicalismo. Por el contrario, confluyeron para coquetear con Juan Domingo Perón. Aramburu lo hizo y perdió la vida por ello. Onganía le disputó ese juego al "vasco" y tuvo que abandonar su presidencia. Lanusse, con una abultada dosis de imprudencia y negligencia, apresuró el desemboque electoral de 1973 y volvió a abrir las puertas del infierno. Si tan sólo hubiera aguardado un poco más: Perón fallecería de muerte natural, debido a su indisposición prostática y el enficema pulmonar. Estaba a las puertas de la inmortalidad. El "Cano" lo resucitó, para que Pocho nos legara su testamento político, en las manos de "Isabelita & El Brujo". Masera, tiempo después, también acarició la idea a través del Plan Piloto de París, de contar con una plataforma política peronista, vía los montoneros Firmench y Vaca Narvaja. Por ello no es casual que como Nación hayamos descendido "debajo de la lona". Cuando la ignominia de Malvinas los forzó a retirarse del poder con más miedo que vergüenza, dejaron tras de sí el terreno fértil para que la mediocracia radical ocupara la vacancia. Luego Carlos Saúl Menem, con esa devoción crematística impropia de un Argentino de Bien, desarmó el aparato productivo, y sus sucesores se repartieron esa Mesa de Saldos, apropiándose de todos los bienes del Estado que pudieron capturar. Lo de estos Kirchner no es muy diferente en esencia a sus predecesores. Se limitaron a incorporar el maquillaje de los derechos humanos y sus formidables utilidades. Pero dentro de este aquelarre sin fronteras en el que estamos inmersos, queda un pequeño caballo de Troya, que adecuadamente utilizado, puede hacerlos sumergir a todos estos apátridas en las mazmorras de una prisión larga, incómoda y húmeda. La última frontera de un sistema abigarrado como el que tenemos, cuenta como un anticuerpo. No tiene su orígen en la repulsa popular ni en el escarmiento público de este dúo presidencial mafioso & corporativo. Tampoco provendrá de la cohesión y determinación de nuestros oficiales de las Fuerzas Armadas, porque ya les cercenaron los genes de combate con el temor reverencial a esta banda de los K que actúa con el agravante del "despoblado". Ni emergerá, menos aún, de una supuesta oposición que es una mera fanfarria de valores republicanos, cuyos contenidos etimológicos desconocen absolutamente. Lo que nuestra paupérrima Argentina necesita más que nunca como solución de último término es el concurso de voluntades de un conjunto de Magistrados del Fuero Penal -Federal en particular-, que deben olvidar a quien le deben la gracia de sus designaciónes. Los movimientos y asonadas militares, e incluso populares, no están presentes en el imaginario colectivo de nuestros Compatriotas. Porque no desean comprometerse en un resultado incierto. Porque advertirán seguramente que una asonada está condenada al más estrepitoso fracaso, por esta atonía social sin precedentes ni límites. Y, finalmente, porque carecen de los cojones necesarios para intentarlo sin importar las consecuencias. Pero una centena de jueces, que tienen a estudio cientos y miles de dencuncias de corrupción, obscenas y grotescas, poseen una llave algo así como la combinación que permite abrir el cofre. Los menos avisados pensarán, al leer estas líneas, que con una Corte Suprema con cierto sesgo de adicción al oficialismo, todo intento estaría inexorablemente sentenciado a un nuevo fracaso, pero no es así. Las causa penales abiertas contra los Kirchner y el resto de la gavilla tienen amplio sustento probatorio. La mayoría cuenta con fundamentos de imputabilidad, lo sufientemente graves precisos y concordantes como para obtener, mediante esa vía coercitiva, la captura y encarcelamiento de todos ellos. Como, por ende del Turco, y su estrago de la fábrica militar de Río III, y del Cabezón por el "vaciamiento del Banco Provincia", sumado al regenteo de una red de prostitución y narcotráfico potenciada y actualmente en manos de los esbirros de Néstor, otrora de Duhalde, como Aníbal Fernández, Mércuri, Díaz Bancalri, y entre muchos otros pistoleros de menor rango, uno de sus testaferros: Victorio Gualtieri, que provocó la inundación de la ciudad de Santa Fe, ocasionando el deceso de más de cien habitantes de esa capital, en tiempos de un tortafrita como Reutemann, que se está alistando como la renovación sanguínea del peronismo con miras a las presidenciales del 2011. Para este desafío no se requiere de más que un centenar de Jueces Federales y sus superiores de las Cámaras de cada distrito, que tienen su asiento en todas las provincias de Argentina. Con un entourage de cien tipos munidos de los suficientes testículos, para cortar los teléfonos de los aprietes junto con la veda de emisarios del poder, estaríamos en condiciones de transitar los primeros pasos para provocar una diarrea oficialista sin referencias históricas antecedentes. Estas cuestiones concomitantes al respecto de que no existen jueces y que escasea presupuesto para administrar justicia es tan anómala y falsa desde las voces de la Corte como las réplicas de Kretina. Lo cierto es que ni falta dinero ni se necesita ninguna reforma de Códigos. Sólo se requiere de templanza. Cuando Cien Jueces comiencen a citar a ministros, secretarios de Estado y legisladores, partícipes necesarios de esta Trama Macabra de Impunidad, ni los miembros de la Cámara de Casación, ni los integrantes de esta Corte de los "Milagros" se atreverán a revisar sus fallos. Porque los mismos se limitarán a juzgar con objetividad y se ajustarán a derecho. Contra esa Patriada, el poder político estará desarmado legalmente. Sólamente necesitamos de esos Cien Jueces. Por Lucio Catano (h), Abogado, para El Ojo Digital Sociedad.
Por Lucio Catano (h), Abogado, para El Ojo Digital Sociedad