Se abren negociaciones entre La Nación, Grupo Clarín y los resabios del kirchnerismo. La instalación de Máximo Kirchner
El aroma putrefacto de una negociación que cobra forma a espaldas de una sociedad hastiada: la amortiguación de las críticas contra Cristina Fernández a cambio de una tregua entre Papel Prensa y el Gobierno Nacional. Felipe Solá y su objetivo de concretar la implosión del Peronismo Federal. La instalación mediática de Máximo Kirchner, "Príncipe de Río Gallegos".
31 de Octubre de 2010
La desaparición física de Néstor Carlos Kirchner dejó, indudablemente, abundante material para el análisis. El escenario se esboza mucho más complejo de lo que a priori se comenta. Falleció el arquitecto del "modelo" que hoy se pretende profundizar. Aún cuando se trate, en rigor, de un modelo a todas luces inexistente. El teatro de operaciones político se asemeja mucho, finalmente, a los postulados de la incomprobable teoría del Big Bang. Esta se remite al surgimiento de un todo a partir de la nada. Sobre la cáscara vacía del "modelo" kirchnerista, su elemento remanente pretende salvar la ropa y proyectarse más allá de 2011.
Para aquellos que estuvimos presentes en Plaza de Mayo el pasado miércoles 27 de octubre, resultaba llamativa la escasa concurrencia de ciudadanos de a pie frente a la Casa Rosada para seguir de cerca los acontecimientos. Las horas se sucedían lentamente y pocos se acercaban al primer espacio público del país. Desde luego, ello podía explicarse a partir del desprecio que el esposo de Cristina Fernández supo granjearse durante tantos años de fogoneo de la discordia y la división. Mal podía suponerse, entonces, que la sociedad se manifestaría para rendir el correspondiente tributo.
Vio la Presidente de la Nación que el papelón de la inasistencia no podría disimularse. Por ello, se ocupó de instruír a Carlos Kunkel y a sus acólitos para que, raudamente y con presteza, contactaran a Hugo Moyano y a los cabecillas de gremios ideológicamente afines, y organizaciones sociales y piqueteras dependientes de subsidios y planes sociales para que llenaran la Plaza.
Sin embargo, los episodios más bizarros llegaron durante las 48 horas posteriores. Pocos hubieran creído que medios como Clarín y La Nación titularan a grandes letras sobre la "multitud que fue a despedir al ex presidente", pero así fue. Algo definitivamente desagradable se estaba cocinando: noteros y periodistas protestaron a viva voz porque el material que prepararon -y en donde militantes oficialistas confesaban que habían sido acercados en micros rentados por albaceas del gremialismo y la Casa Rosada- fue convenientemente editado y eliminado. Entre los periodistas conocidos, solo el Dr. Nelson Castro se refirió elípticamente al tema, en Perfil.com.
Previo al fin de semana, la tergiversación de los hechos cobró más fuerza: los medios tradicionalmente "opositores" (y cuyos representantes legales forman parte de Papel Prensa) promocionaron la caravana de acompañamiento del féretro como si se tratara de un recorrido épico, de la mano "del Pueblo". Antes del fin de semana, los rumores se confirmaron: Kunkel elevó la temperatura de las líneas telefónicas para tender puentes entre los principales diarios y el multimedio Clarín (también firmó Canal 26). La propuesta fue arrojada contra reloj sobre la mesa: el remanente del kirchnerismo acordaría una tregua en su avanzada contra Papel Prensa, a cambio de que los títulos amortiguaran la crítica contra Cristina Elisabet Fernández. Los dignatarios de la Administración no se quedaron atrás: exigieron una magnificación del circo del transporte del ataúd, a los efectos de -cuando menos- "empatar" el evento con el del fallecimiento del ex mandatario radical Raúl Alfonsín, que oportunamente observó una concurrencia espontánea y masiva.
Hubo acuerdo: los accionistas principales del papel para diarios trocarán la crítica en condescendencia para la "Viuda Presidencial". Por su parte, los ocupantes de Balcarce 50 se anotaron un inesperado bonus: la instalación mediática de Máximo Kirchner, el primogénito y heredero. A tal efecto, no es casual la mención reiterativa y hasta exagerada de su nombre, incluso de parte de columnistas dominicales de la talla de Eduardo van der Kooy. En La Nación también aparecieron las plumas de rigor, que rotularon el nombre del arquitecto de La Cámpora en letras doradas, obsequiándole incluso una skill de experimentado armador político cuando, en realidad, Máximo apenas existe fuera de la provincia de Santa Cruz. Pero las cámaras de tevé no mienten: mientras acariciaba el féretro, el Heredero fue varias veces "enlatado" mientras sonreía. Sus muecas no eran precisamente las de un hijo que acababa de perder un padre. Paradójicamente, el Príncipe de Río Gallegos aterriza ahora en el redil político de la mano de La Nación y de Clarín (enemigos declarados del difunto progenitor) para intentar quedarse con lo que queda y, de paso, brindarle apoyo emocional a la madre compungida. De todas maneras, Francisco "Paco" Larcher todavía no se ha atrevido a aconsejarle a Máximo I que deberá ser cuidadoso, dado que Gallegos, después de todo, es un infierno grande y allí existen incontables personajes que ya han sido fuentes obligadas para la confección de carpetas en donde su nombre figura en grandes letras ("Pecados de Juventud"). Por si esto fuera poco, a algún "malintencionado" hasta se le ocurrió pensar en voz alta y decir "Aquí lo único que falta es que el chileno Rudy Ulloa ahora se agrande y se venga a instalar en la Capital Federal. Si así fuera, la cosa se complicará en exceso". Se entiende que "la cosa" se relaciona directamente con la paz social y la explotación integral de la maquinaria de propaganda oficial para dividir más a la sociedad en polos antagónicos. En cualesquiera de los casos, con respecto a Máximo corresponde preguntarse: ¿para qué otorgarle al muchacho una entidad que no posee?
En el terreno estrictamente político, la muerte del "Jefe" resultó ser una oportunidad inmejorable para algún que otro candidato agonizante al que le costaba encontrar su posicionamiento. Es el caso del ex gobernador de Buenos Aires y reciente ex socio del kirchnerismo, Felipe Solá. En ocasión de las exequias, Felipe no tuvo empacho en dedicarle al oído a Sergio Massa una frase que gatilló abundantes cuotas de rabia en el PJ antikirchner: "Esta es tu oportunidad. Yo te apoyo". Solá es uno de los tantos referentes abandonados del espacio opositor que bregan por una implosión del Peronismo Federal -donde ya no le atienden el teléfono- y por la consolidación de un espacio en donde se pueda sumar a Daniel Scioli, a Moyano y a piqueteros, derechohumanistas y "luchadores sociales" que hoy atisban que el negocio puede escurrírseles de las manos. Es Felipe Solá quien, conjuntado con elementos del oficialismo, sugiere la idea de que el Peronismo podría reunificarse para pelear por las Presidenciales en 2011. Aún cuando ello no se ha confirmado, pareciera ser que la idea no disgusta al santafesino Carlos Reutemann. Alberto Fernández seguramente aprovechará el desmadre para insertar algún bocadillo. Por otro lado, con un radicalismo a punto de ser enterrado junto a Kirchner en sus aspiraciones electorales, porciones del justicialismo oficialista se retroalimentan con algún elemento disidente para difundir la idea del acuerdo. Este pacto a espaldas de la ciudadanía le serviría a ambos polos. Por un lado, Scioli y Solá podrían de esta manera ver renovadas sus posibilidades para dentro de un año dado que, si no es con dinero y operaciones mediáticas, saben que no logran cosechar una intención de voto mínimamente potable. Para el espectro kirchnerista, la conjunción de PJ oficialista y PJ disidente serviría para garantizarse impunidad de cara al futuro. Por demás, la iniciativa de fusión entre los peronismos podría toparse con alguna férrea negativa: Alberto Rodríguez Saá recuerda muy bien los años en que el kirchnerato intentó incendiar San Luis, mediante el envío de falsos docentes que se manifestaban violentamente en los espacios públicos puntanos. La maniobra fracasó estrepitosamente: si hay algo que los hermanos supieron hacer es blindar su territorio con aguda inteligencia y destreza. No son improvisados ni timoratos en el juego político.
Por momentos, parece ser que Néstor Kirchner le hubiera transmitido la "posta" del pánico a los tribunales a sus socios políticos en vida. A nadie escapa que al Camionero Hugo Moyano lo persigue una desesperación irracional por propiciar el acuerdo de referencia; no vaya a ser que el tristemente célebre magistrado Norberto Oyharbide se decida a encarcelarlo por la causa de los medicamentos adulterados. El juez federal, en el proceso, aprovecharía la maniobra para limpiar su imagen, que ya se encuentra notablemente deteriorada en la sociedad.
Conviene, pues, evitar el autoengaño. En el escenario posterior al deceso de Néstor Carlos Kirchner pulula una infinidad de personajes que aspiran a reciclarse a cualquier precio, sin importar se trate de políticos o magistrados venidos a menos. Pero, sin lugar a dudas, lo más triste y condenable es que de ese conglomerado también forme parte el espectro mediático de peso de la Argentina, llámese Papel Prensa o sus directores de orquesta: Clarín y La Nación.
Para una ciudadanía cansada, verse forzada a tolerar esta suerte de pacto de honor entre impunes y socios de la prensa, tal vez sea ya demasiado pedir. Todos ellos llegarán -como sucede siempre- a reclamar a viva voz que se merecen la confianza del sufragio o la lectura en la hora del café. Se brindarán páginas y espacios para que los promotores del cambio puedan reinventarse. Aunque en sus agendas figure el objetivo de que nada cambie verdaderamente.
Por Matías E. Ruiz, Editor.
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Por Matías E. Ruiz, Editor