POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ

Reelección: Cristina Fernández canjea luto por madrinazgo y complicidad

La decisión de la Presidente de perseguir un segundo período amortigua los ribetes abúlicos de la campaña electoral, al tiempo que promete convertirla en algo más apasionante. Pero el aparente quiebre de cintura de la primera mandataria no representa sorpresa alguna. Analizada con frialdad, la noticia corrobora que el remanente del kirchnerismo carece de una figura política aglutinante.

22 de Junio de 2011

¿Qué otra puesta en escena podía elegir la Presidente de la Nación, Cristina Elisabet Fernández Wilhelm, que no fuera una que coincidiera con el poco elegante cobijo de la cadena nacional de radio y televisión? La viuda de Kirchner hace honores a uno de los logros fundamentales de Néstor Carlos: la escandalosa disolución de la frontera entre lo público y lo privado.

El mensaje de lanzamiento no debería obsequiar interpretaciones azarosas ni liberadas a la subjetividad. En rigor, Cristina Fernández no tenía otro camino que renovar su protagonismo de cara a la pelea presidencial. De otro modo, el consabido proceso de desintegración del Frente Para la Victoria hubiera cobrado una dinámica tan destructiva como indetenible. Por estas horas, la opinión pública no solo se ha convertido en testigo omnisciente de las peleas entre Claudio Morgado y María Rachid (INADI): los personeros del ala derechohumanista elevan el tono en el fragor de una batalla fratricida; Abel Fatala intenta deslindar la propia responsabilidad en el otorgamiento de fondos a las Madres de Plaza de Mayo, señalando con dedo acusador a intendentes y gobernadores que no objetaron el autoimpuesto aterrizaje de Hebe de Bonafini y aquella inapelable asociación ilícita intitulada "Sueños Compartidos". En los últimos días, hasta José Ramón Granero -titular del SEDRONAR- se aferró a un medio norteño para ventilar que el bueno de Aníbal Fernández apunta en Casa Rosada que los decesos por sobredosis de drogas son tan reales como los extraterrestres, el ratón Mickey y el congelamiento de Walt Disney. Un puñado de magistrados, otrora célebres kirchneristas, disparan frases de corte amenazante contra el poder que va en declive...

De tal suerte que la Señora del "Vestidito Negro" -tal es el punzante calificativo alumbrado por Jorge Asís- se ha decidido a postergar la inevitable y dolorosa implosión, ganando tiempo hasta, al menos, la tercera semana de octubre. Tan surrealista se ha vuelto el escenario político argentino que, en la presente instancia, cualquier analista podría conservar la razón de su parte. Tanto aquellos que jugaron fichas a que la Presidente no se presentaría, como aquellos que anticipaban la jugada. Que Cristina haya tomado la decisión ahora no implica necesariamente que no abandone la carrera, entrado el décimo mes del año. Así, pues, la verdadera definición tendrá lugar en octubre. En el transcurrir de los próximos tres meses, la mujer que retoza en el sillón de Rivadavia podrá seguir estudiando el panorama y corroborar a ciencia cierta si acaso sus chances son, realmente, atendibles. Por más que ella desconozca que los estudios de opinión medianamente potables -obviamente, no aquellos encargados por sus personeros- refieran con crudeza que su intención de voto apenas acaricia los 28 puntos porcentuales. Hasta el más enfermizo cristinista debería saber que no existen argumentos que sirvan para solidificar el estribillo de "Cristina ya ganó". Para que el tan publicitado porcentaje de 45%-50% que le adjudican a la viuda sea mínimamente creíble, le sería necesario retener el mayor caudal de votos de las provincias del centro del país, junto a una franja de entre el 40% y el 50% en la de Buenos Aires. Los reportes más recientes informan, objetivamente, lo contrario: el santafesino Agustín Rossi se encamina a ocupar el tercer puesto en la puja por la gobernación de Santa Fe, mientras que en Córdoba, la imagen negativa de la Presidente es tan irrisoria que Juan Manuel De la Sota ha rechazado cualquier tipo de acuerdo con el oficialismo, a criterio de no verse contaminado. El kirchnerismo es particularmente denostado por la totalidad del Campo argentino, factor que revela que Cristina jamás podrá soñar en contar con ese sufragio tan esquivo. Por otra parte, el desprecio que la esposa de Néstor Kirchner se ha anotado entre las clases medias y altas de todos los centros urbanos del país es categórico y se torna cada vez más reaccionario, despotricando a viva voz contra todo lo que huela a oficialista. En la provincia de Buenos Aires, las huestes de CFK observarán una notable sangría: aquellos votantes que no se refugien en la Coalición Cívica/ARI o el socialismo de Hermes Binner se anotarán con el duhaldismo. A tal efecto, vale citar el caso de la mitad del club de los llamados "barones del conurbano", quienes ya optaron por sumarse al de Lomas de Zamora, difundiéndolo por todo medio de prensa habido y por haber. Estos señores no son precisamente caballeros de blancas armaduras, pero pocos saben más que ellos de ingeniería y artilugios electorales. Cristina... ¿ya ganó realmente?

La siguiente lectura que se adhiere a la decisión de la Presidente de la Nación tiene mayor relación con las consecuencias que le obsequiará su discurso. Porque, a partir de aquí, los candidatos de la oposición comprenderán que la "etapa de la viudez" se ha dado oficialmente por finiquitada. Cristina Fernández comenzará a recibir afiladísimas estocadas de parte de sus rivales, en una campaña que -nuevamente- brillará por los más mordaces y agudos comentarios: ya no hay motivos para sentir pena por esa pobre señora que quiebra en llanto ante cada oportunidad en que recuerda a su difunto esposo.

La primera mandataria dejará de ser la viuda, para convertirse en la cabecilla y arquitecta principal de una conspiración gigantesca que ha conjuntado a organizaciones sociales y de supuestos "derechos humanos" para saquear y pillar los ahorros y los impuestos de cuarenta millones de personas. Cristina será la primer responsable de las decenas de miles de muertos de una política de seguridad que premia a delincuentes y funcionarios corruptos y que aplica todo el peso de la ley al ciudadano de trabajo, honesto y de bien. De la noche a la mañana, la Jefe de Estado mutará en la exclusiva promotora de las órdenes emitidas a funcionarios de segunda línea para convertir al Ministerio de Planificación Federal, el Banco Central de la República Argentina, la ANSES y AFIP en apéndices burocráticos cuya única meta ha sido servir a los intereses de la caja oficial, con la venia y buenos oficios de la Corte Suprema de Justicia que encarnan displicente y obedientemente Eugenio Zaffaroni y Carmen Argibay. Será Cristina Fernández Wilhelm la primer responsable política del crecimiento exponencial del tráfico de drogas y el imperio del lavado de dinero y el juego. Será ella la principal protectora de siniestros personajes locales que reciben dinero del chavismo y que hacen favores para el terrorismo internacional. Y -vale destacar- el párrafo precedente solo incorpora pequeños ejemplos y "muestras gratis" de los dolores de cabeza a que se hará acreedora. Porque existe mucho más bajo la proverbial punta del iceberg.

Finalmente, y con comodidad, cualquier analista político bien entrenado llegará a la conclusión de que Cristina ha optado por abandonar el luto para reconocerse ante la ciudadanía y sus rivales en la puja electoral como la madrina y cómplice de los grandes males argentinos de los últimos ocho años. Cuando las horas sean finales, de poco le serviría convertir a su difunto marido en el depositario de la metástasis de corrupción, porque ya todo mundo lo habrá olvidado definitivamente.

La actual Presidente de la Nación no exhibe una mente brillante, ni es una gran hacedora política. Desconoce el funcionamiento más elemental de los complicados mecanismos del arte de lo posible, e improvisa torpemente sobre la marcha. Las virtudes que se le atribuyen -el gerenciamiento de la intriga y la implementación de maniobras de corte distractivo- no son tales, pues cualquiera puede emularlas. La enumeración de sus desinteligencias no son casuales en este segmento del escrito. Sirven para ilustrar que, ni bien el negro destino del FPV esté sellado, los ministros que hoy la adulan no tendrán empacho en señalarla con el dedo. Valga la ironía: en ese momento, cobrará forma una suerte de renovada "obediencia debida", que será lícita para cualquiera que desee salvar la propia ropa.

Cristina Elisabet Fernández Wilhelm no solo arriesga la derrota en la gran batalla de octubre: compromete su libertad de cara al futuro. No es difícil prever que su estado de ánimo y su salud se quebrarán como un frágil cabello, apenas salgan a la luz los grandes episodios de corruptela de los que aún ni la prensa ni la oposición se han enterado.

No obstante, se impone un reconocimiento para la Señora, y tiene que ver con su envidiable habilidad para hacer las veces de "perro del hortelano". Aquel que, de acuerdo a la vieja expresión, "no vive ni deja vivir". Para notificarse sobre esta virtud presidencial, es válido tomar nota de la inocultable furia de Daniel Scioli -Gobernador de Buenos Aires- en ocasión del discurso relativo a la candidatura de la viuda. Al parecer, el ex motonauta -o el "Hombre del Scalextric", para sus detractores- fue informado dos semanas atrás por un confidente que Cristina rehusaría presentarse nuevamente, y que se había decidido por "pasarle la posta" al esposo de Karina Rabollini. A la luz de los hechos, no solo no ha sido así, sino que ahora se sabe que, si acaso la Presidente tuviera planeado abandonar todo intento sobre la recta final de octubre (alegando razones de salud o las que fueren), en ese momento no quedará tiempo para nadie que pretenda promocionarse como candidato presidencial de apuro. Daniel Scioli no podrá sucederla, ni ahora ni en 2015. Pues el plan cristinista contempla -al menos, desde la teoría- imponer las manos a algún joven referente que se perfile con chances de continuarla.


Por Matías E. Ruiz, Editor
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Por Matías E. Ruiz, Editor