INTERNACIONALES: JOSHUA MESERVEY & ALEXANDER ST. LEGER

China ignoró las lecciones del brote de Ebola y, ahora, el mundo debe pagar por ello

Sencillamente, no existen corolarios históricos que permitan compararse con la pandemia...

24 de Marzo de 2020

 

Sencillamente, no existen corolarios históricos que permitan compararse con la pandemia que, por estas horas, azota al mundo. Pero la respuesta ante la enfermedad conocida como COVID-19 porta consigo el eco de un error que exacerbó la amplificación de un brote reciente, y letal.

Virus Ebola, Africa, COVID-19, Epidemia de Ebola, Coronavirus, Partido Comunista ChinoLas demoras a la hora de advertir al mundo sobre el brote de Ebola que conmovió a Africa Occidental a comienzos de diciembre de 2013, contribuyó a la diseminación de la enfermedad provocada por ese virus. El gobierno chino ignoró las lecciones compartidas por aquél brote de Ebola al lidiar con la epidemia de COVID-19 y, por estas horas, el mundo entero está pagando el precio.

El primer caso de Ebola de Africa Occidental se registró En Guinea, en diciembre de 2013. Rápidamente, arribó a la vecina Sierra Leona y luego a Liberia, edificando una epidemia en todo su alcance. Esas tres naciones padecieron lo peor, pero otros países -incluídos los Estados Unidos- registraron casos previo a que la epidemia pudiera ser controlada.

El COVID-19 se originó en Wuhan, China, en noviembre o diciembre de 2019. Menos de cuatro meses después de que fuera registrada su presencia en China, el virus ha atacado ahora a la mayoría de las naciones del globo. La rápida diseminación sugiere que el COVID-19 es más virulento que el Ebola, aún cuando todavía mucho se desconoce sobre el funcionamiento del nuevo virus.

Por fortuna, el vector no resulta tan letal. Los estimados rezan que la tasa de letalidad oscila entre el 0.25% y el 3%, volviéndolo mucho menos mortal que el Ebola, que supo registrar una tasa de muertes del orden del 50%. El COVID-19, como el Ebola, probablemente se transmitió desde un murciélago u otra especie de animal salvaje, al denominado 'paciente cero'.

Ambas enfermedades portan notables y numerosas diferencias, pero las réplicas contabilizan áreas comunes en todo desafortunadas. La epidemia del Ebola inicialmente vio impedida su amplificación, en gran parte porque las naciones afectadas fracasaron, o bien porque carecían de las capacidades necesarias para hacerlo, a la hora de informar rápidamente sobre el brote. Transcurrieron quince semanas hasta que el Ebola se cobró su primer víctima, hasta que un médico de guinea encendió las alarmas.

Pekín jamás ofreció respuesta informativa alguna en relación al timing del COVID-19, pero queda ya claro que las autoridades chinas no solo demoraron la advertencia mundial respecto del novedoso peligro, sino que también suprimieron información con origen en Wuhan.

El combate efectivo contra una epidemia exige, conforme lo explicara un informe publicado por el think tank estadounidense Heritage Foundation sobre el Ebola, 'una pronta y abarcativa respuesta (...) Cada día que transcurre previo a que esa réplica sea puesta en marcha, amplifica la eventual pérdida de vidas humanas'.

Y esto es particularmente certero para un virus tan contagioso como el COVID-19; un estudio reciente halló que, si acaso China hubiese anticipado su intervención tres semanas antes, probablemente se hubiese registrado un 95% menos de casos de COVID-19. La demora de Pekín a la hora de hacer sonar la alarma, virtualmente garantizó la amplificación y diseminación del virus más allá de sus fronteras, quitándole al mundo entero valioso tiempo -el cual hubiese sido crítico a efectos de elaborar una respuesta coordinada.

La extrema lentitud del gobierno chino adquiere un carácter de inconsciencia, porque sus autoridades sabían qué hacer. En su oportunidad, la República Popular otorgó apoyo médico a Africa Occidental cuando tuvo lugar el evento del Ebola, de tal suerte que Pekín ya estaba familiarizado con el informe de fallos que permitieron que el Ebola se esparciera como lo hizo. Asimismo, Pekín fue sorprendido enmascarando la epidemia de SARS (Síndrome Respiratorio Agudo) en 2003, enfermedad infecciosa muy similar al COVID-19.

Finalmente, China es signataria del órgano Regulaciones para la Salud Internacional, que compromete a las naciones firmantes a que, dentro de las 24 horas de ser descubierta, notifiquen a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre cualquier emergencia con potencial impacto internacional. Pekín ignoró sus obligaciones cuando tomó nota del brote inicial de COVID-19.

El carácter defensivo y secreto con el que el Partido Comunista Chino -poder supremo y autoritario en China- respondió al COVID-19 es en todo coherente con los valores que defiende. Pekín hace alarde de su poder, porque cree que sabe qué es lo mejor para sus conciudadanos -comunicando con frecuencia que sabe más que ellos mismos, lo que les conviene.


En un sistema como el mencionado, resulta innecesario -e incluso peligroso- ser transparente frente a la población. Así es que, al emerger en su momento el COVID-19 (y tal como sucedió con SARS), el partido respondió de manera instintiva, edificando un encubrimiento que ocultó lo que estaba ocurriendo, frente a sus propios ciudadanos -y frente al mundo.

Naturalmente que la actual pandemia observa circunstancias diferentes de las que se han visto previamente. Pero las lecciones compartidas por la historia, aplican de todos modos.

Si el Partido Comunista Chino hubiese tenido en consideración las advertencias arrojadas por la epidemia del Ebola de Africa Occidental, ahora mismo, el mundo sería un sitio bastante menos peligroso.



Artículo original, en inglés

* Desarrollado con la colaboración de Alexander St. Leger



 

Sobre Joshua Meservey

Es analista de políticas públicas relativas al AfricaMedio Oriente, para el think tank estadounidense The Heritage Foundation (Washington, D.C.). Sus análisis son publicados en la web The Daily Signal.