INTERNACIONALES: SANTIAGO PEREZ

Reflexiones de Washington: La Habana, Teherán y Moscú

Barack Obama, entre el deshielo cubano, el programa nuclear iraní y las fuerzas profundas de la Federación Rusa.

21 de Abril de 2015
El presidente estadounidense ha conseguido capturar la atención mundial. En cuestión de meses, avanzó con recetas alternativas sobre dos de los más antiguos conflictos internacionales que sostienen aún hoy los Estados Unidos: Cuba e Irán.

Desde el éxito de La 'Revolución' de 1959 que Cuba ocupaba un lugar privilegiado en la lista negra de Washington. Con la ausencia de relaciones diplomáticas y un embargo que juntos dan forma al principal obstáculo para la buena vecindad entre los EE.UU. y América Latina. Once presidentes pasaron por la Casa Blanca desde que se iniciara el bloqueo hace cinco décadas y, hasta ahora, nadie había conseguido torcer esta firme posición.
 
Vale la pena aclarar que, hasta 1991, la confrontación tuvo algún tipo de sentido. Las necesidades geoestratégicas de la ex Unión Soviética durante la Guerra Fría otorgaban a la isla una importancia superlativa. De más está decir que Fidel Castro -hábil político- supo capitalizar el mencionado escenario. Retuvo el poder más allá de los límites imaginables y utilizó el constante y abundante flujo de rublos enviados por el Kremlin para llevar a esta pequeña nación caribeña a un lugar protagónico dentro el tablero político hemisférico. Cuba fue al igual que Berlín, Corea o Vietnam una de esas fronteras ideológicas tan cercanas que las dos superpotencias pudieron verse las caras sin siquiera recurrir a binoculares
 
Toda esta lógica se disolvió, nuevamente, con la disolución de la URSS. Sin motivos de orden sistémico para continuar con el anacrónico enfrentamiento, tanto Castro como Obama decidieron darle un golpe de timón a la historia. Las palabras del líder cubano en la VII Cumbre de las Américas de Panamá obligaron al atento observador de la actualidad internacional a refregarse los ojos. 'Obama es un hombre honesto' sentenció Raúl Castro. Ver para creer. Su intervención, por momentos, más se pareció a la de un aliado de la OTAN que a la del histórico enemigo de los Estados Unidos. Sin lugar a dudas, algo está cambiando.
 
A miles de kilómetros y en forma simultánea, Barack Obama también pareciera haber pateado el tablero. La posibilidad de solucionar la cuestión del programa nuclear iraní por la vía diplomática está, increíblemente, al alcance de la mano. El virtual estado de anarquía que se vive hoy en regiones de Irak, Siria y Libia son consecuencia, en buena medida, de la destrucción de los aparatos estatales. Resolver el conflicto con Irán en forma negociada puede ahorrarle a los Estados Unidos y sus aliados muchos dolores de cabeza. Destruir un país es relativamente sencillo, pero reconstruirlo es sustancialmente más complejo y, en casos, como el iraquí, virtualmente imposible. El ciclo de enfrentamiento iniciado en 1979 con la Revolución Islámica puede estar ingresando en una fase de quiebre.
 
Por supuesto que se necesitan dos para un buen tango. La Habana y Teherán le tienden la mano a Washington por los beneficios que estos acuerdos, en caso se concreten, traerán a sus países. El levantamiento de sanciones y bloqueos ayudarán a Irán y Cuba a integrarse al sistema económico y financiero internacional. El mundo de hoy, cada vez más globalizado e interconectado, reduce espacios para la prosperidad de economías aisladas.
 
De tener éxito Obama en estas dos audaces y ambiciosas empresas logrará inyectarle un componente 'histórico' a su paso por la Casa Blanca, cerrando dos conflictos abiertos sin disparar una bala. No todo depende de él. El Capitolio, hoy dominado por la oposición republicana, deberá darle el visto bueno al levantamiento del embargo a Cuba. Por otro lado, las gestiones de Hassan Rouhani puertas adentro del régimen iraní serán determinantes para que las negociaciones del G5+1 lleguen a buen puerto.
 
Crimea, las posiciones de la OTAN en Europa Oriental y el eventual 'expansionismo' ruso (por llamarlo de alguna forma) será un frente que el presidente saliente dejará abierto, sencillamente porque se trata de cuestiones de imposible resolución. No estamos ante un resurgir de la Guerra Fría, como muchos sostienen. Lo que se registra en aquella región del planeta es el renacer de tensiones de características similares a las observadas en el siglo XIX. Alimentadas por fuerzas profundas gestadas en el seno de los estados nacionales, con el equilibrio de poder y la lucha por la seguridad nacional como gran principio ordenador. Nada que la diplomacia pueda resolver por sí misma.

 
Sobre Santiago Pérez

Es Licenciado en Relaciones Internacionales. Observador de la política internacional desde el enfoque realista, es columnista de una decena de medios gráficos y digitales del mundo de habla hispana. Reside en Río de Janeiro, Brasil, y publica regularmente en el sitio web Brasil Economía.