INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

Nunca desperdiciar una buena crisis

La prórroga de la crisis ucraniana sirve para disimular otros conflictos latentes.

17 de Septiembre de 2022


Resulta perturbador el modo en que numerosos observadores de la guerra en Ucrania, que debieran mostrarse mejor preparados, se ven inclinados a aceptar sin cuestionar las afirmaciones originadas en 'fuentes' que, claramente, pueden rastrearse hacia los gobiernos involucrados en el conflicto.

Ucrania, Zelensky, Estados Unidos, Corrupción, Israel
Aquellos líderes políticos que se han envuelto en la inexorable procesión, protagonizada por estadounidenses y sus aliados, con miras a transformar la crisis ucraniana en una Tercera Guerra Mundial, de seguro han aprendido la lección que reza que el administrar una narrativa sobre lo que tiene lugar es el arma más preciada que los halcones de la guerra contabilizan en su repertorio. Uno recuerda cómo la temporada post 9-11 se desarrolló hasta llegar la guerra de Irak, siendo que George W. Bush y los neoconservadores en el Pentágono mintieron absolutamente en todo, para convencer al público de que Saddam Hussein era un terrorista nutrido por la megalomanía y poseedor de armas de destrucción masiva, describiéndoselo inevitablemente como un hombre en más de un sentido comparable a Adolf Hitler. No obstante, numerosos observadores de lo que sucedía entonces no se vieron engañados, y se conocieron multitudinarias manifestaciones en distintas ciudades americanas previo a la invasión de marzo de 2003; naturalmente, nadie en los medios de comunicación informó sobre esas marchas, a efectos de controlar el mensaje diseminado.

En más de un sentido, Irak fue una experiencia de aprendizaje para aquellos en el gobierno y para otros en los medios que se abrazaron a la difícil faena de diseminar mentiras a un público mayormente poco suspicaz. Lo que vemos hoy en torno a Ucrania y Rusia, sin embargo, hace ver a lo de Irak como un paseo por el jardín, en términos de la cruda audacia que caracteriza a la supuesta información que reporta sobre los hechos, llegue o no a los títulos. En lo particular, tomé nota de la manera e que el reciente atentado terrorista contra Dalya Dugina, activista rusa, episodio en el que un asesino ucraniano hizo detonar su vehículo; transcurrieron apenas cuarenta y ocho horas para ver al titular desaparecer de todas partes, mas no sucedió lo propio con la mentira promocionada, que versaba que el primer ministro Putin había sido el autor intelectual del episodio. Este relato fue convenientemente plantado en no pocos canales, en los medios mainstream.

Ahora que Joe Biden está a punto de designar a un general de dos o de tres estrellas para encabezar la campaña ucraniana y ha formulado una solicitud por otros miles de millones de dólares extra en concepto de asitencia, Ucrania estará en los titulares prácticamente todo el tiempo. Asimismo, el involucramiento estadounidense portará consigo alguna identificatoria pegadiza. Yo sugeriría intitularla Operación Bolsillos Vacíos (Empty Wallets), conforme coincide con el fenómeno que próximamente los ciudadanos de los Estados Unidos experimentarán a partir de los rescates financieros gubernamentales y otros mecanismos que proliferarán el gasto federal. Por otra parte, también podríamos intitular a la operación como 'Give me a Break' (Operación Déjeme en Paz). Adicionalmente, el esfuerzo creará una novedosa dimensión para la formulación de narrativas en los medios, en razón de que los informes sobre Ucrania terminarán por matar a cualquier otro tema que amague con aparecer en la televisión o en los periódicos. Esa administración selectiva de los reportajes proporciona cobertura para ocultar otras historias que probarían ser vergonzantes para aquellas personas afincadas en el poder. A tal efecto, significa que habrá margen de maniobra para los jugadores de siempre, a efectos que se involucren en las actitudes de siempre, pero sin ser sometidos a escrutinio alguno de parte del público, al respecto de lo que esté sucediendo en la propia Ucrania o en teatros de operaciones secundarios como Oriente Medio y el continente africano.


Todo lo cual llevará a examinar a qué se han dedicado dos naciones que, unilateralmente, se han declarado hacedores de reglas. Esas dos naciones son, sin que ello represente sorpresa para nadie, los Estados Unidos de América y el Estado de Israel. En rigor, Washington está incrementando hoy su rol de combate en el Africa, protagonizando ataques aéreos en Somalia, todos los cuales han sido ejecutados desde que el presidente Joe Biden aprobara el redespliegue de centenares de tropas de fuerzas especiales a ese país en mayo pasado, revirtiendo la decisión de su antecesor, Donald Trump, quien había ordenado reducir los niveles de tropas de AFRICOM, el comando estadounidense para el continente africano. Los dos ataques más recientes pusieron fin a la vida de al menos veinte somalíes, todos los cuales fueron descritos como 'terroristas' por el comando norteamericano. Fuentes independientes han consignado, no obstante, que las fuerzas estadounidenses bombardearon Somalia al menos en dieciséis oportunidades desde que llegó al poder Biden, cobrándose estos episodios la vida de entre 465 y 545 supuestos milicianos de al-Shabaab; y aquí se incluye la desaparición física de no menos de doscientos individuos en un sólo ataque (ejecutado el 13 de marzo con drones y con fuerzas terrestres).

Al describir la cadencia de los informes periodísticos sobre el particular, Kelley Beaucar Vlahos, ex consultor en el Instituto Quincy para Políticas de Estado Responsables (Quincy Institute for Responsible Statecraft)observó: 'Si Usted no se había enterado de que estábamos bombardeando Somalia, pues, no se sienta Usted mal; se trata de una noticia ejecutada por completo por fuera del radar. Una que, curiosamente, se ha mostrado ausente de todos los periódicos de tirada masiva...'.

Y luego está el tema de Siria, en donde la frecuencia de publicación en los medios refleja la política de la Casa Blanca. Los Estados Unidos, que probablemente cuentan con al menos una docena de bases ilegales en territorio sirio, tutelan una base aérea de notable importante en el campo petrolero al-Omar, en el cuadrante nor-oriental de la provincia de Deir Ezzor. Varias semanas atrás, se informó que tres soldados estadounidenses resultaron levemente heridos en oportunidad de registrarse ataques con cohetes contra la base, por supuestas 'milicias respaldadas por Irán'. Los EE.UU. respondieron a los pretendidos ataques mediante una réplica con helicópteros Hughes Apache, contra tres vehículos pertenecientes a una milicia afgana chiíta, asesinando a entre seis y diez 'militantes'. Se conocieron informes adicionales de intercambios de fuego y, poco después, CENTCOM afirmó que el presidente Biden había ordenado los ataques personalmente, como razón de 'derecho a la legítima defensa', justificando la acción con la cita del Artículo II de la Constitución estadounidense. Sin embargo, y en rigor, la Constitución americana jamás fue pensada para ofrecer cobertura ilegal a fuerzas americanas que desarrollan actividades ilegales mientras ocupan un país con el que no están en guerra, y que exhibe un gobierno funcional que rechaza la presencia de Washington en su territorio. Según se ha informado, los EE.UU. administran estas bases ilegales situadas mayormente en zonas agrícolas que alimentan al país,  y en zonas ricas en petróleo. Tanto los granos como el crudo son rutinariamente robados por los Estados Unidos, y gran parte de esos commodities terminan en manos de Israel.


De tal suerte que, inevitablemente cuando se habla de Israel, ha de afirmarse que éste país ha utilizado la cobertura proporcionada por Ucrania no solo para bombardear territorio sirio con frecuencia, sino también para segar la vida de palestinos en Gaza y Cisjordania. Recientemente, el ritmo de esas operaciones se ha visto acelerado, con las Fuerzas de Defensa de Israel y la policía local asesinando a numerosos palestinos con rigor diario; muy poco de ello es citado en los medios de comunicación estadounidenses, sin importar que la tasa de muertes sea cinco veces superior a la que se conociera durante 2021. Claramente, se asiste a una política deliberada con vistas a incrementar la presión sobre los palestinos, y el proceso se lleva a cabo bajo un escrutinio mínimo de parte de los medios de comunicación y del público. En consecuencia, Israel ha comenzado a publicitar ampliamente su respaldo a Ucrania, para alejar la atención sobre lo que está haciendo en el orden doméstico.

En pocas líneas, Israel está incrementando sus esfuerzos para hacer la vida imposible a los ciudadanos palestinos, de manera tal que toda la población árabe decida partir del país. El empleo de violencia selectiva y del acoso constante son parte de ese esfuerzo; los palestinos han tomado nota de que el concepto 'apartheid' ya no describe con precisión la intensidad de las reprimendas; los homicidios ya se han vuelto moneda corriente.

Mientras tanto, Israel está haciendo todo lo posible para deslegitimar a la autoridad nacional palestinaetiquetando a todo grupo de derechos humanos árabe como 'terrorista'. Hace poco, la policía israelí ejecutó un raíd contra las oficinas de siete de dichos grupos, confiscó su material de trabajo y de comunicaciones, ordenando en el proceso la clausura definitiva de las instalaciones. Irónicamente, una evaluación que la CIA había hecho de esos grupos determinó que carecían ostensiblemente de vínculos con organizaciones dedicadas al terrorismo. Como es ya un clásico, la Administración Biden respondió al desarrollo con una declaración de 'preocupación', pero sin condenar la acción israelí.


Así es que, si Usted recorre las páginas de su periódico local, o bien enciende la pantalla de su televisor y atiende a los titulares, estos le indicarán qué es lo que debe pensar Usted sobre los desarrollos en Ucrania. Pero el mensaje diseminado coincidirá siempre con la perspectiva ucraniano-estadounidense del asunto. Si a Usted le interesa lo que los Estados Unidos e Israel están haciendo en Oriente Medio, no tendrá mayor suerte, en razón de que la 'defensa de la democracia', de la mano con la demonización de Rusia, son prerrogativas que sirven de cobertura para las travesuras de Washington y Jerusalén. Es otro ejemplo derivado de la forma en que medios de comunicación y gobierno trabajan mancomunadamente para formular políticas que jamás beneficiarán a los ciudadanos de los Estados Unidos. En lugar de ello, los beneficiarios serán los poderosos grupos de intereses con abundantes fondos para tutelar el proceso; los mismos que ganarán cada vez más poder a través de él. Es la triste realidad de lo que le ha sucedido a nuestra 'tierra de seres libres, y hogar de valientes'.



Artículo original, en inglés

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.