POLITICA: POR MARIANO ROVATTI

Arturo Frondizi, el último estadista

Hace cincuenta años, se producía uno de los hechos más aberrantes de la historia institucional argentina. Tras el planteo militar número treinta y ocho, caía el gobierno de Arturo Frondizi.

29 de Marzo de 2012

Hace cincuenta años se producía uno de los hechos más aberrantes de la historia institucional argentina. Tras el planteo militar número treinta y ocho, caía el gobierno de Arturo Frondizi.

Tras el derrocamiento del Gral. Perón, todos los partidos se dividieron. El radicalismo, se abrió en dos alas: una antiperonista, la UCRP, con Ricardo Balbín, y la UCRI, bajo el liderazgo de Frondizi.

Frondizi se presentaba como un político distinto a la mayoría, con un novedoso lenguaje y un aire académico en su estilo oratorio. Fue un pionero de lo que hoy llamamos mediático, pues utilizaba con gran habilidad la radio y la flamante televisión. Estaba bien lejos del político de barricada, muy común en la mayoría de las agrupaciones.

En su discurso, ponía un acento desusado en la importancia del desarrollo económico, como requisito indispensable para la liberación nacional. Destacaba el atraso general que sufría el país, fruto de la caducidad del esquema productivo basado en las riquezas del agro. Las claves del desarrollo pasaban por el fomento a la industria pesada, es decir aquélla con efecto multiplicador sobre la economía en su conjunto: petróleo y petroquímica, siderurgia, automóviles, comunicaciones, etc.

Esta personalidad le dio cada vez más popularidad, y además les caía bien a los peronistas, quienes estaban sin expresión político-partidaria que los contuviera.
Pronto fue ganándose el apoyo de los sectores jóvenes de la ex UCR, quienes se pasaron masivamente al frondicismo. También lo apoyaba la izquierda, por su estilo trasgresor e intelectual, y por sus antecedentes progresistas. Asimismo, fue ganando espacio en sectores del nacionalismo católico por su posición antidivorcista y a favor de la enseñanza libre.

Pero fue fundamental el apoyo recibido del peronismo. Tras las elecciones constituyentes de 1957, Frondizi se dio cuenta que necesitaba del explícito apoyo de Perón para triunfar y tener una sólida base política para gobernar. Ese apoyo llegó tras un pacto secreto urdido por Rogelio Frigerio y John William Cooke, en el que Frondizi se comprometía a devolver la total legalidad al justicialismo, a normalizar la CGT y a reestablecer las conquistas en el área social obtenidas durante la gestión de Perón, quien se comprometía a apoyar explícitamente al candidato de la UCRI.

Algunos peronistas sostienen que ese apoyo expreso no resultaba necesario, ya que la mayoría de los seguidores de Perón preferían a Frondizi, aún con la posibilidad de que el líder exiliado ordenase votar en blanco. En 1959, Perón dio publicidad al pacto, pero Frondizi no lo admitió.

El 23 de febrero de 1958, Frondizi obtuvo más de 4.000.000 de votos contra 2.415.000 de Ricardo Balbín. La UCRI lograba mayoría propia en ambas cámaras del Congreso, y accedía a todas las gobernaciones provinciales. Tras la elección, no pocos sectores de las Fuerzas Armadas se negaban a entregar el poder a Frondizi, a quien acusaban de haber sellado un pacto espurio con Perón. Pese a ello el Gral. Aramburu le entregó el mando el 1º de mayo de 1958.
       
Uno de los pilares de la gestión frondicista fue la política petrolera. En julio de 1958, el gobierno lanzó un plan para extraer el petróleo que dormía en los yacimientos sin producir riqueza. El plan consistía básicamente en celebrar convenios con empresas extranjeras para extraer el mineral bajo la dirección de la empresa estatal YPF. Paralelamente, el gobierno obtenía la sanción de la nueva Ley de Hidrocarburos que nacionalizaba los yacimientos.

Frondizi condujo personalmente el proceso de negociación con las compañías. Los contratos fueron celebrados sin licitación previa. Esta situación, más la contradicción ideológica en que estaba incurriendo el Presidente, fueron motivo de durísimos ataques de la oposición. Frondizi, tras escribir Petróleo y política, oponiéndose a los contratos que Perón gestionaba ante la Standard Oil, llegaba al gobierno y llevaba adelante una gestión aún más audaz y privatista que la encarada por Perón en este punto (1)

Los ataques fueron durísimos entre gobierno y oposición, quienes se acusaban mutuamente de entreguistas o cipayos por un lado y agentes de los importadores de petróleo por otro. Más allá de la discusión, la Argentina en dos años logró el autoabastecimiento petrolero, exportar a países vecinos y triplicar la producción a través de todo el período 1958/62, además de darle a la Patagonia argentina un ritmo inusual de actividad económica.

En septiembre de 1958, el gobierno puso fin a un conflicto originado en la gestión de Aramburu, firmando un convenio con la concesionaria del servicio de electricidad. Posteriormente, formó SEGBA, empresa del estado nacional, contando con un crédito del Banco Mundial para su modernización y reequipamiento de usinas. Así, terminó con la dieta eléctrica que perjudicaba a la población. El consumo eléctrico aumentó el 17% entre 1958 y 1961.

En diciembre de 1958, lanzó el Plan de Estabilidad y Desarrollo, atendiendo a reclamos del empresariado y de los organismos internacionales de crédito. El objetivo era promover el crecimiento de la economía derrotando paralelamente a la inflación, fenómeno que no preocupaba tanto a los técnicos frondicistas, porque entendían que ella era un subproducto del subdesarrollo, y derrotando a él, se acababa con el fenómeno inflacionario. Con el Plan, se eliminaban los controles cambiarios, los controles de precios agropecuarios, los precios topes, los subsidios al consumo y todo vestigio de dirigismo económico.

Fruto de este plan, que significó un sinceramiento de las variables económicas, el costo de vida subió espectacularmente en enero y febrero de 1959, pero luego se estabilizó hasta fines del gobierno de Frondizi.

Otra prioridad fue la producción de acero. A través de SOMISA, el gobierno dio especial impulso a la actividad que en poco tiempo quintuplicó su producción. El consumo de acero por habitante pasó de 94 kg en 1958 a 115 kg en 1961. En ese año se inauguró el primer alto horno en San Nicolás.

Otros sectores que también crecieron durante la gestión desarrollista fueron el cemento, que creció el 20% entre 1958 y 1961; la red vial, que se extendió 10.000 km; la producción industrial en su conjunto, el 10%; la fabricación de tractores, pasó de 10.000 en 1958 a 25.000 en 1961, y la fabricación de automóviles, que llegó en 1961 a 100.000.  

En 1960, se fabricó por primera vez en el país en forma íntegra, un coche motor para ferrocarril, y se extendió el gasoducto Campo Durán - San Lorenzo a Buenos Aires, abaratando el suministro de gas a la población.

En el terreno educativo, también el gobierno de Frondizi tuvo que librar batallas. El gobierno de Aramburu, a través del Dto.Ley 6403/55, había autorizado el funcionamiento de las universidades privadas, con la potestad de emitir títulos profesionales habilitantes por sí mismas. Para un funcionamiento definitivo de las mismas, encuadrado en la ley, se requería reglamentar el artículo 28 del citado cuerpo legal.

El gobierno promovió la apertura universitaria y el reconocimiento de la libertad de enseñanza superior. En 1958, luego de un arduo debate, en el que se destacó el diputado Horacio Domingorena, se sancionó la ley  que provocó la desmonopolización de la universidad, permitiendo una mayor diversidad de oferta en las casas de estudio.

Previamente, las calles del país habían sido escenario de una dura puja política e ideológica entre el gobierno (libres), y la oposición (laicos). Estos últimos, básicamente radicales del pueblo e izquierdistas, atacaban a Frondizi por creer que sólo intentaba favorecer a la Iglesia Católica. Hubo huelgas de estudiantes y profesores, y marchas de éstos manifestando con dureza contra Frondizi. Incluso el rector de la UBA, Risieri Frondizi, hombre de izquierda y hermano del Presidente, fue -insólitamente- uno de los líderes de los partidarios de la enseñanza laica. Los libres, también manifestaron en la calle, y hubo numerosos enfrentamientos entre adeptos a uno y otro bando.

En el ámbito social, Frondizi tuvo sus altibajos: el Plan de Estabilidad y Desarrollo exigía sacrificios a la clase trabajadora, si bien a la vez, lograba mantener un nivel de plena ocupación.

Apenas comenzado su gobierno, Frondizi ordenó un aumento salarial masivo del 60%, sobre los convenios colectivos de 1956. A pesar que las 62 Organizaciones lo consideraron insuficiente, respaldaron políticamente al Presidente, que ya sufría una huelga decretada por el otro sector sindical, los 32 Gremios democráticos.

A pesar de la promesa del gobierno de normalizar la CGT, se sucedieron en poco tiempo, una serie de conflictos gremiales: en 1958, se destacaron las huelgas de los médicos, los judiciales, y los trabajadores de YPF, todas en rechazo a la política económica; en enero de 1959, una importante huelga en el Frigorífico municipal fue reprimida por tropas del Ejército.

En 1961, tuvieron gran magnitud las huelgas de los docentes y de los ferroviarios. Cabe destacar que en 1958, fue sancionada la ley 14.473, Estatuto del Docente, texto legal que garantizó una importante serie de derechos a los trabajadores de la Educación.

También en 1961, el gobierno sancionó la Ley de Asociaciones Profesionales, con la que los sindicatos volvieron a manos de sus legítimos representantes, tras la política desarrollada por la llamada Revolución  Libertadora.

En este período comenzaron a gestarse actos de sabotaje y agitación social, motivados en la proscripción que seguía sufriendo el peronismo y el descontento social que motivaba la política económica, sobre todo en los dos primeros años de la gestión frondicista.

La sucesión de actos violentos y la efervescencia social generaba en las Fuerzas Armadas un estado de intranquilidad que los llevó a ejercer una fuerte presión sobre Frondizi. Fruto de esa presión, en 1960, el gobierno dictó el Plan de Conmoción interna del Estado (CONINTES), que en resumen, ponía bajo jurisdicción militar esos hechos de violencia urbana. Ello derivó en la intervención a la provincia de Córdoba, y una fuerte persecución a dirigentes sindicales de extracción peronista, lo que ahondó la brecha entre Frondizi y el líder justicialista exiliado.

Sabemos que durante casi todo el siglo veinte, la jerarquía de las Fuerzas Armadas  estaba convencida del rol de vigilancia que la sociedad supuestamente les habría encomendado, sobre las autoridades elegidas a través del voto popular. Ello les daba -según su punto de vista- un derecho a vetar determinadas decisiones políticas. Lamentablemente, no pocos civiles y pero aún, dirigentes de partidos políticos democráticos también pensaban lo mismo, más por conveniencia que por convicción.

El primer planteo militar a Frondizi fue por las agitaciones estudiantiles, en 1958. En total, treinta y ocho planteos militares fueron realizados a su gobierno. En todos ellos, los uniformados presionaban exigiendo medidas que poco o nada tenían que ver con su función específica. Cada planteo traía consigo la posibilidad inmediata de la destitución del Presidente, si no se satisfacían sus reclamos. Allí Frondizi hizo gala de una gran cintura política y de una gran debilidad para manejar la situación. Esta situación obligaba el mismo a caminar por un sendero cada vez más estrecho. Sus detractores sostenían que en cada planteo, Frondizi se comprometía a cosas que luego -a sabiendas- no cumpliría. Allí le nació el mote de Maquiavelo, asociando la imagen presidencial a la de un político sin escrúpulos.

A poco de iniciar su gestión, el vicepresidente Alejandro Gómez iba distanciándose  de Frondizi, en razón del giro que tomaba su política de gobierno. Pronto Gómez fue acusado de conspirar junto a oficiales del Ejército contra Frondizi, lo que derivó en una fuerte tensión y su posterior renuncia.

Las Fuerzas Armadas le reprochaban varios aspectos de su gobierno al Presidente: un sector consideraba entreguista la política económica; otro, consideraba a las universidades como nidos de izquierdistas, que debían ser intervenidas, cosa que Frondizi no hizo. En 1959, presionaron para que Alvaro Alsogaray fuera Ministro de Economía y lo consiguieron, ya que el mismo lo fue hasta 1961.

En septiembre de 1959, el Gral. Toranzo Montero -un antiperonista extremo- se levantó  desconociendo la autoridad del Presidente y del Ministro de Guerra Elbio Anaya. Frondizi ordenó su relevo, que Toranzo no acató. Tras una fuerte tensión, Frondizi removió a Anaya, reponiendo al militar rebelde, provocando una situación de gran debilidad para su autoridad presidencial.

Párrafo aparte merece la relación de Frondizi con Rogelio Frigerio. Se conocieron cuando éste dirigía la revista Qué en 1956. Uno desde la tribuna política y el otro desde el periodismo, trataban los mismos temas con muy similares enfoques, con lo que se vio favorecido el encuentro. Frigerio tenía un pasado izquierdista -en épocas estudiantiles- pero a partir de su alianza con Frondizi, fue un permanente generador de ideas y leal operador político. Gestó el acuerdo con Perón, y fue Secretario de Relaciones Económico Sociales de Frondizi -un virtual nº 2 del esquema gubernamental- hasta que un planteo militar lo obligó a renunciar, ya que su figura era insoportable para las huestes castrenses. De todos modos, fue inseparable de Frondizi, tanto en el gobierno como en la actividad opositora, hasta que se distanciaron definitivamente, ya ancianos ambos, en 1987.

En política internacional, Frondizi partió de la base de suponer la inexorable coexistencia pacífica entre las superpotencias, fundamentada en el empate nuclear. La paridad de fuerzas de los dos bloques en que se hallaba dividido el mundo hacía que fuera poco probable un enfrentamiento directo entre ambos y obligaba a la Argentina a tomar decidido partido por unos de los dos, si quería una inserción geopolítica favorable a sus intereses nacionales.

El gobierno argentino en este período eligió claramente estar en el bloque occidental, liderado por los Estados Unidos, pero reclamando un mayor protagonismo internacional, intentando tener peso en las decisiones que afectasen a Occidente y en especial a América Latina. En parte, Frondizi logró ejercer cierto liderazgo en esta parte del continente en su relación con Estados Unidos y Europa.

Frondizi resolvió además en forma expeditiva viejos conflictos de límites que quedaban con Chile, Paraguay y Uruguay, favoreciendo un proceso de integración. Con Brasil, rompió la tradición aislacionista que caracterizó durante décadas la relación entre ambas naciones. Fue importante el Tratado de Uruguayana, celebrado con su par Janio Quadros en 1961, destinado a unir políticas estratégicas entre las potencias sudamericanas. En ambos ejércitos, el acuerdo fue resistido.

En 1960, participó activamente de la creación de la ALADI (Asociación Latinoamercana de Integración), organismo ideado para fomentar el intercambio comercial entre las naciones de la región. Las erráticas políticas económicas de estos países -con el paso de los años- frustraron en gran parte la intención original.

También en ese año, Frondizi viajó a Europa, y visitó los países de la CEE (Comunidad Económica Europea); en 1961, fue a Estados Unidos (siendo tapa de la revista Time), y realizó un extenso viaje por Asia. En todos esas misiones, intentó abrir mercados para los productos argentinos y atraer inversiones. En 1960, el Presidente norteamericano Dwight Eisenhower visitó el país, en medio de una gira por América Latina

Un punto controvertido de la gestión de Frondizi en materia internacional fue la relación con Cuba. En 1959, una revolución liderada por Fidel Castro había destituido al dictador Fulgencio Batista. El gobierno revolucionario tuvo gran aceptación en el continente al principio, pero poco tiempo después, comenzó un viraje hacia el marxismo leninismo, que derivó en una fuerte persecución dirigida por Castro a los opositores políticos y a muchos de sus antiguos camaradas, y en una alineación automática a los intereses de la Unión Soviética.

Frondizi tuvo -a principios de 1962- una entrevista en Buenos Aires con el Comandante Ernesto Che Guevara, a la sazón Ministro de Industria de Cuba, quien se hallaba en un viaje oficial a Punta del Este. Tras un rápido viaje a Buenos Aires, se entrevistó con Frondizi, para tratar temas de la relación bilateral y sobre la inserción cubana en el continente americano. Guevara intentaba, merced a la buena relación de Frondizi con el presidente Kennedy, que mediara ante éste por el conflicto que sostenía con los Estados Unidos. Esta reunión generó una gran irritación en las Fuerzas Armadas argentinas.

Previamente, Alfredo Palacios había sido electo senador nacional por la Capital Federal, luego de una campaña electoral plagada de discursos procastristas. Desde la extrema derecha, se sostenía que por culpa de Frondizi, en la Argentina avanzaba el comunismo.

En febrero de 1962, en la reunión de cancilleres de la OEA, la Argentina se opuso a la expulsión de Cuba de la misma, -propuesta por los Estados Unidos- al igual que Brasil, México y Chile, entre otros. Esta posición provocó un gran malestar en el Ejército, que presionó hasta conseguir que Frondizi rompìera relaciones con Cuba, cuando faltaban pocos días para que un golpe militar lo desalojara del poder.

En este tiempo, la Argentina se vio involucrada en un singular hecho derivado del holocausto judío: Adolf Eichmann, jerarca del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, vivía oculto en la Argentina con un nombre falso. Los servicios de inteligencia israelíes, que lo buscaban para juzgarlos por crímenes cometidos contra judíos en la Alemania de Hitler, lograron detectarlo y llevaron a cabo un operativo comando para secuestrarlo y llevarlo ante los tribunales israelíes. La acción -violatoria de la soberanía argentina- mereció una tibia queja internacional del gobierno, quien no ahondó en la misma, para no quedar involucrado con el nazismo. Eichmann fue condenado a muerte en 1961.

Durante su gestión Frondizi tuvo una relación difícil con el peronismo, que seguía proscripto, a pesar de la derogación del Dto. 4161/56. Esa situación alimentaba la oposición sindical al gobierno.

En  1960, en los comicios para renovación parcial legislativa, triunfó la UCRP. En 1961, la UCRI ganó en las elecciones para gobernador de Santa Fe, y el Partido Demócrata hizo lo propio en Mendoza. Para el gobierno resultaba un buen augurio para las elecciones de marzo de 1962, en las que se elegirían gobernadores en la mayoría de las provincias, sobre todo en la estratégica Buenos Aires.

Frondizi sufría una doble presión: por un lado, la civilidad exigía la total apertura política, cesando la proscripción del peronismo. Por el otro, las Fuerzas Armadas, no estaban dispuestas a permitir el retorno al poder a los seguidores de quien para ellos era el tirano prófugo. Frondizi eligió permitir la participación de la Unión Popular, el partido que canalizaría los votos peronistas.

Perón en su fuero íntimo prefería seguir con la abstención electoral: una derrota en las urnas le generaba un costo político; una victoria determinaría un seguro golpe de Estado y perdería lo que ya había empezado a recuperar. Pero  los dirigentes intermedios del justicialismo presionaron fuerte sobre el líder, y finalmente la UP se presentó con su bendición.

La UCRI ganó en la Capital y en diez provincias. La UCRP en Córdoba. Grupos neoperonistas en cuatro provincias más, y la Unión Popular en otras cuatro y en la fundamental Provincia de Buenos Aires, consagrando la fórmula Framini-Anglada. Esta situación generó la histeria generalizada en las filas castrenses, a pesar que el resultado electoral determinaba un mosaico que repartía el poder de manera tal que ningún partido impondría una supremacía absoluta sobre el resto.

Los militares exigieron a Frondizi la intervención de las provincias peronistas. A pesar de su inicial negativa,  Frondizi accedió -ya sin poder de negociación alguno- recibiendo el trato de traidor, por parte del justicialismo. Una vez conseguido ésto, los militares redoblaron la presión ya para derrocar a Frondizi. Este pidió a su antecesor Aramburu que mediara ante los militares, pero tras varias gestiones, le pidió que renunciara.

La CGT y el peronismo -obviamente- nada hicieron para sostener a Frondizi y lo dejaron caer, aún a costa de sus propios intereses, porque también ellos perderían, tal cual lo había imaginado Perón.

El 29 de marzo de 1962, los militares derrocaron a Frondizi (quien resistía sosteniendo no renunciaré , no me suicidaré ni me iré del país, en alusión a las actitudes seguidas por Yrigoyen, Alem y Perón respectivamente) y lo encarcelaron confinándolo a la Isla Martín García, en donde ya habían estado presos los mencionados Hipólito Yrigoyen en 1930, y Juan Domingo Perón, en 1945.

Pese a estos vaivenes, Frondizi siguió cerca del peronismo tras su caída. En 1963, la UCRI se dividió en dos agrupaciones: el MID, liderado por el ex Presidente y Rogelio Frigerio, y la UCRI, posteriormente, Partido Intransigente, bajo la conducción de Oscar Alende, quien fue gobernador bonaerense durante la gestión frondicista.

Frondizi participó activamente en La Hora del Pueblo a finales de la llamada Revolución Argentina, y formó con Juan Domingo Perón el  Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) junto a la democracia cristiana y el conservadorismo popular, triunfando en 1973. Incluyó legisladores propios en sus listas, pero tras el fracaso de la política económica de Isabel Perón, le retiró su apoyo.

Durante la dictadura 1976/1983, fue un duro opositor a su política económica, pero no tuvo el mismo énfasis frente al terrorismo de Estado. En verdad, fueron muy pocos los que lo hicieron. Bregó luego por la reconciliación nacional tras la reapertura democrática. En sus últimos años de vida, su discurso viró hacia posiciones más reaccionarias, hasta morir en 1995.

La corta gestión de Frondizi fue tan intensa como provocativa. Rompió con viejos paradigmas, y privilegió siempre las necesidades impuestas por la realidad, por encima de  los prejuicios ideológicos. Fue un visionario que jugó al límite. Junto a Yrigoyen y Perón, formó el selecto grupo de líderes que transformaron la Argentina del siglo veinte. Un apasionado por hacer, que –más allá de sus errores- aún no ha sido reconocido en su verdadera dimensión de estadista.

Por Mariano Rovatti, Blog Argenpolítica, para El Ojo Digital