POLITICA: MATIAS E. RUIZ

Claustrofobia presidencial: el pesado lastre de los Louboutin

John McClane: -¿Por qué tenía que destruir todo el edificio, Hans? Hans Grüber: -Bueno, cuando Usted se roba seiscientos dólares, puede desaparecer. Pero, si Usted se lleva seiscientos millones, le encontrarán. A no ser que lo crean muerto entre los escombros. (Die Hard. Twentieth Century Fox, ©1988)

22 de Octubre de 2012

Con periodicidad, el geopolítico británico George Friedman suele echar mano de una hipótesis tan cruda como extendida, a saber, que los presidentes incumplen sus promesas electorales porque la realidad de la gestión los pone -a falta de una explicación más académica- contra las cuerdas. Carecen, a fin Twitter, Matías E. Ruizde cuentas, de maniobrabilidad para implementar las políticas que se han propuesto desde los albores de la campaña. Ya en ejercicio y, con el correr de los años, incluso hacen su aparición nuevos obstáculos que reducen su margen operativo todavía más.

Así las cosas, podría afirmarse que, en la Argentina, aquella prerrogativa suele tensarse hasta límite de lo tolerable. No en vano -y por estas horas- los grandes interrogantes que mantienen ocupados a analistas y columnistas dominicales abarcan la perturbadora cadencia de tropiezos que viene caracterizando a la Administración Fernández Wilhelm [de Kirchner]. Si la totalidad de las opiniones coincide en que la Presidente de la Nación no parece conocer otra salida que no cuaje con la ominosa sustanciación del "ir por todo", ello no solo es preocupante, sino que exhibe una gravedad extrema. De tal suerte que se tornan incomprensibles los desfases en el financiamiento de la militancia camporista, el Fútbol Para Todos y Aerolíneas Argentinas, por ejemplo, en detrimento de los presupuestos dedicados a infraestructura hospitalaria, tecnología, seguridad, transportes, educación, etcétera.

A posteriori, será difícil tomar en serio cualquier tipo de justificación oficial para los desaguisados en indolente exhibición, como tampoco quedará mayor espacio para considerar con seriedad que -como se publicita con frecuencia desde las recalcitrantes usinas- el Gobierno Nacional dispone de brújula y criterio. Ya que lo que se observa es, precisamente, lo contrario.

Con todo, la ejercitación del intelecto para -datos en mano- calzarse el costosísimo calzado de Cristina Fernández y, de esta manera, interpretar su presente posicionamiento, no debería ser una tarea tan compleja. Mientras el ciudadano promedio percibe y proclama que su propio gobierno trabaja a destajo y a consciencia para 'llevárselo puesto', vale tener a bien considerar los alcances de la encerrona que mantiene a la jefe de estado en un estado de abierta desesperación. Principalmente, porque carece -con total evidencia- de tropa confiable y porque los exabruptos corporizados por los propios exceden, en mucho, a las órdenes recibidas. Existe, en Balcarce 50 y en Olivos, una indetenible retroalimentación con el desasosiego. El desacierto cobra la forma de círculo vicioso de neutralización imposible.

En tal sentido, no será fácil -para la primera mandataria- delegar confianza en su segundo al mando, el Vicepresidente. Se trata del joven al que muchos tomaban por desprolijo y vividor cuando, en rigor, resultó ser esencialmente diferente a todo aquello que se endilgara oportunamente. Infiltrador por excelencia, el bueno de Aimé acribilló al hoy ex Procurador Esteban Righi, se involucró de lleno en el meduloso negocio de la confección de la moneda nacional, mantuvo a su guardia pretoriana económico-financiera en el Banco Central de la República y, por si ello fuera poco, salió indemne de la munición gruesa que, durante mucho tiempo, le dedicó La Cámpora, con el fin de removerlo de la ecuación del poder. Boudou se sobrepuso a prácticamente todos los escollos, desperdigando su cínica sonrisa por doquier. Y recordando permanentemente su condición de intocable, pues conoce suficiente sobre las expensas de 'la nena' en Nueva York y porque acumula detalles sobre el laberinto de retornos que protagonizan los hermanos Cirigliano en TBA. En suma, conatos que enloquecerían a cualquier mortal con solo leer los títulos. Para la viuda de Kirchner, despiojarse del marplatense en la actual configuración espacio-temporal no solo sería tonto, sino suicida: hay demasiadas cosas que deben seguir ocultas bajo el tapete.

El espinoso tema de la seguridad -preocupación primaria de la ciudadanía, conforme lo reflejado por cualquier estudio de opinión-, no podía encontrarse con una instancia más aciaga. Los reclamos salariales expuestos por los gendarmes no solo han catapultado una serie de renuncias de importancia en la conducción, sino que también han colocado a la Ministro Nilda Garré en una posición insostenible. Garré no puede ya continuar nutriendo su imprescindibilidad en la agenda cristinista, no solo porque se ha quedado sin argumentos para defender el recorte de salarios en Gendarmería y Prefectura, sino porque, próximamente, saldrá a la luz un jugoso compendio relativo a la naturaleza real de su sociedad con el General César Milani. Esta espada de Damocles -se afirma- caerá de la mano con ciertos planes del Jefe de Inteligencia del Ejército para escuchar -allá lejos y donde no debe- más de la cuenta. Colateralmente, el affaire que comprende al futuro de la ARA Fragata Libertad y su forzada estadía en Ghana aún ve lejano su epílogo: la permanencia del tema en la agenda de los medios seguirá haciendo mella en la credibilidad nacional e internacional de la Administración. Rodarán más cabezas, y las instantáneas del Edificio Centinela regresarán.

En tanto las intrigas del poder se multiplican hacia el infinito, los resultados devueltos por los jueces adictos contribuyen a alimentar el descreimiento ciudadano, en cada vez más abultadas cuotas. Recientemente, se supo que el fiscal a cargo de la Causa Cromañón ordenó las detenciones de Patricio Fontanet (Callejeros) y de Omar Chabán (a la sazón, titular del establecimiento donde tuviera lugar la tragedia). Algunos terminan tras las rejas, y otros no. Al menos, esa es la lectura que compartirá el público luego de conocerse una resolución del magistrado federal Claudio Bonadío en relación a la tragedia de Once: Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime fueron procesados por su responsabilidad en las muertes, pero jamás conocerán la reclusión. Curioso doble estándar el empleado por la justicia, a no ser que exista alguna bien disimulada aclaración en el Código Penal que establezca diferencias entre la contabilización de 51 muertos y la anotación de 194 cuerpos quemados y desfigurados. Algún malintencionado podría sugerir que, para el caso de la responsabilidad penal endosable a funcionarios, los jueces están jugando a la cosa juzgada. Para que, en el futuro, los responsables se salgan siempre con la suya. Tal como se viera en la explosión de la fábrica militar de Río Tercero, en la provincia mediterránea.

En igual sentido, otros repararán en que Cristina Elisabet Fernández Wilhem se atreverá a reposar en la figura de su Secretario Legal y Técnico, uno de los artífices más reputados de la propaganda oficial. Pero los detractores de este postulado se ocuparán de repasar la infinidad de ocasiones en que el referido abandonaba el rosado edificio para proclamar a viva voz que 'la Jefa no está bien'. Y, después de todo, ¿por qué no lavar las culpas en la Señora? Recurriendo a la trillada declamación de la 'obediencia debida'. Idéntica narrativa sobre la que pretendieron cobijarse los altos dignatarios del Proceso de Reorganización Nacional.

¿Podrá apoyar la Presidente su hombro sobre Horacio Verbitsky -graduado en la sospechosa anticipación de noticias-? Y, ¿para quién oficia realmente el periodista? No escasean los que perjuran que su interés no obedece precisamente a dejar bien parada a la primera mandataria. Después de todo, él se las ha arreglado para hacer de embajador de una multiplicidad de sectores ideológicamente bien diferenciados. 'Triple de Miga' es el colorido nickname que ha sabido obsequiarse en horas recientes.

Finalmente, le toca el turno al declarado favorito de CFK en la Corte Suprema de Justicia: Eugenio Raúl Zaffaroni. El incombustible juez militante -contaminado sin remedio luego de tomar estado público el caso de los prostíbulos- manipula el output devuelto por el Alto Tribunal a piacere, y mucho de esto conoce su colega y par, el experto laboralista Doctor Ricardo Lorenzetti, con quien mantiene una interna tan feroz como ciclópea. ¿Quién fue el verdadero mentor del Fallo Zanotti, que terminara no solo licuando sino recortando los ingresos netos de las Fuerzas Armadas y de Seguridad? Acaso la ingeniería del desfase deba rastrearse en el eterno prejuicio ideológico de algunos pero, en honor a la autopreservación, Lorenzetti quizás debiera exponer los intríngulis del fallo que fue forzado a confeccionar. Antes de que su credibilidad termine reduciéndose a cenizas. O -mejor aún- antes de que alguien dentro de la Casa Rosada se decida a adherirle el mote de 'destituyente', certificando su autoría de cara a una sentencia que, en los hechos, le ha hecho perder al gobierno el control definitivo de las calles. Si el Dr. Zaffaroni observa llegada directa a la Presidente, sin necesidad de solicitar audiencia (como sí deben hacerlo sus colegas), entonces ya no quedará cabo sin atar. Dícese de los grandes cerebros que ellos jamás se ensucian las manos; antes bien, ponen a otros por delante suyo, para poder seguir cubriéndose las espaldas.

Conclúyase, pues, que no será sencillo llenar los zapatos de la viuda en el presente contexto; menos cuando la ocurrencia del 8N se encuentra tan cercana en el calendario. A sabiendas de que la única salida consiste en redoblar la apuesta, se ha subido al destartalado andamiaje de la candorosa maniobra del 7D que, naturalmente, acusa un neto corte suicida. En el sobrecalientamiento de una sociedad particionada, el 7 de diciembre habrá que esperar lo peor, pues la propia Cristina Kirchner lo reconoce: es la última ficha que le queda entre manos. Será a matar o morir. Doble o nada. Sin Fuerzas de Seguridad que le respondan y con las porciones más gruesas de la ciudadanía en la vereda de enfrente. Del lado del poder, solo conviven la amenaza indefinida de las fuerzas de choque que nadie ha visto y la poco verosímil convocatoria del countryclub Unidos y Organizados para "llevar más de un millón de militantes a la Plaza de Mayo", en palabras de un tierno Andrés 'Cuervo' Larroque. Luego, y a los efectos de contrarrestar o salpicar las movilizaciones ciudadanas del 8 de noviembre, al cristinismo solo le queda infiltrar muchachines de bajo vuelo para que, a grito limpio, convoquen a "recuperar los dólares para ir a Punta del Este", mientras son convenientemente captados por las cámaras de 678. Cuando el poder se sabe desnudo, solo cuenta con la poco creativa opción de intentar hacer caer al oponente en el error. Pero -vaya problema- no existe, aquí, un oponente; al menos no en el sentido estricto del término.

Tal como cuando un usuario torpe manipula armas de doble filo, el "ir por todo" puede terminar en un estruendoso "perderlo todo".


Matías E. Ruiz, Editor
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