POLITICA ARGENTINA | FOTOGRAMAS: MATIAS E. RUIZ

Argentina: Alberto Angel, el Rehén de Puebla

Por estas horas, analistas políticos y observadores de la realidad nacional están teniendo serios problemas...

11 de Noviembre de 2019


Por estas horas, analistas políticos y observadores de la realidad nacional están teniendo serios problemas a la hora de descifrar el interrogante planteado por los vaivenes en el temperamento de Alberto Angel Fernández, presidente electo.

Grupo de Puebla en Buenos AiresEl otrora candidato del Frente de Todos (kirchnerismo) parece haber decidido suplantar la notoria ausencia de plan futuro de gobierno con una indetenible concatenación de tropiezos y garrafales errores de criterio en lo que hace al concierto internacional. Infortunada e invariablemente, las pocas precisiones que Fernández ha compartido en ese andarivel ya están haciendo mella en su cuestionable credibilidad, con pasmosa cadencia.

Así las cosas, su reciente periplo a los Estados Unidos Mexicanos lo depositó frente a un Andrés Manuel López Obrador reticente ante la proposición esgrimida por el argentino, la cual invitaba a la nación azteca a proponerse como cabecera de playa en una estratagema latinoamericana norte-sur llamada a confrontar abiertamente con la Casa Blanca de Donald Trump. El mandatario mexicano -rebautizado por simpatizantes y oponentes con el acrónimo AMLO- debió echar mano de un equilibrio elegante y ciertamente digno de un diplomático entrenado, para explicarle a Fernández los considerandos no tan tácitos de la Doctrina Estrada. En la práctica, esa ponencia privada mucho tuvo de minicátedra de geopolítica, desmenuzada lenta y ceremoniosamente a quien ignora por completo materias tan evidentes. Puesto en limpio: el Palacio Nacional no está en condiciones de desafiar a Washington -tampoco es ni ha sido su intención histórica, sin importar la pomposidad progresista exteriorizada en retóricas oportunistas.

El 'tropiezo mexicano' de Alberto Fernández hubiese pasado rápidamente al olvido -ayudado, en todo caso, por la ya tradicional distancia cultural y geográfica entre Buenos Aires y el D.F.-, si no fuera porque el ex Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner optó por duplicar su apuesta en el error, inmiscuyéndose en los asuntos internos de la República Federativa del Brasil, e irritando al presidente Jair Messias Bolsonaro en el proceso. Comenzó dándole forma a la tropelía, proclamando '¡Lula Livre!' a viva voz; para luego celebrar junto a sus exaltados compañeros frentetodistas la salida de prisión de Luiz Inácio Lula Da Silva, sin importar que alguno de los cargos remanentes que carga sobre sus hombros pudieren retornarlo al presidio en poco tiempo más. No interesa particularmente que Brasilia haya decidido adquirir trigo por fuera del bloque MERCOSUR -previo a que Fernández se alzara con la victoria en las elecciones generales de octubre pasado-; sí tiene valor el momento elegido para el anuncio, por cuanto esa notificación corporiza, en sí misma, la réplica de la Administración Bolsonaro ante los desvaríos albertistas. Naturalmente, confeccionada siguiendo el manual de procedimientos de Itamaraty, cuya diplomacia experta observa a pies juntillas una coherencia, trayectoria y profesionalismo sin paralelo en una siempre pendulante América del Sur.

Tras México y Brasil, Alberto Angel Fernández aún se hallaba pronto a convertirse, nuevamente, en víctima de su propia impulsividad, al decantar el desenlace del proscenio boliviano. Haciendo a un lado las advertencias de los observadores electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA) de cara a un evidente fraude en los recientes comicios celebrados en el Estado Plurinacional de Bolivia, Fernández se apresuró en tomar partido por Evo Morales. Presumir que el ex compañero de fórmula de Cristina Kirchner incurrió en un ligero desliz a consecuencia de no mensurar apropiadamente la endiablada interoperabilidad de variables que emergiera de las elecciones bolivianas, sería un ejercicio de magnanimidad: en rigor, Fernández se abrazó a una apuesta suicida.

El pasado fin de semana, los hechos se precipitaron vertiginosamente; Morales perdió el apoyo de una franca mayoría de sus connacionales, del grueso del ecosistema político, del Cuerpo de Policía Nacional (que protagonizó motines en las ciudades más importantes) y, fundamentalmente, de las fuerzas armadas. En menos de 48 horas, un nutrido coro de referentes sociales le exigieron abandonar el puesto; la resistencia del devaluado caudillo fue breve: el mandatario -que buscaba anotarse catorce años en el poder- respondió afirmativamente a la solicitud, y optó por la renuncia. No sin antes acusar a la oposición política de 'golpistas' y 'conspiradores'; poco después, se multiplicaban las denuncias contra el espectro político de Morales (MAS), cuyo elemento callejero habría activado una suerte de operativo venganza, perpetrando saqueos en La Paz, episodios de violencia y ataques sistemáticos contra periodistas. De la vorágine resultante, tampoco la residencia privada del ex mandamás de los cocaleros en Cochabamba resultó indemne, conforme una turba de ciudadanos procedió a vandalizarla, compartiendo un inapreciable detalle informativo en el ínterin: Evo, el irreverente líder popular, vivía como un multimillonario.


En este contexto, los desarrollos en Bolivia han sido interpretados convenientemente por los albaceas del Grupo de Puebla -reunidos en su brumoso cónclave de Buenos Aires, con Alberto Fernández- bajo la poco verosímil narrativa del 'golpe de Estado'. Curioso llamamiento al respeto del Estado de derecho, cuando se asiste al caso de un mandatario eyectado genuinamente por la sociedad de su país, que disfrazaba su estilo de vida de esperpéntico bon vivant, mientras buscaba eternizarse en el Palacio Quemado y despotricaba recurrentemente contra opositores y periodistas -incluso arengando al ataque sistemático. En las postrimerías, María Eugenia Choque y Antonio Costas (presidente y vice del Tribunal Superior Electoral boliviano, respectivamente) fueron arrestados por agentes de policía, en vistas de su responsabilidad en el fraude comicial del próximo-pasado 20 de octubre. Como quien ni siquiera se esfuerza por disimular culpabilidad, Choque fue aprehendida rápidamente in situ, poniendo pies en polvorosa y disfrazada de hombre. Junto a otros funcionarios del Estado de Bolivia, estas personas configuraron una asociación ilícita de magnitud para ayudar a Evo Morales en su invectiva de empoderamiento eterno.

Cualquiera sea la resolución del Affaire Morales, resulta evidente que el consorcio pueblista -digitado por estrategas a control remoto desde La Habana, Caracas y, por momentos, Barquisimeto- ha decidido, aunque a los trompicones, sobretensionar los considerandos de su propio manual operativo, el cual ya se ha topado con sendos callejones sin salida en Santiago y Quito. Mientras proxies cubanos y venezolanos intentaban, infructuosamente, consolidar una masa crítica que propiciara la rápida eyección de los presidentes Sebastián Piñera y Lenín Moreno, la estrategia descuidó el Flanco del Altiplano. Ecuador y Chile no cayeron; se perdió Bolivia. En la desesperada y atribulada perspectiva de los regímenes cubano y bolivariano de Venezuela, prima ahora la urgencia: se impone escalar los procedimientos de la guerra de cuarta generación (4GW) de propia factura y diseño, transitando hacia la fase del ataque contra sedes diplomáticas extranjeras.

La furiosa arremetida de anarquistas contra la integridad de la Embajada de la República Argentina en Chile atiende a sólo uno de los contornos que dan forma a ese imperativo geoestratégico. Ese mensaje ha tenido por objetivo el disciplinamiento preventivo de dos claros destinatarios: Alberto Fernández y Mauricio Macri. Sin mayores vueltas, el subtexto reza: o la Argentina se somete a los designios del populismo radicalizado latino, o habrá consecuencias.


Santiago Cafiero y Alberto Fernández, PopulismoEn apariencia, Fernández se ha inclinado por despejar interrogantes en lo que respecta a la futura dirección que imprimirá a sus relaciones internacionales, aferrándose ciegamente a las directivas que le imparte a diario su consultor y monje negro de cabecera: Santiago Cafiero, una suerte de aggiornado Marcos Peña. Para algunos, Alberto Angel ya tiene bien ganada la etiqueta de 'Rehén de Puebla'.

Otros observadores se atreven a ir un paso más allá; aunque la calificación de 'idiota útil' porte consigo el amargo sabor del exceso.


 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.