ECONOMIA INTERNACIONAL: MANUEL HINDS

Argentina: el Banco Central es prestamista de última instancia; pero el público va al dólar

La Argentina hace frente al noveno impago de su deuda externa, ya el tercero en lo que va...

18 de Septiembre de 2019

La Argentina hace frente al noveno impago de su deuda externa, ya el tercero en lo que va del siglo XXI. Con el país perdiendo reservas en dólares a gran velocidadtres mil millones de dólares sólo en los últimos dos días de principios de mes–, con la moneda devaluándose igualmente rápido, y con la amenaza de que los bancos mismos podrían perder sus depósitos, el gobierno impuso controles de cambio sobre las empresas (límites a los dólares que pueden comprar) y ha comenzado a tomar acciones para renegociar más de US$ 100 mil millones de deuda. Este año tendrán lugar vencimientos por US$ 30 mil millones.
 
Dolarización en ArgentinaLos precios de los bonos que vencen en 2021 se sitúan en 42 centavos por cada dólar de promesa de pago. Los precios de las acciones en la bolsa se han precipitado en más de 40 por ciento.
 
La responsabilidad del desastre está siendo achacada al prospecto de la ascendencia al poder de dos grandes populistas, Alberto Fernández, candidato peronista que ya tiene casi asegurada la victoria, y su compañera de fórmula, la notoria Cristina Fernández de Kirchner.
 
Nadie puede negar que estos caracteres pueden asustar al inversionista más pintado en cualquier noche de luna, pero es claro que la crisis ha sido el resultado de las políticas económicas (o la falta de política económica) del presidente actual, Mauricio Macri.
 
De hecho, se asiste a la segunda crisis de impago en su presidencia. La anterior tuvo lugar el año pasado, y fue barrida bajo la alfombra merced a la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI), con el salvataje más grande la historia: un préstamo de 57 mil millones de dólares que, ahora, la Argentina declara no poder pagar.
 
El problema se origina en una política monetaria expansiva que llevó a una artificial abundancia de recursos, lo cual, a su vez, llevó a aumentar las importaciones enormemente, y a financiarlas con cantidades enormes que se tomaron prestadas en los mercados internacionales.
 
Por supuesto que, aún cuando ello no se mencione en los reportes internacionales, la salida de depósitos de los bancos es masiva. La enormidad de la demanda por dólares se manifiesta de dos maneras. La primera se verifica en la caída de las reservas del Banco Central, que tiene lugar cuando el público compra dólares a los bancos, los cuales a su vez son obtenidos del Banco central, pagándose esos dólares con pesos argentinos.
 
La segunda es la devaluación del peso: el precio de los pesos se desmorona, porque no alcanzan los dólares para cubrir las cantidades que los argentinos desean adquirir a la tasa de cambio del momento.
 
Las compras evidenciadas por estos síntomas son cubiertas con pesos retirados de los bancos, de modo que, como son todas las crisis financieras de los países no desarrollados, se evidencia una crisis financiera (la posibilidad de que los bancos no puedan pagar sus obligaciones) mezclada con una crisis cambiaria (que las personas rechazan la moneda local, pretendiendo canjearla por moneda extranjera) y una crisis fiscal (la imposibilidad de financiar el gobierno para que éste funcione, y pague sus deudas).
 
La solución a estos problemas requiere de la existencia de un prestamista de última instancia que, introduciendo dinero en la economía, pueda ofrecer tiempo para que gobierno, bancos y sector privado ajusten sus capacidades de pago, a efectos de poder volver financieramente viable al país.
 
Semejante escenario debería de llamar la atención de quienes defienden el argumento que versa que una ventaja que los países con capacidad para crear su propia moneda tienen, supuestamente, sobre las naciones dolarizadas, a saber: que, dado que pueden crear su propio dinero, su banco central se convierte en un prestamista de última instancia. En los hechos, si esto fuera cierto, la Argentina no estaría transitando estos problemas.
 
El Banco Central sólo tendría que emitir más dinero para que todos pudieran ponerse al día en sus pagos, dentro y fuera de la Argentina. El inconveniente, sin embargo, verifica que el Banco Central no está en capacidad real de emitir dinero. Sólo puede liberar pesos que el público desprecia y que, por estas horas, no es dinero, sino apenas un medio para adquirir verdadero dinero, que es el dólar estadounidense.
 
La cuestión se complica porque, mientras más pesos son emitidos, más son utilizados esos pesos para comprar dólares. En tal sentido, las reservas en dólares se precipitan y el precio de los pesos se desploma. A fin de cuentas, la capacidad de crear pesos no morigera el problema; sino que lo acentúa.
 
En tal razón, el verdadero prestamista de última instancia es el FMI, y por eso es que, cuando interviene, ofrece dólares en préstamo y prohíbe la creación adicional de pesos. Es decir que el Fondo Monetario Internacional ata las manos de los bancos centrales, para salvar a los países.
 
Siendo así, ¿cómo se comparan los sistemas dolarizados y no dolarizados en términos del prestamista de última instancia? En el caso de los países dolarizados, el prestamista de última instancia es el FMI. Pero, como el caso de la Argentina de ahora, de hace un año, de hace dieciocho años, y de tantos otros países en tantas otras crisis, el verdadero prestamista de última instancia es el FMI también.
 
Los bancos centrales de los países en desarrollo no son prestamistas de última instancia; de nada sirven ante las crisis. Contar con ellos no otorga ventaja alguna. Más aún, como ya puede preverse en la Argentina, el pánico que conduce a la crisis bancarias se origina en crisis cambiarias. Las cuales, por definición, no existen en los países dolarizados.
 
Finalmente; las naciones con sistemas dolarizados siempre se exhiben más sólidos contra las crisis que aquellos que cuentan con moneda nacional. Para certificarlo, bastará con tomar nota de los problemas que las políticas monetarias han creado en la Argentina, no solo una, sino reiteradas veces.


 
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.