ECONOMIA INTERNACIONAL: ADRIAN RAVIER

Argentina: respuestas a tres grupos críticos de la dolarización

En la República Argentina, la dolarización vuelve a la mesa de debate y, entonces, emergen sus críticos.

10 de May de 2022

 

En la República Argentina, la dolarización vuelve a la mesa de debate y, entonces, emergen sus críticos.

Dolarización en Argentina, Pesos Argentinos, Devaluación, HiperinflaciónEs posible visualizar tres grupos dentro de ellos, aunque es probable que algún economista se sienta parte de dos grupos a la vez.

 
Los malos críticos
 
Los primeros son aquellos que cuestionan la dolarización, pero también la idea de que la inflación argentina tiene causas monetarias. Rechazan la convertibilidad y cualquier regla monetaria, e incluso argumentan que algo de inflación es necesaria, parafraseando a Aldo Ferrer, incluso en niveles del 40% anual. Ejemplifican -equivocadamente- la convertibilidad como algún tipo de dolarización y, en general, rechazan la ortodoxia de la economía.Postulan ideas heterodoxas que son, precisamente, las responsables de nuestro presente. Incluso vinculan la dolarización a la bandera, la escarapela y los nacionalismos. Lo cierto es que el contar con una moneda sana importada en modo alguno implica perder la patria, o cederla a alguna otra. ¿Acaso España, Francia o Alemania han perdido la patria por ceder su moneda al Banco Central Europeo (BCE)? Este grupo porta malas críticas para el tema de debate.

 
Los buenos críticos
 
Los segundos son aquellos que se caracterizan por su crítica positiva, porque parten de la idea correcta que la inflación argentina es consecuencia de monetizar el déficit fiscal. Si tanto la dolarización como otro programa de estabilización exigen equilibrio fiscal, al resolverlo piensan que es posible prescindir de la dolarización. Si bien el argumento es válido, estos críticos no atienden a una de las mayores ventajas de la dolarización que es su irreversibilidad, o más bien dificultad de des-dolarizar. Zimbabue resulta ser un caso excepcional en la materia, precisamente, por no acompañar la reforma con otras políticas complementarias indispensables. Sin embargo, la experiencia muestra que los costos de salida son sumamente elevados.
 
Estos críticos también sostienen que las experiencias son escasas, y que sería riesgoso avanzar en este camino. Señalan que el número de países que ha dolarizado es pequeño, y que las experiencias con las que contamos tratan sobe países de menor tamaño que la Argentina. Aquí, se equivocan. En la práctica, existen más de un centenar de economías dolarizadas en el mundo, si incluímos archipiélagos y microestados. Aún la zona euro podría tomarse como un caso de dolarización, y esas economías que la integran no son, precisamente, pequeñas. Incluso entre los países no dolarizados, habrá que ver el grado de dolarización con el que hoy conviven. La Argentina y Venezuela, por caso, no han dolarizado oficialmente, aunque sí han avanzado notablemente en un proceso espontáneo de dolarización, en la necesidad de los ahorristas de conseguir refugio para sus tenencias de dinero.
 
Pero, retomando la cuestión de las experiencias de dolarización oficial en Latinoamérica, la bibliografía referencia los casos de Panamá, Ecuador y El Salvador. Nótese que, en estos casos, los tres países han sobrevivido a grandes desafíos: en el primer caso a dos guerras mundiales, una gran depresión, la invasión de los EE.UU. y desastres naturales que incluyen terremotos y El Niño; en el segundo, al populismo extremo de Rafael Correa; y, en los tres casos, a crisis económicas profundas como la de 2008 y a una pandemia como la de 2020. ¿Qué escenario más duro que estos podrían implicar el abandono de la dolarización?

 
Los críticos prácticos
 
Finalmente, arribamos al territorio de las preguntas de orden práctico. No existen dólares suficientes, argumentan en este grupo. El tipo de cambio convertible es demasiado alto, lo que implica una tasa de devaluación muy elevada, la cual empobrecerá aún más a la Argentina. ¿Qué haríamos con los pasivos monetarios acumulados en el Banco Central de la República Argentina (BCRA)?
 
En este punto, se ha inaugurado un debate, incluso entre los defensores de la dolarización, pues existen múltiples formatos para dolarizar. Estas preocupaciones son lícitas, pero ello no significa que sean obstáculos para dolarizar. Al decidir avanzar políticamente en sustituir una moneda por otra, se iniciarán los procesos que la hacen posible. Las preguntas técnicas tienen respuestas técnicas. Corresponde dirimir si el proceso se llevará a cabo con o sin un acuerdo con los Estados Unidos, por ejemplo. Sin embargo, pretender replicar el proceso europeo con la zona euro, como si América fuera unificada y los mercados ya estuvieran integrados, no parece accesible. Esta alternativa llevaría décadas de implementación. Adicionalmente, los Estados Unidos exhibirán resistencia ante la posibilidad de compartir el señoreaje.
 
Una vez que hemos decidido que no es menester consultar a Washington para proceder con una dolarización, el camino será más sencillo, al menos desde lo político. El primer paso es canjear los pesos en circulación y los pasivos monetarios (Leliqs, etc.) del BCRA por los dólares existentes, que serían las reservas líquidas disponibles que tiene el BCRA. Ese cociente, parece mostrar un numerador muy alto frente a la totalidad del circulante -sumadas las Leliqs y pases-, y un denominador muy bajo, pues no abundan los dólares. Si el cociente es marcadamente alto, entonces se pondrían en marcha procedimientos para reducir el numerador y, así, ampliar el denominador. A efectos de reducir los pasivos monetarios, propuesta que ha surgido en el libro de Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky -de pronta publicación-, de lo que se trataría es de securitizar activos del BCRA (por ejemplo, Letras Intransferibles) a través de un fideicomiso, mediando la emisión de bonos en dólares a corto plazo pasibles de ser utilizados para canjear las Leliqs hoy en manos de los bancos. Para ampliar el denominador, pueden obtenerse créditos de acreedores diversos -como el Fondo Monetario Internacional, o de otros organismos multilaterales de crédito.
 
Otro argumento aquí que se nutre de la experiencia de Ecuador (atiéndase a las múltiples notas de la economista ecuatoriana Gabriela Calderón, especialista en la materia): al dolarizar, los dólares que los argentinos tienen atesorados (y que son muchos) salen al mercado, pulverizando el mito de que la economía argentina no tiene dólares. No debemos confundir la práctica de cambiar los pesos emitidos que hoy circulan y que se derriten en las manos de sus tenedores, con el dinero que los argentinos tienen, pues ya ha tenido lugar una dolarización natural y espontánea que ha convertido gran parte del capital a dólar. ¡Los argentinos ya están dolarizados en un alto porcentaje! De lo que se trata es de ampliar esas ventajas, para que las mismas alcancen al común de la población.
 
Por lo demás, volviendo a las cuestiones prácticas básicas, al dolarizar ya los intercambios se hacen en moneda dólar. La gente paga bienes y servicios en dólares, y las empresas pagan impuestos en dólares. El gobierno recaudaría dólares y, con ellos, pagaría sus gastos en dólares, incluyendo las jubilaciones y pensiones, y dejaremos de ver una economía que se devalúa a diario. Se eliminaría, asimismo, el descalce cambiario -que se sintetiza en la acción de recibir impuestos en pesos, pero debiéndose hacer frente a una deuda pública denominada en dólares. A medida que la economía recupere su capacidad productiva, habrá que proceder con una optimización de los niveles de actividad y, con ello, aumentará la recaudación. Este escenario conducirá a una recuperación de los ingresos reales de los asalariados del sector público, e incluso de jubilados y pensionados.
 
Por supuesto, así presentada, la dolarización parece una receta mágica, pero no lo es. Si la Argentina tiene problemas en el sistema previsional, habrá de reformarlo. Si tiene déficit fiscal, habrá de eliminarlo -pues ya no podrá monetizarlo. Si su mercado laboral sigue caracterizándose por una gigantesca rigidez, pues entonces habrá de avanzar hacia una política de flexibilización laboral. Si se prorroga la elevada presión tributaria, habrá primero de resolverse el laberinto fiscal y, luego, reducir y simplificar su estructura tributaria. Si la economía del país sigue aislada del mundo, necesitará una reforma tendiente hacia una genuina apertura económica. Esta misma apertura habilitará al sistema a la reforma de la banca, para lograr atraer a la banca internacional, incluyendo la banca off shore como ha propuesto en su oportunidad Jorge Avila. En definitiva, habrá de contarse con una reforma integral de la economía, para evitar replicar la experiencia de Zimbabue.

La dolarización es necesaria en razón de lo aquí expuesto, pero no sería suficiente para resolver los problemas estructurales de una economía que contabiliza décadas de decadencia.


 
Sobre Adrián Ravier

Es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Publica periódicamente en el sitio web en español del think tank The Cato Institute y medios nacionales.