Tras el COVID-19, ¿qué economías se recuperarán más rápidamente?
Ante el COVID-19, que surgiera inicialmente en un pueblo de la República Popular China...
15 de Septiembre de 2020
Ante el COVID-19, que surgiera inicialmente en un pueblo de la República Popular China, para luego extenderse en pocos meses a cada rincón del mundo, los distintos gobiernos decidieron aplicar una política de 'cuarentena universal'. Con escasas excepciones, cada nación no distinguió entre rango etario, como tampoco entre ciudades o pueblos con menor densidad poblacional y menor exposición a los contagios. Fue la decisión política de aplicar una cuarentena universal, y no la existencia del COVID-19, lo que estranguló a la economía, destruyendo empresas y empleo.
Al mismo tiempo, aquéllos gobiernos lidiaron con esta situación respaldándose en medidas fiscales y monetarias fuertemente expansivas, tratando de sostener la actividad y el empleo, pero, también en simultáneo, agravando los desequilibrios fiscales y tomando preocupantes niveles de deuda. Si las medidas de confinamiento se suspendieran hacia el cierre de este 2020, observaríamos un 2021 con rebote de actividad económica y generación de empleo. Entonces, habremos de distinguir entre economías que rebotan lo suficiente para recuperar el potencial de producción y el pleno empleo, y entre otras economías que quedarán más rezagadas, debiendo esperar más tiempo para alcanzar nuevamente el potencial de producción precuarentena.
Al respecto, me parece oportuno recordar dos casos históricos que resumen estrategias de política fiscal bien diferenciadas. De un lado, el de los Estados Unidos de América de posguerra; del otro lado, la Argentina del 2001.
El milagro de posguerra estadounidense se sintetizó en una política fiscal contractiva.
David Henderson analizó, en un artículo, el milagro económico de posguerra americano. El gráfico #1 muestra que, tras incrementar el nivel de gasto del gobierno federal del 6 al 44% del PIB durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la política fiscal fue fuertemente contractiva, retornándose a una escala apenas superior al de preguerra. EE.UU. fue capaz de contraer el gasto del 44 al 9%, lo cual consigna una contracción de 35 puntos del PBI, en tan solo dos años.
Henderson explica que esto contribuyó al despegue de la economía estadounidense a través de la sólida creación de empleo, lo que logró captar a todos los soldados que regresaban de los teatros de operaciones, para insertarlos en la estructura productiva.
Por su parte, la recuperación económica argentina tras su crisis del 2002 acusó una política fiscal expansiva.
El caso exactamente contrario es el que se evidenció en la Argentina, luego de la mencionada crisis. Tras abandonar la convertibilidad y devaluar casi un 300% su moneda, pesificando depósitos y rompiendo contratos, la economía cayó más de 10% del PIB en 2002. La pobreza llegó al 50% y el desempleo superaba el 20%. La manera en que se enfrentó la situación fue con un fuerte gasto público, que pasó del 25% de promedio que existió entre 1961 y 2002 al 44% existente en el 2013. Se crearon programas y planes sociales que permitieron pasar de 2 a 8 millones de beneficiarios. Las provincias crearon empleo público, absorbiendo a desocupados y subocupados, lo que permitió en 2008 mostrar tasas bajas de desempleo. La pobreza se redujo a la mitad.
La situación, sin embargo, era algo distinta de lo que los datos mostraban. Lo cierto es que la política fiscal expansiva contribuyó a 'ocupar' a los desocupados, pero el aparato productivo no pudo reactivarse a criterio de absorber a quienes no encontraban empleo. De hecho, tras recuperar el nivel de actividad de la década anterior, la economía no pudo crecer. Esto se explica en el gasto exorbitante que legara ese gobierno, la presión tributaria récord, la alta inflación y un alto nivel de deuda interna. En esos años, incluso se estatizó el sistema de pensiones y se volcaron miles de millones de dólares al mercado en forma de gasto público.
La situación, sin embargo, era algo distinta de lo que los datos mostraban. Lo cierto es que la política fiscal expansiva contribuyó a 'ocupar' a los desocupados, pero el aparato productivo no pudo reactivarse a criterio de absorber a quienes no encontraban empleo. De hecho, tras recuperar el nivel de actividad de la década anterior, la economía no pudo crecer. Esto se explica en el gasto exorbitante que legara ese gobierno, la presión tributaria récord, la alta inflación y un alto nivel de deuda interna. En esos años, incluso se estatizó el sistema de pensiones y se volcaron miles de millones de dólares al mercado en forma de gasto público.
Cuando Mauricio Macri completó su gestión en 2019, la Argentina aún exhibía serios problemas a efectos de revertir este incremento del gasto público, impactando cualquier intento de austeridad contra los derechos adquiridos por los necesitados.
El éxito en la recuperación económica 2021 dependerá de revertir la política fiscal 2020
Existe un factor común entre lo que hizo Estados Unidos en el marco de la Segunda Guerra Mundial, lo que hizo el Gobierno argentino ante la depresión del 2002, y lo que hoy hacen los gobiernos ante la situación actual de pandemia global: en los tres casos, ante la situación social compleja, los gobiernos decidieron aplicar políticas fiscales expansivas.
La diferencia, sin embargo, entre el caso estadounidense y el argentino se dio en el momento en que tuvieron que optar por un camino de recuperación. Estados Unidos retornó al nivel de gasto preguerra y dejó en manos del mercado la recuperación de la actividad y la generación de empleo. La economía americana emergió con un milagro económico sin precedentes que la colocó en un lugar privilegiado del orden económico mundial. La Argentina, por el contrario, jamás pudo volver al gasto precrisis y dejó en manos del Estado la recuperación de la actividad y la generación de empleo. Se consumió el capital, se achicó el mercado y la presión tributaria aumentó junto a la deuda y la emisión. Incluso antes de la pandemia, en diciembre del 2019, la Argentina aún no podía superar el nivel de actividad de 1998, cuando el gasto era más limitado.
En el epílogo, los gobiernos habrán de elegir entre estos dos caminos. Quienes logren reducir el gasto público al nivel prepandemia, estarán dejando en manos de las empresas privadas la recuperación de la actividad y el empleo.
Los gobiernos que fracasen en hacerlo y sigan el camino argentino con un mayor tamaño del Estado y una fuerte generación de empleo público, consumirán el capital y verán reducidos sus niveles de productividad, lo que impactará sobre ingresos y consumo.
Los gobiernos que fracasen en hacerlo y sigan el camino argentino con un mayor tamaño del Estado y una fuerte generación de empleo público, consumirán el capital y verán reducidos sus niveles de productividad, lo que impactará sobre ingresos y consumo.
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@AdrianRavier
Sobre Adrián Ravier
Es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Publica periódicamente en el sitio web en español del think tank The Cato Institute y medios nacionales.