ECONOMIA: ROBERTO CACHANOSKY

Argentina: en un triunvirato populista, Sergio Massa no podrá obrar milagros

Lo poco que se conoce hasta el momento sobre la futura gestión de Sergio Tomás Massa...

02 de Agosto de 2022

 

Lo poco que se conoce hasta el momento sobre la futura gestión de Sergio Tomás Massa al frente del Ministerio de Economía es que afirmó que se propone poner orden en las cuentas públicas. Esto -se presupone- significa que el mencionado desea bajar el gasto público, factor que lleva al déficit fiscal, el cual a su vez requiere de financiamiento vía emisión monetaria, en razón de que no existe margen para recaudar mucho más impuestos -ni para colocar nueva deuda en el mercado interno o externo.
 
Sergio Massa, Mauricio MacriResulta bastante difícil imaginar una baja del gasto público en un gobierno que exhibe fuertes inclinaciones populistas. Miembros del oficialismo impulsan, por ejemplo, el mal llamado salario básico universal, que no es salario porque no existe allí un trabajo como contraprestación que explique la palabra salario. Es, en todo caso, más dinero para 'planeros'.
 
En noviembre de 2019, el gasto primario base caja fue de AR$375.300 millones; en junio pasado, llegó a AR$1.523.532 millones; es decir que se incrementó en un 306% desde que asumiera el actual gobierno, con una inflación acumulada del 190%. Si se coteja con noviembre de 2021, a efectos de evitar el efecto del medio aguinaldo, la expansión registrada fue de poco más del 20% en términos reales.
 
Adicionalmente, desde que el kirchnerismo retornó al poder, el gasto en subsidios económicos para mantener artificialmente reducidas las tarifas de los servicios públicos se disparó en un 361%, pero el rubro que más se vio incrementado fue el apartado 'Otros planes sociales', con un 1.210%, que no es otra cosa que el gran negocio en que se han transformado las llamadas organizaciones sociales, devenidas en empresas de la pobreza.
 
En el 2020, se advirtió un desborde de gasto público, en razón del mal manejo de la pandemia de COVID-19, porque dio lugar a una innecesaria y eterna cuarentena. Eso contribuyó a precipitar brutalmente los ingresos impositivos, disparándose el gasto. Pero hacia 2021, en particular en el segundo semestre, las erogaciones aumentaron en valores reales, y el déficit se desbocó por el 'plan platita' para intentar obtener el oficialismo una victoria en los comicios de medio término. Y, hoy, el creciente saldo negativo no puede atribuírse al mundo ni a la invasión de Rusia a Ucrania. La culpa es de un gobierno desbocado en su populismo.

 
¿Es posible estabilizar la economía en medio de un festival populista?
 
La realidad es que Sergio Massa debería contar con el respaldo de los otros miembros del triunvirato gobernante, con miras a efectuar recortes importantes en el gasto público, reducciones que implicarán subir -en términos reales- las tarifas de los servicios públicos, y recortar otros gastos.
 
Ahora, bien; la adopción de estas medidas sin contar con un plan económico consistente y con proyección de largo plazo que implique un giro de 180 grados en la política económica actual, significaría un simple 'Rodrigazo', igual que en 1975.
 
Ante el desastre que había legado José Ber Gelbard, primer ministro de Economía que empezó con el presidente Héctor Cámpora, tras la muerte de Juan Domingo Perón y con una María Estela 'Isabel' Martínez de Perón presidente, pero políticamente frágil, Celestino Rodrigo solo intentó acomodar los precios relativos -como se dijo, sin exhibir un plan económico coherente. El resultado fue un caos económico, social y político.
 
A partir de ese momento, empezaron a sucederse -en el Ministerio de Economía- un ministro tras otro. Isabel Martínez de Perón llegó a tener ocho ministros de Hacienda: José Ber Gelbard, Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo, Ernesto Corvalán Nanclares, Pedro José Bonanni, Ernesto Corvalán Nanclares, Antonio Cafiero y Emilio Mondeli.
 
Alfredo Gómez Morales era una persona muy respetada en esos años. Sin embargo, apenas permaneció siete meses en el Ministerio. Antonio Cafiero, que vino de Europa -donde se encontraba, para asumir el cargo- duró cinco meses. Ninguno podía dominar el desborde inflacionario. Es que no existía plan, mientras el gobierno era políticamente débil; escenario que se repite hoy.
 
El primer ingrediente de una gestión económica exitosa exige un gobierno que genere credibilidad y esté dispuesto a llevar adelante un plan consistente. No había ninguna de las dos cosas en esos años setenta. Por sobre todo, además de los grupos guerrilleros buscaban derrocar a Isabel Perón y tomar el poder por las armas, el país carecía de rumbo político. El poder real era ejercitado por José López Rega, quien operaba desde la oscuridad.
 
 
La distorsión de precios relativos y el contexto social
 
Al compararse las distorsiones de precios relativos de aquellos años con las de la actualidad (atraso del tipo de cambio oficial y tarifas de los servicios públicos), se advierte que hoy el panorama es más grave. El aspecto a resaltar, sin embargo, es que, en la mencionada época, el colchón social era mucho más favorable que el actual. En los setenta, aún existía una clase media importante; no se conocían los niveles actuales de pobreza, indigencia, ni la desocupación presente. Entonces, el gasto público consolidado era notablemente inferior al 50% del PBI, cifra que se computa hoy día.
 
Grosero error se cometerá si se piensa que un retoque de precios relativos y algún ajuste de la tasa de interés podría lograrse un proceso de estabilización de la economía. Para ello, será necesario un plan económico bastante más coherente que el que está en condiciones de ofertar el actual triunvirato populista.
 
Tampoco es cuestión de conseguir algunos dólares para que el BCRA no siga tan raquítico de reservas. Y no se ve claramente qué piensan hacer con otro serio problema: el déficit cuasifiscal.
 
Al establecerse el Plan de Convertibilidad en 1991, instrumento notoriamente potente para frenar la hiperinflación, llevó casi dos años y medio lograr bajar el ritmo de aumento de los precios a un dígito por año. Y el programa contabilizaba -como respaldo- un plan de privatizaciones, desregulación de la economía y liberación de los mercados; todo ello ofrecía un sustento superador a la novedosa política monetaria. Algo similar sucedió con el Plan Austral de 1985, si bien se trató de un modelo heterodoxo, contenía anuncios de baja de gasto público que, inicialmente, generaron confianza.
 
Hoy, tras numerosos años de populismo K, nadie que anuncie orden fiscal por el lado del gasto será creíble - y mucho menos con un triunvirato gobernando. Vale la pena insistir: el problema actual es de falta de credibilidad en el trío gobernante, de la filosofía de La Cámpora y de todo el arco político vinculado al kirchnerismo.
 
Más allá de la transitoria tranquilidad que pudiere exhibir el mercado, en particular la cotización del dólar blue o paralelo, nadie puede engañarse pensando que aquí tuvo lugar un ataque de confianza en el peso, sencillamente por conocerse la designación de Sergio Massa en Hacienda.
 
Habrá que esperar los anuncios, pero se sabe que la base de credibilidad política sencillamente no existe con el presente gobierno; como tampoco la habrá mientras el kirchnerismo se mantenga en el poder. El resto se reducirá a estratagemas de corto plazo para buscar evitar estallidos previo a 2023. Con apenas lograrse ese modesto objetivo, deberían darse por satisfechos.


 
Sobre Roberto Cachanosky

Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, y profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE. Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina). Publica regularmente en el reconocido sitio web Economía Para Todos.