ECONOMIA INTERNACIONAL: NATALIA MOTYL

Argentina: ¿cómo volver a crecer?

El abogado, político y economista, Juan Bautista Alberdi, supo decir que no podía haber ciudadano...

16 de Febrero de 2021

 

El abogado, político y economista, Juan Bautista Alberdi, supo decir que no podía haber ciudadano que se gobierne así mismo, donde el poder del Estado lo gobierna todo y que, para crear riqueza en una nación, era necesario que se les enseñe a los hombres a ser fuertes y libres. En otras palabras, allí donde habita el exceso de intervención, escasea el crecimiento económico. Infortunadamente, la Argentina es un ejemplo claro de ello.
 
Congreso argentinoLa Argentina pasó de crecer del 3,7% entre 1990 y 2000; al 2,9% del 2000 al 2010; y, finalmente, a promediar un crecimiento promedio del 0,3% en la última década. Lo mismo sucedió con el índice de desempleo: el país pasó de una tasa promedio del 11,9% anual entre 1990 y 2000; al 13,2% entre el 2000 y el 2010; y, a terminar el último año con un índice del 16%. Obviamente, la razón de dicho declive responde a la ausencia de un programa económico coherente y de largo plazo, cuyo actor central sea el sector privado.
 
Durante las últimas décadas, la Argentina, a diferencia de las políticas pro-mercado llevadas adelante desde los años sesenta en los principales países europeos o los tigres asiáticos, optó por agudizar el intervencionismo estatal. De esta manera, mientras el Estado argentino incrementaba su tamaño, el sector privado se volvía más pequeño.
 
Desde el 2003 el gasto público consolidado en relación al PBI pasó del 25,6% al 39% en 2009, luego al 41,3% en 2013 y al 45,6% en 2016. Sí; luego, en 2019, se redujo al 41,4%, pero seguía siendo casi 15 puntos porcentuales superior al del 2003. No se asiste aquí sólo a la muestra de una política fiscal expansiva, sino al ejemplo de que el Estado se volvió más dependiente de los recursos del sector privado.
 
Dicho crecimiento se explicó por 4 factores: i) más empleados públicos; ii) más jubilados y pensionados; iii) más planes sociales; y, iv) más subsidios a servicios de energía y transporte.
 
Entre el 2003 y el 2015, la cifra de empleados públicos subió en 2,0 millones, y se mantuvo hasta nuestros días. Al compararse 2003 vs 2018, se observa que la cantidad de empleados públicos se incrementó en un 55% a nivel Nacional, 117% a nivel municipal, y 77% a nivel provincial.
 
Adicionalmente, hubo 3 millones de personas que no habían aportado y se jubilaron por la moratoria previsional; esto profundizó un importante déficit dentro del sistema previsional. Amén de ello, corresponde agregarle el incremento de los haberes mínimos jubilatorios.
 
Asimismo, se generó un incremento de los planes sociales, que se convirtieron en un instrumento de captación política. Por último, cuando en 2002 se gestó la devaluación, se congelaron las tarifas y éstas se retrasaron.
 
Para aumentar el tamaño del Estado, se aplicaron, a grandes rasgos, dos tipos de políticas: i) política fiscal expansiva vía endeudamiento del Estado para financiar la suba del gasto público; y, ii) política monetaria expansiva.
 
La política fiscal expansiva sólo genera en el corto plazo un recalentamiento de la economía, con una estructura productiva muy dependiente de la inyección artificial del gasto. Cuando el Estado reduce su ritmo de endeudamiento, la economía ingresa en una fase de estancamiento. Las actividades infladas por la suba de gasto inicial quiebran. Así, el sector privado se ve forzado a entregarles sus ahorros al Estado, para financiar el endeudamiento del segundo. Finalmente, en el mediano plazo sólo se logró que un grupo de burócratas dilapide recursos del sector privado, los cuales hubiesen podido emplearse para favorecer las inversiones, innovaciones y aumentar la productividad, con su posterior impacto sobre los salarios.
 
Es primordial aclarar que no existe ninguna evidencia empírica que una unidad adicional en el sector público compense la pérdida que se ocasiona en el sector privado.
 
Por otra parte, la política monetaria expansiva -ya sea reduciendo los tipos de interés artificialmente, o bien inyectando billetes en la economía -tampoco provoca efectos deseables. Si se reducen los tipos de interés con el objetivo de incrementar la liquidez, que los individuos puedan endeudarse más y, por ende, gastar más, puede que se corra el riesgo de entrar luego de la fase expansiva en una fase depresiva mayor a la inicial o, sin el efecto inicial, que incentive al Estado a endeudarse más. En consecuencia, si se opta por expandir la oferta monetaria, que no corresponda a su respectiva suba en la demanda de dinero, el resultado es la corrosión de la moneda. En resumen, se acelera la inflación.
 
Como se dijo inicialmente, a pesar de la evidencia, la Argentina se caracterizó por llevar adelante este conjunto de políticas, cuyo resultado se verifica en los datos. Ahora, la pregunta es: ¿cómo abandonar este proceso de decadencia? Tomando nota de Alberdi. Es menester apostar por la libertad y por la fuerza de empuje de los ciudadanos argentinos.
 
A efectos de retornar a la senda de crecimiento económico, es necesario llevar adelante una serie de reformas estructurales como una baja del gasto, el tamaño del Estado, una reforma del sistema previsional, una reducción impositiva, una modernización del mercado laboral, una apertura comercial y una reforma educativa.
 
En primer lugar, dichas reformas permitirían incrementar los recursos destinados a la inversión, volviéndolos más eficientes. De esta manera, se revertiría el deterioro de la productividad de la inversión observada en los últimos años, lo cual cedería sitio para el regreso al crecimiento.
 
Por otro lado, el sector financiero se volvería más eficiente, pudiendo así promover el ahorro y la asignación eficiente de recursos. Hoy, su tamaño es pequeño, con una participación excesiva del financiamiento para el gobierno, evidenciándose una canalización ineficiente de recursos para proyectos productivos.
 
Asimismo, una mayor apertura comercial permitiría al país exportar más, mejorar la productividad de los sectores asociados al comercio exterior, adoptar tecnologías de vanguardia, crear empleo, y mejorar el bienestar general de la población -a través de productos y servicios de mejor calidad.
 
Por último, se favorecería el avance tecnológico a través de la introducción de novedosos procesos productivos, nuevos mercados, nuevas fuentes de financiamiento y el desarrollo de nuevos formatos de organización productiva. El PBI per cápita se mantuvo en el mismo nivel promedio en los últimos años, en tanto que la población económicamente activa se ha incrementado, lo cual consigna que la productividad promedio del trabajador se ha corroído.
 
En conclusión, si la Argentina se propone regresar a la senda del crecimiento, habrá de ordenar sus prioridades. El tiempo es un factor escaso; al país se le está terminando. Las políticas intervencionistas no sólo no han funcionado, sino que provocaron una serie de distorsiones estructurales. Ya no queda margen para continuar por el mismo camino: tras la fase de estancamiento, se ingresa en la caída.

Lo que corresponde es mirar al futuro, que cada ciudadano se comprometa genuinamente con el cambio para, entre todos, construir un país abundante en oportunidades, con la libertad como norte.


 
Sobre Natalia Motyl


Motyl se desempeña en la Fundación Libertad y Progreso. Es especialista en comercio exterior y analista de negocios. Sus trabajos son publicados también en el sitio web en español del think tank estadounidense The Cato Institute, en Washington, D.C.