POLITICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Argentina: Alberto Fernández, excelso tanatólogo

En ocasiones, los escenarios impensables suelen colarse por la ventana...

14 de Septiembre de 2021


Conocí a un viajero de una tierra antigua que dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco, se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena, semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño y mueca en la boca, y desdén de frío dominio, cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones, las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos, a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó. Y, en el pedestal, se leen estas palabras: “Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!” Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»


Percy Bysshe Shelley, poeta británico ( 1792-1822)

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En ocasiones, los escenarios impensables suelen colarse por la ventana, con la fuerza del tsunami. Hoy, bien pueden dar cuenta de ello Alberto Fernández y Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, principales damnificados en la histórica debacle que, para ambos, consignaron los resultados devueltos por las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Orgullosos ideólogos de las PASO en tiempos pretéritos -que sirviera para fraccionar a una oposición invertebrada-, hoy han terminado padeciendo el subproducto de su propia criatura, lo cual forzará al recordatorio de la siempre vigente frase latina: Qui gladio ferit gladio perit

En cualquier caso, aún los más sanguinolentos desenlaces suelen arribar de la mano de señales evidentes. Ya en instancias preelectorales, el Presidente Fernández había sido insultado y vilipendiado en distintos periplos realizados en el interior del país, en tanto funcionarios de su gobierno habían experimentado momentos ciertamente poco gratos en restaurantes, vuelos de línea, y en el espacio público. En un pasado que hoy parece remoto, la Señora de Kirchner fue felicitada por la 'brillante' estratagema de seleccionar a Alberto Angel para la Presidencia de la Nación.

Tanatología, Alberto FernándezLa comentada brillantez táctica, sin embargo, se plasmó en una rimbombante tropelía estratégica: el jefe de Estado terminó abrazándose a un cóctel de inédita destrucción económica, confinamiento eterno, recurrente soberbia, retos perpetuos a la ciudadanía por cadena nacional, atropellos variopintos contra la Constitución con incursiones perentorias en el Código Penal, galopante inflación, pulverización de la moneda, promoción indiscriminada de fractura social, execrables celebraciones privadas, y tanto más -al punto en que un pormenorizado repaso de las torpezas ocuparía un voluminoso e inabarcable espacio. 

Alberto Angel Fernández ha logrado lo imposible. A consecuencia de un estilo de gestión pintarrajeado de desbarajustes, ha terminado por alienar a sus socios políticos -como si lo hubiese planeado de antemano. Su ecosistema de cuarentena eterna -defendido a capa y espada por la totalidad de la 'Gran Prensa', por cuanto jamás podrá echarle la culpa- aniquiló las finanzas de gobiernos de provincia y de centenares de miles de municipios, incluso perturbando los números del crimen organizado que la política regentea en el Gran Buenos Aires; incendió los libros contables de la recaudación para cuantiosos distritos; y sentenció a centenares de miles de familias de la Argentina a una pobreza definitiva, sin posibilidades de salida. Asistido por su pendulante psiquis, Fernández se ha convertido hoy en un enemigo público, para propios y ajenos. Liquidó antes de tiempo las expectativas futuras del Frente de Todos -remontar la paupérrima performance del domingo 12 requerirá de ayuda divina-, y se disparó alegremente en los pies: la muy plausible acentuación de la derrota en la segunda quincena de noviembre próximo lo dejará a las puertas de tener que abandonar el gobierno

Adicionalmente, el Presidente-Delegado se ha anotado otras notables contribuciones, entre las cuales destaca el haber impulsado la preocupación ciudadana frente al indetenible gasto público. Ahora mismo, ese proceso educativo propiciado por Fernández evidencia que el peso argentino se devalúa no ya exclusivamente en razón del sobretensionamiento de la impresión de moneda espúrea, sino también debido a que ese nuevo papel picado se vuelca masiva y gratuitamente en millones de supuestos desposeídos, sin que se les exija contraprestación alguna. En otro andarivel, miles de millones de pesos son despachados a la infatigable hoguera de políticas públicas disfuncionales que alimentan a centenares de miles de empleados identificados popularmente como ñoquis, abrazados al mustio argumento de las 'políticas de género', del 'desarrollo social', de la 'promoción de derechos', y así sucesivamente. Puesto en limpio: el peso se devalúa porque se destina primordialmente a la manutención de estructuras estatales y paraestatales que nada ofrecen a cambio, reconvertidas aquéllas en formidables ecosistemas cuyo exclusivo fin es la defraudación.

Todo esto invita a colegir que, a la postre, Alberto Fernández no imparte lecciones de Derecho -materia que dice profesar. Antes, bien: el jefe de Estado enseña que la moneda nacional es inservible; que es hora de pensar seriamente una política de severo ajuste fiscal y cuasifiscal; que es menester comenzar a despojarse de empleados públicos de comportamiento parasitario; y que, mayormente, el espectro dirigencial del país se dedica tiempo completo a profundizar el agujero, a amplificar la pobreza, y a hacer de la miseria un credo.

Una razonable taxidermia permitirá concluír, al menos en la superficie, que el Presidente de la Nación en realidad enseña libremercado, con sus principios nucleados bajo una peculiar codificación; acaso a efectos de que sólo unos pocos puedan captar el contenido del subtexto. Más curioso todavía: el ex jefe de Gabinete de Néstor Carlos Kirchner parece haber llegado al sillón de Rivadavia para cumplir el sueño húmedo de muchos, y que ni siquiera 'Cambiemos' (resignificado hoy bajo el improbable nickname 'Juntos') jamás pudo -o jamás quiso- llevar a la práctica: firmar el certificado de defunción del kirchnerismo.

No obstante, emerge una nada desdeñable contrariedad, por virtud de la transitividad: tras décadas de experimentos políticos eminentemente fallidos, Alberto Angel Fernández no solamente parece esmerarse en erigir un cadalso para el Frente de Todos sino que, incidentalmente, ha puesto un remarcable empeño en colaborar con el exterminio de la clase dirigente como colectivo. A modo de corolario, el inigualable derrape albertista amamanta la recurrente y peligrosa percepción ciudadana de que la partidocracia es un esbozo malogrado, insanablemente contaminado por la malversación, el vil amiguismo y el tráfico de influencias; que el Poder Judicial es un esperpento diseñado para garantizar impunidad y un justificativo para el buen pasar de unos pocos; que la economía se encuentra al servicio del elemento que integra una nomenklatura confesamente indolente; y que, en definitiva, la democracia es una conceptuación abstracta que funge de siniestra mecánica de encubrimiento para todos los anteriores.

En el epílogo, y en su rol de excelso tanatólogo, Alberto Fernández aún se guarda más lecciones para impartir. Convendría procurarle atención.


 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.