INTERNACIONALES: JUAN DAVID GARCIA RAMIREZ

De cara a la pandemia, ¿vida o libertad?

Como es sabido, las tensiones entre valores son inherentes a las sociedades abiertas y organizadas.

24 de Abril de 2020

 

Como es sabido, las tensiones entre valores son inherentes a las sociedades abiertas y organizadas.

Estado totalitario, Coronavirus, Derechos, ConstituciónAquéllas emergen como subproducto del conflicto entre individuos y facciones de poder, y ese interdicto es natural, como también necesario. Así, pues, resulta impensable la interacción social sin la expresión de diferencias, sin oposición de intereses; de tal suerte que los conflictos de nuestro tiempo no constituyen anomalía alguna, como con frecuencia proponen muchos pensadores, sino que son, justamente, el motor de la Historia.

Sin embargo, algunas tensiones conducen a mayores turbulencias, pudiendo incluso provocar el colapso de países y continentes enteros, y tienden a presentarse cíclicamente. Hacia la segunda mitad del siglo XX, la Guerra Fría abrió paso al momento bipolar de las relaciones internacionales, con la competencia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, superpotencias que aún hoy conservan su rivalidad geopolítica.
 
Ahora, y desde hace aproximadamente dos decenios, las confrontaciones tienen lugar cada vez más en virtud de la diferencia de percepciones entre líderes políticos, estrategas, planeadores y asesores, y por supuesto, los ciudadanos, sobre qué valores son más importantes y urgentes, o respecto de cuáles son merecedores de mayores garantías y protección por parte de los distintos Estados. A partir de la oleada de atentados terroristas que se presentaron en los primeros siete años del nuevo milenio, en Occidente se popularizó el debate entre libertad y seguridad; los gobiernos optaron por recortar progresivamente la primera, para conseguir mejores niveles de la segunda, aplicando la tesis del mal menor: estatutos antiterroristas sumamente rigurosos, como también restrictivos de las libertades individuales, que iban a mantener a salvo a España, Estados Unidos, Inglaterra o Alemania, frente a la práctica invisibilidad e impredictibilidad del enemigo que, a pesar de todo, logró derrumbar en 2001 las torres del World Trade Center, en Nueva York, y volar en pedazos formaciones ferroviarias en la periferia de Madrid, en marzo de 2004, como también cristalizó su propósito criminal en el metro de Londres, en julio de 2005.

A lo largo de las últimas semanas y meses, esa tensión de valores se está repitiendo, y tiene otra vez como protagonista a la libertad, aunque exhibe a la vida como su contraparte. Con la veloz propagación del COVID-19, los líderes mundiales, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de diferentes organismos de carácter científico, han tomado en cada país decisiones orientadas a proteger a la población y evitar nuevas olas de contagios, so pena de sacrificar el amplio espectro de libertades civiles, políticas y económicas de los ciudadanos.

Bien sea en la Unión Europea, los Estados Unidos, Colombia o la República Argentina, la mayor parte de la población se encuentra confinada a sus domicilios y, solo con excepciones, es posible circular por las calles. Sin embargo, y sin que la situación sea menos compleja, en naciones como el Japón o Nueva Zelanda, la dirigencia política ha implementado medidas más flexibles, y ya se desarrollan planes con miras a propiciar un sano retorno a la normalidad, argumentando que no es plausible restringir las libertades por demasiado tiempo, conforme éstas son un pilar de la vida en sociedad y estimulan la complejísima red de intercambios entre millones de personas.

Toda vez que no es aceptable negar o minimizar la gravedad de la pandemia en proceso, el presente dilema entre la vida y la libertad no está resolviéndose en favor de ninguno de los dos citados valores. Antes bien, es el Estado el que aparece como claro ganador, hoy con mayor discrecionalidad para decidir y actuar en nuestro nombre y, a la postre, para controlar el curso de nuestras vidas. 


 
Sobre Juan David García Ramírez

Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.