INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

¿Quién diseñó el coronavirus? ¿Fueron los Estados Unidos, Israel, o la propia China?

El informe de medios de comunicación más comúnmente difundido en torno de la creación...

10 de Marzo de 2020


El informe de medios de comunicación más comúnmente difundido en torno de la creación del coronavirus sugiere que la misma se derivó de un microorganismo que, con origen animal, fue hallado en un murciélago silvestre que fue consumido por un residente chino de Wuhan. Pero parece surgir allí alguna evidencia para disputar que, en provincias adyacentes de la China -en donde los murciélagos son más numerosos- no se ha experimentado una epidemia de proporciones. Debido a éste y a otros factores, también se ha diseminado considerable especulación al respecto de que el coronavirus no surgió de una mutación natural, sino que fue diseñado en un laboratorio, posiblemente para asignarle un rol como agente de guerra biológica.

Coronavirus, COVID19Numerosos informes sugieren que existen componentes del virus emparentados con el HIV, que no pudieron surgir de manera natural. Si es correcto que el virus ha sido desarrollado, o bien producido para ser empleado en escenarios bélicos, ello implicaría poco después que el producto escapó del Laboratorio de Virología sito en el Instituto Wuhan; de ahí a la población humana y animal (esto último, de manera accidental). Los técnicos que trabajan en ambientes semejantes tienen bien claro que las 'fugas' desde laboratorios ocurren con frecuencia.

Como es lógico, emerge otra teoría. Se ha especulado también que la Administración Trump ha estado agitando de manera recurrente la competitividad global de la República Popular China como amenaza directa contra la seguridad nacional de los Estados Unidos y contra su supremacía económica. Es posible, en consecuencia, que Washington haya creado o bien liberado el virus, en una apuesta por inflingirle un golpe al creciente poderío militar y económico chino -para hacerlo retroceder algunos pasos. Ciertamente que sería difícil de creer que la Casa Blanca de Trump ejecutaría una acción tan desaprensiva, aunque existen precedetens en torno de este tipo de comportamientos. Entre 2005 y 2009, los gobiernos estadounidense e israelí desarrollaron en secreto un virus de computadora conocido luego como Stuxnet, cuyo objetivo era dañar los sistemas operacionales y de control de los ordenadores iraníes utilizados en el programa de investigación nuclear de Teherán. Conforme se ha admitido, la meta de Stuxnet era dañar computadores, no infectar ni asesinar a seres humanos (dada la obvia imposibilidad), pero un cúmulo de preocupaciones consignaron que el virus informático se propagaría, infectando a computadores fuera de Irán. Y ello terminó sucediendo, con el programa infectando tiempo después a PCs tan lejanas como en China, Alemania, Kazajistán e Indonesia.

Inevitablemente, cierto relato israelí podría arrojar algo de luz sobre lo que ha estado sucediendo en China. Los científicos del Instituto de Investigación Galileo en Israel están declarando que contarán con una vacuna contra el coronavirus en pocas semanas, y que estará lista para ser distribuída y utilizada en un lapso de noventa días. El citado instituto afirma que estuvo cuatro años involucrado en investigaciones en torno del coronavirus aviar, bajo financiamiento de los Ministerios de Ciencia y Tecnología, y de Agricultura, en Tel Aviv. Esos profesionales han subrayado que el virus es similar a la versión que ha infectado a seres humanos, lo cual ha conducido a logros en materia de desarrollo a través de la manipulación genética. Sin embargo, algunos científicos se mantienen escépticos al respecto de que una nueva vacuna pudiera ser producida con semejante velocidad, y que ella pueda impedir la infección generada por un virus tan novedoso. Asimismo, han advertido que, aún cuando pudiera desarrollarse una vacuna, ella debería ser testeada para listar sus efectos colaterales -proceso que normalmente llevaría más de un año, y que involucraría la realización de pruebas en personas.

Si acaso uno considera plausible que Estados Unidos tuvo algo que ver en el diseño del coronavirus en lo que queda de uno de los centros avanzados para el desarrollo de armas biológicas en Fort Detrick, Maryland, es muy probable que Israel se haya desempeñado como socio en el proyecto. La asistencia en el desarrollo del virus también explicaría por qué los científicos israelíes han podido declarar el éxito a la hora de desarrollar una vacuna con rapidez, acaso porque el virus y su tratamiento han sido desarrollados en simultáneo.

En cualquier caso, existen ramificaciones políticas que se desprenden del surgimiento del coronavirus, y no solamente para China. En los Estados Unidos de América, el presidente Donald Trump ya está siendo responsabilizado por faltar a la verdad en torno del virus, y existen numerosos escenarios -tratados por publicaciones en el rubro de los medios- que especulan sobre su eventual impacto en las elecciones presidenciales de noviembre próximo. Si la economía se hunde junto con el mercado de valores, ello no se reflejaría favorablemente sobre Trump, tenga él o no la culpa. Si la contención y el tratamiento de la enfermedad en los Estados Unidos no marchare bien, ello podría consignar un tiro por la culata, particularmente en un momento en que los Demócratas han estado promocionando una mejora para el sistema de salud. Alguna opinión subrayaría, no obstante, que una economía en caída libre no importaría demasiado, siempre y cuando se produzcan cambios en los resultados previos a la elección. Aunque mucho podría suceder de aquí a ocho meses.

Y luego está el asunto de la política exterior y su correlato de seguridad nacional, conforme es analizado desde Jerusalén y Washington. Es difícil explicar por qué el coronavirus ha golpeado a una nación en particular, que no sea China, con severidad. Ese país es Irán, que suele ser citado muy a menudo como enemigo, tanto de los Estados Unidos como de Israel. La cifra de casos de coronavirus en Irán continúa incrementándose, registrándose más casos positivos entre funcionarios del propio gobierno, según se informó el pasado sábado. Se tomó nota de 205 nuevos casos de infección, lo cual redondea hasta ahora los guarismos en 593 casos con 43 muertes. Sin embargo, informes no oficiales originados en nosocomios afirman que la cifra de decesos supera el centenar. Hasta aquí, es una de las cifras de muertes más elevadas fuera de China.

No menos de cinco miembros del parlamento iraní también han dado positivo en las pruebas, mientras que un creciente número de funcionarios en Teherán también resultaron infectados. El vicepresidente del país, Masoumeh Ebtekar, junto con el ministro de salud, Iraj Harirchi, confirmaron tener el virus en sus respectivos organismos.

Los sospechosos de siempre en los Estados Unidos, mientras tanto, se exhiben alegres al enterarse de las muertes en Irán. Mark Dubowitz, Director Ejecutivo de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD) -con base en Washington, pero vinculada al Estado de Israel- hizo alarde en Twitter el pasado martes, afirmando: 'El coronavirus ha hecho lo que las sanciones económicas estadounidenses no han podido: clausurar las exportaciones iraníes no vinculadas al crudo'. Un vocero del gobierno de Irán replicó: 'Es vergonzoso y abiertamente inhumano celebrar la diseminación de un virus, al tiempo que se disfruta cuando la gente sufre por ello'. Dobowitz apuntó otro comentario, al referir que 'Irán ha diseminado terrorismo' en Oriente Medio y que, ahora, 'está diseminando el coronavirus'.

De tal suerte que cada lector cuenta con opciones por las cuales inclinarse. Puede pensar que el coronavirus surgió espontánea y naturalmente, o bien que provino de un laboratorio en la propia China, o que fue manufacturado por Israel en conjunto con los EE.UU. Uno podría sospechar que Israel o EE.UU. se esforzaron en crear un arma biológica que perjudicase a los países por ellos designados como enemigos. Pero el coronavirus no puede ser contenido fácilmente, y queda claro ahora que muchos miles de personas perecerán a causa de aquél. Infortunadamente, como sucedió con Stuxnet, una vez que el genio ha sido liberado de la botella, se vuelve diabólicamente complejo devolverlo a su sitio de origen.


Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor y de Strategic Culture Foundation (Estados Unidos)


 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.