POLITICA: POR HORACIO ENRIQUE POGGI, PARA EL OJO DIGITAL

Latigazos

Para el pensamiento sedicioso, la unidad, el acuerdo y el consenso operan como el agua bendita contra el demonio. Se espanta. Retrocede. Y saca a relucir, en su desesperación, todas las maldades más inverosímiles con tal de ver destruído a su oponente.

06 de Abril de 2011

Quizás, la decisión de retirar a la Policía Federal de 114 lugares públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tenga algo que ver con eso. Bastó que Mauricio Macri esbozara la posibilidad de una coalición opositora desde el PROperonismo. El golpe fue inmediato. Pero los perjudicados son los porteños.

Política mezquina. Sucia. Existen recursos superiores, racionales, humanistas. Sin embargo, se apela a lo peor, a lo que degrada y provoca muerte. La inseguridad es muerte. La droga, también.

Someten a muerte a la política. Entre tantos tirones, la sociedad queda en el medio. Azorada. Desprotegida. Angustiada. Se comprende por qué una consultora necesita llamar por teléfono a más 20.000 personas en la confección de un muestreo de 1000. El desinterés por la cosa pública es comprensible. El ejemplo de arriba falla. Convoca a la apatía.

A pocas horas de la sorprendente primaria federal que comenzó en la CABA, la sociedad porteña recibe un latigazo. ¿Acaso porque 34.000 vecinos decidieron participar de una selección inédita entre candidatos a presidente? Es una pregunta insólita. Seguro. Pero la decisión adoptada también es insólita y devuelve interrogantes insólitos.

Como fue insólito que el 24 de marzo un grupo de odiosos les enseñaran a escupir a niños sobre fotografías de periodistas críticos del oficialismo de turno, a quienes acusan de haber sido colaboradores de la Dictadura. Una aberración. Tanta arbitrariedad se mimetiza con los métodos utilizados durante la brutal carnicería dictatorial. Eso no es ejercitar la memoria. Es entrenar a las nuevas generaciones en la destrucción y el enfrentamiento que sólo cosechan tragedias.

Nunca es mala la oposición. Taparle la boca, censurarla, perseguirla es colocarse del lado de la tragedia. Llamar a los espíritus del fracaso. Al derramamiento de sangre. Varias oposiciones. Está bien. Hay democracia. ¿Por qué tantos periodistas “independientes” instan a conformar un único frente electoral para competir con Cristina?  Al ver frustradas sus espurias intenciones, someten al desguace a los opositores porque no son “patriotas”. ¿Ellos lo son?

Se refiere que el 40% de la población pertenece a la clase media. En el apogeo del consumismo, la mayoría de este sector se muestra simpático con Cristina, aunque en privado lo oculta. Con Menem -en 1995- sucedía algo similar. ¿Estaremos ingresando en la antesala del "yo no la voté"?

Arturo Jauretche  -hoy tan manoseado y tergiversado por kirchneristas/progres de toda laya- bregaba por “el compromiso con la realidad”. En una etapa donde se impone el relato oficial al servicio del país virtual, podríamos sostener que un segmento amplio de clase media votará a Cristina Fernández, por consumista. Pero otro segmento menos numeroso y permeable al relato oficial, lo hará por convencimiento. Entonces se interpreta que el oficialismo comenzó a recuperar el terreno perdido en 2008, cuando estalló la nefasta guerra con el campo.

El relato oficial con plata entra. El Estado es poderoso y dispone de un entramado propagandístico fenomenal. Ni qué hablar de la nueva oligarquía que amasa fortunas al calor del capitalismo de amigos y aporta efectivo fresco al monopolio mediático K. Todo suma. ¿Todo? Algunas sumas, restan. El Clan Moyano, por ejemplo. Las medidas insólitas en el área de Seguridad. El bloqueo a diarios. En definitiva, el fuego amigo.

Nada está definido. Sin embargo, la sensación predominante señala que Cristina ya ganó. No ganó. Tampoco la democracia corre peligro. Sin embargo, si a las espaldas lastimadas por los latigazos autoritarios encima se les arroja puñados de sal, cuidado. En algún momento, el azotado reacciona. Se pone de pie. Da la pelea postergada. Y, como es mayoría, gana.
 

Por Horacio Enrique Poggi, para El Ojo Digital Política