INTERNACIONALES: E.J. ANTONI & PETER ST. ONGE

Qué representa el presidente electo de la Argentina, Javier Milei, para los Estados Unidos de América

La problemática economía argentina condujo a la victoria del presidente electo Javier Milei...

10 de Diciembre de 2023

 

La problemática economía argentina condujo a la victoria del presidente electo Javier Milei, a quien muchos han etiquetado de extremista. Dados los problemas fiscales y monetarios que hoy se evidencian en los Estados Unidos, lo que ha sucedido en la Argentina observa implicancias para Washington.

Javier Milei, Presidente electo de Argentina
Pero las ideas de Milei no son ni extremistas, ni novedosas. Aquellas representan una maniobra en pos de retornar a la normalidad y al repudio de los pecados económicos que la Argentina ha cometido en reiteradas oportunidades.

El país se encuentra en la periferia de su quinta hiperinflación en menos de cinco décadas, con los precios escalando hoy en un 143% en forma anualizada. Este dato fue suficiente para convencer al electorado argentino de que era tiempo de imponer un giro de 180 grados en la política económica. La ciudadanía desea volver grande a la Argentina nuevamente, tal como lo consignara el ex presidente estadounidense Donald Trump al felicitar a Milei -de 53 años-, quien asumirá este mismo domingo.

Un siglo atrás, la Argentina era la joya de la corona en América del Sur. Fue una de las naciones más ricas del planeta, con una unidad de cuenta respaldada en oro, y un producto bruto doméstico per capita superior a Austria, Italia o España, su madre patria.

Pero la Argentina se enredó en una era de progresismo a comienzos del siglo XX, y eligió gobiernos socialistas en cercanías de la Primera Guerra Mundial. La interferencia del gobierno en la economía se afirmó en la imposición de nuevas leyes que pusieron bajo control la producción industrial y las horas laborales. Las principales industrias -como la energía y el transporte- fueron nacionalizadas. Las escuelas tuteladas por el gobierno se volvieron algo corriente.

La eficiencia económica declinó, y la producción se desmoronó mientras la burocracia aumentaba.

A partir de la Gran Depresión, los socialistas tanto en los Estados Unidos como en la Argentina hallaron una nueva excusa para implementar la agenda que venían defendiendo durante décadas. El gobierno argentino explotó su presupuesto y lanzó una política industrial de amplio alcance económico, lo cual llevó a producirse los resultados contrarios -tal como el New Deal en los EE.UU. impactó negativamente en la producción.

A efectos de financiar un gobierno ampliado, la Argentina eligió imprimir dinero y abandonó el estándar del oro, devaluando luego el peso en un 50%. La producción agrícola se desmoronó, y la Argentina perdió su sitio entre los principales exportadores de productos cárnicos.

La turbulencia política que siguió condujo a un golpe militar a manos de socialistas admiradores del fascismo, quienes doblaron la apuesta con políticas fallidas implementadas por sus predecesores. Las siguientes cuatro décadas asistieron a un espectáculo de mayor inflación y de nacionalización de más industrias, con los trabajadores presionando por más justicia social.

Prácticamente, la clase media ha desaparecido, siendo reemplazada por una nueva clase que padece de excesivas regulaciones y sufre una presión impositiva extraordinaria.

Durante la primera de una serie de hiperinflaciones, el valor del peso fue de 42 centavos de dólar a menos de tres milésimas de centavo, en 1969. La Argentina abandonó definitivamente, entonces, su trono en el panteón de las naciones más ricas del mundo.

Aún cuando el peso fue restaurado en 1970, rápidamente perdió el 99.9% de su valor. Fue reseteado nuevamente en 1981, para terminar perdiendo el 95% de su valor poco después. Ante cada oportunidad, los gobiernos ampliaron el gasto más allá de sus posibilidades; la Argentina imprimió todo el dinero necesario para pagar por ello, robándole al público su riqueza.

Tras resetear el peso en 1983, la hiperinflación regresó una y otra vez, con una devaluación del 98%. Un nuevo reseteo del peso en 1985 fue precedido por el colapso de la moneda, perdiendo -una vez más- el 99.9% de su valor.

Hacia 1992, el entonces presidente Carlos Menem pudo restaurar la paridad del peso con el dólar de los EE.UU. Pero el ensayo duró apenas una década previo a que el país retornara a su credo socialista. El gasto gubernamental volvió a crecer, financiado por impresión de dinero y, predeciblemente, la unidad de cuenta perdió más del 90% de su valor.

La Argentina retornó a su status de persona non grata en el mundo de las inversiones en bonos; una vez más, los argentinos se encontraron a sí mismos haciendo frente a otra hiperinflación.

Este es el contexto en el que Milei fue elegido. Finalmente, la ciudadanía argentina ha tenido suficiente de socialismo, buscando recuperar su patria. Tristemente, a la nación le llevó casi un siglo de caos el aprender esta lección.

Los Estados Unidos de América están siguiendo hoy el camino de la Argentina, pero lo hacen aceleradamente, en lugar de con pausas. A pesar de las diferencias en el tamaño de sus economías, hoy Washington exhibe déficits del doble de tamaño en la comparación con Buenos Aires. Más del 40% de los impuestos a la renta en los EE.UU. se consumen en intereses para pagar la deuda del gobierno federal. Si esos gastos no se recortan pronto, los EE.UU. verán una hiperinflación al estilo argentino -lo cual será la única manera de hacer frente al excesivo gasto gubernamental americano.

Los Estados Unidos de América deberían acelerar hacia las páginas finales de la historia argentina, en lugar de abrazarse a la alternativa de experimentar ese sendero página a página. Esto parece improbable siendo que, como nuestro primo sudamericano lo ha certificado, ni siquiera el caer en hiperinflaciones una y otra vez es suficiente para lograr que el público se despierte y tome consciencia de las desastrosas realidades del socialismo.



Artículo original, en inglés

 

E.J. Antoni es economista entendido en finanzas públicas y fellow de investigaciones en el Centro Grover M. Hermann para Presupuestos Federales, en el think tank estadounidense The Heritage Foundation, en Washington, D.C.

Peter St. Onge es  fellow investigativo en el Instituto Roe para Estudios de Política Económica, en The Heritage Foundation. St. Onge cuenta con un doctorado en Economía, en la Universidad George Mason.