POLITICA ARGENTINA | FOTOGRAMAS: MATIAS E. RUIZ

Argentina: apostillas sobre el desmoronamiento

A un mes y pocos días de las elecciones presidenciales de octubre...

06 de Septiembre de 2019


A un mes y pocos días de las elecciones presidenciales de octubre, y más allá de la relativa estabilidad bancario-cambiaria ingeniada por la Administración Macri en los últimos días, la Argentina ha ingresado en una fase de amplificación del conflicto político y social, que nada tiene de sorpresivo.

Congreso de la NaciónEn la práctica, ese esfuerzo opositor -el cual involucra movilizaciones de pretendidas 'organizaciones sociales', reiterados paros de actividades propiciados por sindicatos afines (aeronáuticos, metrodelegados, 'docentes', ATE y etcéteras)- venía observando un carácter latente, aunque nada tuvo de fenómeno fugaz. Los resultados de las PASO -marcadamente negativos para el Gobierno Nacional- solo contribuyeron a dotar de mayor empuje y visibilidad a ese consorcio político de raíces variopintas. La frágil memoria de la opinión ciudadana, por ejemplo, hizo a un lado que el costado más obscuro de la faena de demolición se anotó, en el pasado reciente, dos graves episodios que culminaron en violentos ataques contra un Congreso de la Nación que se hallaba en plena sesión. La reiteración de estos hechos ha terminado por certificar, sin medias tintas, que los perpetradores venían tomándole el pulso al gobierno del Presidente Macri, a efectos de evaluar los flancos débiles de su política de Seguridad. A la postre, los mejores hombres y mujeres de la gestión ignoraron el verdadero alcance de la amenaza, soslayando la importancia de todo servomecanismo preventivo y punitivo en el proceso. En esa compleja interoperabilidad de variables, emerge la contrariedad: el cálculo mortal que sobreviene con el craso error de diagnóstico remata en una escenografía en la que simples barrabravas o matones de barrio freelancers pueden, con muy poco, y en minutos, poner en jaque a las instituciones. Dando inicio a algún foco ígneo en el conurbano bonaerense, en Plaza de Mayo, o en el Cuadrante Obelisco. Trátase aquí del costumbrismo de dirigentes y opositores de recurrir a delincuentes comunes para consolidar fines políticos (pecado que también le ha sido adjudicado a las Fuerzas Armadas, durante los 'años de plomo').

Tras lo cual no sería inexacto consignar que, tras haber tolerado un desmadre de las variables macroeconómicas por vía de una evidente mala praxis, la Administración Macri ha terminado por obsequiarle, a sus detractores callejeros, la excusa que estos precisaban para movilizarse de manera coordinada y, en el epílogo, permitir que estos potenciaran la proyección internacional de un país en franco estado de anarquía.

En este delicado contexto, el Presidente y su staff no cuentan hoy con otro camino que el de echar mano de una estratagema de retaguardia, en el que se ven forzados a ejercitar un férreo control sobre la economía, para aislar el esfuerzo destituyente y exponerlo como tal. Cualquier eventual fracaso en esa prerrogativa -y así se lee en Balcarce 50- traerá como consecuencia una riesgosa retroalimentación entre variables negativas, cuyas consecuencias podrían repercutir -en modos desagradables- en el proscenio social. En contrapartida, si la Táctica Lacunza continúa rindiendo frutos hasta llegadas las Elecciones Generales, los problemas quedarán del lado de la cancha de Alberto Fernández. En el tramo final de la campaña, y llegado el caso, el ex Jefe de Gabinete de Néstor Carlos Kirchner deberá atender a esfuerzos sobrehumanos en el andarivel comunicacional, para convencer de que él nada tiene que ver con la destructiva agenda que portan elementos díscolos y radicalizados vinculados a su propio espacio.

Infortunadamente, y conforme ya ha quedado claro para la totalidad del circuito político doméstico y del extranjero, Alberto Fernández no ejerce control alguno sobre las imposturas extremistas vigentes en el seno del Frente de Todos. A diario, el candidato del kirchnerismo se enreda en recurrentes actos de prestidigitación y sórdidos malabares retóricos para intentar aclarar lo que no es, poniendo énfasis en lo que le gustaría ser (o, si se quiere, en lo que le gustaría que se piense o diga sobre él). ¿Actúa, por ejemplo, Juan Grabois en su nombre, o lo hace por propia cuenta? Tras las elecciones, y de resultar Alberto ganador, ¿se extenderá en el tiempo el silencio de su vice, Cristina Fernández de Kirchner? ¿O saldrá la ex presidente de su planificado ostracismo para tomar efectivamente las rindas del frentetodismo, despojándose del ex Superintendente de Seguros de la Nación a los pocos días? Tal es la encerrona que tiene hoy como rehén al aparentemente bienintencionado Alberto Fernández: el inconsciente colectivo ciudadano -representado en los propios votantes del Frente de Todos, o en quienes elegirán a otro partido en las urnas- entiende que la viuda de Kirchner será la auténtica Jefa, y no él.

Así las cosas, el lector entrenado tomará rápida nota de una certeza: el concierto electoral argentino, a la luz de sus caracteres y presentación actual, devuelve hoy una imagen de significativa fractura. Se asiste a una competencia entre aspirantes reticentes que nada tienen de positivo para mostrar en sus respectivas marquesinas. En la grisácea medianía nacional, y acaso en forma de cruento sarcasmo, la identidad partidaria de los contendientes principales ni siquiera es fiel a lo tangible. Hay un 'Frente de Todos', que soslaya con virulencia a votantes y comentaristas que piensan distinto, emulando las más siniestras conductas de los capitostes que regentean la República Bolivariana de Venezuela. El bloque 'Juntos por el Cambio', por su parte, en mucho se asemeja a un gatopardismo rengo que parece haber llegado con el solo propósito de reproducir un sinnúmero de tropelías que la ciudadanía estimaba caducas (asistencialismo, dilapidación de recursos, inflación, endeudamiento externo, confiscación impositiva).

¿Cuáles son las secuelas de una devastación que se aproxima a cumplir dieciséis años? El sobretensionamiento de la denominada brecha ha arrojado como irrebatible quebranto un sentimiento antiperonista inéditamente cáustico que se traduce, transitivamente, en una fragmentación ciudadana sin precedentes. Como ya se ha expuesto desde este espacio en capítulos previos, ese quiebre también observa su correlato en los distintos Poderes (Legislativo, Judicial). Los desequilibrios económico-financieros y la recalcitrante repetición de sus desacoples, mientras tanto, han depositado a la República Argentina en un desenlace al que pocos analistas están atendiendo, a saber, en el colapso definitivo de la credibilidad de la moneda nacional, el peso. Ergo, la reincidencia de las crisis y de la bancarrota del Estado, propiciadas en todo concepto por una dirigencia política tan ineficiente como voraz, tornará inviable la futura implementación de alquimias o de procedimientos propagandistas que apelen a la verosimilitud de cualquier programa. Desafío de resolución casi imposible por metodologías tradicionales, por cuanto el ciudadano de a pie se ha quedado ya sin justificativos ni motivaciones para aferrarse a los pesos argentinos como reserva de valor; esa pericia quedará estrictamente relegada al skill de brokers financieros y operadores de bolsa para el trading en corto. La Ley Seca de Hernán Lacunza y su comentado reperfilamiento son respuestas espasmódicas, ingeniadas exclusiva y perentoriamente para que el paquidérmico Estado Nacional sobreviva, sin blanquear su implosión, hasta los comicios de octubre.

El aspirante que emerja victorioso en octubre habrá de lidiar con las inevitables derivaciones compartidas por el estrago sistémico que todos (políticos, magistrados, legisladores) se las han arreglado para edificar, allí donde la debacle de la moneda será apenas un colorido factor.

La alternativa será asistir a una triste y ya bien conocida instantánea en la que subsidiados y asalariados por igual hagan de su cotidianeidad una encarnizada riña en pos de hacerse de puñados de papel picado y de algún remedo de institucionalidad



 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.