POLITICA: POR HORACIO ENRIQUE POGGI

La náusea

Periodismo militante no es periodismo, es propaganda oficialista. ¿Está mal que el oficialismo publicite sus obras? En un régimen republicano, el gobierno debe informar lo que hace y abrir las fuentes de acceso a la información.

19 de Junio de 2011
La sociedad tiene el derecho a recibir de parte de sus mandantes (en este caso el Poder Ejecutivo) una rendición de cuentas. Lamentablemente, la discrecionalidad probada en el reparto de la publicidad oficial ha provocado rechazos y críticas de organizaciones periodísticas locales e internacionales. Inclusive hubo un fallo de la Corte Suprema que no ha sido acatado.
 
Lo deplorable es apropiarse de los medios estatales de comunicación social en perjuicio de quienes disienten. Repugna la imposición sistemática de un discurso envolvente, destructor del que piensa distinto. Sería absurdo que un oficialismo se dedicara a hacer oposición, y que una oposición hiciera oficialismo. Hemos visto en reiteradas oportunidades que la oposición legislativa, cuando coincide con un proyecto oficial, lo vota (ley de medios o unión civil de homosexuales). Idéntica actitud debería asumir el oficialismo. Pero el kirchnerismo ha desnaturalizado esta dinámica propia de la democracia. Se maneja con rigidez: “A la oposición, nada. Y si puedo, me apropio de algún proyecto”, como la Asignación por Hijos. Esta es la lógica política de los K. Grandeza ausente. Mezquindad. Especulación insensata.
 
Se han elaborado proyectos para regular la publicidad oficial. Pero todavía sin resultados positivos. Entretanto, la cofradía propagandística K percibe fabulosas sumas de dinero y los medios más vistos y más leídos, pautas publicitarias irrisorias. Una burla.
 
La matriz económica del relato oficial encuentra en la arbitraria distribución de la pauta publicitaria del Estado a uno de sus sostenes determinantes. Las voces multiplicadoras se abastecen del erario público. La blogósfera, Twitter, Facebook, 6 7 8, Duro de domar, Víctor Hugo Morales y demás propaladores del pensamiento sedicioso que divide, pisotea y denigra la honorabilidad de personas e instituciones que se paren en la vereda de enfrente. En nombre del proyecto nacional y popular los propagandistas se consideran ungidos por la divinidad del relato apropiador. Una subespecie neopagana que eleva la calidad de las personas en la medida que comulguen con el relato. Y que convierte en basura bípeda a quien ose esgrimir argumentos impugnadores.

Los piqueteros mediáticos K suelen acusar de “derechista” y “gorila” a cualquiera que se les plante, inclusive a intelectuales de la talla de Alcira Argumedo. Los calificativos que utilizan para denostar a Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Beatriz Sarlo o Marcos Aguinis son irreproducibles. Demostraciones palmarias de un estilo de invectivas que desnuda el autoritarismo de una minoría beneficiaria de las mieles del poder de turno.
 
El relato es esencialmente apropiador. A él le pertenecen en exclusiva los derechos humanos, la revisión de la historia, los símbolos del peronismo, el Che, las Madres y Abuelas, la condena a los criminales del Proceso, la crítica de los 90, el uso y abuso de los recursos del Estado. Con la apropiación simbólica y la construcción de sentido que divulgan “los militantes” nakanpopistas trazan la raya divisoria de los argentinos. De un lado ellos, el pueblo, la patria, “el proyecto”; del otro, lado, la mayoría, los gorilas, los cipayos y demás calificativos exhumados de las tumbas abandonadas del nacionalismo ramplón y excluyente.
 
Una curiosidad: el relato oficial se espanta ante presuntas posiciones derechistas a las que inmediatamente asocia con la última dictadura cívico-militar. Una precisa y sabia exhortación evangélica del cardenal Jorge Mario Bergoglio merece un agravio rápido, que los pendejos cabezas quemadas poseen a mano: “Iglesia basura, vos sos la dictadura”. Pero esos mismos pendejos silencian todos los casos de corrupción aunque se les exhiban investigaciones rigurosas. Y ante escándalos vergonzosos, descargarán fuego granado sobre blancos ajenos a la realidad, ejercicios de distracción, alimento para sujetos que demandan un urgente tratamiento siquiátrico. Ya que nadie en su sano juicio, por ejemplo, consideraría un ataque a los derechos humanos el reclamo de juicio y castigo a los latrocinios ocurridos en la Fundación Madres Plaza de Mayo.
 


Otra curiosidad: el periodista militante o el militante a secas se considera poseedor de la honestidad ideológica, ya que no oculta su procedencia política (“el proyecto”), entonces grita su bandería, sin que absolutamente nadie lo discrimine se sentirá “la mierda oficialista” o formará parte de la agrupación de clase media “negros de mierda” (NDM) sin tener piel morena ni ser mucho menos excremento humano (con ver algunas fotos que suben en Facebook alcanza y sobra). La clave del bolazo está en la reedición imaginaria de escenarios bélicos del primer peronismo, o de hacer una remake de hechos irrelevantes de los setentas (el camporismo), que por obra y gracia de la fantasía literaria han elevado a la categoría de epopeya.
 
Si el periodista militante y el militante a secas destratan a los opositores (colegas, políticos, empresarios, ruralistas, religiosos, magistrados, etcétera) es porque ellos luchan contra el doble discurso que acecha en las catacumbas de la conspiración destituyente, liderada por el CEO del Grupo Clarín, la reencarnación de la Bestia -Héctor Magnetto-, quien lleva el 666 en la frente, marcado con el fuego del infierno.
 
Pero el doble discurso les pertenece -como Carlos Menem- a los timadores de la progresía vegetariana. A los que falsifican las estadísticas para regodearse de que combaten a la pobreza, el narcotráfico, el desempleo, el endeudamiento público, la inflación, la inseguridad. El doble discurso es oficialista. Nos mienten descaradamente. Anuncian eufemísticamente “800.000 soluciones habitacionales”  y se han hecho 300.000 viviendas. El remedio a las estadísticas alteradas es la reconstrucción del Indec con profesionales que le devuelven la credibilidad que tuvo hasta que lo arrasó la patota de Moreno. Mientras esto se demore, la falsificación será constante y con datos falseados sólo se construye un relato profundamente mentiroso. Así como al bien no se llega con el mal, tampoco con la mentira se llega a la verdad. 
 


Finalmente unas pocas líneas al método de la “verdad relativa” que los K utilizan para disfrazar de pluralista su enconado autoritarismo. Se trata de otro modo infame de sepultar el debate y se encuadra dentro de la lógica del pensamiento sedicioso. “Voy a todas partes con mi verdad relativa, vos no tenés la verdad, yo tampoco. Me acusás de corrupto y no lo soy, te demuestro que no lo soy porque lo digo y lo digo porque se me canta, vos no sos quién para demostrarme nada ni yo tengo la culpa de soportarte, adiós”. Nominalismo puro y duro.
 
Dan asco.
Por Horacio Enrique Poggi, para El Ojo Digital Política