POLITICA: PABLO PORTALUPPI

Sobreactuación y desmesura

El Mundial de Fútbol se ha convertido, en las últimas décadas, en el megaevento más importante del mundo...

16 de Julio de 2014
El Mundial de Fútbol se ha convertido, en las últimas décadas, en el megaevento más importante del mundo, a la vez que la FIFA es, hoy por hoy, una entidad supranacional de alcance global. El producto que venden es el fútbol y la mercadería de cambio, los jugadores. Siguiendo a la perfección los manuales de la mercadotecnia, la FIFA apela -a los efectos de promocionar su producto- a las emociones y a la identificación de los consumidores con su mercancía. En este caso, el sentido de pertenencia a una nación. Eso que llamamos Patria, aunque muchos no sepan exactamente cómo definir a este concepto, de alcance tan abstracto. En la República Argentina, los atributos emocionales de referencia se ven enormemente exaltados por los personeros del poder, ya se trate de políticos, empresariales o perioditas. Y encuentran en la sociedad un invalorable eco.

Rozan lo insufrible los comerciales de jabones o de lo que sea que anteceden a una Copa del Mundo, apelando a un nacionalismo tan recalcitrante como banal. Se subrayan caracteres de dudosa aplicabilidad entre los ciudadanos/consumidores: unión, solidaridad, fuerza, o poder. Basta con recordar que, hace cien años, la Argentina era una potencia mundial, cuando hoy apenas es un país desorientado y ciclotímico, si de lo que se trata es de rebatir los espurios argumentos de las citadas publicidades. Tal vez, si muchos invirtieran idéntica cuota de energía y pasión que la utilizada para alentar a un equipo, esta Patria podría recobrar su posición de importancia en el concierto mundial. La opinión mayoritaria reflejada por el periodismo en su conjunto desde que el seleccionado de fútbol accedió a semifinales, consistió en resaltar las mismas características que las presentadas en los comerciales de jabón de tocador. Resultó curioso observar que tanto los medios oficialistas como los críticos del Gobierno Nacional coincidieron en ópticas y puntos de vista -aunque por distintas razones: los espacios cercanos a la Casa Rosada, para referirse a la Selección argentina de la pretendida 'Década ganada'; los críticos, para oponer la sustancia y el empuje del equipo a las desprolijidades y carencias de la Administración. En ambos casos, se denota una irresistible necesidad de proyectar lo que no se es, pero que se quisiera ser. Punto en el que correspondería analizar con seriedad si las cosas fueron realmente así en el seno del grupo comandado por Sabella. ¿No podrá ser, por ejemplo, que los rivales del torneo recientemente finalizado fueran bastante más accesibles que los de anteriores Mundiales? No se trata de restar mérito a Messi y compañía, pero quizás se haya notado alguna cuota de desmesura en la valoración de la versión actual del seleccionado; coincidente con la necesidad urgente de creer en algo. ¿Será acaso temerario apuntar que el exceso de triunfalismo pudo haber motorizado, en alguna medida, los incidentes del domingo a la noche en la Avenida 9 de Julio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, apenas consumada la derrota? Quizá lo sea. Pero tal vez haya llegado la hora de la cautela, evitando recaer en sobreactuaciones como las atendidas en la transmisión de los partidos desde la TV Pública.

Suena antipático, pero si hubiéramos logrado el Mundial, a lo mejor hubiese sido injusto -demasiado premio para el fútbol argentino de Julio Grondona. El fútbol alemán, por ejemplo, ha venido organizándose con presteza y eficiencia desde el año 2000, en un trabajo de alcance integral que abarcó a dirigentes, directores técnicos y jugadores, y que derivó en un subcampeonato en 2002, dos semifinales en 2006 y 2010, y el flamante título mundial. Precisamente lo contrario a lo actuado por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), eternamente relacionada con el desorden y la carencia de proyectos. Todo se diluye en la confianza extrema en el talento innato -que existe, sin dudas, pero que jamás es suficiente como para proyectar a largo plazo. Como sucede en la política, los argentinos entregan su destino a la divina providencia, encarnada en un solo hombre. Hemos calificado de 'genio' o de 'Dios' a un simple jugador de fútbol. Aunque, en el fondo, conozcamos de primera mano nuestro sentimiento de inferioridad, alejados de las potencias del orbe. ¿Por qué, entonces, resaltar que en la final del Mundial se estuvo cerca de alcanzar el milagro? ¿De qué milagro se habla, si -supuestamente- tenemos a los mejores? Obviamente, el milagro hubiese sido derrotar a un rival poderoso, que lo es solamente porque demuestra orden y criterio. Lo cierto es que poco interesan los nombres y los hombres; solo importan los objetivos, que circunstancialmente pueden coincidir con el buen momento de Mengano o Zutano. La solidaridad y la unión en pos de un proyecto debió haber sido el objetivo. Acaso haya sido esta la razón por la que se exageraron las posibilidades del equipo de Sabella.

El discurso argentino en el que todo mundo se considera 'antisistema' puede sonar simpático, pero no suma ni aporta: al contrario, resta. Remite a la actitud tan propia del adolescente supuestamente 'rebelde', que luego se dirige al comercio más cercano para hacerse del último modelo de teléfono móvil. No se trata de 'prostituirse'; apenas, de ser inteligente y de comportarse como adultos. Existe, con todo, un envoltorio 'épico' que nos agrada y seduce. Pero no logramos comprender que ese pretendido carácter épico o estoico oculta, en rigor, enormes carencias de planificación. Las palabras de la Presidente, en el patético recibimiento ofrendado ante jugadores y cuerpo técnico tras su regreso de Brasil, resultaron más que elocuentes. Especialmente, cuando aludió a que lucharon 'contra todo y contra todos'. Aquí se disfruta al oir conceptos como aquellos, en lugar de propuestas que inviten al trabajo duro y al sacrificio. Hacia el mismo sitio apuntaron siempre las expresiones de Diego Maradona, para muchos la síntesis perfecta del ser argentino: arrogante, impertinente, por momentos genial, excesivo, solidario, líder, víctima. Si el árbitro italiano no vio penal, es porque la FIFA buscaba perjudicarnos. Es que el mundo siempre está en nuestra contra: Washington, el FMI, el juez Griesa. ¿Seremos tan importantes, y nunca nos dimos cuenta?

Cada país le otorga al fútbol el lugar que le corresponde, en función de su propio contexto socioeconómico. El gran hallazgo de la FIFA fue percatarse de que este deporte puede canalizar como ningún otro los deseos y utopías de una sociedad dada, sobreactuando la pertenencia a aquella terminología abstracta, llamada Patria. En especial, en aquellos países sin rumbo, esos que suelen exigirle a un simple futbolista -en un acto de inquietante desmesura- la neutralización de las propias frustraciones.
 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.