América del Sur y una oportunidad para optar por la libertad, en lugar de hacerlo por regímenes socialistas fallidos
El mundo fue testigo de dos elecciones presidenciales en América del Sur, el pasado 11 de abril.
El mundo fue testigo de dos elecciones presidenciales en América del Sur, el pasado 11 de abril. Una de ellas le obsequió la victoria a Guillermo Lasso, ahora presidente electo de Ecuador. En Perú, los comicios presidenciales -que aglomeraron un total de dieciocho candidatos- continuarán en una segunda vuelta entre la candidata Keiko Fujimori y Pedro Castillo. Ambos procesos electorales comportarán un impacto de magnitud en el hemisferio.
Lasso ha prometido dar un paso importante a efectos de combatir la corrupción legada por el anterior gobierno. Tras derrotar a Andrés Aráuz, simpatizante del ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, la administración saliente de Lenín Moreno se retirará mientras que Lasso, opositor al correísmo, se prepara para asumir.
Correa permaneció en el poder durante diez años, desde 2007 hasta 2017. En la actualidad, hace frente a una condena de ocho años de prisión, tras haber sido declarado culpable de tomar parte de un consorcio criminal dedicado a los sobornos, entre 2012 y 2016. El escándalo, conocido como el Escándalo Odebrecht, involucró a prominentes dirigentes políticos en toda la región.
Sin embargo, Correa reside hoy en Bélgica, evadiendo a la justicia ecuatoriana. Lasso, el presidente eleco, consigna un respiro de aire puro para los simpatizantes de la libertad en esa nación andina. El mandatario electo se opone al modelo socialista de Correa, y defiende un sistema de gobierno libre, con un modelo de gasto público sustancialmente menor.
La libertad ha resultado victoriosa en Ecuador, tras los comicios. La era Correa será recordada a partir de los efectos perniciosos del denominado socialismo del siglo XXI, mismo modelo que llevó al caos y a la miseria en Venezuela bajo las gestiones de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Ahora, Ecuador tiene la oportunidad de abrazarse a un sistema que pueda brindar estabilidad y prosperidad para todos, dejando atrás el obscuro legado de corrupción, autoritarismo y rampante gasto público.
En Perú, sin embargo, el cuadro no es tan optimista. El país ha deambulado tres años sin un presidente electo (en virtud de una serie de renuncias), y hoy experimenta uno de sus ciclos políticos más irregulares en toda su historia.
Apenas el año pasado, hubo tres presidentes anticonstitucionales -esto es, que no fueron elegidos por el pueblo.
hoy día, el candidato que lidera las encuestas, Pedro Castillo, pertenece a una extrema izquierda que se propone implementar la misma agenda socialista que fuera ejecutada en el continente en tantas oportunidades en el pasado. Castillo planea modificar la constitución del país, ni bien sea elegido. Su visión del mundo es en extremo aislacionista, y persigue la meta de nacionalizar cualquier empresa que no se adapte a los criterios del gobierno.
A diferencia de otros regímenes totalitarios como el de Chávez en Venezuela, Castillo ni siquiera se esmera en ocultar su idea de nacionalizar industrias privadas. Como candidato, y en plena campaña, se ha referido abiertamente a la alternativa de nacionalizar la minería, la producción de gas, petróleo y la totalidad del sector energético de su país. El objetivo de Castillo es liderar una gestión altamente respaldada en subsidios estatales, para cada sector de la economía.
Con toda probabilidad, Perú debe hoy lidiar con uno de los candidatos de agenda más radicalizada en toda su historia. El modelo autoritario encarnado por Castillo se sintetiza en una versión radicalizada de los políticos de la izquierda en la región. El aspirante se ha comprometido a implementar un modelo utópico que otros líderes totalitarios han ejecutado en el continente -y cada uno de esos países ha terminado en un sendero de miseria.
Los ciudadanos peruanos no pueden permitirse el lujo de no analizar a consciencia los peligros de las ideas de Castillo. Históricamente, naciones en todo el mundo han padecido los peores efectos y consecuencias a partir de candidatos que personificaban tendencias confesamente autoritarias.
Mi país, Venezuela, también ha sabido padecer las consecuencias del socialismo del siglo XXI. El mismo condujo al desabastecimiento, a la falta de medicinas, a la hiperinflación, a la extrema pobreza, a la dependencia, la censura y al control absoluto en manos del gobierno.
Si América del Sur se propone convertirse en una región genuinamente libre, sus ciudadanos deberían abrazarse a propuestas emparentadas con el libre mercado. De igual modo, habrán de aprender de las lecciones compartidas por la Historia, y de sus vecinos. En el subcontinente, las personas deberán preguntarse si acaso verían con buen agrado que los sistemas fallidos implementados por regímenes socialistas y totalitarios se apropien del destino en sus respectivos países.
Artículo original, en inglés
* Originalmente publicado en el sitio web The Daily Signal (Estados Unidos). El autor, Carlos Ron (@CarlosRon97) se desempeña en la organización Young Americans Against Socialism.