POLITICA ARGENTINA: ANTONIO CAMOU

Argentina: deletreando postpopulismo

Existen definiciones de populismo para todos los gustos.

07 de Octubre de 2021

 

Existen definiciones de populismo para todos los gustos. Como no quiero hacer esta página infinita podemos partir de la caracterización que elaboraron Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards en su clásico trabajo, intitulado 'La Macroeconomía del Populismo en América Latina' (1990). De acuerdo con los autores, caen bajo esa denominación aquellos programas económicos –y sólo a este aspecto me referiré- que recurren 'en gran medida, al uso de políticas fiscales y crediticias expansivas y a la sobrevaluación de la moneda para acelerar el crecimiento y redistribuir el ingreso', sin mayor preocupación por 'la existencia de restricciones fiscales y cambiarias'; después de un período de crecimiento y recuperación económica, 'surgen cuellos de botella que provocan presiones macroeconómicas insostenibles y que, finalmente, conducen al derrumbe de los salarios reales y a graves dificultades de la balanza de pagos'.
 
Populismo, Política, Frente de Todos, Kirchnerismo, Peronismo, JusticialismoDejando de lado la gestión de Roberto Lavagna (que fue tolerado un tiempo por Néstor Kirchner como herencia de Eduardo Duhalde), esta descripción no es demasiado infiel respecto de los lineamientos económicos generales que terminaron llevando adelante los cuatro kirchnerismos realmente existentes, con independencia de sus fantasiosos relatos. Y, para no alargar inútilmente el suspenso, partamos de una premisa sumaria de la que quiero extraer algunas hipótesis no tan obvias: el ciclo populista está estructuralmente agotado, y su forzada continuidad hunde a nuestro país en una larga agonía socioeconómica. Cuanto antes salgamos de este esquema, será mejor para toda la sociedad. Pero es claro que no será fácil salir, ni atravesar inicialmente el campo minado de un programa de estabilización, como condición necesaria de un modelo de crecimiento económico con inclusión social. 
 
Buena parte del éxito descansa en la construcción política y cultural de un consenso post-populista, inter-partidario e inter-sectorial, que pueda ofrecer bases sostenibles en el tiempo para una competencia cooperativa entre dos fuerzas con capacidad de alternancia. De un lado, veremos si logra consolidarse electoralmente una coalición liberal-republicana fincada en 'Juntos por el Cambio' y, sobre todo, si es capaz de elaborar una plausible autocrítica de su paso previo por el gobierno; del  otro lado, subsiste una incógnita mayor: ¿Podrá emerger del variopinto conglomerado peronista -que hoy observa cómo algunas de sus tradicionales bases electorales comienzan a migrar en busca de otros horizontes- una 'alternativa federal', centrada en un proyecto económico capaz de conjugar estabilidad monetaria, inversión privada, inserción competitiva en el mercado global y empleo genuino?
 
Como al mundo se viene a hacer política o a dar definiciones (según el agudo juicio de Ortega y Gasset), me limito a precisar la definición: ese consenso no es 'post-populista', por el hecho obvio de que vendría cronológicamente después del populismo (si es que viene…); lo es porque está obligado a absorber los costos de 'venir' del populismo y, por lo tanto, deberá cargar con el peso de un eventual regreso populista, marcado por la 'dependencia del camino' que nos trajo hasta aquí. Pensemos solamente en dos posibles escenarios. 
 
Si, de aquí al 2023, el peronismo se reordenara con base en un programa desarrollista-exportador (simplifico con etiquetas rápidas), en torno a una candidatura relativamente fuerte, podríamos conjeturar en los papeles que el costo a metabolizar para salir del populismo sería relativamente menor. Pero el panorama sería diferente si la delantera fuera tomada (como ahora parece más probable) por la coalición liberal-republicana. Después del estruendoso regreso de CFK en 2019, tras el frustrante interregno macrista, cualquier fuerza no-peronista que se embarque en un programa de estabilización y reforma estructural estará obligada a jugar su 'oportunidad' en el gobierno -balanceando 'fortalezas' y 'debilidades'-, contra la sombra de una 'amenaza': cada paso que camine en dirección a reordenar seriamente la economía, involucrará siempre el costo 'extra' de un retorno al pasado. En última instancia, palpitará el riesgo de una situación perversa: que cada reforma (laboral, fiscal, previsional, etc.) sea a la vez políticamente costosa de aprobar, pero resulte económicamente impotente en el corto plazo, porque los actores clave (internos o externos) adoptarán la típica conducta de 'esperar y ver'. La insidiosa cuestión se puede frasear así: '¿Invertir ahora en la Argentina? Ni locos/as!!! ¿Y si en cuatro años vuelven Máximo Kirchner y La Cámpora con el cuchillo entre los dientes?'.
 
El panorama es especialmente complicado, porque los poderes fácticos que definen la marcha efectiva de las políticas públicas tienden a estructurarse a lo largo de las líneas de fractura que separan el campo peronista con el no-peronista; así, cualquier reforma económicamente necesaria (eventualmente escrita en el bonito papel membretado de un organismo multilateral) será letra muerta, a menos que al mismo tiempo no logre ser socialmente aceptable, políticamente factible y judicialmente viable. 
 
Por supuesto, un eventual regreso populista mucho dependerá del modo en que termine el gobierno actual (con un gemido o una explosión, recordando a T.S. Elliot), y del diseño e implementación del ineludible programa de estabilización por venir. Pero en el horizonte asoma, además, una paradoja digna de consideración: es, por sobre todo, en beneficio de la propia coalición liberal-republicana (y, por añadidura, del país en su conjunto), que sería fundamental una renovación peronista en línea con objetivos estabilizadores, desarrollistas y exportadores. 
 
En ese hipotético contexto, y más allá de discutir la 'mala praxis' económica de la anterior gestión de 'Cambiemos' (que dejamos para el análisis de los especialistas), la coalición republicana está forzada a tomar lecciones de su propia experiencia, que podemos resumir en tres graves falencias: el fallo táctico de polarizar electoralmente su gestión contra el pasado cristinista, que terminó pasándolo por arriba; el error estratégico de plantear un ambicioso cambio de rumbo sin ampliar la coalición política que le diera sustento; y el error comunicacional condensado en los mensajes del 'duranbarbismo': dar lindas noticias y tirar buena onda, en vez de presentar un diagnóstico preciso y descarnado de la realidad, junto con una bitácora de vuelo de los esfuerzos por encarar.
 
Tenemos por delante un desafío mayúsculo: dejar atrás una economía populista, cerrada, mal regulada, estancada e inflacionaria -que sume en la pobreza todos los días a más hogares-, para transitar hacia una economía abierta, dinámica, próspera e inclusiva. Tal vez se trate de un reto aun mayor al que vivimos casi cuatro décadas atrás con la transición democrática.

Me gustaría creer que hoy, como ayer, podemos sacar fuerzas de nuestra flaqueza, y que un conjunto de actores moderados y racionales, con diferentes identidades políticas, son capaces de dialogar y de acordar algunas cuestiones básicas, para dar vuelta la página. 


* El autor, Antonio Camou, se desempeña como Profesor Titular del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), y como docente de postgrado de la Universidad de San Andrés