POLITICA ARGENTINA: ANTONIO CAMOU

Argentina: el dilema de Cristina

El silencio de Cristina Fernández de Kirchner me está matando.

19 de Julio de 2022

 

El silencio de Cristina Fernández de Kirchner me está matando. Extraño sus farragosas cartas incendiarias, añoro cada una de las mescolanzas conceptuales de sus conferencias; reconozco que no puedo vivir sin el filo cortante de sus tweets

Cristina Kirchner y Axel KicillofPor fortuna, una prima de la cuñada de un amigo del tío de una vecina de El Calafate, que la conoce bien a la vicepresidente, me ha dicho lo que Ella está pensando secretamente, en este mismo momento, sobre la marcha de la economía, sobre Alberto, al respecto de la carrera presidencial, y otros temas. Anoto la síntesis de lo que pude apuntar ya que, por temor a eventuales represalias, mi fuente no me dejó grabar. Como podrá observarse, existen numerosas referencias que puse entre comillas, porque concuerdan con distintas intervenciones públicas de CFK, en particular con sus últimos discursos, que su feligresía ha bautizado: La Revelación de Avellaneda (20 de junio de 2022), El Credo de Ensenada (2 de julio de 2022) y El Dogma de Calafate (8 de julio de 2022). Esta coincidencia fortalece la indiscutible veracidad del testimonio recogido. Vaya una advertencia intelectual: no discutiré aquí la concepción 'terraplanista' que Cristina tiene de la economía, que Ella suele amenizar mixturando números falsos con interpretaciones incorrectas de datos verdaderos -me limito a transcribir lo que piensa. Y, una última aclaración textual: cito en bastardilla algunas frases de Perón que Cristina acostumbra barajar al voleo porque como lo ha reconocido: 'Yo, la verdad, que mucho, mucho no lo leía a Perón…'. Así, pues, piensa Cristina:

Lo primero es lo primero. Como decía el General, en una carta dirigida al presidente chileno Carlos Ibañez del Campo, fechada el 16 de marzo de 1953, nada hay más elástico que esa economía que todos temen tanto, porque no la conocen. Y lo segundo, que nunca hay que olvidar, como decía en su mensaje a la juventud (1967), es que la economía libre y el libre comercio son solo afirmaciones para el consumo de los tontos y de los ignorantes. La economía nunca ha sido libre: o la controla el Estado en beneficio del Pueblo, o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste.

Por eso, yo siempre le digo a Máximo, que tampoco me lee nada: 'El capitalismo que conduce el mercado, las corporaciones, produce exclusión, transferencia de ingresos… Pero hay otro capitalismo que conduce el Estado y planifica y no soy pro China por favor…. [Pero] ese capitalismo incorporó ochocientos millones de personas en treinta años al proceso capitalista. O sea, lo que tenemos que entender es quién conduce. Y esto es Perón puro, Perón decía que el proceso capitalista lo tiene que conducir el Estado. Esto también es peronismo, ojo, esto también es peronismo. El famoso capitalismo del Estado, la tercera posición equidistante del liberalismo y del marxismo'.

Claro que todo esto es la estrategia, la visión de mediano plazo, el proyecto nacional y popular, un capitalismo de Estado manejado por La Cámpora… Pero, ahora, estamos metidos en un tremendo berenjenal de coyuntura, por culpa de la economía bimonetaria, del endeudamiento 'criminal' de  Macri, del neoliberalismo, de los empresarios que la levantan con la pala pero que remarcan sin asco, de la pandemia y de la guerra de mi gran amigo Putin, que se pasó un poquito de rosca. Y, encima, tenemos todos esos 'funcionarios que no funcionan' en nuestro propio gobierno, y que no se dejan ayudar cuando uno les marca el camino, como yo lo hice en el Estadio Único de La Plata, en diciembre del 2020, porque me la veía venir. Ahí, les dije bien clarito a todos y a todas: 'Hay que alinear salarios y jubilaciones, precios -sobre todo los de los alimentos- y tarifas'. ¡Hay que a-l-i-n-e-a-r! Yo no sé si son sordos, o se hacen…

Ahora, el daño político ya está hecho porque no me escucharon, pero no podemos seguir perdiendo base electoral porque, sin esa base, yo me quedo sin poder; y, si me quedo sin poder, el Partido Judicial ('Y fíjense que no digo más Poder… porque no hay más Poder Judicial en Argentina, hay partido judicial') me crucifica, aunque la historia me haya absuelto de punta a punta. Por eso, hay que darle más plata a nuestra gente: ¿Es tan difícil de entender? Esto lo he 'charlado mucho con Juan Grabois, lo he charlado mucho con Juan…. y creo que tenemos que…  empezar a discutir la necesidad de un ingreso universal básico. … tenemos que empezar a rediseñar esta política y pensar en un ingreso universal básico'. ¿Con qué lo vamos a financiar? Con más impuestos y con la maquinita, of course!!! Y no me vengan con el cuento de que el déficit fiscal y la emisión monetaria generan inflación, porque lo tengo bien estudiado el tema y no es así. A mí, no me van a correr con la vaina.

Y, si los formadores de precios quieren remarcar, los importadores pretenden gastarse todos los dólares que acumulamos, los exportadores no quieren liquidar las divisas y los especuladores inician una corrida cambiaria, para eso tenemos todos los instrumentos del Estado. Para eso tenemos la lapicera, y hay que usarla, cosa que no me canso de repetir! Entonces, 'el gobierno debe pensar (sic) cómo articular más adecuadamente Banco Central, Ministerio de la Producción, que es el que administra el comercio exterior, porque el Ministerio de la Producción es el que autoriza las importaciones. AFIP, en la Aduana, porque es la que fija los precios de referencia y controla que no haya subfacturación en el caso de las exportaciones o sobrefacturación en el caso de las importaciones. Y el Banco Central, obviamente, esto tiene que ser articulado; lo cual no estaría sucediendo'.

Yo ya dije que no lo he leído mucho a Perón, pero Néstor sí lo leía. Él siempre andaba con el Manual de Conducción Política (1951) bajo el brazo, y lo tiene todo subrayado. Leo un párrafo marcado con lápiz rojo en la página 164 de mi edición, porque calza justo en la situación actual: hay que echar con el balde, para que haga efecto. Eso se llama el principio de la economía de la fuerza, que dice que no hay que pretender ser fuerte en todas partes porque, entonces, uno termina por no ser fuerte en ninguna. También dice que no se puede pretender ser siempre fuerte, porque termina por no ser fuerte nunca. Hay que ser fuerte en un lugar y en un momento, y por eso es que hay que tener todo en la mano, para poderlo manejar a fin de conducir.

Hasta aquí, un resumen muy apretado del pensamiento político-económico cristinista. Es más complejo, pero no tengo ni tiempo, ni espacio, ni ganas de seguir descifrándolo. Acto seguido, agrego dos breves comentarios de mi cosecha, que vienen a sintetizar el dilema que atormenta a la vicepresidenta. 

El primero se refiere a que CFK tiene un problema que viene de atrás: si la política económica que busca promover es la postulada en estas líneas, entonces es obvio que eligió como presidente al ejecutor equivocado. Por razones, motivos e intereses -que no detallaré aquí-, resulta claro que Alberto toca con su guitarrita otra melodía, y veo difícil que cambie de repertorio. En particular, porque el Presidente parece estar convencido (junto a Martín Guzmán, Silvina Batakis, casi todos los libros de economía, y buena parte del pensamiento occidental…) de que el camino económico propuesto por Cristina nos lleva aceleradamente a un Rodrigazo, y no quiere ser el causante de esa catástrofe. Pese a esa diferencia de fondo, ni Alberto quiere romper abiertamente con Cristina, para no debilitar todavía más la rama de la que está colgado, ni Cristina puede apostar a un escenario directo de ruptura, entre otras razones, porque eso la dejaría lejos de incidir fuertemente en su espinoso panorama judicial. De ahí la combinación de estrategias de reclamo, despegue y hostigamiento que ha seguido CFK hasta aquí, pero siempre dentro del oficialismo. Ya sé que nunca hay que creer todo lo que Ella dice pero, a quien se proponga escucharla, le repite: 'Que nadie se preocupe, porque la unidad del Frente de Todos nunca estuvo ni estará en discusión. Esto quiero que quede claro, muy claro, muy claro'. En este escenario, Alberto y Cristina se insultan y forcejean frente al precipicio, pero siguen abrazados.

El segundo problema mira hacia adelante: si Cristina quisiera avanzar sobre la presidencia, es decir, si provocara una crisis institucional mayor a la actual e intentara tomar la lapicera en sus propias manos, los agentes del mercado se le adelantarían varias vueltas, antes de que llegara a acomodarse en el sillón de Rivadavia. Y nadie podría sacarle de encima a la vicepresidenta el sayo de ser la responsable de la agudización de una crisis socioeconómica de consecuencias muy difíciles de prever. Por eso, ha preferido guardarse.

De todos modos, es posible que Ella piense que la suerte ya está echada, y por tanto, descuente que la crisis se agudizará inexorablemente. Aún en ese escenario, sigue apostando a que todavía le quedaría un margen (muy) estrecho para tratar de diferenciarse de Alberto y del programa del FMI que jamás avaló: 'A mí, me interesa quedar bien con la sociedad, con los argentinos, con los que confiaron en nosotros, con los que nos votaron; con esos me interesa quedar bien. Y… a eso no voy a renunciar'.

En conclusión: Cristina no puede alejarse mucho del gobierno, para no perder las palancas que inciden en su complicado presente judicial; ni tampoco quiere acercarse demasiado a Alberto, para no comprometer su limitado futuro político.

En ese dilema está atrapada. Por eso, se la ve nerviosa.

Muy nerviosa. 


* El autor, Antonio Camou, es profesor-investigador del Departamento de Sociología (Universidad Nacional de La Plata) y docente de postgrado de la Universidad de San Andrés. Las opiniones son a título personal.