INTERNACIONALES: POR ERICKA ANDERSEN

¿Debe Estados Unidos seguir financiando a las Naciones Unidas?

La sede principal de Naciones Unidas, de 39 plantas, está en la ribera del Río Este de Manhattan. Pero ahora la ONU ha planeado la construcción de un nuevo edificio al lado con un precio de $400 millones — y que podría incluso subir más allá...

28 de Octubre de 2011

La sede principal de Naciones Unidas, de 39 plantas, está en la ribera del Río Este de Manhattan. Pero ahora la ONU ha planeado la construcción de un nuevo edificio al lado con un precio de $400 millones — y que podría incluso subir más allá. Y como los contribuyentes americanos pagan el 22% del presupuesto de Naciones Unidas, el costo del nuevo edificio va a salir directamente del bolsillo del contribuyente — el suyo. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta importante: Simplemente, ¿hasta dónde debe llegar Estados Unidos en su apoyo a la ONU y a organizaciones internacionales como esa?

El asunto del nuevo edificio en Nueva York no es la única historia sobre la ONU que haya dado titulares este año. Véase el asunto de Palestina, que en el verano pidió formalmente ser miembro de Naciones Unidas. Si Palestina tuviera éxito en su intento unilateral, sería en detrimento de los intereses de Estados Unidos en la región, aislaría a Israel y constituiría un importante retroceso para las perspectivas de paz palestino-israelíes. Y todo ello vendría de manos de una organización sobre la que Estados Unidos puede ejercer gran influencia pero que no puede controlar.

Naciones UnidasSi a Palestina se le concede estatus de miembro en Naciones Unidas, los intereses americanos —junto con los de sus aliados— se verían fuertemente perjudicados, lo que exigiría una vigilancia y un cometido financiero aún mayores para mantener el peso necesario para defender las prioridades de Estados Unidos. Una vez más, planteamos la pregunta: ¿Cuándo se convierte en un problema nuestro compromiso con una organización internacional?

En la última publicación de la serie de Heritage “Entendiendo qué es América”, Brett Schaefer aborda el papel de Estados Unidos como miembro de organizaciones internacionales. Explica que los intereses enfrentados casi siempre retrasarán los avances en materia de paz, seguridad y derechos humanos — pero no niega los beneficios de tener una plataforma para la consecución de los intereses de Estados Unidos. Schaefer expone además los riesgos de la participación en estos organismos:

Respaldar organizaciones internacionales no carece de consecuencias. Es una carga, aunque a veces es una carga que vale la pena llevar. Pero negarse a reconocer las limitaciones de las organizaciones internacionales y su potencial para causar daños perjudica al pueblo americano.

Unirse a naciones amigas por beneficio mutuo o como vía para la solución de problemas puede ser de valor para Estados Unidos, pero los líderes de la nación nunca deben sacrificar el contexto general de los intereses americanos en nombre del compromiso. ¿Cuándo se convierte en un problema nuestro compromiso con una organización internacional? Esa es una pregunta que los líderes americanos deben preguntarse constantemente. Schaefer explica cómo debe Estados Unidos buscar el logro de tal equilibrio:

Si Estados Unidos no quiere minar sus intereses, debe abandonar su posición de defecto que es apoyar e implicarse con organizaciones internacionales sin tomar en cuenta su desempeño. En vez de eso, Estados Unidos debe evaluar honestamente si cada una de esas organizaciones funciona, si su misión está bien centrada y es realizable y que no depende de una “buena fe” inexistente, y si fomenta los intereses de Estados Unidos.

Las organizaciones internacionales son una herramienta para alcanzar un objetivo, no un fin en sí mismas. Son una vía para que Estados Unidos defienda sus intereses y para buscar cómo abordar problemas en concierto con otras naciones. Pero no son la única opción y se deben comprender claramente sus puntos fuertes y débiles.

Estados Unidos jugó un papel clave en la fundación de Naciones Unidas, así que nuestro interés en su éxito es grande. Pero hay siempre riesgos al trabajar con otras naciones — y toda organización internacional se apoya al menos en parte en la buena fe de aquellos implicados en la labor. Sin embargo, las prioridades de cada país están en primer lugar y por ello los líderes americanos debe estar eternamente alertas a la hora de evaluar el historial y las acciones de los países participantes.

Eso es cierto en lo que se refiere a asuntos como la implicación financiera de Estados Unidos en la ONU, particularmente cuando la organización planea construir un carísimo complejo nuevo en Manhattan. Y esa vigilancia se hace incluso más imperativa en asuntos de seguridad internacional y de promoción de ideales enfrentados con los intereses de Estados Unidos en el exterior, como es el caso de la propuesta de Palestina para su reconocimiento en la ONU.

En un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en 1985, el presidente Ronald Reagan se refirió directamente al papel de la ONU — y a la necesidad de Estados Unidos de seguir alerta, señalando que: “La visión de la Carta de Naciones Unidas —evitarles a las siguientes generaciones el azote de la guerra— sigue vigente. Todavía nos emociona el alma y entusiasma nuestros corazones, pero también exige de nosotros un realismo duro como una roca, lúcido, firme y seguro — un realismo que comprenda que las naciones de Naciones Unidas no están unidas”. Estas palabras siguen siendo ciertas hoy y deberían guiar el criterio de Estados Unidos en su cometido con organizaciones internacionales, pero también las realidades y limitaciones del mismo.

Por Ericka Andersen, Libertad.org / The Heritage Foundation