INTERNACIONALES: JAMES PHILLIPS

De cómo las manifestaciones antigobierno en Irán comprometen al régimen y a sus subsidiarios en la región

En el transcurso de las últimas semanas, la dictadura islamista iraní ha sido desafiada y repudiada...

04 de Diciembre de 2019

 

En el transcurso de las últimas semanas, la dictadura islamista iraní ha sido desafiada y repudiada, a partir de la realización de importantes manifestaciones ciudadanas. Ello no solo sucedió en el orden doméstico, sino que también el impacto se sintió en Irak, y en el Líbano. En las tres naciones mencionadas, las marchas protagonizadas por ciudadanos mutaron espontáneamente, tras enfocarse al comienzo en asuntos económicos -con el pueblo iraní mayormente preocupado por los altos precios para productos de consumo, la falta de empleo, y la corrupción.

Protestas en Irán, TeheránPero, gradualmente, las protestas evolucionaron en movimientos antigobierno en todo concepto, conforme los gobiernos contaminados por la corrupción tienen por costumbre jamás rendir cuentas y restringir progresos que pudieran atender a los genuinos reclamos de la ciudadanía.

En Irán, las protestas -las más importantes en magnitud desde las motorizadas por el Movimiento Verde en 2009, y surgieron en aquel entonces como una réplica social contra los comicios amañados- hoy exteriorizan molestias en torno de un aumento en el precio de los combustibles sancionado por el régimen, y que ha sido superior al 50%.

Duramente golpeada por las sanciones estadounidenses, Teherán se vio forzada a reducir el elevado porcentual de subsidización destinado a los precios de la gasolina y el gasoil. Antes que buscar un alivio de las sanciones a través del compromiso diplomático, el régimen optó por continuar en el sendero de la confrontación con el gobierno de los Estados Unidos de América, siguió fogoneando intimidación contra sus vecinos, y aportando respaldo para sus subsidiarios y proxies terroristas.

La atribulada ciudadanía, hastiada de la malversación económica, la corrupción y las erróneas prioridades de su gobierno represivo, inundó las calles en todas las ciudades iraníes desde el pasado 15 de noviembre, a efectos de protestar contra el aumento de los precios.

Asimismo, los manifestantes pusieron el foco de su ira contra la onerosa intervención de su régimen en conflictos regionales. En Isfahan, por ejemplo, los ciudadanos en manifestación entonaron: 'No a la Franja de Gaza, No al Líbano. Sacrificamos nuestras vidas por Irán'. El régimen respondió con violencia sistemática contra personas desarmadas, las cuales fueron atacadas por elementos de la seguridad interna, particularmente los matones pertenecientes al núcleo paramilitar Basij; activos de Basij arremetieron disparando con armas de fuego contra personas a corta distancia, y obsequiándole palizas.

En el ínterin, Teherán interrumpió el servicio de Internet, para impedir que los iraníes convocaran a mayores movilizaciones a través de redes sociales. El régimen en Teherán responsabilizó por las manifestaciones a grupos políticos de oposición localizados en el extranjero, en tanto puso la mira en los países de rigor: los Estados Unidos, Israel, el Reino Unido y Arabia Saudí. Mientras las protestas amainaban con el paso de los días, el comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, General Hossein Salami, anunció que Irán había derrotado a la conspiración extranjera detrás de la movilización social; en su opinión, factores que son parte de la 'guerra mundial' entre Irán y 'potencias arrogantes'.

Salami afirmó que la Guardia Revolucionaria se había 'restringido' en su accionar, a pesar del hecho de que al menos 143 ciudadanos iraníes fueron asesinados durante las marchas, de acuerdo a Amnistía Internacional. Las autoridades en Teherán declararon que setenta estaciones de carga de combustible, 731 bancos y 140 oficinas del gobierno fueron incendiados mientras se desarrollaban las manifestaciones. Se ha reportado que más de mil ciudadanos iraníes fueron puestos bajo arresto, aunque fuentes fuera de Irán subrayan que esa cifra se acerca, en realidad, a las cuatro mil personas.



Las manifestaciones en Irak, mientras tanto, consignan mayores desafíos   

Adicionalmente, el régimen iraní también ha quedado en la mira de los manifestantes en la vecina Irak, quienes han expresado su rechazo a la influencia ejercitada por Teherán en los partidos políticos shiítas que controlan al débil gobierno de coalición de Bagdad. Jóvenes iraquíes han escenificado un contexto de masivas marchas antigobierno desde comienzos del mes de octubre, cansados del elevado índice de desempleo, de la corrupción endémica y de la pobre calidad en los servicios públicos ofrecidos por el Estado.

El primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, personificó un pálido esfuerzo gubernamental, llamando a implementar reformas; sin embargo, su pedido motivó a una mayor represión por parte del gobierno. El esfuerzo represivo de parte del gobierno en Bagdad, según de informara, fue orquestado por el Mayor General Qassem Soleimani. Soleimani es comandante de la fuerza de élite conocida como Fuerza Quds en el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, responsable de coordinar el esfuerzo de los milicianos respaldados por Teherán, también movilizó a líderes milicianos en territorio iraquí para impedir que Abdul Mahdi renunciara a su puesto. El resultado de esa acción derivó en un baño de sangre, y en la profundización de la crisis en Irak. Desde entonces, más de 430 manifestantes fueron asesinados, mientras que miles han resultado heridos, desde el 1ero. de octubre.

Lo que quizás sea sorprendente es que el grueso de los ciudadanos en manifestación han probado ser iraquíes shiítas, quienes pertenecen a la misma secta islámica que la mayoría de la población iraní. El corazón shiíta en el cuadrante sur de Irak, que concentra el grueso de las exportaciones petroleras iraquíes pero que recibe muy poco por los beneficios aportados, ha registrado algunas de las más sangrientas protestas -y mayores en magnitud.

Al tiempo que milicianos iraquíes respaldados por Teherán han potenciado sus ataques contra manifestantes, Irán ha sido denunciado cada vez más por los shiítas iraquíes. El 27 de noviembre, manifestantes atacaron e incendieron el consulado iraní en Najaf, ciudada santa de los shiítas que sirve como principal asentamiento religioso para ese desprendimiento de fe.

'Hemos atacado el consulado, porque ahora nos damos cuenta de quién es el que está detrás de todos nuestros sufrimientos', declaró un activista local al matutino estadounidense Washington Post. 'Irán controla a todos los partidos políticos islámicos y a sus milicias armadas en las calles, las cuales han hecho de nuestra vida un infierno. Ellos controlan la economía de la ciudad, y todo les pertenece. Mientras tanto, nosotros ni siquiera podemos obtener un empleo', agregó. El detalle significativo de la cuestión es que el Gran Ayatolá Ali al-Husseini al-Sistani, principal líder religioso chiíta de Irak, rechaza la visión más extremista que consigna la ideología chiíta, y ya ha respaldado a los manifestantes que se alzan contra sus corruptos líderes políticos de Bagdad.


Luego de que el gran ayatolá llamara a un cambio en el liderazgo, Abdul Mahdi anunció, el 29 de noviembre, que abandonaría su puesto. El hallar a un sucesor potable será una tarea difícil. Bajo la constitución de Irak, se requiere que el presidente Barham Salih le ordene al bloque mayoritario del parlamento, que designe un nuevo primer ministro.

Pero es improbable que ese procedimiento político satisfaga a los manifestantes iraquíes, por cuanto la mayoría de éstos ha exigido que todos los líderes políticos del país sean eyectados, en tanto también se ha manifestado a favor de la reformulación absoluta del sistema de poder iraquí. 


Manifestándose contra la Revolución Islámica

En rigor, la alienación de los iraquíes chiítas no es el único problema con el que hoy debe lidiar Irán. En el Líbano, país donde las manifestaciones antigobierno -que dieran inicio a consecuencia de un nuevo impuesto contra servicios de mensajería- no se han detenido, desde que comenzaran el 17 de octubre pasado. Allí, la reputación de Hezbolá, el más poderoso proxy terrorista de Teherán, se ve cada vez más amenazada. Como en Irak, las manifestaciones en el Líbano han concentrado un respaldo cada vez mayor de parte de shiítas insatisfechos con la performance de los partidos políticos de su propia comunidad religiosa que en su oportunidad fueron radicalizados, respaldados y guiados por Irán.

Aún cuando Hezbolá fue, alguna vez, considerado como férreo defensor de la comunidad shiíta del Líbano y protector de los intereses nacionales del Líbano contra el Estado de Israel, la organización es percibida, cada vez más, como una entidad que, fundamentalmente, defiende los intereses de la República Islámica de Irán. Miles de combatientes de Hezbolá han sido desplegados en territorio sirio, bajo el comando de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní, a efectos de apuntalar y resguardar al régimen de Basher al-Assad, aliado de Teherán.

Las sanciones estadounidenses contra Irán y versus Hezbolá han perjudicado seriamente la capacidad de ambos para comprar apoyo político por vías económicas. Más aún, Hezbolá ha estado alimentándose de la corrupción evidenciada en el seno del gobierno libanés y, con violencia, se ha opuesto a los esfuerzos que buscaron reformar al insostenible ecosistema político del Líbano. Los jóvenes chiítas ven hoy a Hezbolá más como parte de los problemas del Líbano, no como la solución. La imagen de Hezbolá, asimismo, se ha visto notablemente afectada por sus esfuerzos a la hora de provocar disrupción y diseminar intimidación contra los movimientos de protesta ciudadana libaneses.

Irak y el Líbano aceleran hacia un horizonte de Estados fallidos, si acaso Teherán insiste en mantenerse en el curso actual. Como sucediera con el régimen radical iraní, los islamistas libaneses e iraquíes respaldados por Teherán se han visto compelidos a reprimir todo intento reformista, incluyendo aquellos de los chiítas -a quienes proclamaban defender.

En el corto plazo, es probable que los islamistas retengan el poder a través el empleo de la fuerza y la coerción por intermedio de sus milicianos y elementos de la Guardia Revolucionaria. Pero, en el largo plazo, el envejecimiento del liderato de los ayatolás y sus subsidiarios árabes tienen poco para ofrecer a los jóvenes del mundo musulmán, excepto represión violenta, disfuncionalidad económica, fractura social y puja ideológica, y conflicto sin fin.

Mientras la dictadura iraní más se esfuerce por plantar oposición frente a las reformas que amenazan su poder, más pronto los jóvenes iraníes y árabes forzados a vivir bajo el esquema represivo de Teherán llegarán a la conclusión de que el modelo islamista iraní ha aterrizado en la bancarrota económica, política y moral.



Artículo original, en inglés, en éste link

 

Sobre James Phillips

Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.