INTERNACIONALES: MANUEL HINDS

El Salvador: ¿hacia el final de la posguerra?

Los países necesitan una narrativa y todos, eventualmente, generan una.

13 de Febrero de 2019
Los países necesitan una narrativa y todos, eventualmente, generan una. El Presidente electo de El SalvadorNayib Bukele, pareció marcar un hito en la narrativa de esta nación cuando, en la proclamación de su victoria, señaló que aquélla representaba el final del largo conflicto entre las derechas y las izquierdas que había consumido las energías de varias generaciones, primero en una guerra y, luego, en una paralizante posguerra. Esta observación tocó una fibra en mucha gente que identifica la narrativa de nuestro pasado reciente como la de ese conflicto ideológico interminable que se había personificado en los dos partidos políticos que lo han protagonizado centralmente desde los años ochenta. En ese relato, lo importante era ese conflicto, esa polarización concretada en dos específicos partidos políticos. La idea del Presidente electo era que, habiendo derrotado a esos dos partidos, la polarización que ha hecho tanto daño al país quedaba anulada, igual que las diferencias de opinión entre gente de izquierda y de derecha. Dicho en palabras que se usaban en el siglo pasado, la idea es que, 'muerto el perro (ARENA y el FMLN), se acabó la rabia (la polarización ideológica)'.
 
Salvador Sánchez Cerén, Nayib BukelePero existe una narrativa diferente, que podría describir los hechos del pasado reciente, de una manera más ajustada a la realidad pasada y futura. Es la que refiere que los Acuerdos de Paz que terminaron con la guerra jamás se orientaron a la eliminación de las diferencias de opinión entre la derecha y la izquierda, sino a crear instituciones que canalizaran estas diferencias, y otras que puedan existir en otras dimensiones no ideológicas, de una manera pacífica y democrática. Estas instituciones eran necesarias, porque lo que había prevalecido en nuestro país habían sido regímenes en los que un caudillo (sobre todo en el siglo XIX y principios del XX) o un grupo de militares (desde Martínez hasta principios de los años ochenta) imponían su voluntad sobre el pueblo basados no en la ley, sino en la fuerza. La idea de enfocarse en establecer estos procesos democráticos y las instituciones que los sostienen fue muy sabia, porque resulta evidente que los conflictos (ideológicos o de otra índole) son inevitables en los conglomerados humanos, por lo que el intentar evitarlos diseñando una sociedad perfecta es imposible. Lo que sí puede hacerse es administrar eficientemente estos conflictos, garantizado que se resuelvan de manera democrática, y respetando los derechos fundamentales del conjunto de los ciudadanos.
 
La guerra llegó a su fin cuando los conflictos dejaron de dirimirse a balazos en la guerra, y comenzaron a dirimirse a través de las instituciones democráticas. Aunque se han registrado numerosos problemas, ese proceso ha sido muy exitoso, como lo ha demostrado, en una de las dimensiones del Estado, la manera impecable con la que se realizaron las elecciones, que contrasta con los problemas que tienen Venezuela, Nicaragua y Honduras a la hora de consensuar la transmisión del poder, comenzando por la voluntad de los presidentes de no abandonar la presidencia aunque tengan que acudir a la fuerza y a la sangre. Existen incontables instituciones, como la libertad de prensa, que funcionan muy bien el país, a diferencia de otros países y a diferencia de lo que era El Salvador hasta los comentados años ochenta.
 
En términos del desarrollo nacional, esta narrativa es mucho más importante que la que se centra en el conflicto entre ARENA y el FMLN, que siempre puede ser reemplazado por otros conflictos diferentes o similares. Siempre los habrá.
 
Más aún, es prematuro afirmar que ARENA o el FMLN han pasado a la historia, o que las diferencias ideológicas han sido zanjadas. Ambos espacios políticos aún podrían recuperarse en el futuro, y las dos ideologías —o los criterios de decisión que cada una de ellas implica en el gobierno— seguirán vivas, como lo están en naciones desarrolladas. Además, GANA habrá de definir su propia ideología y sus programas de gobierno, comenzará a transitar el natural desgaste del gobierno, y pasará del lugar desde donde se arrojan las piedras al lugar en donde aquéllas caen.
 
Finalmente, y más importante, la responsabilidad por la manutención del desarrollo institucional del país, promover la democracia y no imponer caudillajes, reposa ahora en el nuevo gobierno. Eso no ha cambiado. Tales responsabilidades jamás llegan a su fin, con independencia de quién gane las elecciones. Y esto es lo que el pueblo le exigirá al nuevo jefe de Estado.


 
Publicado originalmente en Diario Hoy (El Salvador)
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.